EL CONTEXTO HISTÓRICO DE LA ENCICLICA LABOREM EXERCENS (1981)

Grupo Trabajo y Descarte

 

¿Cuál es la finalidad de esta encíclica?

El Papa, a la vista de los cambios tecnológicos, económicos y políticos de nuestro tiempo y de las tensiones, conflictos y crisis que generan, quiere contribuir al autentico progreso de la sociedad (LE 1b-d) en continuidad con la enseñanza social de la Iglesia. Para hacerlo, escoge un punto de vista muy acorde con su preocupación por el hombre, tan subrayada en sus dos encíclicas anteriores: Redemptor hominis(4-3-1979) y Dives in misericordia(30-11-1980). Al referirse a los problemas sociales esta orientación antropológica se concreta en el trabajo: con ello quiere poner de relieve, que el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión social si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre(LE 3b). No basta pues decir que estamos ante una encíclica sobre el trabajo. Su objetivo es más ambicioso hacer una reactualización de toda la doctrina social bajo el prisma privilegiado del trabajo.

En este capítulo se detallan cinco hitos históricos significativos del contexto sociopolítico y económico donde emerge la encíclica, situados en el periodo 1971- 1989. Los Treinta Años Gloriosos de las economías capitalistas occidentales posteriores a la Segunda Guerra Mundial cedieron paso a una época de gran inflación acompañada del desempleo y el descontento social. En 1973 quedó abierta una recesión económica desencadenada, que reflejaba el agotamiento del modelo de crecimiento capitalista intervencionista. Es un periodo, cuando emerge la encíclica, con acontecimientos con mucho peso histórico. Destacamos cinco:

 

  1. EL PACTO CAPITAL – TRABAJO SE ROMPE:

El conflicto Capital/Trabajo durante el periodo que siguió a la II Guerra Mundial, se apaciguó, gracias a un pacto entre los dos adversarios. Este pacto determinó que lo salarios, incluyendo el salario social evolucionaran con el aumento de la productividad. Consecuencia de ello, las rentas del trabajo subieron considerablemente, alcanzado su máximo (en los dos lados del Atlántico Norte).

A finales de la década de 1970 y principios de los años 1980, se rompe el pacto social. A esta situación hay que añadir las consecuencias de la crisis del petróleo y el incremento de la inflación[i]qué fueron amplificadas por los luminosos movimientos internacionales de capitales. Al percatarse de que los procesos inflacionistas eran persistentes, los sindicatos comenzaron a demandar aumentos en los salarios nominales para mantener su poder adquisitivo. Los salarios reales ya habían comenzado a ir por delante del crecimiento de la productividad, los beneficios disminuían y las nuevas inversiones estaban en declive. La política keynesiana expansiva dejo de ser rentable para las élites del capital. La aplicación sin precedentes de políticas neoliberales persiguió el aumento de las rentas del capital en detrimento de las rentas del trabajo.

Margaret Thatcher (1979) y Ronald Reagan (1980) dieron un espaldarazo político definitivo a las estrategias de crecimiento basado en el mercado y en la reducción de la intervención de los gobiernos por la vía del Consenso de Washington[ii]. El antecedente de esta revolución conservadora en la política económica tuvo lugar en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet, contando con el asesoramiento personal de Milton Friedman y con los colaboradores en el gobierno de algunos de sus discípulos, los Chicago Boys.

 

  1. PAISES EMPOBRECIDOS: Se enfrentan a una situación de injusticia que puede dominarse de violencia institucionalizada.

El encarecimiento del petroleó redujo el ritmo de la actividad económica y favoreció el desempleo en los países industrializados. El acceso de manufacturas baratas procedentes del tercer mundo al mercado internacional agravó la crisis de aquellos al disminuir sus posibilidades de producir y aumentar sus niveles de paro.

Las salidas que encuentran estos países a la crisis fue trasladar el capital aquellos lugares donde encontrarían mano de obra a menor coste en los países empobrecidos. El desarrollo espectacular de las empresas transnacionales[iii]en estos años responde a esta política y expresa la movilidad del capital en función de las oportunidades de inversión más rentable.

Se llegará a la siguiente paradoja: los países ricos ven como los bienes que demandan sus propios ciudadanos ya no se fabrican dentro de sus fronteras, sino que son importados desde países empobrecidos, donde son producidos por el capital que ha emigrado hasta allí buscando rentabilidad económica. Llegaba así al extremo la interdependencia de la economía mundial.  Todo ello ayudara a comprender o a ver el paro como un fenómeno de carácter no transitorio, sino permanente y estructural. Es una secuela de la nueva estructura mundial de la producción y de la nueva división internacional del trabajo.

Hasta ahora se había consolidado una sociedad cuyo eje central era el trabajo productivo y remunerado: configurando la cultura moderna occidental. El trabajo así entendido desempeña múltiples e importantes funciones en nuestro universo cultural. No es solo la fuente fundamental de acceso a la renta es mucho más: es la forma por excelencia de realización personal y de integración en la vida social.

Al adentrarse en una época en que el trabajo comienza a ser un bien escaso permite hablar no solo de crisis económica, sino de una verdadera crisis cultural, de alcance planetario como consecuencia del proceso de internacionalización del capital y de la globalización.

Por otra parte, no se piense que el tercer mundo salió favorecido de toda esta situación. Aunque tenga una presencia más amplia en los procesos de producción y aumenten sus intercambios económicos y financieros con los países enriquecidos, su papel sigue siendo dependiente[iv].

También empieza a tomar cuerpo el problema de la deuda exterior. Los años 60 y 70 fueron un periodo de crecimiento económico sostenido en Iberoamérica y Asia. En ese tiempo, muchos países iberoamericanos (especialmente Brasil, Argentina y México) pudieron asumir sin dificultades préstamos de grandes sumas de dinero a acreedores internacionales para financiar sus planes de industrialización mediante el desarrollo de infraestructuras, con lo que multiplicaron por cuatro su deuda externa entre 1975 y 1983.

El aumento de los precios del petróleo iniciado en 1973 dio al traste con el crecimiento en muchos países, y provocó una espiral inestable de sobreendeudamiento que terminó con la gran crisis de la deuda en los años 80.

El aumento de la deuda externa superó el poder adquisitivo de los países que, incapaces de pagar los compromisos adquiridos, vieron cómo se desplomaron sus ingresos, se estancó la economía, aumentó el desempleo y la inflación redujo el poder adquisitivo de las clases medias.

La mayoría de los países abandonaron sus procesos económicos de industrialización y de diversificación productiva, y adoptaron una estrategia de crecimiento orientada hacia la exportación fomentada por el Fondo Monetario Internacional. Con unas tasas internacionales de interés al 18%, los países tuvieron que “ajustarse” a base de contraer las importaciones para generar un excedente comercial con el que pagar (al menos parcialmente) el servicio de la deuda.

Los países recurrieron a la financiación del FMI y el Banco Mundial para hacer frente a los efectos de esa crisis y tuvieron que adoptar a cambio las políticas neoliberales definidas en el Consenso de Washington como condición.

Este proceso de globalización sometida al “imperialismo internacional del dinero”[v]afectó a las naciones y continentes empobrecidos. En aquellos donde la presencia de la Iglesia Católica está presente desde hace siglos, como es el caso de Iberoamérica, la respuesta a este imperialismo es más contundente, en extensión y en intensidad:

La injusticia se manifiesta en las estructuras sociales, como reconoce los documentos de Medellín: En muchos casos, Latinoamérica se enfrenta a una situación de injusticia que puede dominarse de violencia institucionalizada, cuando, por causa de una deficiencia estructural de la industria y la agricultura, de la economía  nacional e internacional, de la vida cultural y política, “pueblos enteros pasan necesidad y viven en tal dependencia que inhibe toda iniciativa y responsabilidad así como cualquier posibilidad de promoción cultural y participación en la vida social y política, siendo violados así los derechos fundamentales.

Las medidas cobraron un alto peaje a los niveles de vida y supusieron un aumento de los niveles de pobreza: a mediados de los 90, la mayoría de los países se habían empobrecido (en ingresos per cápita) hasta niveles de 15 años antes, y algunos hasta 25 años antes. En casi todos los países los mercados se liberalizaron, la pobreza y el desempleo aumentaron, los derechos laborales se vieron perjudicados, se disparó la desigualdad y aumentó la inestabilidad financiera y económica.

 

  1. LA CRISIS DEL PETRÓLEO.

El 6 de octubre de 1973 el Yom Kippur (el día de la expiación del calendario judío), tras la guerra árabe israelí, (Egipto y Siria atacan a Israel), la organización de Países exportadores de Petróleo (OPEP), el cartel creado en 1960 por los principales países productores de petróleo incrementó el precio del crudo, duplicando súbitamente el precio del barril en 1973. La multiplicación del precio incrementó el déficit de la balanza de pagos de los países importadores y provoco el retroceso de la actividad productiva, generando un aumento del desempleo; al mismo tiempo encareció la producción y provocó una inflación de costes.

 

  1. COLAPSO DEL SISTEMA FINANCIERO INTERNACIONAL.

En 1971 el presidente NIXON rompe el acuerdo financiero que había regido la economía mundial desde 1944, los acuerdos de Breton Woods[vi], un sistema donde a escala Internacional se establece el sistema monetario PATRON DÓLAR-ORO,  donde se obligaba a mantener una paridad  fija del dólar con el oro (35$ la onza), donde se establece un sistema de cambios fijo entre todas las divisas y se restringe la libre circulación mundial de capitales.

La ruptura de los acuerdos supone la eliminación de controles, y este es el origen de una enorme movilidad del capital financiero de tipo especulativo, responsable de una inestabilidad económica sin precedentes. Se estima que el volumen de las transacciones en los mercados financieros, que eran de 15.000 millones de dólares diarios en 1973, sobrepasa ya el billón y medio de dólares.  El dato real más significativo que debería hacernos recapacitar es el que nos da en 2018 el BIS (Banco de pagos internacionales de Basilea) sólo un 2% de las transacciones financieras internacionales se dan en la economía real, en el intercambio de bienes y servicios, el 98% restante lo constituyen flujos de capitales especulativos. El mundo entero parece convertirse en un casino global en el que generan inmensas fortunas.

Dichos cambios fueron amparados por los gobiernos que se centraron en las políticas de oferta (neoclásicas). El objetivo último era la creación de mercados libres, que se suponía eficiente, mediante la liberalización y desregularización de los mismos y la privatización de las empresas públicas. Estas ofertas se aplicaron, más ampliamente, en los mercados de trabajo, de capitales y en los monopolios públicos (la industria de servicios de red como electricidad, gas, teléfono, ferrocarril, aviación, sanidad, comunicaciones…).

 

  1. LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

La era de la tecnología de la información y la comunicación (TIC) empezó en 1971, cuando Intel comercializo el microprocesador. En la última década del siglo XX, las tecnologías de la información y la comunicación se generalizaron a las empresas y los hogares de los diferentes países y provocaron una profunda transformación de la economía mundial.

Estas nuevas tecnologías fueron un factor destacado porque contribuyeron a la internacionalización de la fábrica, y la creación de las multinacionales, que desplazó su producción a los países empobrecidos. La liberalización comercial y financiera junto a la generalización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permitieron la comunicación instantánea entre los continentes a coste minúsculo.

En 1987, seis años más tarde de la publicación de la LL.EE, Juan Pablo II publicaba Sollicitudo rei sociales (SRS), en donde denunciaba el imperialismo tanto en su versión capitalista como comunista reforzando el concepto de Estructuras de pecado. Concepto clave para entender la profundidad de la injusticia social contemporánea. afirmaba: «Los países subdesarrollados, en vez de transformarse en naciones autónomas, preocupadas de su propia marcha hacia la justa participación en los bienes y servicios destinados a todos, se convierten en piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco». Nuestro mundo está, hoy, formado por estructuras. Ese desfalco, que condena la encíclica SRS, estaba organizado estructuralmente, según Juan Pablo II, por: el comercio internacional, las finanzas internacionales, la tecnología y los organismos internacionales.

Estas estructuras de pecado son las que se convierten en cadenas de futuro, como han continuado denunciando los Santos Padres Benedicto XVI y Francisco. El papel de la tecnología en este marco socio político, económico y cultural es clave, la tecnología se ha convertido en la columna vertebral del imperialismo.

 

Para más información:

Libro: La fuerza humanizado del trabajo (Grupo trabajo y descarte). Editorial Voz de los sin Voz. (www.solidaridad.net)

 

Notas:

[i]Crecimiento continuo y generalizado de los precios de los bienes y servicios a lo largo del tiempo

[ii]Consenso de Washington:Disciplina en la política fiscal, enfocándose en evitar grandes déficits fiscales. Tasas de interés que sean determinadas por el mercado. Liberalización del comercio: liberación de las importaciones, Seguridad jurídica para los derechos de propiedad. Privatizaciones. Reducción del papel del estado.

[iii]La estrategia de las empresas es seguir revalorizándose utilizando menos mano de obra. Por ejemplo, durante los años ochenta, el empleo de las primeras 500 empresas estadounidenses descendió el 30% (5 millones de puestos de trabajo) mientras que la facturación no se modificó.

[iv]A diferencia de sus actividades en el mundo desarrollado, las transnacionales repatrían la mayor parte de sus beneficios del Tercer mundo. Se ha estimado que entre los años 1978-1980, las inversiones privadas sumaron anualmente 6.000 millones de $. Sin embargo, en el mismo período las transnacionales obtuvieron 15.000 millones de beneficios. De esta astronómica suma solo reinvirtieron 2.000 millones en el Tercer Mundo, repatriando 13.000 millones a sus sedes centrales. Esta cifras no incluyen los 4.000 y 6.000 millones que los países pobres pagaron en concepto de licencias industriales.

[v]El “Imperialismo Internacional del Dinero” es una categoría de poder, la cual fue definida por el Papa Pío XI en 1931, en su Carta Encíclica “Quadragessimo Anno”.

[vi]Cuando se decide la creación del sistema de Bretton Woods.1944, (Creación del FMI, BM y GATT). EE.UU controlaba el 80% de las reservas de oro del mundo. Es por eso por lo que pudo imponer el patrón dólar-oro, frente a la propuesta de Keynes de crear una nueva moneda internacional: el bancor. Más tarde, como consecuencia del fuerte crecimiento económico y comercial de Europa occidental y Japón, estas reservas de oro se fueron redistribuyendo entre los principales países centrales. Al mismo tiempo EE.UU aprovechando el hecho de que el dólar era la divisa de referencia en el mercado mundial, la moneda internacional por excelencia, había ido dando a la “máquina de imprimir billetes” para financiar su expansión exterior y para financiar sus actividades militares, en concreto la guerra del Vietnam. Todo ello provocó una gran circulación de dólares a nivel internacional, que no tenía el suficiente respaldo de reservas de oro internas para mantener la paridad fijada en B.W. Y es por eso por lo que en 1971 Nixon decide unilateralmente romper ese compromiso.