Cuba es una isla a la fuga: “Es como vivir en una película de narcos y traficantes”. Entre cárteles, homicidios, detenciones y una ruta de más de 3.000 kilómetros por Centroamérica.
“¡Todo el mundo irá ahí, y si no quieren se quedan!, nos gritaron los coyotes (traficantes de personas). En ese momento éramos un grupo de seis, todos cubanos, y aunque no nos gustó la idea del remolque había que subirse. Como a los 45 minutos de viaje sentimos un estruendo muy grande y un olor a gasolina que no entendíamos qué era. Después, como a la hora y media o dos, el tráiler paró. Nos dijeron que se había roto y pronto seguiríamos en otro.
En total éramos 158 personas, había unas veinte mujeres con niños pequeños. Es complicado porque estábamos encerrados herméticamente y tiene que haber calma, no se pueden hacer ruidos ni encender luces. Hay un valde que pasan de un extremo a otro del remolque para orinar y hacer las necesidades ahí.
Dentro del remolque había guías que trataban de calmarnos, pero cuando llevábamos como una hora detenidos apagaron el aire y nos preocupamos porque por una rendijita se veían luces de policía. Entonces las personas empezaron a desesperarse y encendieron los teléfonos. Ahí fue cuando nos enteramos que el chofer había atropellado a un motorista”.
Este es el relato de una migrante cubana durante su travesía por Centroamérica para llegar a Estados Unidos. Se llama Sayris Morales Leal, tiene 26 años y es licenciada en Periodismo.
“Irme de Cuba no fue una decisión de último momento —explica Sayris—, aunque tengo que admitir que la situación que se vive en el país fue un factor importante. Yo lo tenía decidido hace al menos ocho años. El problema es que no contaba con los recursos ni la vía para hacer ese sueño realidad”.
Eso mismo le pasó a Gonzalo Pérez Rodríguez, un arquitecto cubano de 26 años que llegó a España pasando por Serbia, Macedonia del Norte y Grecia. Aplazó su salida durante años y también se jugó la vida.
“Éramos cuatro cubanos, una pareja de médicos, mi amigo y yo. Salimos en autobús desde Belgrado rumbo a Macedonia. Nos bajamos en un punto cercano a la frontera y la cruzamos por el monte. En cinco horas caminamos como 30 kilómetros, parte de los cuales fue por una línea de tren, hasta llegar a un pueblo llamado Komonovo”.
“En esta caminata nos cruzamos con un grupo grande de pakistaníes que iban en sentido contrario haciendo la famosa ruta de los Balcanes. Cuando vimos la banda esa nos asustamos porque íbamos con dinero encima y podían robarnos. Los últimos del grupo eran africanos y nos quitaron unas botellas de agua que llevábamos en la mano. Estaban desesperados por la sed. Esas cosas se viven con tremenda intensidad, es algo que no estás acostumbrado a hacer y no sabes a dónde vas”.
“Yo ganaba 300 CUC (dólares) al mes en una pequeña empresa privada y el Ordenamiento me jodió. Empezó la inflación y el poder de compra disminuyó, además todo se compraba en divisa, moneda que ni yo ni nadie gana en Cuba. Yo estaba ahorrando para venir como estudiante, pero me denegaron dos veces la visa en la Embajada de España. Me había matriculado en una escuela privada desde Cuba y había pagado más de 3.000 euros”.
Cuba fue el undécimo país que más visados recibió de España entre 2010 y 2021, con 8.059, de los cuales 1.230 eran por estudios. Los beneficiados de estos últimos por lo general son jóvenes graduados de universidad que suelen pagar escuelas privadas aquí para gestionar una salida hacia Europa. En octubre de 2020 fue reemplazado gran parte del personal de la Embajada de España en La Habana. A partir de ahí los visados de estudios comenzaron a denegarse masivamente, aunque los solicitantes presentaran todos los requerimientos necesarios. Gonzalo fue uno de los perjudicados.
Sayris también intentó irse por una vía legal. En EEUU viven su abuela y sus tías, pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca casi eliminó los servicios consulares en la isla. Hay familias que llevan más de cinco años esperando una visa para reunificarse. Las alternativas que le quedaban para llegar al país norteamericano desde Cuba eran: cruzar el estrecho de Florida en balsas generalmente improvisadas, o llegar a algún país latinoamericano como punto de inicio y ascender miles de kilómetros hasta la frontera estadounidense con México.
Una vez allí, la conocida como Ley de Ajuste Cubano permite regularizarse sin demasiadas complicaciones. Este escenario ha provocado que dos millones de cubanos (entre nacidos en la isla y descendientes) vivan en EEUU. En 2022 (año fiscal estadounidense que va del 1 de octubre de 2021 al 30 de septiembre de 2022), entraron en ese país solo por vía marítima más de 3.000 cubanos. Otros 6.182 fueron interceptados en el mar y, en su mayoría, devueltos. Varias decenas de estos migrantes, llamados comúnmente “balseros”, han desaparecido.
El 16 y 19 de noviembre, hubo dos naufragios de balseros cubanos en el estrecho de Florida. Murieron seis, 20 quedaron desaparecidos y solo diez sobrevivieron. Las víctimas mortales son prácticamente imposibles de cuantificar porque la mayoría de los cuerpos no se recuperan.
El actual auge migratorio está condicionado por una maniobra de La Habana. El 22 de noviembre de 2021, el Gobierno de Nicaragua anunció que suspendía el requisito de visa para la entrada de los cubanos a su territorio. Desde finales de 2020, la mayor isla del Caribe ha vivido un incremento considerable de protestas. Históricamente, las autoridades cubanas han lidiado con estas crisis abriendo fronteras para que todo el que no esté a gusto se vaya. Lo hizo durante 1965, a través del puerto de Boca de Camarioca (5.000 cubanos); en 1980, con el éxodo del Mariel (125.000) y en 1994, con la denominada crisis de los Balseros, cuando 30.000 personas dejaron la Isla.
Cuba vive ahora la más grande de todas sus crisis migratorias: 224.607 cubanos llegaron a EEUU en el año fiscal 2022, un promedio de 615 al día. En octubre pasado entraron 29.872 nacionales de la isla a ese país, aproximadamente 963 cada jornada.
“Llegué a Nicaragua y esa parte es una de las que más fáciles se pasa, siempre en coche. Hay un solo retén (punto de control) y se le enseña el salvoconducto que te dan cuando entras por el aeropuerto, más 10 dólares para que te dejen pasar. Estuvimos todo el día de carretera hasta llegar a un poblado que está cerca de la frontera con Honduras. En la mañana salimos bien temprano. Caminamos unos 15 o 20 minutos por unas lomas y unos pequeños barrancos, pero no es nada difícil. Incluso iban niños, personas mayores y ellos (los coyotes), tuvieron bastante paciencia”.
La “seguridad” de atravesar cuatro países centroamericanos ilegalmente tiene un costo. Cada cubano debe pagar 5.000 dólares aproximadamente a los coyotes para realizar la ruta en varias semanas. De ir por su cuenta, las posibilidades de ser detenidos y el tiempo de desplazamiento aumentan considerablemente. Todo funciona a través de una red de personas que se turnan la guía de los extranjeros a medida que avanzan por los países. Sayris lo explica desde su experiencia:
“Es una locura porque llegas y te bajas del autobús, te recogen unos coches tipo película de Rápido y Furioso que no sabes ni de donde salieron. Ellos (los coyotes) te dicen una clave para que te recojan. Esos coches van a una velocidad espantosa y te pasan de uno a otro sucesivamente. Esta parte de la travesía tiene una coordinación muy minuciosa. Todo está listo, no hay espera, es bájate de una cosa y móntate en otra. Es impactante porque uno no está acostumbrado a nada de eso. Es como estar en una película de narcos, de traficantes. Un filme de acción ni siquiera se acerca a la realidad por la adrenalina, la experiencia del miedo. Siempre estás rezando para que la policía no te coja porque no todos los turnos se pueden pagar, solo son los que tengan acuerdos con los coyotes”.
“Yo y mi hermano hicimos toda esa parte del viaje —señala Sayris— con dos jóvenes ecuatorianos de 20 y 22 años que eran primos. Ellos pagaban más. La travesía de nosotros valía 5.000 y la de ellos 15.000. Lo mismo pasa con los guatemaltecos y los hondureños, con esas personas tiende a ser todo más caro”.
El dinero es un elemento imprescindible en estas aventuras. Solo el pasaje de Gonzalo hasta Serbia costó más de 840 euros. Llegado allí tenía que buscarse un sitio para vivir, comprar comida y hacer trámites. Al principio, los cobijó una serbia que habían conocido en Cuba; la misma que les hizo la carta de invitación para poder viajar a Belgrado.
“Cuando llegamos a Serbia, la que pone el cuño en el pasaporte vio que éramos cubanos y se alarmó. Nos preguntó qué hacíamos allí. Nosotros le dijimos que íbamos a visitar a una amiga y le enseñamos la carta de invitación. Tuvimos que explicarle cómo la habíamos conocido. Incluso le dimos el teléfono y ella habló con la amiga nuestra. Yo no entiendo ese idioma, pero se dijeron muchas cosas. Nos preguntaron en qué trabajábamos y tuvimos que enseñarle fotos”.
“Había una vía que era cruzar en bote hasta Bosnia —recuerda Gonzalo—, después hasta Croacia y luego a Eslovenia. Aunque era una de las maneras más rápidas, resultaba complicada porque al hombre del bote le habían caído a tiros. Más adelante me enteré que a ese hombre al final lo mataron.”
Unas amistades que ya habían llegado a Grecia les recomendaron un coyote. El problema estaba en que ese coyote era digital, no los guiaba físicamente. Todo era a través de los móviles. Se trataba de otro cubano que ya había cruzado y conocía muy bien la ruta. Gonzalo, su amigo y los dos médicos cubanos que lo acompañaban, compartieron la ubicación con este coyote que los dirigía en tiempo real a través de una aplicación.
“Como yo soy negro y los médicos eran mulatos —explica Gonzalo, llamábamos mucho la atención y todos los movimientos había que hacerlos de madrugada. Si andábamos por la calle a plena luz del día cualquiera sabría que éramos migrantes. A las dos de la mañana iniciamos el cruce de Macedonia para Grecia y nos metimos por un monte con muchas espinas, me caí y me arañé. Brincamos una cerca que había en la frontera y pasamos los bultos. Yo lo había dejado todo en Serbia y llevaba solo una mochila con algo de ropa”.
“Una vez en Grecia empezamos otra larga caminata de ocho horas hasta llegar a Polikastro. El próximo paso era llegar a Tesalónica. El coyote nos recomendaba ir en taxi y no en bus porque resultaba más peligroso, pero nadie quería llevarnos. Los taxis habían tenido problemas con la policía por llevar cubanos y nos decían todo el tiempo: ¡Cubanos no!”
“Eso fue un problema que tuvimos a lo largo de todo el recorrido. Ni siquiera nos atendían en las Western Union. El cubano estaba vetado en todo. Entonces al final cogimos el autobús a riesgo de que nos detuviera la policía al llegar a Tesalónica. Todo el tiempo había mucha incertidumbre, porque uno no sabe cómo son las estaciones ni cómo funcionan las cosas en esos países. Se crea una atmósfera como de persecución. Uno deja de caminar de manera natural, todo es sobredimensionado. Estás en una situación difícil, ilegal en un lugar. Entonces el coyote también juega un poco con eso para cuidar su trabajo. A ellos les conviene que uno piense que son imprescindibles para hacer la ruta”.
La importancia del coyote para los migrantes en ocasiones depende del escenario a transitar. Cuando Sayris llegó a México, sus guías pasaron a ser elementos corrientes dentro de un contexto controlado por castas criminales.
“En México, la travesía continúa con las claves igual, solo que te mueven cárteles y no coyotes. Hay claves que van más rápido y claves que avanzan menos, es decir, está en dependencia de lo que tu coyote le paga al cártel. Si paga más o menos ahí está la diferencia cuando llegas a las bodegas. Antes no existían las bodegas, eran casas. Pero ahora necesitan lugares de más capacidad y utilizan iglesias o almacenes. Son sitios donde hay demasiadas personas y ahí se unen muchísimas claves. Algunos llegan y salen rápido, pero hay migrantes que tienen una clave lenta y se pasan una semana, 10, 15 días o hasta un mes sin que los muevan”.
La red de tráfico de personas que describe Sayris sustenta al flujo migratorio que ha roto los récords de llegadas en la frontera de EEUU con México. Desde el 1 de octubre de 2021 hasta el 30 de septiembre de 2022 llegaron a la primera potencia mundial 2.766.582 personas, un promedio de 7.579 cada día. Expertos estiman que el crimen organizado ha aprovechado la crisis migratoria en México para obtener entre 3.000 y 5.000 millones de dólares anuales.
“Normalmente los cárteles no tienen convenio con la migra o el ejército —continúa Sayris—. Algunos turnos sí, pero no es la mayoría. Los cárteles secuestran a muchos migrantes para pedir recompensas a la familia o incluso a los mismos coyotes. México es bastante peligroso. No importa si eres mujer, niño o embarazada, para ellos tú simplemente eres una mercancía y te van a tratar como tal. Tienes un valor, si se paga bien por ti, si no, no le sirves de nada”.
“Mi primer viaje en México fue de 35 horas en una van (furgoneta). Éramos 33 personas. Hicimos una sola parada para comer e ir al baño. Es incómodo porque hay mucho calor, te duele el cuerpo completo, no puedes estirar los pies en todo el camino. Pero bueno al final todo el mundo mira hacia su objetivo, ese es el precio por llegar a donde quieres”.
10 de mayo de 2022, estado de México: “Avancé bastante rápido —explica Sayris—, hasta poder llegar a Ciudad de México. En mi día número 11 de travesía continuaría el viaje hasta Monterrey, que es la parada que se hace antes de llegar a la frontera con EEUU. Como a nosotros nos movían de madrugada, nos dijeron que íbamos a coger un bus hacia Monterrey. De pronto, sobre la 01:00 de la madrugada nos montan en el remolque refrigerado de un camión. Ahí nos negamos porque nunca nos hablaron nada de un remolque. Entonces nos gritaron para apelar al miedo”.
Tres horas después, Sayris y las otras 157 personas que viajaban con ella en aquel remolque, supieron que ese día no llegarían a Monterrey.
“El estruendo que habíamos sentido al inicio del viaje era que el remolque le había pasado por encima a un motorista y lo había matado. El camión nunca paró, pero en el lugar del accidente había cámaras y nos localizaron. Todos los choferes se pasan el camino completo drogados. Es la forma que tienen para mantenerse despiertos porque son muchas horas de viaje. En un momento intentamos abrir la puerta porque no quedaba oxígeno después de dos horas sin el aire puesto. Ya los niños y las personas mayores habían empezado a tener falta de aire. Yo traté de mantener la calma, pero pensaba que no saldría de ahí con vida”.
Sayris temía con conocimiento de causa. En la mañana del domingo 23 de julio de 2017, un camión similar al que ella utilizó fue hallado cerca de un Walmart en San Antonio, Texas, con migrantes sin aire y sin agua. Murieron diez. En la tarde del lunes 27 de junio de 2022 otro camión fue encontrado en la misma ciudad, con migrantes agonizando en las mismas condiciones. 53 personas perdieron la vida.
“Traté de tomar sales de rehidratación oral y agua —continúa Sayris. Intenté mantenerme sentada porque abajo era donde mejor llegaba el oxígeno. Encendí el teléfono y empecé a llamar a la familia. Llamé a mi novio en Cuba que es médico. Quería que me diera consejos de cómo podía respirar mejor para que me durara más el oxígeno, pero era muy complicado porque tenía ganas de llorar y no sabía qué hacer. Miraba a mi hermano y sin decirnos nada ambos pensábamos lo mismo, ahí podíamos morir. Después de dos horas, la policía puso nuevamente el aire, pero no nos sacó en ese momento. Nos tuvo como tres o cuatro horas más ahí hasta que nos dejaron salir”.
Sayris y su hermano fueron llevados a la estación migratoria Siglo XXI de Tapachula, cerca de la frontera sur de México. Se pudieron ver a los tres días de la detención porque viajaban en distintos autobuses y en la estación separan a los hombres de las mujeres. Los miércoles y viernes podían visitarse, los jueves tenían un minuto para llamar a Cuba y el resto del tiempo estaban encerrados.
“En ese minuto no podías llorar —explica Sayris sobre las llamadas—, porque se perdía el tiempo y no podías darle información importante a la familia o escuchar qué estaban haciendo para ayudarte. Esas conversaciones las oyen los guardias y no puedes decir que estás preso ni detenido porque te cuelgan. Según ellos tú no estás preso, te están resguardando, pero estás encerrado en un lugar lleno de policías de donde no sales”.
“Allí no hay reloj, se pierde la noción del tiempo. Las duchas son con agua fría y todo el mundo cogía gripe. A esa gente realmente no le importas. Cuando llegué vi a una muchacha que estaba tirada en un colchón convulsionando mientras todos miraban como soltaba sangre por la nariz y por la boca. Al final se desmayó y las oficiales la sacaron para el pasillo en un sillón de ruedas. Le dieron una gelatina y a los cinco minutos la entraron otra vez”
A otros migrantes latinoamericanos las autoridades mexicanas le dan un documento que se conoce como Oficio de Salida para abandonar el país en 15 días por la frontera sur. Los cubanos no pueden obtenerlo. Los nacionales de la isla deben solicitar refugio, proceso que se tarda mucho más.
“Vi a mi hermano el miércoles en la visita y el jueves hablé con mi novio en Cuba, pero el viernes dieron llamada otra vez y aproveché para llamar a mi mamá. Entonces el que coge el teléfono es mi hermano. Yo reaccioné reclamándole a la señora que nos pone la llamada porque pensé que había cometido un error. Mi hermano estaba en la parte de los hombres y me parecía imposible escuchar su voz”.
“La señora volvió a poner la llamada y entonces mi mamá cogió el teléfono, cuando me dijo que mi hermano fue deportado yo lo único que hacía era llorar y la señora de la llamada me dio más tiempo. Yo no entendía cómo era posible que a mi hermano lo devolvieran a Cuba porque los dos teníamos amparo, un recurso que nos había puesto un abogado para evitar la repatriación”.
“En esas estaciones es muy común que te engañen. Te dicen que te van a trasladar cuando en realidad te van a mandar para tu país. Te llaman de madrugada para firmar papeles y si no te das cuenta te ponen a firmar un autorizo para ser devuelto. A la hora que sea hay que estar pendiente por si dicen tu nombre. Si sale un trámite que estás esperando ellos no te llamarán varias veces”.
“Estuve dos días llorando sin parar —cuenta Sayris—, hasta que una muchacha de las que estaba allí me ayudó. Gracias a ella pude salir, porque le llegó el recurso de COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) y como se puede enganchar tu pareja, hijo, hermano… ella y yo salimos como pareja. Dijimos que éramos pareja para salir juntas. Estuve detenida 16 días”.
“En ese momento reinicié mi travesía y fue muy complicada. Tuve que montar una lancha tres o cuatro horas por la costa sur de México. Había mal tiempo, las olas tapaban el barco y se inundaba. Eso fue terrorífico. Tuve la misma sensación de perder la vida, como en el remolque. Cuando nos bajamos los coyotes dispararon porque las personas empezaron a protestar por el trato y las condiciones. Dispararon al piso como advertencia y me paralicé, temblé, lloré.”
“Ya en Monterrey estuve cinco días en una casa durmiendo con la ropa puesta y todo listo para huir. La policía se pasaba todas las noches rondando la calle. Si me detenían, hubiese sido devuelta a Cuba directamente. Cuando llegó el momento de cruzar el río Bravo yo no daba pie. Al principio el agua me daba por la cintura, pero mientras avanzaba, me tapaba. Tampoco podía nadar porque había corriente. Lo que hice fue aguantarme de un muchacho para poder continuar. Cuando crucé, me cambié de ropa, llamé a la familia y buscamos a la patrulla fronteriza para que nos procesaran”.
Después de 51 días fuera de Cuba y casi 9.000 dólares gastados, Sayris entró a EEUU. Gonzalo al final llegó sin problemas a Tesalónica y luego a Atenas. Una vez allí movió fichas para llegar a Madrid, acá lo esperaba su hermana.
“Conseguí el contacto de un tipo que cobraba 2.000 euros por ir a buscarte a Grecia y traerte para España—relata Gonzalo—. Las otras opciones eran con documentación falsa. Con el que yo vine también nos daba el DNI de otra persona, pero no era falso. Uno simplemente se hacía pasar por esa persona y supuestamente los buscaban con parecido. Ese tipo sacaba el pasaje a nombre del DNI con el que uno viajaría. El tema es que no tenían ningún documento de un negro y yo viajé con la identificación de un blanco. La clave estaba en que esa operación estaba coordinada con la persona de migración que te chequeaba los papeles”.
Gonzalo dio el viaje hasta España y ahora se busca la vida como barbero a domicilio. En lo que salen sus papeles pela a jóvenes cubanos que siguen llegando de la isla. Doctores, ingenieros y abogados que están o estuvieron en su lugar, pero que jamás valoraron la opción de rendirse y regresar.
“Yo quería otras oportunidades —explica Sayris sobre sus aspiraciones—. Ahora todo es nuevo, hay mucho que aprender y a lo que adaptarse, pero trabajando se puede conseguir todo. Quiero estudiar, crear una estabilidad, viajar, tener lo necesario para vivir. Obtener cosas que en Cuba llamarían lujos, aquí es lo normal en la vida de cualquier persona. Vivir, quiero vivir, no sobrevivir. En Cuba el Gobierno tiene un lema que dice: resistir es vencer, pero, ¿hasta cuándo hay que resistir y a costa de qué?”. “Nadie debe vivir resistiendo”.