Aunque las manifestaciones de la caridad eclesial nunca pueden confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como « caridad social »

DECALOGO DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
Mons. D. Juan Carlos Elizalde. Obispo de Vitoria

Hechos de los Apóstoles 2, 42.44-47.
“Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.”

1.- El desarrollo humano integral en la Exhortación apostólica Deus Caritas del Papa Benedicto XVI.

El desarrollo humano integral que vincula promoción humana y anuncio del evangelio forma parte de la identidad de la Iglesia. Así fue desde el inicio del Evangelio.
“La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia (Decr.Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los laicos,14”.25.
Es la experiencia de Jesús:
“«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis » (Mt 25, 40). Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.”15
“De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo, de la que habla con tanta insistencia la Primera carta de Juan. Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos », se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación «correcta», pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama. Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero.”18
“«Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2, 44-45). A decir verdad, a medida que la Iglesia se extendía, resultaba imposible mantener esta forma radical de comunión material. Pero el núcleo central ha permanecido: en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa.”20
“Con el paso de los años y la difusión progresiva de la Iglesia, el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales, junto con la administración de los Sacramentos y el anuncio de la Palabra: practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra.”22
Lo que fue desde el principio, se institucionaliza: 23,24,29 “En este contexto, puede ser útil una referencia a las primitivas estructuras jurídicas del servicio de la caridad en la Iglesia. Hacia la mitad del siglo IV, se va formando en Egipto la llamada «diaconía»; es la estructura que en cada monasterio tenía la responsabilidad sobre el conjunto de las actividades asistenciales, el servicio de la caridad precisamente. A partir de esto, se desarrolla en Egipto hasta el siglo VI una corporación con plena capacidad jurídica, a la que las autoridades civiles confían incluso una cantidad de grano para su distribución pública. No sólo cada monasterio, sino también cada diócesis llegó a tener sudiaconía, una institución que se desarrolla sucesivamente, tanto en Oriente como en Occidente.”23
“..del emperador Juliano el Apóstata († 363). Escribía en una de sus cartas(Cf. Ep. 83: J. Bidez, L’Empereur Julien. Œuvres complètes, París 19602, I, 2a, p. 145) que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa de la Iglesia. Así pues, un punto determinante para su nuevo paganismo fue dotar a la nueva religión de un sistema paralelo al de la caridad de la Iglesia. Los « Galileos » —así los llamaba— habían logrado con ello su popularidad. Se les debía emular y superar. De este modo, el emperador confirmaba, pues, cómo la caridad era una característica determinante de la comunidad cristiana, de la Iglesia.”24.
“De este modo podemos ahora determinar con mayor precisión la relación que existe en la vida de la Iglesia entre el empeño por el orden justo del Estado y la sociedad, por un lado y, por otro, la actividad caritativa organizada. Ya se ha dicho que el establecimiento de estructuras justas no es un cometido inmediato de la Iglesia, sino que pertenece a la esfera de la política, es decir, de la razón auto-responsable. En esto, la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corresponde contribuir a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas morales, sin lo cual no se instauran estructuras justas, ni éstas pueden ser operativas a largo plazo.
El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la « multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente elbien común »(Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988), 42: AAS 81 (1989), 472.). La misión de los fieles es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad(Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida pública (24 noviembre 2002), 1: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (24 enero 2003), 6.). Aunque las manifestaciones de la caridad eclesial nunca pueden confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como « caridad social »( Catecismo de la Iglesia Católica, 1939.).
Las organizaciones caritativas de la Iglesia, sin embargo, son unopus proprium suyo, un cometido que le es congenial, en el que ella no coopera colateralmente, sino que actúa como sujeto directamente responsable, haciendo algo que corresponde a su naturaleza. La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor.” 29

2.- El desarrollo humano integral en el Papa Francisco. Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. nn. 186-200

“De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad.”186.
“Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quiere escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo […] Ahora, pues, ve, yo te envío…» (Ex 3,7-8.10)
Y la falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios: «Si te maldice lleno de amargura, su Creador escuchará su imprecación» (Si 4,6)” 187.
“«La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas»(Congregación para la Doctrina de la Fe, InstrucciónLibertatis nuntius(6 agosto 1984), XI, 1:AAS76 (1984), 903.).En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”. 188.
“Pero queremos más todavía, nuestro sueño vuela más alto. No hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un «decoroso sustento», sino de que tengan «prosperidad sin exceptuar bien alguno» (Juan XXIII, Carta enc. Mater e
Magistra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961), 402.). Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común.”192.
“¿Para qué complicar lo que es tan simple? ¿Para qué oscurecer lo que es tan claro?” 194
“Cuando san Pablo se acercó a los Apóstoles de Jerusalén para discernir «si corría o había corrido en vano» (Ga 2,2), el criterio clave de autenticidad que le indicaron fue que no se olvidara de los pobres (cf. Ga 2,10). Este gran criterio, para que las comunidades paulinas no se dejaran devorar por el estilo de vida individualista de los paganos, tiene una gran actualidad en el contexto presente, donde tiende a desarrollarse un nuevo paganismo individualista. La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha.”195
“El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre» (2 Co 8,9). Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres. Esta salvación vino a nosotros a través del «sí» de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres; fue presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc 2,24; Lv 5,7); creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan. Cuando comenzó a anunciar el Reino, lo seguían multitudes de desposeídos, y así manifestó lo que Él mismo dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres» (Lc 4,18). A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: «¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!» (Lc 6,20); con ellos se identificó: «Tuve hambre y me disteis de comer», y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s).” 197
“Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia». Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza». Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar delsensus fidei,en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.”198
“Únicamente esto hará posible que «los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?». Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día».”199
“Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la Iglesia católica quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria.”200.
Carta Encíclica Fratelli Tutti del Santo Padre Francisco.
“La Iglesia valora la acción de Dios en las demás religiones, y «no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que […] no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (Conc. Ecum. Vat. II, Declaración Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 2.). Pero los cristianos no podemos esconder que «si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados‒enviados. Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer»( Discurso en el encuentro ecuménico, Riga – Letonia (24 septiembre 2018):L’Osservatore Romano,ed. semanal en lengua española (28 septiembre 2018), p. 13.). Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el
Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos» “277.
El desarrollo integral implica aunar promoción humana y anuncio del evangelio. El camino para llegar a esta pacífica posesión de vincular promoción humana y anuncio del Evangelio no ha sido sencillo en la etapa postconciliar. Ha habido que gestionar diferentes tensiones hasta llegar a formular algunas certezas. Siempre subyace el deseo de promocionar a las personas y el deseo de anunciar el evangelio pero no siempre se da con la fuente que da respuesta a este deseo. A veces la fuente se enturbia o se seca. Otras veces promoción y evangelización se contrarrestan y se anulan mutuamente. Si damos con la verdadera fuente y las acciones de promoción y evangelización se viven adecuadamente, el resultado es la sinergia, el crecimiento integral y la plenitud en Cristo. Éstas son las certezas que guían la promoción humana y el anuncio del Evangelio.

3.- Decálogo del verdadero desarrollo humano integral.

3.1.- La acción de Cristo se manifiesta en la Iglesia, nunca contra ella. Evangelización y promoción exigen cuerpo eclesial, comunidad y crecimiento eclesial.

Exhortación Apostólica de su Santidad Pablo VI. Evangelii Nuntiandi.
“Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a Él. Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo, y se logra de manea definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser continuado pacientemente a través de la historia hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre”. 9
“Existe, por tanto, un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización. Mientras dure este tiempo de la Iglesia, es ella la que tiene a su cargo la tarea de evangelizar. Una tarea que no se cumple sin ella, ni mucho menos contra ella.
En verdad, es conveniente recordar esto en un momento como el actual, en que no sin dolor podemos encontrar personas, que queremos juzgar bien intencionadas pero que en realidad están desorientadas en su espíritu, las
cuales van repitiendo que su aspiración es amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia. Lo absurdo de esta dicotomía se muestra con toda claridad en estas palabras del Evangelio: “el que a vosotros desecha, a mí me desecha”( Lc. 10, 16. Cf. S. Cipriano, De unitate Eclessiae, 14: PL 4, 527; S. Agustín, Enarrat. 88, Sermo, 2, 14. PL 37, 1140; S. Juan Crisóstomo, Hom. de capto Eutropio, 6 PG 52, 402.). ¿Cómo va a ser posible amar a Cristo sin amar a la Iglesia, siendo así que el más hermoso testimonio dado en favor de Cristo es el de San Pablo: “amó a la Iglesia y se entregó por ella?”. 16
“Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismos lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar “que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad”(Pablo VI, Discurso en la apertura de la III Asamblea General del Sínodo de los Obispos (27 septiembre 1974): AAS 66 (1974), p. 562.).
Pues bien, las mismas voces que con celo, inteligencia y valentía abordaron durante el Sínodo este tema acuciante, adelantaron, con gran complacencia por nuestra parte, los principios iluminadores para comprender mejor la importancia y el sentido profundo de la liberación tal y como la ha anunciado y realizado Jesús de Nazaret y la predica la Iglesia.” 31
Viaje Apostólico a Santo Domingo Juan Pablo II. Discurso inaugural de la IV conferencia general del Episcopado Latinoamericano.7,8. Santo Padre Francisco.
“La novedad no afecta al contenido del mensaje evangélico, que es inmutable, pues Cristo es «el mismo ayer, hoy y siempre». Por esto, el evangelio ha de ser predicado en plena fidelidad y pureza, tal como ha sido custodiado y transmitido por la Tradición de la Iglesia. Evangelizar es anunciar a una persona, que es Cristo. En efecto, «no hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios».(Evangelii nuntiandi,22)Por eso, las cristologías reductivas, de las que en diversas ocasiones he señalado sus desviaciones,(Cf. Discurso Inaugural de la Conferencia de Puebla, 28 de enero de 1979, 1, 4.) no pueden aceptarse como instrumentos de la nueva evangelización. Al evangelizar, la unidad de la fe de la Iglesia tiene que resplandecer no sólo en el magisterio auténtico de los Obispos, sino también en el servicio a la verdad por parte de los pastores de almas, de los teólogos, de los catequistas y de todos los que están comprometidos en la proclamación y predicación de la fe.”
“Ciertamente es la verdad la que nos hace libres. ( Cf. Jn 8, 32.) Pero no podemos por menos de constatar que existen posiciones inaceptables sobre lo que es la verdad, la libertad, la conciencia. Se llega incluso a justificar el disenso con el recurso «al pluralismo teológico, llevado a veces hasta un relativismo que pone en peligro la integridad de la fe». No faltan quienes piensan que «los documentos del Magisterio no serían sino el reflejo de una teología opinable»;( Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la vocación eclesial del teólogo, 24 de mayo de 1990, 34.) y «surge así una especie de “magisterio paralelo” de los teólogos, en oposición y rivalidad con el Magisterio auténtico».( Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la vocación eclesial del teólogo, 24 de mayo de 1990, 34.) Por otra parte, no podemos soslayar el hecho de que las «actitudes de oposición sistemática a la Iglesia, que llegan incluso a constituirse en grupos organizados», la contestación y la discordia, al igual que «acarrean graves inconvenientes a la comunión de la Iglesia», son también un obstáculo para la evangelización.”
Puebla, México. Discurso del Santo Padre Juan Pablo II en la inauguración de la III conferencia general del episcopado latinoamericano. I.4 y I.5.
“La perspectiva de su misión es, mucho más profunda. Consiste en la salvación integral por un amor transformante, pacificador, de perdón y reconciliación. No cabe duda, por otra parte, que todo esto es muy exigente para la actitud del cristiano que quiere servir de verdad a los hermanos más pequeños, a los pobres, a los necesitados, a los marginados; en una palabra, a todos los que reflejan en sus vidas el rostro doliente del Señor “
“Contra tales “relecturas” pues, y contra sus hipótesis, brillantes quizás, pero frágiles e inconsistentes, que de ellas derivan, “la evangelización en el presente y en el futuro de América Latina” no puede cesar de afirmar la fe de la Iglesia: Jesucristo, Verbo e Hijo de Dios, se hace hombre para acercarse el hombre y brindarle, por la fuerza de su misterio, la salvación, gran don de Dios.
Desde esta fe en Cristo, desde el seno de la Iglesia, somos capaces de servir al hombre, a nuestros pueblos, de penetrar con el Evangelio su cultura, transformar los corazones, humanizar sistemas y estructuras.
Cualquier silencio, olvido, mutilación o inadecuada acentuación de la integridad del misterio de Jesucristo que se aparte de la fe de la Iglesia no puede ser contenido válido de la evangelización.”
Audiencia a la Asociación Sacerdotes del Prado 7.04.2018. Papa Francisco
“Hablad de Jesucristo con la misma intensidad de fe que el Padre Chevrier. […] Los pobres tienen derecho a que se les hable de Jesucristo. Tienen derecho al Evangelio y a la totalidad del
Evangelio”.

3.2.-La única Iglesia es la Iglesia Apostólica. Si la promoción y la evangelización no parten y conducen a ella no son verdaderas.

Puebla, México. Discurso del Santo Padre Juan Pablo II en la inauguración de la III conferencia general del episcopado latinoamericano.
“Maestros de la verdad, se espera de vosotros que proclaméis sin cesar, y con especial vigor en esta circunstancia, la verdad sobre la misión de la Iglesia, objeto del Credo que profesamos, y campo imprescindible y fundamental de nuestra fidelidad. El Señor la instituyó como comunidad de vida, de caridad, de verdad (cf. Lumen gentium, 9) y como cuerpo, pléroma y sacramento de Cristo en quien habita toda la plenitud de la divinidad.
Hay pues que llamarla, respetarla, servirla, porque “no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre” (San Cipriano, De la unidad, 6, 8), “no es posible amar a Cristo sin amar a la Iglesia a quien Cristo ama” (Evangelii nuntiandi, 16), y “en la medica en que uno ama a la Iglesia de Cristo, posee el Espíritu Santo” (San Agustín, In Ioanenem tract., 32, 8).”
“Se elude por ejemplo a la separación que algunos establecen entre Iglesia y Reino de Dios. Este, vaciado de su contenido total, es entendido en sentido más bien secularista: al Reino no se llegaría por la fe y la pertenencia a la Iglesia, sino por el mero cambio estructural y el compromiso socio-político. Donde hay un cierto tipo de compromiso y de praxis por la justicia, allí estaría ya presente el Reino. Se olvida de este modo que: “la Iglesia… recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos y constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino” (Lumen gentium, 5).
Se genera en algunos caves una actitud de desconfianza hacia la Iglesia “institucional” u “oficial”, calificada como alienante, a la que se opondría otra Iglesia popular “que nace del pueblo” y se concreta en los pobres. Estas posiciones podrían tener grados diferentes, no siempre fáciles de precisar, de conocidos condicionamientos ideológicos. El Concilio ha hecho presente cuál es la naturaleza y misión de la Iglesia. Y como se contribuye a su unidad profunda y a su permanente construcción por parte de quienes tienen a su cargo los ministerios de la comunidad, y han de contar con la colaboración de todo el Pueblo de Dios. En efecto, “si el evangelio que proclamamos aparece desgarrado, por querellas doctrinales, polarizaciones ideológicas o por condenas recíprocas entre cristianos, al antojo de sus diferentes teorías sobre Cristo y sobre la Iglesia e incluso a causa de distintas concepciones de la sociedad y de las instituciones humanas, cómo pretender que aquellos a los que se dirige nuestra predicación no se muestren perturbados, desorientados, si no escandalizados?” (Evangelii nuntiandi, 77).”
“Las exigencias de la promoción humana y de una liberación auténtica, solamente se comprenden a partir de la tarea evangelizadora tomada en su integridad. Esta liberación tiene como pilares indispensables la verdad sobre Jesucristo el Salvador, la verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre el hombre y sobre su dignidad( Cf. Juan Pablo II, Discurso para la apertura de la Conferencia de Puebla: AAS 71, 1979, pp. 188-196; Doc. de Puebla, II, 1.). La Iglesia, que quiere ser en el mundo entero la Iglesia de los pobres, intenta servir a la noble lucha por la verdad y por la justicia, a la luz de las Bienaventuranzas, y ante todo de la bienaventuranza de los pobres de corazón. La Iglesia habla a cada hombre y, por lo tanto, a todos los hombres. Es « la Iglesia universal. La Iglesia del misterio de la encarnación. No es la Iglesia de una clase o de una sola casta. Ella habla en nombre de la verdad misma. Esta verdad es realista ». Ella conduce a tener en cuenta «toda realidad humana, toda injusticia, toda tensión, toda lucha».
Sagrada Congregación para la doctrina de la fe. Instrucción. Sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación”.
Una defensa eficaz de la justicia se debe apoyar sobre la verdad del hombre, creado a imagen de Dios y llamado a la gracia de la filiación divina. El reconocimiento de la verdadera relación del hombre con Dios constituye el fundamento de la justicia que regula las relaciones entre los hombres. Por esta razón la lucha por los derechos del hombre, que la Iglesia no cesa de recordar, constituye el auténtico combate por la justicia.”
“Igualmente es una ilusión mortal creer que las nuevas estructuras por sí mismas darán origen a un «hombre nuevo», en el sentido de la verdad del hombre. El cristiano no puede desconocer que el Espíritu Santo, que nos ha sido dado, es la fuente de toda verdadera novedad y que Dios es el Señor de la historia.”
“La lucha de clases como camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava la miseria y las injusticias. Quienes se dejan fascinar por este mito deberían reflexionar sobre las amargas experiencias históricas a las cuales ha conducido. Comprenderán entonces que no se trata de ninguna manera de abandonar un camino eficaz de lucha en favor de los pobres en beneficio de un ideal sin efectos. Se trata, al contrario, de liberarse de un espejismo para apoyarse sobre el Evangelio y su fuerza de realización.” “ A los defensores de « la ortodoxia », se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y de los regímenes políticos que las mantienen. La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos, y especialmente a los pastores y a los responsables. La preocupación por la pureza de la fe ha de ir unida a la preocupación por aportar, con una vida teologal integral, la respuesta de un testimonio eficaz de servicio al prójimo, y particularmente al pobre y al oprimido. Con el testimonio de su fuerza de amar, dinámica y constructiva, los cristianos pondrán así las bases de aquella «civilización del amor » de la cual ha hablado, después de Pablo VI, la Conferencia de Puebla(Cf. Doc. de Puebla, IV, 2, n. 2. 4.). Por otra parte, son muchos, sacerdotes, religiosos y laicos, los que se consagran de manera verdaderamente evangélica a la creación de una sociedad justa.”
“« Confesamos que el Reino de Dios iniciado aquí abajo en la Iglesia de Cristo no es de este mundo, cuya figura pasa, y que su crecimiento propio no puede confundirse con el progreso de la civilización, de la ciencia o de la técnica humanas, sino que consiste en conocer cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en esperar cada vez con más fuerza los bienes eternos, en corresponder cada vez más ardientemente al Amor de Dios, en dispensar cada vez más abundantemente la gracia y la santidad entre los hombres. Es este mismo amor el que impulsa a la Iglesia a preocuparse constantemente del verdadero bien temporal de los hombres. Sin cesar de recordar a sus hijos que ellos no tienen una morada permanente en este mundo, los alienta también, en conformidad con la vocación y los medios de cada uno, a contribuir al bien de su ciudad terrenal, a promover la justicia, la paz y la fraternidad entre los hombres, a prodigar ayuda a sus hermanos, en particular a los más pobres y desgraciados. La intensa solicitud de la Iglesia, Esposa de Cristo, por las necesidades de los hombres, por sus alegrías y esperanzas, por sus penas y esfuerzos, nace del gran deseo que tiene de estar presente entre ellos para iluminarlos con la luz de Cristo y juntar a todos en El, su único Salvador. Pero esta actitud nunca podrá comportar que la Iglesia se conforme con las cosas de este mundo ni que disminuya el ardor de la espera de su Señor y del Reino eterno».”

3.3.- El desarrollo humano integral supone evangelización, trascendencia y sentido. Cristo revela al hombre al propio hombre y lo libera de las concepciones reduccionistas sobre el mismo.

Exhortación apostólica de su santidad Pablo VI. Evangelii nuntiandi.
“No hay por qué ocultar, en efecto, que muchos cristianos generosos, sensibles a las cuestiones dramáticas que lleva consigo el problema de la liberación, al querer comprometer a la Iglesia en el esfuerzo de liberación han sentido con frecuencia la tentación de reducir su misión a las dimensiones de un proyecto puramente temporal; de reducir sus objetivos, a una perspectiva antropocéntrica; la salvación, de la cual ella es mensajera y sacramento, a un bienestar material; su actividad —olvidando toda preocupación espiritual y religiosa— a iniciativas de orden político o social. Si esto fuera así, la Iglesia perdería su significación más profunda. Su mensaje de liberación no tendría ninguna originalidad y se prestaría a ser acaparado y manipulado por los sistemas ideológicos y los partidos políticos. No tendría autoridad para anunciar, de parte de Dios, la liberación. Por eso quisimos subrayar en la misma alocución de la apertura del Sínodo “la necesidad de reafirmar claramente la finalidad específicamente religiosa de la evangelización. Esta última perdería su razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el reino de Dios, en su sentido plenamente teológico”. 34
“Por eso, al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre; sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la substitución del anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo.” 34.
“La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo, porque sabe por revelación, por experiencia histórica y por reflexión de fe, que no toda noción de liberación es necesariamente coherente y compatible con una visión evangélica del hombre, de las cosas y de los acontecimientos; que no es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios.
Es más, la Iglesia está plenamente convencida de que toda liberación temporal, toda liberación política —por más que ésta se esfuerce en encontrar su justificación en tal o cual página del Antiguo o del Nuevo Testamento; por más que acuda, para sus postulados ideológicos y sus normas de acción, a la autoridad de los datos y conclusiones teológicas; por más que pretenda ser la teología de hoy— lleva dentro de sí misma el germen de su propia negación y decae del ideal que ella misma se propone, desde el momento en que sus motivaciones profundas no son las de la justicia en la caridad, la fuerza interior que la mueve no entraña una dimensión verdaderamente espiritual y su objetivo final no es la salvación y la felicidad en Dios.” 35
“La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen.” 36.
“Puesto que la Iglesia es consciente de que el hombre —no el hombre abstracto, sino el hombre concreto e histórico— «es el primer camino que ella debe recorrer en el cumplimiento de su misión»,la promoción humana ha de ser consecuencia lógica de la evangelización, la cual tiende a la liberación integral de la persona.
Por ello, solidarios con el clamor de los pobres, os sentís llamados a asumir el papel del buen samaritano,( Mt.28, 19.) pues el amor a Dios se muestra en el amor a la persona humana. Así nos lo recuerda el apóstol Santiago con aquellas graves palabras: «Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Idos en paz, calentaos y hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?».( Act.2, 41-47.)
La preocupación por lo social «forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia»( Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8: AAS 57 (1965), p. 11; Decr. Ad gentes, 5: AAS 28 (1966), pp. 951-952.) y es también « parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio de Cristo Salvador ». (Cf. Act. 2, 42-46; 4, 32-35; 5, 12-16.)
Como afirma el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral Gaudium et spes, el problema de la promoción humana no se puede considerar al margen de la relación del hombre con Dios( Cf. Act. 2, 11; 1 Pe 2, 9.). En efecto, contraponer la promoción auténticamente humana y el proyecto de Dios sobre la humanidad es una grave distorsión, fruto de una cierta mentalidad de inspiración secularista. La genuina promoción humana ha de respetar siempre la verdad sobre Dios y la verdad sobre el hombre, los derechos de Dios y los derechos del hombre.” 13.
“En continuidad con las Conferencias de Medellín y Puebla, la Iglesia reafirma la opción preferencial en favor de los pobres. Una opción no exclusiva ni excluyente, pues el mensaje de la salvación está destinado a todos. «Una opción, además, basada esencialmente en la Palabra de Dios y no en criterios aportados por ciencias humanas o ideologías contrapuestas, que con frecuencia reducen a los pobres a categorías sociopolíticas económicas abstractas. Pero una opción firme e irrevocable».( Ap. 21, 5; cf. 2 Cor. 5, 17; Gál. 6, 15.)
Como afirma el Documento de Puebla, «acercándonos al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo nos enseñó haciéndose hermano nuestro, pobre como nosotros. Por eso, el servicio a los pobres es la medida privilegiada, aunque no excluyente, de nuestro seguimiento de Cristo. El mejor servicio al hermano es la evangelización, que lo dispone a realizarse como Hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve integralmente ».( Cf. Rom. 6, 4.) Dichos criterios evangélicos de servicio al necesitado evitarán cualquier tentación de connivencia con los responsables de las causas de la pobreza, o peligrosas desviaciones ideológicas, incompatibles con la doctrina y misión de la Iglesia.
Por otra parte, la Iglesia no puede en modo alguno dejarse arrebatar por ninguna ideología o corriente política la bandera de la justicia, lo cual es una de las primeras exigencias del Evangelio y, a la vez, fruto de la venida del Reino de Dios.” 16.
“la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta personal y social del hombre” (ib., 29).
Sagrada Congregación para la doctrina de la fe. Instrucción. Sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación”.
“Tengamos presente, por otra parte, que la acción de la Iglesia en terrenos como los de la promoción humana, del desarrollo, de la justicia, de los derechos de la persona, quiere estar siempre al servicio del hombre; y al hombre tal como ella lo ve en la visión cristiana de la antropología que adopta. Ella no necesita pues recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre: en el centro del mensaje del cual es depositaria y pregonera, ella encuentra inspiración para actuar en favor de la fraternidad, de la justicia, de la paz, contra todas las dominaciones, esclavitudes, discriminaciones, violencias, atentados a la libertad religiosa, agresiones contra el hombre y cuanto atenta a la vida (cf Gaudium et spes, 26, 27 y 29).” III.2
“Hay que alentar los compromisos pastorales en este campo con una recta concepción cristiana de la liberación. La Iglesia siente el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, el deber de ayudar a que se consolide esta liberación (cf. Evangelii nuntiandi, 30); pero siente también el deber correspondiente de proclamar la liberación en su sentido integral, profundo, como lo anunció y realizó Jesús (cf. ib., 31). “Liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es, ante todo, salvación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El” (ib., 9). Liberación hecha de reconciliación y perdón. Liberación que arranca de la realidad de ser hijos de Dios, a quien somos capaces de llamar Abba, ¡Padre! (cf. Rm 8, 15), y por la cual reconocemos en todo hombre a nuestro hermano, capaz de ser transformado en su corazón por la misericordia de Dios. Liberación que nos empuja, con la energía de la caridad, a la comunión, cuya cumbre y plenitud encontramos en el Señor. Liberación como superación de las diversas servidumbres e ídolos que el hombre se forja y como crecimiento del hombre nuevo.
Hay muchos signos que ayudan a discernir cuándo se trata de una liberación cristiana y cuándo, en cambio, se nutre más bien de ideologías que le sustraen la coherencia con una visión evangélica del hombre, de las cosas, de los acontecimientos (cf. ib., 35). Son signos que derivan ya de los contenidos que anuncian o de las actitudes concretas que asumen los evangelizadores. Es preciso observar, a nivel de contenidos, cuál es la fidelidad a la Palabra de Dios, a la Tradición viva de la Iglesia, a su Magisterio. En cuanto a las actitudes, hay que ponderar cuál es su sentido de comunión con los obispos, en primer lugar, y con los demás sectores del Pueblo de Dios; cuál es el aporte que se da a la construcción efectiva de la comunidad y cuál la forma de volcar con amor su solicitud hacia los pobres, los enfermos, los desposeídos, los desamparados, los agobiados y cómo descubriendo en ellos la imagen de Jesús “pobre y paciente se esfuerza en remediar sus necesidades y servir en ellos a Cristo” (Lumen gentium, 8). No nos engañemos: los fieles humildes y sencillos, como por instinto evangélico, captan espontáneamente cuándo se sirve en la Iglesia al Evangelio y cuándo se lo vacía y asfixia con otros intereses. “ III.6.
“El angustioso sentimiento de la urgencia de los problemas no debe hacer perder de vista lo esencial, ni hacer olvidar la respuesta de Jesús al Tentador (Mt 4, 4): « No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios » (Dt 8, 3). Así, ante la urgencia de compartir el pan, algunos se ven tentados a poner entre paréntesis y a dejar para el mañana la evangelización: en primer lugar el pan, la Palabra para más tarde. Es un error mortal el separar ambas cosas hasta oponerlas entre sí. Por otra parte, el sentido cristiano sugiere espontáneamente lo mucho que hay que hacer en uno y otro sentido.” Instrucción.VI.3
“Para otros, parece que la lucha necesaria por la justicia y la libertad humanas, entendidas en su sentido económico y político, constituye lo esencial y el todo de la salvación. Para éstos, el Evangelio se reduce a un evangelio puramente terrestre.” Instrucción. VI.4

3.4.-Las comunidades de base deben ser eclesiales y no meramente sociológicas. Sólo las comunidades eclesiales de base garantizan el verdadero desarrollo humano integral.

Exhortación apostólica de su santidad Pablo VI. Evangelii nuntiandi.
“El Sínodo se ocupó mucho de estas “pequeñas comunidades” o “comunidades de base”, ya que en la Iglesia de hoy se las menciona con frecuencia. ¿Qué son y por qué deben ser destinatarias especiales de la evangelización y al mismo tiempo evangelizadoras?
Florecen un poco por todas partes en la Iglesia, según los distintos testimonios escuchados durante el Sínodo, y se diferencian bastante entre sí aun dentro de una misma región, y mucho más de una región a otra.
En ciertas regiones surgen y se desarrollan, salvo alguna excepción, en el interior de la Iglesia, permaneciendo solidarias con su vida, alimentadas con sus enseñanzas, unidas a sus Pastores. En estos casos, nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia; o del deseo y de la búsqueda de una dimensión más humana que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales más grandes, sobre todo en las metrópolis urbanas contemporáneas que favorecen a la vez la vida de masa y el anonimato. Pero igualmente pueden prolongar a nivel espiritual y religioso —culto, cultivo de una fe más profunda, caridad fraterna, oración, comunión con los Pastores— la pequeña comunidad sociológica, el pueblo, etc. O también quieren reunir para escuchar y meditar la Palabra, para los sacramentos y el vínculo del agápe, grupos homogéneos por la edad, la cultura, el estado civil o la situación social, como parejas, jóvenes, profesionales, etc., personas éstas que la vida misma encuentra ya unidas en la lucha por la justicia, la ayuda fraterna a los pobres, la promoción humana, etc. O, en fin, reúnen a los cristianos donde la penuria de sacerdotes no favorece la vida normal de una comunidad parroquial. Todo esto, por supuesto, al interior de las comunidades constituidas por la Iglesia, sobre todo de las Iglesias particulares y de las parroquias.
En otras regiones, por el contrario, las comunidades de base se reúnen con un espíritu de crítica amarga hacia la Iglesia, que estigmatizan como “institucional” y a la que se oponen como comunidades carismáticas, libres de estructuras, inspiradas únicamente en el Evangelio. Tienen pues como característica una evidente actitud de censura y de rechazo hacia las manifestaciones de la Iglesia: su jerarquía, sus signos. Contestan radicalmente esta Iglesia. En esta línea, su inspiración principal se convierte rápidamente en ideológica y no es raro que sean muy pronto presa de una opción política, de una corriente, y más tarde de un sistema, o de un partido, con el riesgo de ser instrumentalizadas. La diferencia es ya notable: las comunidades que por su espíritu de contestación se separan de la Iglesia, cuya unidad perjudican, pueden llamarse “comunidades de base”, pero ésta es una denominación estrictamente sociológica. No pueden, sin abusar del lenguaje, llamarse comunidades eclesiales de base, aunque tengan la pretensión de perseverar en la unidad de la Iglesia, manteniéndose hostiles a la jerarquía. Este nombre pertenece a las otras, a las que se forman en Iglesia para unirse a la Iglesia y para hacer crecer a la Iglesia.
Estas últimas comunidades serán un lugar de evangelización, en beneficio de las comunidades más vastas, especialmente de las Iglesias particulares, y serán una esperanza para la Iglesia universal, como Nos mismo dijimos al final del Sínodo, en la medida en que:

— buscan su alimento en la palabra de Dios y no se dejan aprisionar por la polarización política o por las ideologías de moda, prontas a explotar su inmenso potencial humano;
— evitan la tentación siempre amenazadora de la contestación sistemática y del espíritu hipercrítico, bajo pretexto de autenticidad y de espíritu de colaboración;
— permanecen firmemente unidas a la Iglesia local en la que ellas se insieren, y a la Iglesia universal, evitando así el peligro muy real de aislarse en sí mismas, de creerse, después, la única auténtica Iglesia de Cristo y, finalmente, de anatemizar a las otras comunidades eclesiales;
— guardan una sincera comunión con los Pastores que el Señor ha dado a su Iglesia y al Magisterio que el Espíritu de Cristo les ha confiado;
— no se creen jamás el único destinatario o el único agente de evangelización, esto es, el único depositario del Evangelio, sino que, conscientes de que la Iglesia es mucho más vasta y diversificada, aceptan que la Iglesia se encarna en formas que no son las de ellas;
— crecen cada día en responsabilidad, celo, compromiso e irradiación misioneros;
— se muestran universalistas y no sectarias.

Con estas condiciones, ciertamente exigentes pero también exaltantes, las comunidades eclesiales de base corresponderán a su vocación más fundamental: escuchando el Evangelio que les es anunciado, y siendo destinatarias privilegiadas de la evangelización, ellas mismas se convertirán rápidamente en anunciadoras del Evangelio.” 58

3.5.- Sólo el proyecto de Dios sobre la persona garantiza radicalmente el desarrollo humano integral. Descuidar la Evangelización bloquea la verdadera promoción humana.

Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan Pablo II. Redemptoris Missio.
“La Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Puebla afirmó que « el mejor servicio al hermano es la evangelización, que lo prepara a realizarse como hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve integralmente ».109 La misión de la Iglesia no es actuar directamente en el plano económico, técnico, político o contribuir materialmente al desarrollo, sino que consiste esencialmente en ofrecer a los pueblos no un « tener más », sino un « ser más », despertando las conciencias con el Evangelio. El desarrollo humano auténtico debe echar sus raíces en una evangelización cada vez más profunda».
La Iglesia y los misioneros son también promotores de desarrollo con sus escuelas, hospitales, tipografías, universidades, granjas agrícolas experimentales. Pero el desarrollo de un pueblo no deriva primariamente ni del dinero, ni de las ayudas materiales, ni de las estructuras técnicas, sino más bien de la formación de las conciencias, de la madurez de la mentalidad y de las costumbres. Es el hombre el protagonista del desarrollo, no el dinero ni la técnica. La Iglesia educa las conciencias revelando a los pueblos al Dios que buscan, pero que no conocen; la grandeza del hombre creado a imagen de Dios y amado por él; la igualdad de todos los hombres como hijos de Dios; el dominio sobre la naturaleza creada y puesta al servicio del hombre; el deber de trabajar para el desarrollo del hombre entero y de todos los hombres.
Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y promotora de desarrollo, precisamente porque lleva a la conversión del corazón y de la mentalidad; ayuda a reconocer la dignidad de cada persona; dispone a la solidaridad, al compromiso, al servicio de los hermanos; inserta al hombre en el proyecto de Dios, que es la construcción del Reino de paz y de justicia, a partir ya de esta vida. Es la perspectiva bíblica de los «nuevos cielos y nueva tierra» (cf. Is 65, 17; 2 Pe 3, 13; Ap 21, 1), la que ha introducido en la historia el estímulo y la meta para el progreso de la humanidad. El desarrollo del hombre viene de Dios, del modelo de Jesús Dios y hombre, y debe llevar a Dios.111 He ahí por qué entre el anuncio evangélico y promoción del hombre hay una estrecha conexión.
Una cierta modernidad arreligiosa, dominante en algunas partes del mundo, se basa sobre la idea de que, para hacer al hombre más hombre, baste enriquecerse y perseguir el crecimiento técnico-económico. Pero un desarrollo sin alma no puede bastar al hombre, y el exceso de opulencia es nocivo para él, como lo es el exceso de pobreza. El Norte del mundo ha construido un «modelo de desarrollo» y lo difunde en el Sur, donde el espíritu religioso y los valores humanos, allí presentes, corren el riesgo de ser inundados por la ola del consumismo. «Contra el hambre cambia la vida» es el lema surgido en ambientes eclesiales, que indica a los pueblos ricos el camino para convertirse en hermanos de los pobres; es necesario volver a una vida más austera que favorezca un nuevo modelo de desarrollo, atento a los valores éticos y religiosos. La actividad misionera lleva a los pobres luz y aliento para un verdadero desarrollo, mientras que la nueva evangelización debe crear en los ricos, entre otras cosas, la conciencia de que ha llegado el momento de hacerse realmente hermanos de los pobres en la común conversión hacia el «desarrollo integral», abierto al Absoluto. “58
“«los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aun escarnecida. Por eso, Dios toma su defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús».
Fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está llamada a compartir con los pobres y los oprimidos de todo tipo.
El amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también «el único criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse. Es el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno».” 60
“No existe auténtica promoción humana, verdadera liberación, ni opción preferencial por los pobres, si no se parte de los fundamentos mismos de la dignidad de la persona y del ambiente en que tiene que desarrollarse, según el proyecto del Creador. Por eso entre los temas y opciones que requieren toda la atención de la Iglesia no puedo dejar de recordar el de la familia y el de la vida: dos realidades que van estrechamente unidas, pues la «familia es como el santuario de la vida ».(Centesimus annus, n. 39.) En efecto, « el futuro de la humanidad se fragua en la familia; por consiguiente, es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia.
La vida, desde su concepción en el seno materno hasta su término natural, ha de ser defendida con decisión y valentía. Es necesario, pues, crear en América una cultura de la vida que contrarreste la anticultura de la muerte, la cual —a través del aborto, la eutanasia, la guerra, la guerrilla, el secuestro, el terrorismo y otras formas de violencia o explotación— intenta prevalecer en algunas naciones. En este espectro de atentados a la vida ocupa un lugar de primer orden el narcotráfico, que las instancias competentes han de contrarrestar con todos los medios lícitos a disposición».” 18
Sagrada Congregación para la doctrina de la fe. Instrucción. Sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación”.
“El cristiano no puede entender la promoción humana más que como promoción integral de todos los hombres y de todo el hombre; pero, al mismo tiempo, al hablar de promoción humana no puede dejar de hacer referencia explícita a Dios, como garante y fuente de la auténtica promoción humana; y a Cristo como Maestro y ejemplo de promoción humana integral. Ello le plantea al cristiano dos problemas difíciles.
La referencia a Dios y a Cristo, esencial en la concepción cristiana de la promoción humana, llevará al cristiano a la confrontación con los que persiguen proyectos de promoción humana inspirados en el humanismo inmanentista y laicista que ven en Dios y en la religión un obstáculo a la auténtica promoción del hombre, tanto más, cuanto que se trata de proyectos de promoción humana de tendencia exclusivista y totalizante, y por ello cerrados a otras aportaciones, como podría ser la cristiana. El cristiano debe confrontarse con tales proyectos de manera a la vez crítica y abierta. Por una parte, debe denunciar un cierre a Dios y a los valores religiosos y morales, que no favorece la verdadera promoción del hombre; por otra, debe mostrar que en tales proyectos no sólo hay muchos puntos en común con un proyecto de promoción humana inspirado en el cristianismo, sino que hay también puntos cuya matriz cristiana es posible descubrir y poner de manifiesto bajo la pátina laicista o marxista.” La promoción humana en la Iglesia.
“La Iglesia posee, gracias al Evangelio, la verdad sobre el hombre. Esta se encuentra en una antropología que la Iglesia no cesa de profundizar y de comunicar. La afirmación primordial de esta antropología es la del hombre como imagen de Dios, irreductible a una simple parcela de la naturaleza, o a un elemento anónimo de la ciudad humana (cf. ib., 12, 3 y 14, 2). En este sentido, escribía San Ireneo: “La gloria del hombre es Dios, pero el receptáculo de toda acción de Dios, de su sabiduría, de su poder es el hombre” (Tratado contra las herejías, libro III, 20, 2-3).” I.9
“La liberación es ante todo y principalmente liberación de la esclavitud radical del pecado. Su fin y su término es la libertad de los hijos de Dios, don de la gracia. Lógicamente reclama la liberación de múltiples esclavitudes de orden cultural, económico, social y político, que, en definitiva, derivan del pecado, y constituyen tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir según su dignidad”. Introducción
3.6.- La conversión personal y comunitaria, y no la lucha de clases, es el motor de la acción eclesial.
Iglesia, servidora de los pobres, Conferencia Episcopal Española.
La solidaridad de Jesús con los hombres y, sobre todo, con los pobres de su tiempo, le llevó a comenzar su misión invitando a la conversión: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). También nosotros, si queremos ser hoy buena noticia para los pobres y hacerles presente el Evangelio del amor compasivo y misericordioso de Dios, tenemos que ponernos en actitud de conversión, tal como nos lo propone el papa Francisco: «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una pastoral de conversión y misionera que no puede dejar las cosas como están» (66). Esta llamada a cambiar nos afecta a todos, personas e instituciones, y en todos los niveles de la existencia: personales, sociales e institucionales.
“La conversión, si es auténtica, trae consigo una esmerada solicitud por los pobres desde el encuentro con Cristo. En la medida en que nos adhiramos más a Cristo, en la medida en que nos conformemos más a Él, de manera que veamos con sus ojos, escuchemos con sus oídos y sintamos con su corazón, nuestra caridad será más activa y más eficaz. Cuanto más identificados estemos con los sentimientos de Cristo Jesús (67), más encendido será nuestro amor a los hermanos. La conversión a Cristo ha de ir de la mano de un retorno solícito a los que necesitan nuestro auxilio. Por otro lado, al contemplar las penurias y estrecheces de los desfavorecidos con los ojos de Cristo, se reaviva nuestra caridad y crece nuestra identificación con Él .” 34
“Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día» (68). Si el Evangelio que anunciamos no se traduce en buena noticia para los pobres, pierde autenticidad y credibilidad. El servicio privilegiado a los pobres está en el corazón del Evangelio.
Pero, si realmente los pobres ocupan ese lugar privilegiado en la misión de la Iglesia, nuestra programación pastoral no podrá hacerse nunca al margen de ellos; han de ser, no sólo destinatarios de nuestro servicio, sino motivo de nuestro compromiso, configuradores de nuestro ser y nuestro hacer. 35
«el que transforma y purifica los corazones de los discípulos, cambiándolos de egoístas y cobardes en generosos y valientes; de estrechos y calculadores, en abiertos y desprendidos; el que con su fuego encendió en el hogar de la Iglesia la llama del amor a los necesitados hasta darles la vida» (74). Es muy importante no disociar acción y contemplación, lucha por la justicia y vida espiritual. Estamos llamados a ser evangelizadores con Espíritu, evangelizadores que oran y trabajan. «Siempre hace falta cultivar un espacio interior que dé sentido al compromiso»
En el compromiso caritativo y social hemos de estar muy atentos al Espíritu que lo anima y alienta: «El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia» (76). Y es este mismo Espíritu, el que obró la encarnación del Verbo en las entrañas de María, el artífice de la encarnación del amor de Dios en la Iglesia (77).

La Iglesia puede y debe hacer suya la proclamación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, al comienzo de su vida pública. Comentando el texto de Isaías dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque me ha ungido / para anunciar a los pobres la Buena Nueva, / me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos / y la vista a los ciegos, / para dar la libertad a los oprimidos / y proclamar un año de gracia del Señor”. Y añadió después, al comenzar su comentario: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”. 37
La espiritualidad que anima a los que trabajan en el campo caritativo y social no es una espiritualidad más. Posee unas características particulares que nacen del Evangelio y de la realidad en que se vive y actúa, y que hemos de cultivar: una espiritualidad trinitaria que hunde sus raíces en la entraña de nuestro Dios, una espiritualidad encarnada y de ojos y oídos abiertos a los pobres, una espiritualidad de la ternura y de la gracia, una espiritualidad transformadora, pascual y eucarística.
La unión con Cristo que se realiza en el sacramento de la Eucaristía es al mismo tiempo unión con todos los hermanos. Cristo refuerza la comunión y apremia a la reconciliación y al compromiso por la justicia. La vivencia del misterio de la Eucaristía, alimento de la verdad, nos capacita e impulsa a realizar un trabajo audaz y comprometido para la trasformación de las estructuras de este mundo.38
“Los problemas sociales tienen, como ya hemos señalado, causas más profundas que las puramente materiales. Tienen su origen “en la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos” (80). Derivan de la ausencia de un verdadero “humanismo que permita al hombre hallarse a sí mismo, asumiendo los valores espirituales superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación” (81). Por eso la proclamación del Evangelio, fermento de libertad y de fraternidad, ha ido acompañado siempre de la promoción humana y social de aquellos a los que se anuncia. El Evangelio afecta al hombre entero, lo interpela en todas sus estructuras: personales, económicas y sociales. Entre la evangelización y la promoción humana existen lazos muy fuertes. La evangelización –la proclamación de la buena noticia del Reino de Dios– tiene una clara implicación social, “. 39
Sagrada Congregación para la doctrina de la fe. Instrucción. Sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación”.
“En su significación positiva, la Iglesia de los pobres significa la preferencia, no exclusiva, dada a los pobres, según todas las formas de miseria humana, ya que ellos son los preferidos de Dios. La expresión significa también la toma de conciencia de las exigencias de la pobreza evangélica en nuestro tiempo, por parte de la Iglesia, –como comunión y como institución– así como por parte de sus miembros.
Pero las « teologías de la liberación », que tienen el mérito de haber valorado los grandes textos de los Profetas y del Evangelio sobre la defensa de los pobres, conducen a un amalgama ruinosa entre el pobre de la Escritura y el proletariado de Marx. Por ello el sentido cristiano del pobre se pervierte y el combate por los derechos de los pobres se transforma en combate de clase en la perspectiva ideológica de la lucha de clases. La Iglesia de los pobres significa así una Iglesia de clase, que ha tomado conciencia de las necesidades de la lucha revolucionaria como etapa hacia la liberación y que celebra esta liberación en su liturgia.
Es necesario hacer una observación análoga respecto a la expresión Iglesia del pueblo. Desde el punto de vista pastoral, se puede entender por ésta los destinatarios prioritarios de la evangelización, aquellos hacia los cuales, en virtud de su condición, se dirige ante todo el amor pastoral de la Iglesia. Se puede también referir a la Iglesia como « pueblo de Dios », es decir, como el pueblo de la Nueva Alianza sellada en Cristo( Cf. Gaudium et spes, n. 39.). Pero las « teologías de la liberación », de las que hablamos, entienden por Iglesia del pueblo una Iglesia de clase, la Iglesia del pueblo oprimido que hay que « concientizar » en vista de la lucha liberadora organizada. El pueblo así entendido llega a ser también para algunos, objeto de la fe.
A partir de tal concepción de la Iglesia del pueblo, se desarrolla una crítica de las estructuras mismas de la Iglesia. No se trata solamente de una corrección fraternal respecto a los pastores de la Iglesia cuyo comportamiento no refleja el espíritu evangélico de servicio y se une a signos anacrónicos de autoridad que escandalizan a los pobres. Se trata de poner en duda la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia, tal como la ha querido el Señor. Se denuncia la jerarquía y el Magisterio como representantes objetivos de la clase dominante que es necesario combatir. Teológicamente, esta posición vuelve a decir que el pueblo es la fuente de los ministerios y que se puede dotar de ministros a elección propia, según las necesidades de su misión revolucionaria histórica.” IX 9-13
La nueva hermenéutica inscrita en las « teologías de la liberación » conduce a una relectura esencialmente política de la Escritura. Por tanto se da mayor importancia al acontecimiento del Éxodo en cuanto que es liberación de la esclavitud política. Se propone igualmente una lectura política del Magnificat. El error no está aquí en prestarle atención a una dimensión política de los relatos bíblicos. Está en hacer de esta dimensión la dimensión principal y exclusiva, que conduce a una lectura reductora de la Escritura. X.5
Se pretende revivir una experiencia análoga a la que habría sido la de Jesús. La experiencia de los pobres que luchan por su liberación –la cual habría sido la de Jesús–, revelaría ella sola el conocimiento del verdadero Dios y del Reino. X. 10.

3.7.- Siempre la acción de la Iglesia debe ser evangelizadora, si no se convierte en una ONG y se estanca en la preevangelización.

Exhortación Apostólica de su santidad Pablo VI.Evangelii Nuntiandoi.
“La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo”,
“Esta es la misión de la Iglesia: la Iglesia que cura, que cuida. Algunas veces he hablado de la Iglesia como de un hospital de campaña. Es verdad: ¡cuántos heridos hay, cuántos heridos! ¡Cuánta gente que necesita que sus heridas sean curadas! Esta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre…”.
“Es verdad, tenemos que ayudar y hacer organizaciones que ayuden en esto: eso sí, porque el Señor nos da los dones para esto. Pero cuando olvidamos esta misión, olvidamos la pobreza, olvidamos el celo apostólico y ponemos la esperanza en estos medios, la Iglesia lentamente se desliza a una ONG y se convierte en una bella organización: potente, pero no evangélica, porque le falta ese espíritu, esa pobreza, esa fuerza de curar”.
la Iglesia si no se pone “en salida” se convierte en “una asociación espiritual. Una multinacional para lanzar iniciativas y mensajes de contenido ético- religioso. Nada malo, pero no es la Iglesia. Esto es un riesgo para cualquier organización estática en la Iglesia. Se termina por domar a Cristo. Ya no das testimonio de aquello que hace Cristo, sino que hablas en nombre de una cierta idea de Cristo”.
“Una idea poseída y domesticada por ti. Tú organizas las cosas, te conviertes en el pequeño empresario de la vida eclesial, donde todo sucede según un programa establecido, es decir, solo para ser seguido según las instrucciones. Pero el encuentro con Cristo no vuelve a ocurrir. El encuentro que te había tocado el corazón al principio ya no se repite”.
En ese sentido, subrayó que “es Cristo quien hace que la Iglesia salga de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu Santo te empuja y te lleva. Y cuando llegas, te das cuenta de que Él ha llegado antes que tú, y te está esperando. El Espíritu del Señor ha llegado antes. Él se adelanta, también para preparar tu camino, y ya está trabajando”.
“Sin el Espíritu, querer hacer la misión se convierte en otra cosa. Se convierte, diría yo, en un proyecto de conquista, la pretensión de una conquista que realizamos nosotros. Una conquista religiosa, o quizás ideológica, quizás también hecha con buenas intenciones. Pero es otra cosa”, hospital de campaña, donde todos son acogidos, así como son, se sanan las heridas de todos. Y esto es parte de su misión. Todo depende del amor que mueve el corazón de quien hace las cosas”.
Si no confesamos a Jesucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa, no en una esposa del Señor”,
Y, sin embargo, esto sigue siendo insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado —lo que Pedro llamaba dar “razón de vuestra esperanza”( 1 Pe. 3, 15.) —, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.
La historia de la Iglesia, a partir del discurso de Pedro en la mañana de Pentecostés, se entremezcla y se confunde con la historia de este anuncio. En cada nueva etapa de la historia humana, la Iglesia, impulsada continuamente por el deseo de evangelizar, no tiene más que una preocupación: ¿a quién enviar para anunciar este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y llegue a todos aquellos que lo deben escuchar? Este anuncio —kerygma, predicación o catequesis— adquiere un puesto tan importante en la evangelización que con frecuencia es en realidad sinónimo. Sin embargo, no pasa de ser un aspecto.” 22

3.8.-El desarrollo humano integral que surge del evangelio supera el asistencialismo y el paternalismo. Cuaderno de asistencialismo y promoción.

“Se puede considerar como la forma de ayuda social mediante la cual la persona destinataria es mera receptora de algún tipo de asistencia o ayuda (bienes de subsistencia, servicios, subsidios…).
El asistencialismo sólo trata de paliar las consecuencias derivadas de situaciones de precariedad (dar alimento, proporcionar ropa, etc.), sin cuestionarse las causas y orígenes de la misma.
Tiene el riesgo de mantener a la persona en situación de dependencia constante de la ayuda recibida.
la ́promoción social integral ́. la “actuación que conduce a la mejora de las condiciones de vida de las personas, reforzando su capacidad de empoderamiento, protagonismo y responsabilidad para llegar a alcanzar una autonomía personal basada en la dignidad, la justicia y la igualdad”.
La auténtica promoción de las personas conlleva a trabajar por la inclusión social, la inserción laboral, el desarrollo de las capacidades personales y las habilidades sociales en procesos educativos, para seguir siendo personas autónomas en sociedad.” Cuaderno de asistencialismo y promoción.

3.9.- La sacramentalidad de la Iglesia garantiza la caridad como signo palpable en medio de nuestra humanidad.

Sagrada Congregación para la doctrina de la fe. Instrucción. Sobre algunos aspectos de la “Teología de la liberación”.

“Está claro que se niega la fe en el Verbo encarnado, muerto y resucitado por todos los hombres, y que « Dios ha hecho Señor y Cristo ». Se le substituye por una « figura » de Jesús que es una especie de símbolo que recapitula en sí las exigencias de la lucha de los oprimidos.
Así se da una interpretación exclusivamente política de la muerte de Cristo. Por ello se niega su valor salvífico y toda la economía de la redención.
La nueva interpretación abarca así el conjunto del misterio cristiano.
De manera general, opera lo que se puede llamar una inversión de los símbolos. En lugar de ver con S. Pablo, en el Éxodo, una figura del bautismo ( Cf. 1 Cor 10, 1-2.), se llega al límite de hacer de él un símbolo de la liberación política del pueblo.
Al aplicar el mismo criterio hermenéutico a la vida eclesial y a la constitución jerárquica de la Iglesia, las relaciones entre la jerarquía y la « base » llegan a ser relaciones de dominación que obedecen a la ley de la lucha de clases. Se ignora simplemente la sacramentalidad que está en la raíz de los ministerios eclesiales y que hace de la Iglesia una realidad espiritual irreductible a un análisis puramente sociológico.
La inversión de los símbolos se constata también en el campo de lossacramentos.La Eucaristía ya no es comprendida en su verdad de presencia sacramental del sacrificio reconciliador, y como el don del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Se convierte en celebración del pueblo que lucha. En consecuencia, se niega radicalmente la unidad de la Iglesia. La unidad, la reconciliación, la comunión en el amor ya no se conciben como don que recibimos de Cristo (Cf. Ef 2, 11-22). La clase histórica de los pobres es la que construye la unidad, a través de su lucha. La lucha de clases es el camino para esta unidad. La Eucaristía llega a ser así Eucaristía de clase. Al mismo tiempo se niega la fuerza triunfante del amor de Dios que se nos ha dado.” X. 11-16.
Jean Corbon. Liturgia Fontal. Misterio- Celebración-Vida. Ed. Palabra.
“En su Persona, como Hijo, Jesús nos revela que Dios es pobre que él no tiene nada, que él recibe todo del Padre, que él es hacia el Padre (Jn 1,1)”. Pág. 242 Liturgia Fontal.
“San Juan Crisóstomo, queriendo hacer comprender a los fieles de Antioquía la unidad misteriosa entre la Liturgia que están celebrando y la que tendrán que vivir al salir de la iglesia, les dice que no dejen el altar de la Eucaristía más que para ir al altar de los pobres. El símbolo de la continuidad es revelador. El mismo Cuerpo de Cristo que servimos en el Memorial de su Pasión y Resurrección, nosotros tenemos que servirlo ahora en la persona de los pobres. Mientras en la Eucaristía recibimos todo al comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en el altar de los pobres tenemos que responder, compartir el Don recibido, darnos nosotros mismos.
Es en el altar de los pobres donde la Pasión de Dios se convierte en la Compasión de su Iglesia por los hombres.” Pág.244.
“La Iglesia no puede ser sierva de los pobres más que haciéndose pobre como su Señor.” Pág. 245.
“Porque compadecer, estar sin fuerza, es participar en la debilidad de Dios en La Cruz.
La manifestación más desgarradora de la Gloria de la Trinidad Santa es su Misericordia. Cuando consentimos en ser tomados por ella, nosotros entramos en lo más profundo del corazón de nuestro Dios.” Pág, 247.

3.10. No puede haber desarrollo humano integral sin educación.

Papa Francisco a los Voluntarios de la Obra de Promoción de la Alfabetización
en el mundo. 23 de enero de 2023.
“No puede haber desarrollo humano integral sin educación. Deseo retomar el llamamiento de la Populorum progressio. Cuando releemos estos grandes documentos pontificios de los años sesenta —lo mismo vale para la Pacem in terris de san Juan XXIII— nos damos cuenta de cuánto son actuales y de cuánto, lamentablemente, la recepción de su mensaje todavía no es plena. Sí, de palabra, muchos han expresado consentimientos, pero de hecho el modelo de desarrollo no ha cambiado, hasta hoy. Lo que significa que, a pesar de las muchas y generosas obras de solidaridad realizadas a nivel civil y eclesial, las causasdel subdesarrollo no han sido eliminadas. Escribía Pablo VI: «La educación básica es el primer objetivo de un plan de desarrollo. Efectivamente el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos» (n. 35).
El “sueño” de la Populorum progressio es el mismo que el de la encíclica Fratelli tutti. Es el sueño de la Iglesia, o mejor, el sueño de Dios, que quiere un mundo en el que todos podamos vivir como hermanos y hermanas, en plena dignidad. Os doy las gracias porque con vuestro empeño cotidiano cooperáis a realizar este sueño «de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras» (Fratelli tutti, 6). Cuando vosotros, en colaboración con tantos misioneros y misioneras que trabajan “sobre el terreno”, estudiáis y realizáis un proyecto educativo, o de apoyo escolar, o de las adopciones a distancias, vosotros contribuís a «gestar un mundo abierto» (ibid., 87), donde «todos sean acompañados en el recorrido de sus vidas, no sólo para asegurar sus necesidades básicas, sino para que puedan dar lo mejor de sí» (ibid., 110).
Por esto, queridos hermanos y hermanas, ¡id adelante! Tratad de mantener alta la calidad de vuestra acción, para que siempre sea promocional. Alimentadla continuamente con la linfa del Evangelio, para que el Espíritu Santo tenga viva la inspiración, las motivaciones y el estilo de vuestro compromiso. La Virgen os acompañe y os done la alegría de “ir deprisa” al encuentro de tantas situaciones que necesitan ayuda.”