En Laudato si (LS) la ecología integral se presenta como inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. Asumiendo literalmente las palabras de Gaudium et spes, define el bien común como «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» (LS 156). Tras la definición general, el papa Francisco recoge en una efectiva síntesis el conjunto de los elementos que configuran la definición descriptiva sustancial sobre el bien común:

Así dice que el bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral.

También reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, aplicando el principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la familia, como la célula básica de la sociedad.

Finalmente, el bien común requiere la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia.

Toda la sociedad —y en ella, de manera especial el Estado— tiene la obligación de defender y promover el bien común (cf. LS 157).

Sí hay un aspecto que Francisco desea enfatizar de forma particular: la conexión directa entre el bien común y la opción preferencial por los más pobres. «En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en Evangelii gaudium [cf. 186- 201], exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común» (LS 158).

Otro aspecto reseñable es el de la comprensión del bien común desde la categoría pueblo: el bien común se vincula a la paz, y ambos a la construcción de un pueblo (cf. EG 217-237), hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía (cf. EG 220). Y Fratelli tutti elabora una relectura muy completa y creativa del bien común desde claves comunitaristas de la construcción de un pueblo, una de las expresiones de la fraternidad en la forma de amistad social, que ya había introducido en documentos precedentes, pero ahora dotándola de mayor hondura y claridad. 

Hallo otro aporte especial: «El todo mayor que las partes es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos… El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas» (EG 236). Por un lado, el sujeto del todo del principio que reza: «el todo es superior a las partes», no es el Estado sino el conjunto de la sociedad, el sujeto del bien común; y dentro del entramado social tiene su función el Estado activo. Por otro lado, el todo mayor que las partes llama la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad (cf. EG 236).

* Extracto del libro “Por una política del Bien Común” (Julio L. Martínez)

 

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