…El motor de ambas estructuras era un único Ideal de todos sus miembros. Para los proletarios de la AIT el Ideal del triunfo de la Revolución Social a nivel mundial (“Parias del mundo, uníos”). Para los cristianos el Ideal de la implantación por todo el mundo de la Revolución Social del Evangelio…

 

Extracto del Libro: LA REVOLUCION SOCIAL EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA”

Autor: Alfonso Gago (Militante Cristiano)

 

El título de este libro contiene dos conceptos aparentemente antagónicos: “la Revolución Social” y “la Doctrina Social de la Iglesia”, unidos además por la preposición inclusiva “en” que lo hace aún más chocante.

Pero vamos a demostrar a lo largo de él que ese antagonismo es sólo aparente, ya que toda la doctrina social de la Iglesia es un continuo alegato a que los cristianos y todas las personas de buena voluntad nos tomemos en serio la revolución social de las estructuras económicas, políticas, socio-laborales y cultural-religiosas de este mundo, conforme a la dignidad inviolable de toda la persona humana y de todas las personas humanas, tal y como soñaron a su manera, las asociaciones obreras solidarias, verdaderas acuñadoras del concepto de Revolución Social.

La lucha por “la revolución social” responde a un “ideal” gestado por los parias de la tierra, trabajadores súper-explotados por el empresariado capitalista a lo largo de los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX.

Curiosamente fue gestada por la clase obrera, en su gran mayoría desde la apostasía de la fe religiosa, pero desde un sustrato cultural solidario que difícilmente se explica sin tener en cuenta la larga tradición cristiana en las sociedades europeas e iberoamericanas.

Se ha aclarado muy poco la gran influencia que tuvieron “lo cristiano” y muchos cristianos en los orígenes del Movimiento Obrero, seguramente por el sectarismo injusto con el que, en general, la izquierda política ha mirado a la Iglesia Católica en estos últimos siglos.

A este respecto resultan muy aclaratorios dos libros que recomiendo muy encarecidamente. Uno de ellos es de mi amigo Carlos Diaz: “España, Canto y Llanto. Historia del Movimiento Obrero con la Iglesia al fondo” publicado por Ediciones de Acción Cultural Cristiana. El otro es de la Editorial Voz de los sin Voz, que se titula “Lo cristiano y los cristianos en el origen del Movimiento Obrero”, firmado por el historiador Miguel Ángel G. Pizarro.

En esta literatura no sectaria se recoge el hecho, por ejemplo, de que los primeros sindicatos revolucionarios españoles celebraron el primer aniversario de su creación con un Te Deum en una misa en la Iglesia de Santa María del Mar (Barcelona).

El comienzo del Industrialismo en Europa en el siglo XVIII provocó una gran oleada de emigración de los obreros del campo, insatisfechos por las precarias condiciones de vida del campesinado, en el que la propiedad latifundista de los poderosos había reducido a sus trabajadores a formas de vida propias de los animales, o peores aún.

El señuelo de una vida más “civilizada” en la gran ciudad industrializada y la ausencia de una xenofobia como la que actualmente frena a las migraciones del tercer mundo hacia Europa, hizo que pronto los alrededores de esas ciudades se inundaran de suburbios obreros donde malvivían los trabajadores, cuya fuerza laboral movía el industrialismo incipiente.

El sufrimiento y la miseria a la que se veían sometidos, las largas jornadas laborales, con salarios ridículos, y sin posibilidad de promoción social alguna, les hizo descubrir la solidaridad societaria como única esperanza de supervivencia.

Fueron muchos los intentos de promoción y de ayuda mutua, protagonizados por los propios obreros, para defenderse de los abusos de los empresarios industriales, en su mayoría sin escrúpulos. Intentos que una y otra vez fueron reprimidos y sofocados por los empresarios ayudados por las fuerzas del orden público.

Al grito de “asociación solidaria o muerte”, crearon un tejido social y una cultura obrera, profundamente humanista y de raíces cristianas, que llegó a tener dimensiones internacionales. Lamentablemente nació y creció contaminada por la ideología materialista del Marxismo y del Comunismo. A pesar de su escasez de recursos, los trabajadores lograron constituirse en Londres, en1864, en la 1ª Internacional Obrera, la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores).

Este proceso del Movimiento Obrero constituyó una verdadera Revolución Social. Aquellos obreros, sujetos a unas condiciones laborales infames, en un mundo sin teléfono, ni fax ni, por supuesto, Internet, montan una verdadera estructura asociativa internacional que nadie antes había conseguido organizar; y, sobre todo, demostraron, por primera vez en la Historia, al margen de la Iglesia Católica, que la Solidaridad internacional entre todos los hombres es posible.

Hay que ser conscientes de que en aquellos años no se tenía ni la más remota idea de organizaciones internacionales, muy posteriores, como la Organización de Naciones, embrión de la ONU, ni de la CECA, Organización para el Carbón y el Acero, semilla de la actual Unión Europea, CE, que se crearon varias décadas más tarde.

La única estructura organizativa internacional que existía antes y simultáneamente a la AIT era la Iglesia Católica. La influencia de las ideologías materialistas, comunista y marxista, en la internacional obrera hicieron que, de manera errónea, los trabajadores vieran a la Iglesia como un enemigo a abatir por complicidad con los poderosos explotadores.

El motor de ambas estructuras era un único Ideal de todos sus miembros. Para los proletarios de la AIT el Ideal del triunfo de la Revolución Social a nivel mundial (“Parias del mundo, uníos”). Para los cristianos el Ideal de la implantación por todo el mundo de la Revolución Social del Evangelio:

“Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” (Mateo, 28 18-20).

Lamentablemente el Ideal de la primera Internacional Obrera ha sido aplastado, en parte por sus propios errores antropológicos y en gran parte por la prepotencia de este sistema social de doble ideología, la autoritaria socialdemócrata por un lado y liberal hedonista por otro, ambas de carácter materialista.

Es curioso observar que mientras el Movimiento Obrero se mantuvo internacionalista en un mundo en el que el Capitalismo era más bien nacionalista, el primero hizo temblar muchas veces al segundo. Ha sido cuando el Capitalismo se hizo internacionalista, en especial a través de las empresas multinacionales, verdaderas semillas de lo que hoy llamamos la Globalización, y paradójicamente el Movimiento Obrero se hizo más nacionalista, ha sido el primero el que ha aplastado o domesticado al segundo.

Afortunadamente el Ideal de la Revolución Social cristiana sigue vivo gracias a la Doctrina Social de la Iglesia y a pesar de la tibieza de los laicos cristianos a quienes nos debería corresponder esta tarea revolucionaria tan evangélica..