Intervención del obispo Francis Xavier Maroy, arzobispo de Bukavu (Congo), sobre las migraciones ante la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) el pasado 30 de mayo en Bruselas
Señoras y Señores,
He traído algo del Congo para ustedes. A primera vista, ustedes reconocen una cruz. Y una cruz se asocia fácilmente sin, duda, con un obispo. Pero sólo mirando más de cerca, vemos que este símbolo cristiano ha sido hecho a partir de un casquillo de bala. Lo he traído de mi país, República Democrática del Congo. En este país, la República Democrática del Congo, encontramos estos casquillos por millones debido a que el conflicto más sanguinario desde el final de la segunda guerra mundial muestra allí toda su crudeza. Millones de personas han muerto en los últimos veinte años. Este cartucho fue disparado a través del cristal de la ventana de mi despacho. Yo era el objetivo. Los rebeldes querían matarme.Afortunadamente, Dios no me ha dado gran corpulencia. Por eso el proyectil pasó justo por encima de mí y fue a incrustarse en la pared de mi oficina actual. Si yo hubiera sido tan grande como mi querido Gregor von Fürstenberg, el orador que me ha precedido, ¡no estaría aquí hoy! En este país el que predica la paz, vive en peligro. La gente del Congo, trata de huir de la violencia. A nivel mundial, hay 65 millones de personas que están huyendo. Según la percepción de la opinión pública, son especialmente personas que huyen de conflictos en Siria. Pero cuando uno mira el número de desplazados en un territorio nacional, el Congo ocupa aquí, por desgracia, un primer lugar como muestran las estadísticas del Centro de reubicaciones del Observatorio de Desplazamiento interno (IDMC) del Consejo Noruego para los refugiados.
Hoy en día no es sólo el Este del Congo, que se ve afectado por graves masacres, sino también las provincias de Kasai en las que son perpetrados actos violentos de una crueldad extrema. Han muerto muchas personas y las infraestructuras, tanto públicas como eclesiásticas, han sido destruidas. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), hay más de 1,7 millones de víctimas de la guerra. La Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO) condenó enérgicamente los brutales y crueles actos bárbaros en las provincias de Kasai y subrayó la necesidad de establecer una investigación independiente y objetiva para identificar a los responsables.
En 2016, 900.000 personas se convirtieron en refugiados en su propio país, mejor, desplazados. Este año, se anunció para finales de mayo, 837.000 desplazados internos nuevos; que son casi tantos como en todo el año anterior! Del total de alrededor de 3,7 millones de personas desplazadas, hay más de medio millón de refugiados que huyeron a través de las fronteras. Les pido, por favor, que piensen un momento en estas cifras y en el destino de las personas detrás de ellas. ¿Por qué la comunidad internacional habla tan poco de esa realidad? Esto se debe a que son desplazados invisibles porque en el Congo no hay grandes campos para desplazados.
La tragedia del Congo hay ponerla en la cuenta de la explotación ilegal de la riqueza, el abuso de poder y las maniobras de ocupación y probablemente de balcanización. Muchos actores políticos consideran la organización de elecciones como una amenaza pero, en realidad, son un requisito fundamental para la democracia. Pero ¿quién tiene miedo de un Congo unido, democrático y próspero? Y, sobre todo, ¿a quién beneficia el estancamiento actual del proceso democrático y el mantenimiento del Estado en una situación caótica, casi sin derechos? La respuesta a estas preguntas sería ya el primer paso importante en el camino hacia el establecimiento de condiciones de vida dignas en Congo y, por tanto, la manera de luchar contra el flujo de refugiados hacia el extranjero, en particular, a Europa.
Permítanme poner en evidencia, selectivamente, las tres causas principales de estos desplazamientos en el Congo:
1.- Los minerales de conflicto. Cuando se evoca el Congo, se piensa inmediatamente en un país muy grande y muy rico, un país con materias primas abundantes. Pero en lugar de ser una bendición para la población, estas riquezas se han convertido en una maldición para ella. Estos recursos fomentan un circuito de codicia, de violencia y de pobreza. En el fondo, en el corazón de los sangrientos conflictos en el Congo, cualificados de manera distorsionada como “conflictos étnicos”, se encuentran los minerales. Por lo tanto, nos enfrentamos aquí con intereses económicos y políticos en lugar de conflictos étnicos. Los grupos étnicos son mucho más que los conflictos étnicos. Los grupos étnicos son construidos y manipulados para mantener el país en la inestabilidad y justificar la violencia. Además, la explotación de los recursos naturales del subsuelo es utilizada para financiar las partes en conflicto.
Los rebeldes hacen negocio con el oro y el coltán, los llamados minerales de conflicto que son, sin embargo, indispensables para la producción de muchos dispositivos electrónicos, incluyendo nuestros teléfonos móviles. Pero no queremos que nuestros smartphones financien la guerra en el Congo y causen una mayor propagación de la violencia. Por eso, en 2014, junto con 140 obispos reunidos en una “alianza internacional de agencias católicas de desarrollo” hicimos la llamada a la Unión Europea: las empresas venden productos fabricados a partir de materias primas con las que se alimenta la violencia y el sufrimiento. Nosotros, dignatarios de la Iglesia ”llamamos a la Unión Europea para poner fin a esta situación”.
2.- El estancamiento político: Como en todas partes, la elección libre de nuevos mandatarios es un requisito fundamental, e indispensable para la estabilidad del país y su gente. Conlleva esperanzas para todos, es decir, no sólo para el pueblo congoleño, sino también para los pueblos de sus 9 países vecinos, los de África, y también del mundo debido a la importancia del país.
La falta de voluntad política para avanzar en el proceso electoral democrático lleva al país a un callejón sin salida. Y en este contexto, cualquier represión sólo puede agravar la crisis y tensiones ya existentes en lugar de disiparlas. Privar a un pueblo de su derecho a elecciones justas y pacíficas es un error fatal, un grave crimen, así como la intolerancia de los dirigentes que privan a las personas de todo espacio vital de libertad.
Aquí radica una de las principales causas de la huida de muchas personas al extranjero, sobre todo a Europa. Algunas de ellas perseguidas porque están procesadas y otras muchas desesperadas. Debe quedar claro para todos nosotros que la democracia y la buena governanza son la solución adecuada a la crisis de refugiados. Vuestra responsabilidad ha de ser interpelada.
Yo era miembro de la delegación de obispos durante las negociaciones sobre el proceso democrático en el Congo. Pero hemos puesto fin a nuestra participación en las negociaciones dada la negativa de los políticos a aceptar el acuerdo decisivo alcanzado en la San Silvestre de 2016. Ellos no han querido tener en cuenta los intereses y las condiciones miserables de la población.
La Conferencia Episcopal Nacional (CENCO) da la bienvenida a la resolución 2348 de la ONU, que hace hincapié en que “una aplicación completa y rápida del Acuerdo del 31 de diciembre de 2016 es esencial para apoyar la legitimidad de las instituciones responsables de la transición”. Imponer y hacer cumplir esta resolución es una tarea urgente y necesaria para la cual necesitamos su solidaridad y compromiso total. Entonces la juventud permanecerá estable en el país.
Hemos instado a los actores políticos y sociales congoleños a ser sensibles y receptivos a los sufrimientos del pueblo. Porque es siempre la población la que sufre directamente las graves consecuencias de la crisis política y económica caracterizada, por ejemplo, por la devaluación de la moneda local y la reducción significativa del poder adquisitivo. Pero esta llamada va también dirigida a Ustedes porque donde la población sufre, vive en constante temor y, finalmente, pierde la esperanza, nace el sueño o la tentación idea de desplazarse para encontrar la esperanza y buscar nuevas perspectivas en otros lugares, también en el extranjero.
3.- El tercer punto en la explicación de las causas de los desplazamientos de población en el Congo es el papel de los países vecinos y la amenaza de balcanización. Entre los grupos criminales que atacan constantemente a ciudadanos pobres, masacran y siembran la desolación hay muchos grupos extranjeros. Ellos aprovechan la debilidad de la autoridad del Estado, no solamente para perpetrar sin miedo su violencia sino también para cosechar beneficios sustanciales con el tráfico ilícito de los recursos naturales. La exportación de estos recursos naturales pasa a través de los países vecinos del Congo que están interesados en avivar la crisis congoleña. Esto explica por qué este comercio ilegal y la extrema violencia persisten, por qué la población indígena es a menudo robada descaradamente, cuyas aldeas son a menudo saqueadas sin pudor e incluso quemadas, y se ve obligada a huir y por qué la humillación y destrucción de las familias por la violación de las mujeres no conoce fin. Si se tiene en cuenta que el déficit de autoridad en el Congo es tal que incluso donde la policía y el ejército están presentes tienen lugar masacres y otros actos de violencia. Realmente hay razónes para estar y mostrarse muy preocupados.
El derrumbamiento inminente del Estado congoleño reúne todas las condiciones para la balcanización del país. La crisis congoleña no se resolverá de manera eficaz si no se evidencia el papel y la gran responsabilidad de los países vecinos. Es urgente interpelarlos y exigirles que resuelvan sus crisis en lugar de desplazarlas al Congo.
En el Congo viven pacíficamente, desde hace mucho tiempo, más de 400 tribus. Ahora no hay razón alguna para tratar de oponerlas unas contra otras. La unidad del Congo debe ser preservada. Es el sueño de cada congoleño, de cualquier lugar que sea, y todos damos gracias a Bélgica por haber dejado un país tan grande, “unidos por el destino y en el esfuerzo por la independencia”. Es importante ayudar al Congo a levantarse consiguiendo recuperar su proceso democrático, por desgracia, actualmente obstaculizado.
A la pregunta de dónde reciben ayuda los desplazados invisibles, ya que no están contabilizados, la respuesta es la siguiente: Hay sobre todo una gran solidaridad dentro de la población. Actualmente, hay 3-4 millones de desplazados en el Congo debido a los disturbios y a la inseguridad. Los observadores extranjeros tienen dificultades para percibir esta realidad ya que los desplazados no están reunidos en campamentos improvisados y no siempre denuncian los actos de violencia de los que son victimas por temor a represalias. En el Congo se vive hoy una tragedia silenciosa e invisible. El caso de Bukavu puede ilustrar la situación: la población de esta ciudad ha pasado en menos de una década, de 500.000 habitantes a más de 1 millón. A pesar de esto, ustedes no encontrarán campamentos improvisados de acogida. Los desplazados son recibidos por miembros de la familia, parientes, amigos o conocidos y se construyen pequeñas chozas, una al lado de la otra. A veces se construyen cabañas incluso en lugares inadecuados, dadas la urgencia y las limitaciones de su situación. Sus niños se ven también obligados a dejar de asistir a la escuela.
El suministro de alimentos se lleva a cabo, por así decirlo, de una manera discreta. Las personas comparten lo poco que tienen pero no hay suficiente para todos. La escasez de alimentos es muy grande. Alrededor de 1,9 millones de niños sufren de una aguda crisis alimentaria, pero la comunidad internacional no ve esto porque la gente comparte lo que tiene en silencio.
La tragedia de los desplazados hace más evidente la quiebra y las contradicciones del Estado congoleño, incapaz de proteger a los ciudadanos y sus bienes y de construir, o al menos mantener, los pocos servicios de educación y de formación que existen, los centros educativos y los centros de salud, y al mismo tiempo no duda en exigir sorprendentemente los mismos impuestos exorbitantes. Todo esto demuestra cómo la población es masivamente explotada, tanto por sus líderes como por parte de agentes extranjeros. En resumen, empobrecida y humillada por ambos lados.
Sin embargo, las críticas a la política no nos eximen de la obligación de ayuda y asistencia. Al contrario, la irresponsabilidad del Estado obliga a la Iglesia, cuyas instalaciones están ya saturadas a contribuir todo lo posible para consolar y reconfortar la población abandonada a sí misma. La contribución de la Iglesia se lleva a acabo en varias vertientes. Proporciona asistencia a través de sus comisiones, como la Comisión de Justicia y Paz que promueve iniciativas de encuentros interreligiosos y ecuménicos que soporta la sociedad civil y apoya en la lucha por la buena gobernanza; ayuda a las personas severamente traumatizadas con el mantenimiento de 16 centros especializados en este tratamiento, algunos de los cuales son financiados por Missio Aachen. La Comisión de Caritas por el Desarrollo apoya iniciativas y proyectos de jóvenes y organizaciones locales en áreas de la agricultura, ganadería y pesca. La Comisión de Educación apoya la construcción de escuelas de formación profesional, la tutoría de estudiantes de talento y el plan trienal de la CENCO para los jóvenes.
El Congo está ganando, cada vez más, la triste reputación de centro mundial de la violencia sexual. Cada año hay 600 personas violadas, secuestradas, abusadas y humilladas que deben recibir la ayuda necesaria. No pueden regresar a su entorno social, ya que están estigmatizadas y marginalizadas a pesar de ser victimas. En los centros de escucha se les ofrece ayuda espiritual y médica, terapia contra el trauma, así como asesoramiento sobre cuestiones legales.
El resultado o conclusión que se desprende de las diferentes actividades de la Iglesia al servicio de los pobres y oprimidos es que no podemos imaginar un mundo pacifico, solidario y realista sin enfrentarnos y solucionar el problema de los desplazados y refugiados desde su raíz, en otras palabras, combatiendo la violencia y la opresión, la injusticia y la explotación, la pobreza y la corrupción que impiden la inversión financiera. Hay que luchar en todos esos frentes. Esto es válido tanto para el pueblo congoleño como para otros pueblos africanos que son también víctimas de injusticias, persecución y violaciones de los derechos humanos. Abandonar su país en la búsqueda de una vida mejor es en este contexto una necesidad forzosa o, al menos, una aventura atractiva irresistible. La migración está motivada por el deseo de una vida mejor, el bienestar social. Por contra, cuando hay trabajo hay poca motivación y deseo de emigrar a otros lugares.
Es nuestra tarea y responsabilidad devolver a los jóvenes la confianza en su destino y ofrecerles puestos de trabajo con el fin de que África no pierda el crecimiento y el dinamismo de su fuerza de trabajo y su inteligencia. El crecimiento y el dinamismo de los africanos no pueden hacer surgir grandes esperanzas para el futuro del continente si no les aseguramos un cuadro socio-político justo y seguro. Esta es la razón por la que pequeñas donaciones esporádicas o espontáneas no son suficientes. Son útiles, ciertamente, pero insuficientes en la búsqueda de una solución a largo plazo y pueden incluso llegar a ser ineficaces, perjudiciales si nos liberan de la exigencia de comprometernos de manera consecuente para cambiar eficazmente la situación.
Por eso lanzo una llamada urgente a actuar. Una verdadera y estrecha cooperación con sus países es necesaria para hacer escuchar nuestra voz en favor de la paz en África y en particular en el Congo.
Quiero expresar mi agradecimiento a todos los que nos apoyan en el acompañamiento y acogida organizada de las víctimas de la injusticia. Muchas gracias a todos ustedes por la organización de esta jornada. En su discurso en la Conferencia Internacional por la Paz, en Egipto el pasado abril, el Santo Padre dijo: “Para evitar conflictos es esencial trabajar para reducir las situaciones de pobreza y explotación, en las que los extremismos se enraizan más fácilmente, y bloquear el flujo de dinero y armas a los que fomentan la violencia. Aún más a la raíz, hay que combatir la proliferación de armas, que si se fabrican y se venden, más pronto o más tarde, serán utilizadas. Sólo haciendo transparentes las oscuras maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se puede prevenir sus causas reales. Se requiere que los líderes de las naciones, las instituciones y de la información se comprometan de manera urgente en esta causa, como nosotros, responsables de civilización, convocados por Dios, por la historia y el futuro, nos vemos obligados a participar, cada uno en su campo en procesos de paz, colaborando a la edificación de bases sólidas de alianza entre los pueblos y los Estados (…)”.
El destino del mundo y los pueblos nos imponen diversas tareas y nos pone a todos a prueba. Tener un destino común implica ayudarse mutuamente.
Permítanme, por favor, concluir con un agradecimiento, una petición y una visión: Doy gracias a la Unión Europea por su implicación en vistas de obtener la ley sobre la obligación de una diligencia razonable para los importadores de minerales con la finalidad de poner fin a la financiación de las guerras civiles. Pero hay siempre y todavía una necesidad de actuar: Hay cada día nuevos actos de violencia, expulsiones y por consiguiente muchas huidas del país. Ustedes pueden evitar todo esto contribuyendo a la rápida aplicación de esta ley sobre la certificación de las cadenas de distribución de minerales de conflicto y a parar el mercado de armas para que el Congo, así como otros países afectados por conflictos, no sean ya el mayor mercado para los exportadores de armas de todo el mundo.
A los representantes de la política y de organizaciones de ayuda humanitaria de la UE, les ruego intensificar la ayuda humanitaria urgente sobre el terreno, por ejemplo, la atención médica, la educación y la formación de jóvenes y la ayuda alimentaria para los niños. Actualmente, 20 millones de personas en África están amenazadas de morir de hambre. No abandonen a los refugiados o desplazados invisibles y, sin duda, lo más importante, queda el establecimiento de las condiciones de gestión de los asuntos públicos en el país, en la paz, la justicia y la transparencia para todos.
Y mi visión: es el trabajo. Ayuden a África a luchar contra las causas de los flujos de sus desplazados y refugiados. Sera un bien para todo el mundo. “Dadme pescado, y comeré mañana, pero si me enseñan a pescar, comeré siempre” dice un proverbio bien conocido. Ayudar a los demás a trabajar para mantenerse a sí mismos, es también dar respuesta a sus necesidades de democracia y de buen gobierno. Por esta razón, es importante, por ejemplo, conducir al pueblo congoleño al trabajo terminado y bien hecho, bajo todas sus formas; ayudarle a negociar bien, con éxito, su primera alternancia democrática y política en el poder, de ahora a finales de este año, con el fin de que juzgue él mismo el flujo de sus desplazados y refugiados.
La solidaridad se demuestra en la acción, y es el único extremismo autorizado, como nos enseñó el Papa Francisco durante su estancia en Egipto. Nosotros habremos respondido así a la gran pregunta sobre el Congo: los flujos migratorios y la explotación ilícita de los recursos naturales en África.
En nombre del pueblo congoleño, muchas gracias.
Francis Xavier Maroy (Arzobispo de Bukavu)