Somos Iglesia para la misión…. y nuestra vocación es la caridad política


LA CARIDAD POLITICA:

Se trata del amor eficaz a las personas, que se actualizan en la prosecución del bien común de la sociedad. 

El amor que se expresa en la preocupación por los asuntos comunes. 

Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común. Ésta es la vía institucional —también política— de la caridad…. Ésta caridad en las instituciones, no es menos cualificada e incisiva que la caridad asistencial eclesial. (CIV 7)

En muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar se presenta “en sociedad”, de modo que amarlo realmente, socorrer su necesidad o su indigencia, puede significar algo distinto del bien que se le puede desear en el plano puramente individual: amarlo en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia. La obra de misericordia con la que se responde aquí y ahora a una necesidad real y urgente del prójimo es, indudablemente, un acto de caridad; pero es un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria” (CDSI 208).

La política es una de las formas más elevadas del amor, de la caridad. ¿Por qué? Porque lleva al bien común (Papa Francisco). Y una persona que, pudiendo hacerlo, no se involucra en política por el bien común, es egoísmo; o que use la política para el bien propio, es corrupción.

Esta expresión, caridad política, aparece ya utilizada (y muy probablemente por primera vez en el ámbito del magisterio de la Iglesia) por Pio XI, en su discurso de 18 de diciembre de 1927, a la Federación Universitaria Católica Italiana –FUCI-. Si Mussolini había acusado a la FUCI de ir más allá del apostolado e incurrir en la actividad política, Pío XI proclamará que la política, en cuanto atiende al interés de la entera sociedad constituye  “el campo de la más amplia caridad, la caridad política”.

En varias de sus encíclicas, pero especialmente en Sollicitudo rei socialis, Juan Pablo II se refiere a la solidaridad, en cuanto virtuosa preocupación por el bien común (es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común), enunciada por Pablo VI como “civilización del amor”, un concepto que ha sido reiteradamente recogido recientemente por el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, que le ha dedicado un entero y final capítulo conclusivo. Juan Pablo II ha hablado, en el mismo sentido, de “amor social” (RH 15). Y Benedicto XVI caridad social, la caridad propia ejercida por los fieles laicos, con autonomía y bajo su responsabilidad, en la vida pública, en las instituciones y en su actividad política. (DCE 29).

Esta dimensión pública de la caridad, definida como caridad social o política, está en el Compendio.

“…Es necesario que se muestre la caridad no sólo como inspiradora de la acción individual, sino también como fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une” (CDSI 207).

También construir  estructuras de gracia (y justicia), es cosa de política. è Las decisiones personales no terminan en la persona que las provoca. Estamos rodeados de estructuras que no hacen visible el proyecto salvador de Dios. Son estructuras de pecado, en cuanto que nacen de decisiones personales inmorales y, sin embardo, terminan por justificar otras decisiones inmorales. Lo malo de las estructuras de pecado es que nos llevan a considerar como normal el mal que nosotros mismos hemos generado… (SRS 38).

Preferencia por los pobres….

“Vista la dimensión mundial que ha adquirido la cuestión social, este amor preferencial, con las decisiones que nos inspira, no puede dejar de abarcar a las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor […]. Nuestra vida cotidiana, así como nuestras decisiones en el campo político y económico, deben estar marcadas por estas realidades” (SRS 42).

Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado,…. Se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las CAUSAS de los males, no sólo los defectos, y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos. (AA 8)

 

LA CARIDAD POLÍTICA EN LA DSI:

+ León XIII alienta a los católicos al compromiso evangélico en lo público, sin privatizar la fe. Se refiere a la caridad cristiana y a la solidaridad como “amistad”, la que se entrega toda entera a sí misma para utilidad de los demás y reconoce la potencialidad transformadora de la fe para cambiar la sociedad desde sus cimientos (RN 20-21, 41; 114-116).

+ Benedicto XV, considera la caridad como fuerza motriz que obliga a practicar la justicia y a eliminar las desigualdades. “El Evangelio no presenta una ley de la caridad para las personas particulares y otra ley distinta para los Estados y las naciones, que en definitiva están compuestas por hombres particulares” (Pacem Dei 11).

+ Pío XI, la búsqueda de un orden basado en los “principios más elevados y más nobles: la justicia social y la caridad social”, virtudes que no son sólo personales, sino que explícitamente tienen una pretensión política “construyendo un orden social y jurídico, cuyo alma sea la “caridad social” como forma de regular y frenar la dictadura económica imperialista que somete al mundo (QA 88).

Pío XI fue el primer Papa en utilizar literalmente la expresión “caridad política(cuando Mussolini le acusó de exceder los límites del apostolado al incidir en la política): El campo político abarca los intereses de la sociedad entera; y en este sentido, es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política, de la caridad de la sociedad” (Discurso a los dirigentes de la Federazione Universitari Cattolici Italiani, 18 de diciembre de 1927).

+ Juan XXIII. En las Encíclicas sociales Mater et Magistra y Pacem in Terris, aparece la dimensión mundial, el carácter universal de la justicia social. Por caridad, el cristiano está llamado a buscar dentro de las instituciones “el Reino de Dios y su justicia” y se siente “vinculado a los demás para sentir como propias sus necesidades, alegrías, sufrimientos (…) con una actitud siempre cuidadosa con el interés ajeno” (MM 257). Posteriormente, viendo la creciente socialización e interdependencia, afirmará que el amor como servicio al prójimo se expresa, de la mejor manera, en la participación en las instituciones con el fin de ponerlas al servicio de todas y cada una de las personas en todos los campos de la vida humana (PT 146).

+ El Concilio Vaticano II sintetiza, sobre todo en Gaudium et spes, en Dignitatis Humanae y en Apostolicam Actuositatem las relaciones entre la caridad política y la ética para construir un mundo más acorde con el designio divino y una sociedad que cada vez más esté al servicio del desarrollo pleno de las personas. Mantiene una visión solidaria interdependiente de toda la humanidad, que rechaza toda ética individualista (GS 30). Se apuesta por dignificar la política, valorando el apostolado de los seglares, a modo de fermento, donde las asociaciones con finalidad social adquieren protagonismo (LG 31; GS 75; AA 2, 17-18). Nombra la “caridad y la fortaleza política” como actitudes del compromiso político de los cristianos (citando en nota el discurso mencionado de Pío XI el Concilio Vaticano II) (GS 75).

+Pablo VI en la Populorum Progressio extiende su mirada al conjunto del planeta y propugna una caridad universal que tenga la intención política de construir un nuevo mundo, para lo que no bastan las ayudas urgentes. Y para llegar a este cambio, exhorta al compromiso de los laicos y a la conversión de “mentalidad, costumbres, leyes y estructuras” (PP 81).

En la Octogesima Adveniens (OA 81) reflexiona sobre la acción política de los católicos; haciendo una llamada explícita a la participación política (a pesar de las dificultades), pues es ahí donde se deciden los modelos organizativos de las sociedades. Afirmará que este compromiso político es “un camino serio para ejercer el deber de todo cristiano de servir a los demás, lo cual exige: -discernimiento de la realidad a la luz del Evangelio y del pensamiento social de la Iglesia (OA 1), buscando responder concretamente a la pregunta ¿qué me exige el amor al prójimo, aquí y ahora?; -la transformación de las mentalidades y estructuras que sostienen el imperialismo de las multinacionales (OA 43-45); -construir una sociedad con democracia real y protagonismo de los ciudadanos, ya que está amenazada por la tecnocracia (OA 47. En este campo del compromiso, hay pluralidad de opciones, lo cual no debe hacer olvidar que todos han de preocuparse en “perfeccionar las estructuras y acomodarlas mejor a las verdaderas necesidades actuales” (OA 50).

+  Juan Pablo II. Ante una realidad de injusticia y “estructuras de pecado” (SRS 36), que llega de definir como “cultura de muerte” (EV 12), el Papa llama a los cristianos a la conversión y a un compromiso evangelizador para ir construyendo la Civilización del Amor y una Cultura de la Vida. Se refiere al “amor social” (RH 15) y a “la «opción preferencial por los pobres»; es definida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana» (SRS 42; CA 11).

+ Benedicto XVI sitúa la Encíclica Deus caritas est en la larga tradición de otras encíclicas sociales, no solamente por lo que representa la virtud de la caridad, sino también porque atribuye una importancia primordial a la virtud de la justicia.

Los fieles laicos tienen el deber inmediato de actuar a favor de un orden justo en la sociedad, por eso están llamados a participar en la vida pública, según sus posibilidades y limitaciones, en alguna acción socio-política, desde lo más pequeño o cotidiano hasta lo más alto; de esta manera, la variada actividad del laico es considerada por el Papa como “caridad social” (DCE 15, 19, 29).

En Caritas in veritate hace una llamada constante al desarrollo integral de la persona que a su vez incide en la sociedad, para lo cual es necesario vivir la caridad en la verdad” en todas las relaciones, tanto las más cercanas como las que se desenvuelven en las estructuras sociales, económicas, políticas… (nn.11, 34, 52,53 ss).

+ Los Obispos españoles, en el Documento Los católicos en la vida pública, acuñaron el término “caridad política”. La caridad política es presentada como consecuencia directa de la vida teologal, es decir, de una visión contemplativa que entiende el mundo y la historia dentro de la dinámica divina de la Creación y de la Redención y, por tanto, sin divisiones espiritualistas entre el campo de la fe y el de la política:

 

“Con lo que entendemos por ‘caridad política’, (…). Se trata más bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, en favor de un mundo más justo y más fraterno, con especial atención a las necesidades de los más pobres” (nn.60-61).

 

PROPUESTAS DE COMPROMISO:

El servicio a la persona humana

Entre los ámbitos del compromiso social de los fieles laicos emerge, ante todo, el servicio a la persona humana: la promoción de la dignidad de la persona, el bien más precioso que el hombre posee, es « una tarea esencial; …..Los fieles laicos deben, por tanto, trabajar a la vez por la conversión de los corazones y por el mejoramiento de las estructuras, teniendo en cuenta la situación histórica y usando medios lícitos, con el fin de obtener instituciones en las que la dignidad de todos los hombres sea verdaderamente respetada y promovida. (552 CDSI)

Defensa de la vida humana

  • promover una cultura de la vida siempre respetuosa con la vida humana.
  • Proponer a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona, y exigir a los Estados la creación de políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad.

Hacia una profunda renovación cultural

  • Buena formación socio-política, con un buen análisis de la cultura dominante; y de la DSI
  • Centros culturales, foros públicos para el diálogo sobre los grandes problemas de la humanidad.
  • MCS que promuevan la dignidad de las personas y de los pueblos, se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad.
  • Defensa de la ley natural inscrita en el corazón del hombre y que, como tal es universal, inviolable e inalienable. La ley natural ha de ser el fundamento de todo diálogo político, cultural y religioso, ya que es la que nos indica cuales son “las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la equidad del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del hombre”.
  • Tener presencia en el mundo de la escuela y de la universidad; los ambientes de investigación científica y técnica; los lugares de creación artística y de la reflexión humanista; y en los medios de comunicación social, instrumentos tan importantes para la formación de la mentalidad y de las costumbres.

Dirigir la globalización hacia un mundo más humano

  • Denuncia de las desigualdades.
  • Combatir las causa políticas de los grandes problemas de la humanidad, demostrando que la pobreza obedece mucho más a causas políticas, comerciales y culturales, que a los desastres naturales.
  • Eliminar las causas estructurales
  • Generar una opinión pública solidaria con los problemas de los empobrecidos de la tierra.
  • Trabajar para que en nuestros ambientes, instituciones…. Se vaya creando una conciencia solidaria.

Promover la lógica del don y la gratuidad en la economía

  • Debe haber un replanteamiento integral y moral de la vida económica, en donde la persona sea el centro de la economía y que no se guie por el máximo beneficio, sino según el bien común.
  • Profundizar en el surgimiento de un nuevo poder político, el de las asociaciones de consumidores.
  • Abrir otras formas de cooperación, nuevas iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, vayan más allá de la lógica del lucro como fin en sí mismo.
  • Promoviendo la eficacia de las organizaciones sindicales, y promocionando la creación de nuevas formas de organización de trabajadores, nuevas formas de solidaridad entre quienes participan en el trabajo común.

 

CONCLUSIONES

Hoy sigue siendo urgente que los laicos tomen conciencia de su vocación y misión, de tal manera que en este siglo XXI pueda florecer un laico adulto que responda a la llamada de ser testigos del amor de Dios, manifestado en Jesucristo, en medio del mundo.

Si la falta de compromiso ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente los hace aún más culpable. Añadiendo con angustia que a nadie le es lícito permanecer ocioso (Christifideles laici, 3). Las nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos.

Desde una fe unida a la vida, a los laicos se nos urge especialmente a asumir nuestra responsabilidad en la construcción de la sociedad como proyecto de vida en común, iluminando y penetrando de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que vive, promoviendo la consecución del bien común en la actividad política, social, económica y en la vida profesional y familiar.

La Doctrina Social de la Iglesia refiere con insistencia que el campo propio, aunque no exclusivo, de la actividad evangelizadora y transformadora de los laicos es la vida pública, expresándose en los documentos con distintas expresiones: los laicos deben insertarse:

  • “…en el corazón del mundo y al frente de las más variadas tareas temporales” (EN 70),”…animando cristianamente el orden temporal…” (CL 42),
  • “…en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas” (CL 17),
  • “…tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales…” (LG 31; 35, 36; GS 43; AA 3, 4, 7; AG 21).
  • Y todos “aquellos lugares y circunstancias en los que (la Iglesia) sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos” (LG 33; CL 15; AA 2).
  • “…Ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento” (AA 2).
  • El mundo es “el ámbito y el medio de la vocación de los cristianos laicos” (CL 17).
  • Los laicos “son Iglesia y son la Iglesia en el mundo…, con su presencia en la vida pública, hacen presente a la Iglesia en el mundo y transforman la sociedad según el espíritu del Evangelio” (CLIM 46)
  • “Lo que el alma es en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo” (LG 38).
  • Los fieles laicos “no pueden abdicar de la participación a la ´política´ (…), o sea a las múltiples y variadas actividades económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinadas a promover orgánica e institucionalmente el bien común” (CL 42).
  • Como señala Juan Pablo II, el laico es el nuevo protagonista “… lanzado en las fronteras de la historia: la familia, la cultura, el mundo del trabajo, los bienes económicos, la política, la ciencia, la técnica, la comunicación social; los grandes problemas de la vida, de la solidaridad, de la paz, de la ética profesional, de los derechos de la persona humana, de la educación, de la libertad religiosa” (Homilía de Juan Pablo II conclusiva del Sínodo de 1987, n. 7).
  • “La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la vida pública y aceptan las cargas de este deber” y pide que aquellos fieles laicos que tienen capacidad para ello “se consagren […] al servicio de todos con el amor y la fortaleza que la vida política exige” (GS, 75).
  • “En esta hora magnífica y dramática de la historia ante la inminencia del tercer milenio -dice Juan Pablo II-, nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, exigen hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si la falta de compromiso ha sido siempre inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable, A nadie le es lícito permanecer ocioso” (ChfL 3).

Construir la « civilización del amor »

La finalidad inmediata de la doctrina social es la de proponer los principios y valores que pueden afianzar una sociedad digna del hombre. (CDSI 580)

El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales: Este amor puede ser llamado « caridad social » o « caridad política ». (CDSI 581)

Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social —a nivel político, económico, cultural—, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción. (CDSI 582)

“Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo. Todos juntos y cada uno de por sí deben alimentar el mundo con frutos espirituales (cf. Ga 5,22) y difundir en él el espíritu de que están animados aquellos pobres, mansos y pacíficos a quienes el Señor en el Evangelio proclamó bienaventurados (cf. Mt 5,3-9). En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, son los cristianos en el mundo” (Lumen Gentium, 38..)

 

Pablo Matute (militante cristiano)

v