El Papa recibe a la Fundación Centesimus Annus a los 30 años de su constitución, y advierte sobre «los efectos destructivos del imperio del dinero»

«No a una economía que mata y produce residuos», ha dicho el Papa a los miembros de la Fundación Centesimus Annus en una audiencia por los 30 años de su nacimiento. 

El Papa ha advertido en su discurso sobre «los efectos destructivos del imperio del dinero», que se traducen en «desplazamiento forzoso, migración, trata de personas, drogas, guerra, violencia…». Y ha destacado el compromiso de la fundación por «estudiar y difundir la doctrina social de la Iglesia, tratando de demostrar que no es solo teoría, sino que puede convertirse en un estilo de vida virtuoso con el que hacer crecer sociedades dignas del hombre». 

Al mismo tiempo, ha enumerado los ejes de su trabajo en estos 30 años: «la centralidad de la persona, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad», desafíos que la fundación ha transformado «en acciones concretas». 

 «Muchos de vosotros trabajáis en el campo económico —ha dicho en su discurso—, y sabéis bien lo beneficiosa que puede ser para todos una forma de imaginar la realidad que pone a la persona en el centro, que no menosprecia al trabajador y que busca crear el bien para todos». 

En esta línea, ha recordado cómo su encíclica Laudato si «destacó el daño causado por el paradigma tecnocrático dominante y propuso la lógica de la ecología integral, donde todo está conectado, todo está relacionado y la cuestión ambiental es inseparable de la cuestión social». 

Por ese motivo, «el cuidado del medio ambiente y la atención a los pobres aguantan o caen juntos. Después de todo, nadie se salva a sí mismo y el redescubrimiento de la fraternidad y la amistad social es decisivo para no caer en un individualismo que hace perder la alegría de vivir, y también hace perder la vida». 

Parafraseando la cita evangélica, ha señalado que «o sirves a Dios, o sirves al dinero, que es peor que al diablo», porque «si eres siervo del dinero, no eres libre». 

El antídoto es una comunidad «donde los débiles y los sin voz pueden sentirse acogidos y escuchados», un espacio donde el fundamento sea «la ética del don y no la del intercambio». 

Así, para el Pontífice, «pensar y actuar en términos de comunidad significa hacer espacio para los demás, imaginar y trabajar por un futuro en el que todos puedan encontrar su lugar y tener su espacio en el mundo».