Cada día

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Ante la aventura maravillosa que representa cada día con su novedad insospechada y sin precedentes, caben diversas actitudes por parte del hombre:

La actitud vegetal, que suele ser la de los que tienen las raíces abonadas en jugosa cuenta corriente. En el mejor caso, no pasan de plantas de adorno. Su única preocupación vital es que no falte el abono…

La actitud animal suele ser la misma de la inmensa mayoría de los trabajadores: buscar la zona geográfica en que se pueda cazar el condumio diario. Gregarismo trashumante bajo el cayado y los perros (invisibles) de pastores (invisibles) que los esquilan y los ordeñan y los venden… a cambio de pasto.

La actitud humana de los artesanos, sean de tipo manual o de tipo intelectual. El hombre que posee su casa y su herramienta. Labrador «en lo suyo», o catedrático, o sastre, o médico, o… En parte es esclavo del día «de cada día», y en parte es dueño del mismo. Este puede encontrarse cada día consigo mismo, aunque parece que son poco numerosos (los filósofos) los que llegan a esto. En general sitúan su bienestar en conjugar la actitud animal con la vegetal.

La actitud cristiana, cualquiera que sea su situación, es la de aquellos que afrontan la aventura de cada día con Dios. Para éstos la vida es pura maravilla, tanto si están en un lecho de hospital como en una cátedra; tanto si son gobernantes como si son gobernados, tanto si viven desahogadamente como si viven con estrechez.

Para el que anda su camino con Dios, cada día es una nueva muestra de su omnipotencia creadora y redentora; lo insólito, lo sorprendente, lo insospechado, lo nuevo… le aguarda tras la esquina de cada media noche.

Y lo grande, lo inmenso, lo inaudito, es que el cristiano no es un espectador de la omnipotencia de Dios, sino el actor.

Esto es increíble, pero es así.

 

Guillermo Rovirosa  (militante cristiano en proceso de canonización)

 https://solidaridad.net/apuntes-sobre-la-vida-de-guillermo-rovirosa510/