EL HACER SIGUE AL SER

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…..Se actúa en base a lo que se es. Antes hay que plantearse el problema de ser … y, después, se planteará el problema de qué hacer. Esto es muy importante, porque mientras podríamos considerar el hacer como algo que depende de nosotros, el ser, en cambio, es claramente un don…..

 

El hacer sigue al ser. Sin formación, el pueblo católico se dispersa.

S.E. Mons. Giampaolo Crepaldi

Discurso en Milán. 3 de febrero de 2018

Me alegra estar aquí hoy, junto a vosotros, en esta Jornada especial. Diría, incluso, muy especial, porque tengo la posibilidad de reunirme con muchos participantes en algunas de nuestras Escuelas de Doctrina social de la Iglesia, que hemos organizado en distintos puntos de Italia. Se trata de una iniciativa muy hermosa: la participación común en las Escuelas nos ha hecho hacer experiencia de nuestra unidad y comunión espiritual y de propósitos a pesar de estar físicamente lejos, dado que muchos habéis participado online y, por lo tanto, a distancia. Esto ha sucedido, sobre todo, con la Escuela que he guiado yo en colaboración con La Nuova Bussola Quotidiana. Mientras las otras Escuelas tenían una participación mayoritaria in situ, en mi caso ha sido a distancia. Ha sido, por lo tanto, una buena idea organizar esta Jornada, por la que doy las gracias en especial al director, Riccardo Cascioli.

Hoy no haré un discurso de grandes contenidos teológicos. Para esto tenemos al profesor Mauro Gagliardi. Mi discurso será, en cambio, pastoral. Hablaré como obispo, como obispo que siempre ha trabajado en el campo de la Doctrina social de la Iglesia; trabajo que aún sigo haciendo como presidente de nuestro Observatorio y, también, por mi cargo en Europa. No dejo de interrogarme y de reflexionar acerca de la situación de la Doctrina social de la Iglesia hoy. Últimamente, lo he hecho en un pequeño volumen titulado: «La Iglesia italiana y el futuro de la pastoral social», publicado por Cantagalli, del que tomaré alguna idea. Os digo esto para confirmar que, a pesar de mis muchos compromisos pastorales como obispo de Trieste, que ocupan una gran parte de mi tiempo, sigo de cerca la actividad del Observatorio; también he seguido con atención el inicio y la conclusión de nuestras Escuelas de Doctrina social de la Iglesia en las que habéis participado. Hoy estoy aquí para deciros que continuéis y para daros alguna motivación pastoral relacionada con este renovado compromiso que os pido.

El título de mi intervención inicia con esta frase: «El hacer sigue al ser». Agere seguitur esse, se decía antes. Se actúa en base a lo que se es. Antes hay que plantearse el problema de ser … y, después, se planteará el problema de qué hacer. Esto es muy importante, porque mientras podríamos considerar el hacer como algo que depende de nosotros, el ser, en cambio, es claramente un don. Por esto Benedicto XVI desarrolla en Caritas in veritate el concepto que el recibir precede el hacer. Precisamente porque el hacer procede del ser y el ser se recibe, el don tiene la prioridad. Un corolario de este principio es que la voluntad sigue al intelecto. El ser del hombre está hecho de intelecto y voluntad, pero el intelecto prevalece, al ser la luz para una recta voluntad. He aquí, entonces, la correcta sucesión de las cosas: hemos recibido el ser y, por lo tanto, es necesario ocuparse primero de ser y después de hacer; es necesario, por consiguiente, comprender qué somos con el intelecto para, después, actuar con la fuerza de la recta voluntad.

Esto, queridos amigos, vale para cada persona, pero también para la Iglesia en su conjunto. Y es aquí donde entra la Doctrina social de la Iglesia y la necesidad de recibir una formación sistemática en esta disciplina. Hoy, muchos piensan que los católicos deben sobre todo actuar, obrar según una buena voluntad animada por la caridad. Se considera que lo más importantes es estar en el terreno de las emergencias y de las necesidades de nuestro prójimo. Este sentimiento de contribuir a la paz y la justicia es positivo, pero basándonos en cuanto hemos apenas observado, el hacer no es suficiente. Si no es expresión del ser y si no está guiado por la luz de la verdad, el hacer demuestra ser ciego. Se piensa que es constructivo y tal vez sea de-constructivo. Se siente una satisfacción individual íntima porque se piensa que se ha hecho el bien, pero en realidad no es así.

La Doctrina social de la Iglesia es expresión, primero de todo, del ser de la Iglesia y de su íntimo carácter misionero. La Doctrina social de la Iglesia se nutre, ante todo, de la vida de la Iglesia. De aquí nacen, después, los criterios de acción, que ya no son un mero hacer, sino un «hacer siendo». La Iglesia no puede actuar antes de ser o sin ser. Esto vale también para los laicos católicos que están comprometidos en la acción social y política a través de la Doctrina social de la Iglesia. Ésta tiene un valor práctico, pero antes tiene un valor doctrinal y de contenidos que el intelecto conoce y que indica a la voluntad para, después, actuar. Si no nos apropiamos de estos contenidos, y si no consideramos la Doctrina social de la Iglesia en unión con el ser de la propia Iglesia, actuaremos compulsivamente, pero con escasos resultados objetivos.

En mi libro anteriormente mencionado examino el recorrido de la pastoral social desde el concilio hasta hoy. He abordado el grandioso intento llevado a cabo por Juan Pablo II de relanzar la Doctrina social de la Iglesia, al que pude participar en virtud del cargo que tenía en la Santa Sede en esos años. También he abordado el tema de los obstáculos que se plantearon a este relanzamiento, muchos de los cuales aún duran. Uno de estos es considerar la Doctrina social de la Iglesia como un impulso generalizado a hacer, el alma de un humanismo generalizado, el motivo para una presencia pastoral no suficientemente cualificada a nivel de contenidos. De esta manera, se deja de lado la Doctrina social de la Iglesia entendida como corpus doctrinal.

Hemos llegado a la segunda parte del título de mi intervención: “sin formación, el pueblo católico se dispersa”. El problema no es nunca cuántos somos, aunque es cierto que a los católicos nos gustaría ser más. El problema principal es si estamos unidos o dispersos, si estamos arraigados juntos en el ser o si estamos dispersos en el hacer fin a sí mismo. Creo que puedo decir que, en la actualidad, los católicos en la sociedad y, sobre todo, en la política están dispersos. ¿Encontraremos la solución con fórmulas extravagantes o recuperando nuestro ser? No hay que creer que la dispersión concierne sólo a las cosas que hay que hacer. También afecta al modo de ser, porque ésta es la paradoja: superar el problema del ser para dedicarse principalmente al hacer tiene, al final, repercusiones negativas también en el ser. Apartar el corpus de la Doctrina social de la Iglesia fragmenta y dispersa el actuar y, al mismo tiempo y de rebote, daña nuestro estar unidos en la fe. No somos los únicos que formamos en la Doctrina social de la Iglesia y lo que hacemos no está en competición con ninguna otra iniciativa. Sin embargo, tenemos claras las motivaciones profundas de nuestra actividad.

Con estas breves reflexiones he querido comunicaros el espíritu y el propósito con el que nuestro Observatorio ha puesto en marcha la Escuela de Doctrina social de la Iglesia que hasta ahora hemos tenido en Trieste (por tercer año), Verona, Staggia Senese, Schio y Lerici. Con el mismo espíritu estamos empezando la Escuela de Emilia que comenzará en marzo. Doy las gracias a todas las asociaciones y centros culturales que colaboran con nosotros y que han permitido que nuestras Escuelas  tuvieran contacto con un territorio y una comunidad. Si la Nuova Bussola está de acuerdo, yo personalmente sigo estando disponible para este proyecto de formación con una nueva edición de la Escuela online… y os invito a todos a promover estas nuevas iniciativas en los lugares donde residís. Gracias de nuevo a todos y buen trabajo.