Antropología y Doctrina Social de la Iglesia

+ Agustín Ortega. 

Profesor en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador Sede Ibarra (PUCE-SI)

es Doctor en Ciencias Sociales y Experto Universitario en Moral, Doctor en Humanidades y Teología.

Recientemente, me encargaron realizar la lectiomagistralis para la apertura del curso en el Centro Universitario del Seminario Diocesano de Ibarra, donde soy profesor e imparto cátedras de filosofía, ciencias sociales y teología. Nos propusimos profundizar algunas claves de mi segundo doctorado en humanidades y teología, desarrollando la “fundamentación antropológica de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)”.

En este artículo, voy a presentar diversas líneas o aspectos que constituyeron esta lectiomagistralis. Lo primero que traté fue de transmitir la pasión por el conocimiento y estudio de la DSI, tal como me ocupa en mi tarea docente e investigadora. El apasionamiento por la cultura, el conocimiento y la verdad, por las humanidades o el humanismo tal como son la teología y la Doctrina Social de la Iglesia, deben ser un signo distintivo de una persona y fe adulta, madura.

Humanismo integral y solidario

Efectivamente el humanismo espiritual e integral, como lo expresa la DSI, es inherente a la cultura y a la razón que son inseparables de la fe. La DSI es esencial en el ser humano y su fe. En su dimensión formativa o profecía de educación y anuncio de la fe, simbólica-sacramental o litúrgica que celebra la vida en el amor de Dios, práctica o compromiso en la diakonía de la caridad social y política para la justicia con los pobres.

Como se observa, la DSI nos presenta una antropología integral, que abarca las dimensiones de toda la persona, y solidaria que incluye universalmente a todas las personas, a la humanidad e historia entera. Una antropología que muestra a la persona concreta y real, al ser humano en sus dimensiones personal y comunitaria, corporal y espiritual, cultural y política, social, económica e histórica.

De ahí que la DSI se haya ido realizando en confrontación histórica con los sistemas e ideologías perversas que han asolado nuestra época. Como han sido los totalitarismos, los fascismos, el liberalismo economicista con el capitalismo, el comunismo colectivista o colectivismo. Con su humanismo integral y solidario, la DSI siempre ha puesto a la persona y a toda la humanidad como principio, centro y finalidad de todo ordenamiento ético, jurídico y sociopolítico; frente a estos totalitarismos dela raza y nación, del mercado y del capital, del partido y del estado, etc.

Es el valor de la vida, dignidad y centralidad de las personas o pueblos, en contra de estos falsos dioses del fascismo, del capitalismo y del comunismo con sus idolatrías del poder y de la riqueza, de la cultura de la muerte.

Desde esta antropología, la DSI supone todo un método o camino de lectura creyente de la realidad, de encuesta y revisión de la vida que el Papa Francisco, con una serie de principios novedosos para la DSI, ha fecundado. El ver y hacerse cargo de la realidad, con el conocimiento profundo desde la experiencia y mediación de las ciencias sociales. Ya que el ser humano es una animal de realidades y, por tanto, la realidad tiene la primacía sobre la idea.

Una mirada creyente que desde el Evangelio y su amor universal no se queda en la parte o localismo, con un ver miope, sino que dirige su mirada a toda la humanidad y el mundo, porque el todo es mayor que la parte. El juzgar y cargar con la realidad, donde hacemos un juicio o valoración moral desde este principio antropológico de la vida y dignidad de la persona.

Todo lo que no defienda ni promueva la vida, dignidad y protagonismo de las personas, la justicia liberadora con las víctimas y los pobres de la tierra- que son aquellos a los que se les niega esta vida y dignidad-, no es ético, es un mal e injusticia. Y es que la unidad está antes que el conflicto. El actuar o encargarse de la realidad ya que lo humano tiene una dimensión constitutiva de ser voluntad y praxis, servicio y compromiso para transformar la realidad con sus males e injusticias. En donde el tiempo es superior al espacio.

Las personas, pueblos y pobres son los sujetos y protagonistas de la historia, de los procesos del tiempo histórico, que está por encima de cualquier espacio de poder; frente a toda política cortoplacista, que busque conservar sus privilegios e intereses.

Como se observa, esta antropología y método de la DSI nos abre los valores o principios que deben orientar y llevarse a la práctica, en el inherente compromiso social por la justicia con los pobres. La ética y los valores éticos deben enraizar a la economía, la política o la cultura. En oposición al individualismo insolidario del liberalismo y del capitalismo, o del comunismo colectivista, que no quieren que la moral sea la entraña de la vida y de la estructura social, del mercado y del estado.

Derechos Humanos

La subsidiariedad, el que las bases de la comunidad política con sus grupos e instituciones sociales sean los sujetos y gestores de la vida pública, está cimentada en el valor antropológico de la libertad. Lo cual fundamenta los derechos humanos (DDHH), como los denominados de primera generación, las libertades civiles o políticas y la participación democrática, frente al comunismo. La solidaridad, la unión fraterna con los otros en la responsabilidad y compromiso permanente por el bien común, tiene su base en la constitutiva sociabilidad del ser humano.

Lo que justifica los DDHH de segunda y tercera generación. Los derechos sociales, económicos y de los pueblos que aseguran el bien común para el desarrollo humano e integral del ser humano, que tienen su morada en esta constitutiva dimensión social y corporal del humano.

La corporalidad y sociabilidad intrínseca del ser humano entraña el principio del destino universal del ser humano, que es el derecho (natural) principal y tiene la prioridad sobre el derecho de propiedad. El derecho positivo y secundario de la propiedad solo es legítimo cuando se cumple este valor y principio de la destinación común de todos los bienes. Con una equidad en la distribución de los recursos.

El valor del trabajo, el sujeto y dignidad de la persona trabadora, que está por encima del capital (del beneficio y la ganancia) es una clave social que se asienta en que el ser humano está llamado a realizarse en la praxis transformadora; a ser co-creador con el Dios creador, colaborando en la gestión y transformación de la creación. Esta dignidad y derechos sagrados del ser humano trabajador, como esun salario justo para él y su familia, nunca puede ser violado por el mercado y el capital.

De esta forma, nos abrimos a la clave o valor de la socialización de los medios de producción y de la empresa. Esto es, el que los trabajadores sean los actores y gestores de la vida empresarial, de su marcha, destino y propiedad en una economía social y cooperativa. Y, en esta línea, las finanzas y la banca deben servir a la economía real, en la promoción del trabajo, de la empresa cooperativa y economía social.

Al servicio del desarrollo, de las necesidades y capacidades de la persona, frente a la especulación financiera y usura. Con una paz y ecología integral, en un desarme planetario, frente a toda guerra y destrucción. Es la persona cooperativa en pobreza solidaria y justicia con los pobres, frente a la idolatría del poder y la riqueza-ser rico.