El cuidado de la casa común en la DSI 

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La Doctrina Social de la Iglesia ha desarrollado una enseñanza sobre el cuidado de la casa común que tiene no solo principios de juicio y orientaciones prácticas, sino que ayuda al hombre a entender la relación «hombre-medio ambiente» y su importancia para el conocimiento y entendimiento del papel de la Creación para trascender a Dios.

 

La cuestión ecológica o el cuidado de la casa común, a raíz de los avances en la industrialización, ha pasado a ser un problema social y poco después mundial. La humanidad entera está hoy preocupada por los desequilibrios en el ecosistema mundial.

Hay muchas propuestas para solucionar este problema, que van desde las humanistas, que intentan crear una responsabilidad del hombre sobre el uso de los recursos naturales, hasta las ecocentristas, que niegan al hombre el derecho de usar los recursos naturales y lo ponen más en el ecosistema, incluso declarando una superioridad de la naturaleza sobre el hombre.

Aunque en los inicios del desenvolvimiento de la Doctrina Social de la Iglesia los problemas sociales estaban reflejados en la relación entre los hombres con respecto a la justicia, la igualdad, la libertad y la verdad en su interrelación, hoy los deterioros de la relación entre los hombres y del hombre con Dios creador han generado otro mundo de problemas, entre ellos los referentes a la conservación del medio ambiente, constituyéndolo como parte de la cuestión social en una dimensión mundial.

La Doctrina Social de la Iglesia desarrolló una enseñanza a este respecto que tiene no solo principios de juicio y orientaciones prácticas, sino que ayuda al hombre a entender la relación «hombre-medio ambiente» y su importancia para el conocimiento y entendimiento del papel de la Creación para trascender a Dios.

Si bien es cierto que los primeros documentos pontificios al respecto de cuestiones sociales no tratan específicamente los problemas ambientales, en ellos podemos encontrar luces para discernir lo que podríamos llamar la concepción cristiana sobre la Creación y el desarrollo humano.

León XIII, en Rerum novarum (RN), recordando la Revelación (sobre todo el libro del génesis)(Gen 1,28) y valiéndose de santo Tomás de Aquino (Suma contra los Gentiles), nos enseña la relación entre el mundo creado y el hombre, sobre el derecho que el hombre tiene de usar de la naturaleza gozando del fruto del trabajo vinculado a la transformación de las cosas creadas y por ello de poseerla como propia, tomando en cuenta la necesidad de todos. Ello le da al hombre un derecho a la propiedad administrativa, pero no solo individual, sino colectiva, es decir; una propiedad que no debe ser tomada como propia/individual, sino como personal y común (RN 7 y ss).

Pío XI, en la encíclica Quadragesimo anno (QA), reafirma esta enseñanza poniendo un énfasis mayor en la función social de la propiedad (QA 45 ver también CDSI 467)

Juan XXIII, en la encíclica Mater et Magistra (MM), reafirma las enseñanzas de RN y QA: «Dentro del plan de Dios Creador todos los bienes de la tierra están destinados, en primer lugar; al decoroso sustento de todos los hombres (…) y, al mismo tiempo, como ministros de la divina Providencia, al provecho de los demás (MM 119)», pero advierte la necesidad de tomar en cuenta la necesidad de las generaciones futuras (MM 79 ver también CDSI 167)

Pablo VI, en la encíclica Populorum progressio, declara la necesidad de la industrialización para lograr el crecimiento económico y para el progreso humano, que es al mismo tiempo señal y factor de desarrollo (PP 25 ver también CDSI 180, LS 2 ,GS 69). Pero en la exhortación apostólica Octogésima adveniens (OA), con relación a la movilización de las personas y a la urbanización que produce la industrialización y los nuevos estilos de vida, advierte que el hombre se puede estar volviendo esclavo de los bienes que el mismo produce (OA 9 ver también CDSI 458).

Propiamente la cuestión ambiental es tratada como un problema social con Pablo VI en OA cuando muestra cómo el hombre súbitamente se da cuenta de que, fruto de la inconsiderada explotación de la naturaleza, la va destruyendo y va provocando también su propia destrucción (OA 2I).

Juan Pablo II, en la encíclica Sollicitudo reí socialis (SRS), en la perspectiva del verdadero desarrollo humano nos dice que este impone límites al uso de los recursos naturales, distinguiendo el «usar» del «abusar» como consecuencia de los nuevos estilos de vida consumistas.

Juan Pablo II da un carácter moral al uso de la Creación, respecto a Dios y a los demás seres (cosmos). En la encíclica Centesimus annus (CA), muestra cómo un gran desafío para el hombre actual con vista a las generaciones futuras es corregir los estilos de vida reflejados en el consumismo e incentivar nuevas concepciones de vida con las que se alcance la verdad, la belleza y el bien (CC 36)

Más adelante nos dice que junto al consumismo y vinculado a él está la cuestión ecológica. «El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozan más que de ser y crecen consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida» (CC 37 ver también CDSI 359).

Benedicto XVI, en la encíclica Caritas in veritate (CV), plantea el tema del desarrollo muy unido a los deberes de la relación del hombre con el medio ambiente. Porque la naturaleza es un don de Dios, su uso representa una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad (CV 51).

La naturaleza y el hombre en ella no es fruto del azar y, si se pierde la noción de que es una creación y un Don de Dios como proyecto de amor y de verdad, se cae en el error de pensar que el medio ambiente es un tabú intocable, o, por el contrario, se abusa de él.

Francisco, en su  encíclica “Laudato sí”, que toma su nombre de la invocación de San Francisco de Asís en el Cántico de las Criaturas: «Alabado seas, mi Señor», hace una referencia a la contemplación orante por lo que es débil, así como de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad como aparece en la presentación de la encíclica en Roma por el Presidente del Consejo Pontificio:

«Creo que el significado de la encíclica papal Laudato si’, no se limita al tema de la ecología como tal. Veo en él una importante dimensión ecuménica que plantea a todos los cristianos divididos y a los hombres de buena voluntad una tarea común que deben enfrentar juntos.”

 Vivimos en una época con problemas existenciales fundamentales que superan nuestras divisiones tradicionales y las relativizan casi hasta el punto de la extinción. Este riesgo es común a todos nosotros, independientemente de nuestras identidades eclesiásticas o confesionales. Igualmente debe ser común nuestro esfuerzo para evitar las consecuencias catastróficas de la situación actual. 

La encíclica del papa Francisco es un llamamiento a la unidad —la unidad en la oración por el medio ambiente—, en el mismo Evangelio de la Creación, en la conversión de nuestros corazones y nuestros estilos de vida para respetar y amar a todos y todo lo que nos ha dado Dios.

El evangelio de la Creación da origen a un orden creado, que se sostiene en el cimiento formado por el don gratuito del amor Dios, la ubicación de cada criatura en el mundo (especialmente la del ser humano, caracterizada por la responsabilidad) y las buenas relaciones entre todos los seres creados en el seno de una gran familia. Esta familia ha brotado de la comunión, ha de vivir la comunión y tiene su destino en la comunión.