Ante la cultura del fragmento, como algunos la han querido llamar, o de la no integración, se nos exige aún más en los tiempos difíciles, no favorecer a quienes pretenden capitalizar el resentimiento, el olvido de nuestra historia compartida, o se regodean en debilitar vínculos.

Con realismo encarnado.

Nunca dejemos de inspirarnos en los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados para estimularnos y comprometernos a investigar, estudiar, trabajar y crear más. El hombre, la mujer, ellos deben ser el centro de nuestros cometidos.

El hombre de carne y hueso, con una pertenencia cultural e histórica concreta, no es respetado ni tenido en cuenta. Pero es él, quien debe estar en el centro de nuestros desvelos y reflexiones.

Desde los refugios culturales a la trascendencia que funda.

Se ha de buscar una antropología que deje de lado cualquier camino de “retorno” concebido – más o menos conscientemente- como refugio cultural. El hombre tiende por inercia, a reconstruir lo que fue el ayer. Este rasgo es consecuencia de lo anterior. La modernidad -al perder puntos de apoyo objetivos- recurre a “lo clásico” (pero en el sentido de mundo clásico, mundo antiguo; no en el sentido que le damos nosotros) como una expresión del deber ser cultural. Al encontrarse dividido, divorciado consigo mismo, confunde la nostalgia propia del llamado de la trascendencia con la añoranza de mediaciones inmanentes también desarraigadas. Una cultura sin arraigo y sin unidad no se sostiene.

Universalismo integrador a través del respeto por las diferencias.

Hemos de entrar en esta cultura de la globalización, desde el horizonte de la universalidad. En lugar de ser átomos que sólo adquieren sentido en el todo, debemos integrarnos en una nueva organicidad vital de orden superior que asuma lo nuestro pero sin anularlo.

Y esto no puede hacerse por vía del consenso, que nivela hacia abajo, sino por el camino del diálogo, de la confrontación de ideas y del ejercicio de la autoridad:

– El ejercicio del diálogo, es la vía más humana de comunicación. Y hay que instaurar en todos los ámbitos, un espacio de diálogo serio, no meramente formal o distractivo. Intercambio que destruye prejuicios y construye, en función de la búsqueda común, del compartir, pero que conlleva intentar la interacción de voluntades en pro de un trabajo en común o de un proyecto compartido.

–  Requiere paciencia, claridad, buena disposición hacia el otro. No excluye la confrontación, de diversos puntos de vista, sin hacer que las ideas se manejen como armas, sino como luz. No resignemos nuestras ideas, utopías, propiedades ni derechos, sino renunciemos solamente a la pretensión de que sean únicos o absolutos.

–  El ejercicio de la autoridad. Siempre es necesaria la conducción, pero esto significa participar de la formalidad que da cohesión al cuerpo, lo cual hace que su función no sea tomar partido propio, sino ponerse totalmente al servicio. Para que la fuerza que todos llevamos dentro y que es vínculo y vida se manifieste, es necesario que todos, y especialmente quienes tenemos una alta cuota de poder político, económico o cualquier tipo de influencia, renunciemos a aquellos intereses o abusos de los mismos que pretendan ir más allá del común bien que nos reúne.

Apertura a la vivencia religiosa comprometida, personal y social.

Lo religioso es una fuerza creativa al interior de la vida de la humanidad, de su historia, y dinamizadora de cada existencia que se abre a dicha experiencia.

 

¿Cómo entender que en algunos ámbitos se convoquen todos los temas y cuestiones, pero haya un único proscripto, un gran marginado: Dios?

En nombre de una reconocida como imposible neutralidad, se silencia y se amputa una dimensión que lejos de ser perniciosa, puede aportar grandemente a la formación de los corazones y a la convivencia en sociedad. Pareciera que el espacio de lo público tiene que ser “light”, bien licuado, a resguardo de cualquier convicción, la única toma de postura admitida será en orden a la vaguedad, frivolidad o a favor de los intereses del dueño de la fuerza.

 

  • Cardenal Bergoglio. Mensajes a las Comunidades Educativas. Buenos Aires (1999-2008). Página web de la Archidiócesis de Buenos Aires.

 

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