Rovirosa y el problema de los dos últimos siglos

2395

En el presente artículo se exponen las razones que da Rovirosa para rechazar el paradigma liberal-capitalista-ilustrado por ser incompatible con la fe cristiana. La ignorancia de esta incompatibilidad es una de las causas fundamentales de la actual crisis que vivimos en la sociedad y en la propia Iglesia.

Carlos Ruiz de Cascos, misionero y teólogo

Revista Id y Evangelizad nº112

 

En varios escritos suyos, especialmente en algunos artículos que hizo para el Boletín de militantes de la HOAC, Guillermo Rovirosa se lamenta del cambio teológico-cultural que ocurrió “hace dos siglos” y de sus catastróficas consecuencias para la fe y la humanidad en general.

Teniendo en cuenta que Rovirosa escribe esto en la segunda mitad del siglo XX, la pregunta pertinente es: ¿Qué ocurrió a mediados del siglo XVIII que, según él, está condicionando nuestra forma de pensar y de creer? Efectivamente: el triunfo del triunvirato Ilustración-capitalismo-liberalismo. Diabólica trinidad en la que no se puede escoger uno de ellos renegando de los otros. Siempre van unidos por su común naturaleza, que es el materialismo.

Denunciar con tanta contundencia la triada que rige el mundo contemporáneo no implica que Rovirosa renegase de la razón, de la empresa o de la democracia. Al contrario, por defenderlos es que denunciaba a sus abusadores. Pocos autores contemporáneos conoceremos que amen tanto el recto uso del raciocinio, de la libertad y de la iniciativa creadora.

¿En qué consiste esta violación perpetrada por la terna Ilustración-capitalismo-liberalismo? Principalmente en la sustitución que hacen del Dios de Jesucristo y su Reino (repercusiones antropológicas y socio-políticas de la verdadera fe) por la idolatría del poder, del tener y del placer.

Rovirosa busca las fuentes lejanas del nefasto triunvirato actual en el Derecho Romano, el cual, si bien supuso un avance histórico al sustituir la ley de la fuerza por la fuerza de la ley, también contribuyó a estabilizar las diferencias por motivos de nacimiento o de clase. Pero el verdadero desarrollo del mismo se produce a partir del siglo XVI, gracias a unas condiciones favorables derivadas del Renacimiento. Con todo, según nuestro autor en su libro Fenerismo, la fecha clave para la legitimación y posterior expansión del régimen capitalista-liberal-ilustrado fue el 1 de noviembre de 1745. Por entonces Benedicto XIV promulga la encíclica Vix pervenit, que da pie a justificar cierto tipo de interés en los préstamos de dinero.

Aquel Papa, aunque también sanciona la doctrina tradicional católica que condena las usuras, sin embargo deja una puerta abierta para que los doctos examinen “si en algún caso por razón de alguna circunstancia se puede permitir a los fieles católicos el percibir alguna cantidad por el préstamo del dinero”, ocurriendo aquello que Rovirosa solía repetir: “y este fue el pequeño agujerito que se ha ido ensanchando, ensanchando, hasta llegar a tener hoy el tamaño exacto del meridiano terrestre”. A raíz de dicho documento magisterial, los países oficialmente católicos, reacios hasta entonces a legalizar la usura, se unieron a lo que ya practicaban los protestantes, que habían legitimado dicho uso, obteniendo con ello la capitalización y predominio de sus compañías. En el campo católico los que más presionaron para la aprobación de la usura fueron los jesuitas, frente a los mendicantes.

A este régimen o ‘sistema de arrendamiento’ lo llama fenerismo, definiéndolo como aquel sistema en el que una persona tiene los ‘títulos posesorios’ de unos bienes y otra persona tiene el ‘uso’ de aquellos bienes. Nos referimos a todo tipo de bienes, es decir, también al alquiler de las horas de trabajo de los obreros a los capitalistas. Esto permite la interminable acumulación por parte de una minoría.

El sistema liberal-fenerista, explica Rovirosa, atenta directamente contra la idea del Divino Legislador, que jamás dio al trabajo el carácter de que fuera explotado a favor de una minoría. Es, por tanto, un absolutismo sacrílego porque va contra la legítima libertad de la persona, al obligarle a renunciar a un don de Dios, del que se apropia, indebidamente, la otra parte.

A los que decían que con este sistema los trabajadores tienen el camino abierto para hacerse propietarios y prosperar, les acusa de no querer reconocer que esto nunca ha pasado de mera hipótesis; también critica a los que sólo desean superar los ‘abusos’ con meras reformas que dejan a salvo el sistema. En nuestros países  occidentales, los que hacen las leyes no suelen andar lejos ni ser muy diferentes de los beneficiarios del orden establecido: “Por todo ello soy muy pesimista respecto a los esfuerzos que se hagan para corregir abusossi el ‘sistema’ sigue intacto”, escribía Guillermo.

La mentira está en la base del liberalismo-fenerismo:

En primer lugar, supone la negación práctica de un derecho que los propios capitalistas defienden como base de todo su edificio: el derecho de propiedad privada o individual, como prefiere llamarlo él. El ‘sistema’ se fundamenta en acaparar bienes de todas las clases más allá de las propias necesidades para arrendarlos a los que carecen de ellos. Todos los bienes escasosentran en juego. Y como si previese los actuales pasos del capitalismo, preconiza la posibilidad de que se intente acaparar hasta el aire atmosférico, el agua del mar, la arena de las playas y desiertos…

Otra mentira de este sistema consiste en haberse presentado como un sistema que funciona bien y que genera riquezas, cuando la realidad es muy otra: “Los resultados están a la vista: para los trabajadores se ha conseguido el proletariado, para los intelectuales el sometimiento a los que pagan o mandan y para la religión el apartamiento progresivo de grandes sectores de la sociedad”. Y esto tanto en los países ‘desarrollados’ como en los empobrecidos, a los cuales se les vendió el capitalismo como solución.

La tercera mentira, quizás la más dañina, es la negación de la libertad,  a pesar de que el sistema se ha querido identificar precisamente con dicho término. El fenerismo produce también una sociedad falsa e hipócrita, en la que el robo de guante blanco es bien visto.

Rovirosa analiza la naturaleza materialista de la trinidad diabólica y la describe como una triple negación:

a) Negación de Dios: lo mismo que el marxismo; pero, en este caso, negación práctica: “El capitalismo liberal (que no quiere ser más que una teoría económica) influye no solamente en la vida material sino en todo el resto, incluso en lo religioso”. De ahí que Rovirosa no pueda ser más tajante: “El fenerismo es exactamente el anti-Cristo”.

b) Negación de la dignidad sagrada de la persona, ya que se basa en la esclavitud de la mayoría de la Humanidad (sea en su versión primitiva o sea la esclavitud ‘por horas’ en caso del asalariado), que ha quedado dividida entre fuertes o vencedores y débiles o vencidos, que son los pobres, máxime si son mujeres. Aquí hay que encontrar el origen de toda violencia y de toda guerra.

c) Negación de la moral. El capitalismo despersonifica a la muchedumbre inmensa de sus víctimas, que son los desposeídos, al mismo tiempo que destroza a sus beneficiarios: a éstos con cadenas de oro y a de hierro. Los poderosos tratarán de desarrollar entre los vencidos todos aquellos aspectos que les incapaciten para cambiar la situación injusta que padecen: les cargarán de trabajos y les ofrecerán el placer como señuelo. La corrupción moral implica que también “los llamados proletarios (…) en general son entusiastas del sistema capitalista, si pudieran ser de los que cortan cupones” (se refiere a las ayudas que daba el régimen franquista).

En este sentido, la pretensión unificadora de la toda ideología totalitaria está presente, según nuestro autor, en las sociedades más avanzadas, para lo cual se utilizan medios muy sofisticados: el consumismo, la vulgarización de la religión, los espectáculos de masa, los Medios de Comunicación Social y hasta las encuestas (“ese mentidero que sirve para encubrir toda clase de fraudes y para deslumbrar a los espíritus apocados”): el objetivo es “convertir a la especie humana en un inmenso rebaño”.