Comenzamos un nuevo curso. Momento de afrontar nuevos retos, de programar y organizar. Ocasión privilegiada para construir en común mirando más allá de los propios intereses ideológicos, políticos o pastorales. El auténtico diálogo, nos recuerda el Papa Francisco en la Fratelli Tutti, supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate sea más completo todavía. Es cierto que cuando una persona o un grupo es coherente con lo que piensa, desarrolla un pensamiento y unas convicciones y eso de un modo o de otro beneficia a la sociedad. Pero esto sólo ocurre realmente en la medida en que se realiza en diálogo y apertura a los otros, desarrollando la capacidad de comprender lo que el otro dice y hace, aunque no pueda asumirlo como una convicción propia. Las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de todos, trabajando y luchando juntos.
En este mundo globalizado los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos. Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios. Pero es necesario verificar constantemente que las actuales formas de comunicación nos orienten efectivamente al encuentro generoso, a la búsqueda sincera de la verdad íntegra, al servicio, a la cercanía con los últimos, a la tarea de construir el bien común.
El Papa Francisco nos recuerda constantemente que la vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida. Nos invita de forma reiterada a desarrollar una cultura del encuentro, que vaya más allá de las dialécticas que enfrentan. Es un estilo de vida tendente a conformar ese poliedro que tiene muchas facetas, muchísimos lados, pero todos formando una unidad cargada de matices, ya que el todo es superior a la parte. El poliedro representa una sociedad o una comunidad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y tensiones. Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible. Esto implica incluir a las periferias. Quien está en ellas tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones.
Un nuevo curso para crecer en la cultura del encuentro con el que piensa diferente y con el que estoy llamado a construir en común. Hermoso reto pastoral y político.
Jaime Gutiérrez
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