“Se suele presentar el Bautismo como contrato, y no seré yo quien lo niegue. Lo que quiero decir es que se trata de un contrato que no se parece a ningún otro, pues se trata de un contrato de Vida y de muerte. Cristo da la Vida Divina a cambio de la Muerte Mística del bautizado. Puede decirse que el bien bautizado es aquel que se ha suicidado místicamente.

 

Así como el suicidio físico es lo más cobarde que pueda realizar el hombre, ya que la víctima no sólo está indefensa, sino que se ofrece voluntariamente, así el suicidio místico es lo más heroico, pues la víctima no llega a morir nunca, y tiene todas sus armas de defensa en todas partes; dentro, en la «soberbia»; encima, en la «carne»; y fuera, en el ambiente del «mundo». Sería inútil pretender matar primero estas tendencias para después poner en su lugar las tres raíces del Amor cristiano, que son Pobreza, Humildad y Sacrificio. Esto queda fuera de nuestras posibilidades. Únicamente disminuirá lo nuestro en la medida que vaya aumentando lo de Cristo. Toda la ascética cristiana consiste en esto.

 

Para el bautizado consciente de todo su vivir (tanto en lo «pequeño» como en lo «grande») su vida consiste en optar en ser fiel o ser traidor a su Bautismo. No hay situaciones neutras, o diferentes; cuando no se es fiel (cuando no se vive Cristo) se traiciona o cuando se desprecia el Don de Dios, y se antepone lo mío a Cristo en mi.

 

El Bautismo no es sólo una «ganga» que nos abre las puertas del Cielo y nos hace hijos de Dios, sino que es el eje y el punto de referencia de toda nuestra vida. El cristiano que quiere ser fiel a su Bautismo encontrará en ésta fidelidad una plenitud que difícilmente encontrará en otras partes, si «olvida» el hecho más transcendental de su vida y de la Creación.

 

El Amor de Dios se hizo presente en el mundo con el Verbo Encamado, y sigue irrumpiendo en el mundo en cada bautizado que quiere ser fiel a su Bautismo. Amando con el Amor de Cristo que vive en él, cumpliendo el Mandamiento Nuevo. Y entrará de lleno en el Plan de Dios, que consiste en recapitularlo todo en Cristo. Por el Bautismo yo me injerto en Cristo, y si soy fiel los frutos no serán los amargos del tronco, o de los renuevos, sino los del injerto. Y «los otros» son Cristo para mí, para servirle en la medida en que ellos lo necesitan y que yo pueda”.

Guillermo Rovirosa (Cooperatismo Integral)

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