La acción, testimonio del ser

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Pero yendo más allá y, sobre todo, mirando al prójimo y sabiendo que nos hacemos con él, añadiremos, con Carlos Díaz, que no puede haber gran acción/pasión que no entrañe una gran compasión. Por tanto, como la acción se muestra actuando, concluimos con un llamamiento: muestra eficazmente tu compasión, compártela con nosotros para apasionarnos juntos en la acción común por una cultura y una política que dignifique a la humanidad.

 

Luis Ferreiro

Decían los escolásticos que el obrar sigue al ser, es decir, que si actuamos somos y si no actuamos, pudiendo hacerlo, estamos muertos o camino de estarlo. Podremos saciarnos de palabras, pero si no hay obras que las acompañen sólo dejaremos el sabor de la nada y del hastío, y otras palabras se volverán contra nosotros: por sus actos los conoceréis. Nuestro humanismo se hará desencarnado y estéril, pues, como escribía Saint-Exupery, un Ser no pertenece al reino del lenguaje, sino al de los actos.

Nuestro humanismo ha descuidado los actos, ha fracasado en su intento… El acto esencial recibe aquí un nombre: sacrificio… es un don de sí mismo al Ser al que pretendemos apelar.

Siguiendo a Blondel, podemos decir que la acción se origina en la voluntad a causa del abismo que hay entre lo que queremos ser y lo que somos, de ahí que la medida de nuestra acción resulte de nuestra estatura moral y de la grandeza de nuestro querer.

Por un extremo, la acción se apoya en el ser. Si estoy satisfecho con lo que soy nada intentaré fuera de lo común y rutinario, y nada podrán esperar de mí los demás, ningún riesgo ni esfuerzo. Por el contrario, desde el orgullo del ser miraré a los demás de la forma más exigente: serán ellos los que tendrán que cambiar.

Si, por el contrario, me siento inferior o impotente, tampoco me pondré en marcha, porque creeré que todo es inútil y vano y, en consecuencia, el pequeño acto, el minúsculo granito de arena que puedo aportar, se perderá irremisiblemente, nadie hará en mi lugar lo que yo deje de hacer. Millones de granos que se pierden en cada hora del reloj de arena del tiempo de la acción.

Importa tener una idea objetiva de nuestra capacidad, saber que no es tan grande como cree el gigante de nuestros sueños, ni tan pequeña como cree el enano de nuestros temores y, sobre todo, importa descubrir que nuestras capacidades aisladas son ridículas y despreciables, pero unidas sinérgicamente poseen un poder transformador irresistible, aunque nuestra mentalidad, excesivamente individualista, nos impide siquiera imaginarlo.

Por el otro extremo, la acción apunta a lo que queremos ser. La fuerza del querer se nutre del anhelo del ser, de la visión utópica de lo que todavía no es pero merece la pena que sea, aun a costa de grandes sacrificios, pues si, como dijo Goethe, en el principio fue la acción, ésta se pierde  sin el impulso del sujeto apasionado, pues nada grande se ha hecho sin una gran pasión (Hegel).

Pero yendo más allá y, sobre todo, mirando al prójimo y sabiendo que nos hacemos con él, añadiremos, con Carlos Díaz, que no puede haber gran acción/pasión que no entrañe una gran compasión. Por tanto, como la acción se muestra actuando, concluimos con un llamamiento: muestra eficazmente tu compasión, compártela con nosotros para apasionarnos juntos en la acción común por una cultura y una política que dignifique a la humanidad.

Exigencias de la acción

El pensamiento contemporáneo ha concedido una importancia primordial a la acción, hasta el punto de entender la existencia como acción. Maurice Blondel vendrá a decir que la acción envuelve al ser, que éste es consecuencia del devenir, que la acción humana es el vínculo entre el pensamiento y el ser. Por tanto, el centro de la filosofía es la acción humana.

Según Emmanuel Mounier, el pensamiento exige a la acción cuatro requerimientos: Que modifique la realidad exterior, que nos forme, que nos acerque a los hombres, o que enriquezca nuestro universo de valores. Estas cuatro dimensiones se relacionan en un equilibrio interno que debe mantenerse en toda acción íntegra, sin embargo, reconoce Mounier, que las dosis de estos ingredientes es variable en las acciones concretas, de manera que alguno de ellos se presenta de forma dominante según el fin perseguido por la acción. No obstante, aunque con vistas a su exposición se separen, cada una de estas dimensiones debe darse implícitamente en la unidad de la acción.