El desarrollo es poner a valer a todas las personas

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(Entrevista Raul Gonzalez Fabre (S.J.) en un evento en Caracas sobre los retos del desarrollo con ocasión de los 50 años de la Carta Encíclica Populorum Progressio…)

¿El bien común es sólo un concepto romántico de la Doctrina Social de la Iglesia o sigue teniendo sentido en un mundo excluyente?

Todas las relaciones de colaboración genuinas, en el mercado, la familia, la política, enriquecen el medio en que estamos. No solo en lo que concierne a los participantes en particular, sino que esa colaboración enriquece el medio en que nos movemos. Allí hay bien común porque una sociedad donde la gente colabora, unos con otros de diversas maneras, es una sociedad más rica. Más rica en conjunto, donde es más fácil generar relaciones de confianza. Al bien común se contribuye a través de las relaciones de colaboración genuina.

Ofrece seguridad. Nuestro mundo hoy no es seguro

La seguridad existe para todos o no existe. Puedes ser muy rico y contratar los mejores sistemas de protección y los más expertos guardaespaldas pero es obvio que quien eso hace es porque no está seguro.

Difícil encontrar esa colaboración. Retrocedemos a niveles de pobreza casi bíblicos en algunos países…

Venezuela ha llevado un largo proceso –puede haber durado 30 años o más- en que cada año es peor que el anterior. El precio del petróleo sube y baja y la sociedad se deteriora. Cada año hay más asesinatos que el anterior. A escala global, lo normal es que cada país se encuentre, año a año mejor, que el anterior. Cuando no ocurre eso se dice que hay una crisis y, efectivamente, ha habido una crisis que ha destruido las relaciones de cooperación, sobre todo en el mercado. Se ha destruido empleos, que son formas de cooperación pues ofreces tu trabajo para el proyecto de otro y no hay nadie que lo quiera. Desde el 2008 para acá hay un descenso y ahora vuelve a subir. De manera que no se puede aplicar la visión muy negativa que tienen los venezolanos sobre el proceso del país al mundo entero.

Pero también es cierto que no siempre ese progreso alcanza a todos…

En el mundo entero se ha producido un enriquecimiento considerable en las relaciones de cooperación en los mismos 30 años que ha producido que infinidad de gente en los países ricos compren productos chinos, indios, y otros, lo que ha logrado que mucha gente salga de la pobreza.

Cierto es que muchos han salido de la pobreza para acceder a las clases medias, pero tendemos a identificar desarrollo con aumento del PIB o con crecimiento económico y no siempre derrama a las capas excluidas de la población…

 El problema surge cuando se generan contradicciones. En principio, el incremento del PIB va en la dirección de más desarrollo, sólo que no lo agota. Hay otros elementos que también tienen que crecer y a veces, por crecer en unos renglones, decrecen en otros. El Papa citó, de su experiencia de niño en Argentina, cómo es cierto que el desarrollo económico puede afectar la convivencia en los vecindarios. La gente puede ser más rica y estar más sola. Con el consumismo la gente tiene más recursos pero centra su aspiración en tener cosas. Allí notas cómo desarrollándote más en un aspecto pues estar decayendo en el otro.

Tenemos sistemas que pueden ser muy contradictorios

El capitalismo puede exhibir logros en materia de desarrollo económico a escala global, incluyendo vastos sectores -400 millones de personas en Asia son los habitantes de la Unión Europea- que, por la vía de una sociedad de consumo, modifican la forma en que la gente se desarrolla.

Venezuela es el país que tiene más jets privados en el mundo pero ha batido el récord de doblar los índices de pobreza en sólo un año, un contraste dramático…

Lo es, pero también muy ilógico desde el punto de vista económico. Sucede que en Venezuela hay gigantescas distorsiones económicas que producen, por una parte, un empobrecimiento feroz en medio de una inflación que afecta a todos al punto de llevar a grandes sectores a la miseria. Eso es lo que está pasando. Pero, al mismo tiempo, las distorsiones son la oportunidad de hacer muchísimo dinero. Los que están bien colocados, tienen acceso al dólar preferencial público, pueden importar y hacerse millonarios muy de prisa. La idea es tener una economía donde los precios respondan a la verdad de las cosas, precisamente para que no se pueda hacer dinero muy rápido a base de contactos y privilegios.

Lo que sí parece incontestable es que la sostenibilidad de la democracia tiene mucho que ver con la satisfacción de las necesidades básicas de la gente…

Diría que son necesidades básicas pero de segundo nivel. Las llamaría oportunidades para satisfacer las necesidades básicas. Venezuela tiene un viejo problema y es el rentismo. Desde hace un siglo se ha venido denunciando. Para consolidar un régimen, el que sea, en lugar de abrir oportunidades para que la gente se gane la vida, se le da dinero. De esa manera subes el ingreso pero es una falsa salida de la pobreza. Dejas la pobreza cuando rebasas un umbral, no a partir de cualquier ingreso sino del que consigues con tu trabajo, lo que es distinto. No se trata de repartir limosna del ingreso petrolero del Estado.

¿Cómo y cuándo terminan las democracias?

Uno sabe que se han acabado cuando se terminan los derechos electorales que están en la Constitución. La definición de dictadura es un régimen que no permite el ejercicio de los derechos electorales básicos, que la gente decida. Eso está en la Constitución.

¿En consecuencia, no es justo. Pero hay regímenes que diseñan su propia justicia. La obligación moral está ausente. Hay alguna diferencia?

Hay una básica: algo es injusto desde el punto de vista legal solo si un juez dicta sentencia de que el hecho va contra la ley. Hay muchas maneras de conseguir que un juez declare ilegal algo que es justo o simplemente que no se pronuncie. Se puede comprar al juez, al funcionario para que se pierda el expediente, se puede presionar al juez, el juzgado puede presionar al gobierno, hay mil maneras de obtener una sentencia como la quiera el más poderoso en el juego. La justicia legal, en principio, debía ser también justicia moral pero no siempre lo es. De hecho, la ley misma puede ser injusta de raíz. El Apartheid en Suráfrica o en Rodesia. Era legal, lo ilegal era lo contrario. No obstante, discriminar a la gente por el color de la piel era inmoral aunque fuera legal. La justicia moral es la base de lo que de verdad es justo o injusto.

¿La necesidad fundamental de nuestra sociedad es construir nuevos consensos. Es posible en presencia de agudos conflictos?

En América Latina se ha logrado en conflictos muy graves, aún más agudos que el que hoy enfrenta Venezuela. El extremo fue entre el partido ARENA y el Frente guerrillero Farabundo Martí en El Salvador, después de una guerra civil que duró décadas y produjo miles de muertos. El último intento que se hizo fue con la guerrilla intentando tomar San Salvador. Llegaron hasta el palacio del presidente. Allí justamente murieron Ignacio Ellacuría y los demás jesuitas, en el contexto del Farabundo Martí tomando posiciones para la negociación de paz. El Frente no pretendía ganar la guerra; pretendía, como efectivamente lo logró, mostrar que no llegaba derrotado a la negociación de paz. Eso era todo, pero costó muchos muertos. En Venezuela, la violencia política aún no se ha desatado y nadie tiene prisa en que exista, entendiendo por violencia política que se maten unos a otros. En Colombia hemos visto que, cuando se abre una lata de gusanos, cerrarla puede tomar 70 años. Colombia está ahora intentando superar todo lo que desencadenó la muerte de Jorge Eliecer Gaitán. Mejor es un acuerdo entre las partes. Así se cerró la cuestión en Chile. De lo contrario, el panorama es muy sombrío.

¿Hará falta una montaña de muertos para que la gente logre entenderse?

Esperemos que en Venezuela no haga falta. Ese rol lo está cumpliendo el declive económico. Es claro que, si tienes una inflación de 1.700% y los sueldos han subido un 200%, eso puede aguantar un año pero no aguanta dos. Hoy existe gente en la miseria que hasta ayer era clase media o se las arreglaba para vivir. No quiero imaginar cómo estarán los pobres! La distribución de alimentos no ha funcionado y eso lleva a situaciones límite.

¿Quiere decir que en Venezuela estaríamos en una situación de desajuste terminal, por decirlo de alguna manera?

Es un desajuste insostenible. Cuánto más puede bajar la capacidad de compra de la gente? Es fácilmente concebible que un arreglo es posible. Lo hubo en Nicaragua entre la señora Chamorro y los sandinistas. El partido en el gobierno acepta pasar a la oposición y, con un piso de 20% o 25% de los votos es buena base para comenzar la tarea de oposición. Se deja el “calamar” al gobierno y en uno o dos períodos la oposición vuelve al poder. Así pasó en Chile. El pinochetismo dejó el gobierno a los otros y tres períodos más tarde ganó un candidato de derecha. Antes o después la gente se cansa de unos y de otros. Hay una dinámica democrática que no consiste ni en atornillarse ni en pensar que si te desatornillas te van a exterminar, sino en una convivencia razonable. El presidente de El Salvador, en este momento, es del Farabundo Martí. Hay una lógica que se impone. En Chile hoy está Bachelet, puede ser que el próximo sea Pinera. Nadie piensa que el uno acabará con el otro.

Suena sensato pero el problema de Venezuela es el anclaje en un sistema de ha fracasado en todas partes. Por otro lado, es gente que piensa que el extremismo que ha desatado terminará por volverse en su contra…

Lo primero es obvio: a la vista está que han fracasado, de eso no hay duda. Lo segundo depende de cómo dejen el poder. También se fue Ortega de la Presidencia y dejó a Violeta Chamorro pero negoció con ella que las fuerzas armadas seguirían siendo sandinistas para garantizar que no serían víctimas de la represión. Y esos militares tampoco reprimieron al gobierno. Quiere decir que se pueden negociar arreglos, por más extremismo de que se trate. Más extremismo que el Farabundo Martí que tenía una guerra civil montada? Más que ARENA, que secuestraba, torturaba y asesinaba?

Todos esos conflictos son hijos de la desigualdad. Pero se critica al Papa por hablar de justicia, que es la base del progreso…

Al Papa le corresponde, como lo hizo Paulo VI en la Populorum Progressio, advertir que no puede prosperar un proyecto de desarrollo que deje fuera a los pobres. Desarrollo implica enriquecer las relaciones de colaboración de todos los tipos. Las relaciones genuinas de colaboración. Los excluidos son los que no alcanzan a participar en un montón de esas relaciones. Son los últimos en la política, en los beneficios sociales, en el acceso a las oportunidades. La mera existencia de grupos de excluidos empobrece a toda la sociedad. El desarrollo es poner a valer a todas las personas. No es el simple crecimiento del producto. Hay quienes sostienen que, desde el punto de vista del desarrollo, a Venezuela le vino mal el auge petrolero de 1973. Mucho petróleo y poco desarrollo. Qué puede decir el Papa? No mucho en torno al cómo hacer las cosas. No es su papel. Pero sí es su papel hacer notar el para qué, pues si no están claros los fines últimos no sabes es qué dirección estás caminando. Hay quienes creen que el mundo es para la mitad de la gente, si la otra mitad no se engancha, simplemente no hay nada pensado para ella.

El Papa habla de los “desechados” o “descartados”…

No solo se refiere a la gente que está mal, sino la que no figura en el plan. Se refiere a los gobiernos que no consideran relevante incluir a todos en su agenda.

¿Cuáles serían las grandes líneas para reconstruir, de acuerdo a las luces de la Populorum Progressio?

Hay que hacer una transición hacia un sistema institucional como el que el país tuvo en su momento. Cerrar los caminos al éxito no competitivo, al dinero fácil. No puede ser que una empresa haga mucho dinero sin que su producto sea de calidad, ni que una persona se haga rica por lo cerca que está de un ministro, no por su trabajo. El país tiene que concebir su despliegue económico abriéndose al mundo. La tendencia hoy es a cerrarse. Las alianzas internacionales, en este momento, parecen servir solo al intento de que “no nos echen de la OEA”. Venezuela tiene muchas posibilidades de desarrollo, por ejemplo en el turismo, a eso tiene que atender. Su población no está muy preparada para recibir turismo pero “engancha” muy fácilmente por el carácter de la gente, poco soberbia, muy llana y de hospitalidad natural.

¿Cómo nos ven desde España? Les cabe en la cabeza que se pueda quebrar a un país petrolero?

Nunca se entiende plenamente a un país desde otro y, en el caso de España, la similitud ayuda a equivocarse.

¿Cómo es eso?

El venezolano es parecido a nosotros, habla el mismo idioma, viene a nuestro país y le va bien. Se tiende a pensar que es más o menos lo mismo cuando culturalmente es muy diferente. La forma de relacionarse de la gente es sensiblemente distinta. Lo que ha pasado es un proceso y no siempre se asume de esa manera. Un proceso del cual, por cierto, no están a salvo otros países.-

Raúl González Fabre, (S.J.) es Ingeniero Industrial,

doctor en Filosofía y actualmente enseña Ética Económica en la Pontificia Universidad de Comillas (Madrid).