El transhumanismo acepta el poder absoluto de la tecnología como una fuerza trasformadora de la realidad. Su fuerza reside precisamente en la renuncia a la naturaleza humana. La renuncia de la naturaleza es necesaria para superar el error divino y alcanzar la auténtica vida a la que está proyectado, en la que el cuerpo no lo limite.
En el transhumanismo se esconde una contradicción: “el poder que nos otorga la tecnología es para sí mismo la negación de la libertad”. La capacidad de negar a los dioses a través de la creación tecnológica nos lleva a introducir uno nuevo, posthumano, que se hará realidad con la Inteligencia Artificial. Se niega un dios para liberar al hombre y se crea uno nuevo para que lo someta y acabe con él. El hombre en el transhumanismo se niega al crear la Inteligencia Artificial.
¿Qué hacer, pues, para no caer en esta contradicción? En necesario no confundir la tecnología con la religión. El transhumanismo convierte la tecnología en un mesianismo y priva al conocimiento científico de la imparcialidad que le caracteriza. Es necesaria la recuperación de la razón filosófica, capaz de distinguir los planos de los diferentes saberes y que hace compatible la capacidad moral del ser humano con la realización y el progreso de la tecnología dentro de la cultura humana.
No es exagerado decir que renunciar al mesianismo y colocarlo en su lugar es un acto de humildad y de prudencia necesario para no repetir las atrocidades que comete el ser humano cuando busca suplir la acción salvífica de Dios en la Historia con sus proyectos. Si la razón y la fe no confunden sus papeles y respetan el espacio que les corresponde a cada una, es posible pensar en una tecnología que ayude al hombre confiando en su capacidad moral. El progreso tecnológico necesita urgentemente la emergencia del progreso moral para que la chispa de la razón no consuma la existencia del ser humano.
Rafael Monterde Ferrando
Transhumanismo: ¿el error de los dioses o el poder de los humanos? (extracto)