“Fratelli tutti es una encíclica profética. No cabe duda de que, con muchas expresiones, el pontífice nos interpela y provoca, llamándonos a un exa­men de conciencia que dé su justo valor a esas afirmaciones en la propia vida.”

 

*Emilio Martínez Albesa (Facultad de Teología del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. Director del Magíster interuniversitario Doctrina Social de la Iglesia. Reflexión y vida).

 

Ante qué documento nos encontramos. Contenido y estilo

Una encíclica social

La encíclica del papa Francisco Fratelli tutti (FI) (3 de octubre de 2020) se presenta a sí misma como una «encíclica social», es decir, como un documento pontificio de la máxima categoría formal encíclica) adscrito al corpus de la doctrina social de la Iglesia (sodai), que aspira a dialogar «con todas las personas de buena voluntad», por lo que se dirige a todos aquellos que quieran leerla, creyentes y no creyentes (FT6).

Como sabemos, las encíclicas sociales responden a situaciones históricas, irre­mediablemente cambiantes; sin embargo y precisamente con el fin de responder a las cuestiones sociales que plantean esas situaciones, ahondan en el depósito de la Revelación acerca de la verdad sobre el hombre en su dimensión social y explicitan riquezas morales contenidas en este tesoro, a la vez que, al ejemplificar lineamientos de solución, manifiestan la fecundidad de la virtualidad propia de tales riquezas. Por esto, sirven para enseñar principios y directrices fundamenta­les, que son permanentes, además de para ofrecer criterios de juicio, más inter­pretativos y aplicativos, y para formular propuestas concretas de acción, más orientativas y relativas. Es imprescindible leer e interpretar siempre estas encícli­cas en continuidad con el resto del magisterio universal y como renovación de una tradición viva que dialoga con los desafíos de los tiempos.

SU contenido

En su contenido, Fratelli tutti toca multitud de problemas de la actualidad in­ternacional destacando algunos de sus aspectos más hirientes a modo de teselas de mosaico o de pinceladas impresionistas, sin la pretensión de explicarlos ca­balmente; pero, eso sí, colocándolos sobre el fondo de un tema medular para el cristianismo y del que hoy se reconoce su necesidad apremiante: el de la frater­nidad, con su consecuente demanda de amistad social. La encíclica no expone ordenadamente la «doctrina» cristiana sobre la fraternidad; sino que insiste en un aspecto del mensaje evangélico al respecto: la dimensión universal del amor fra­terno (cf. FT 6). Nos encontramos por tanto ante una apelación pontificia a tratar a todos como hermanos. Su resultado final proyecta una imagen de con­junto quizá poco perfilada, poco acabada; pero con un mensaje fuerte y contun­dente: el deber fraterno de practicar la amistad social con todos, comentando por procurar el bien para aquel que descubro más excluido en mi propio entorno.

La ausencia en esta encíclica de una exposición sistemática de enseñanza doc­trinal —que explique la fraternidad humana y cristiana y el concepto de amistad social— y la presencia de juicios opinables y propuestas discutibles ha hecho que algunos se cuestionen en qué sentido puede considerársela magisterio, si por este se entiende enseñanza de doctrina. Indiscutiblemente forma parte del magisterio pontificio, pues es una encíclica. Ahora bien, es cierto que con ella el Santo Padre no quiere tanto enseñar doctrina, cuanto recordar parte de ella para invitarnos a reflexionar y a enmendar nuestra actitud ante un mundo de divisiones y enfrentamientos de varios géneros. Y es que el magisterio pontificio, especialmente en materia social, puede legítimamente enseñarnos a todos un cambio de actitudes y de comportamientos en línea con el Evangelio y motivarlo no solo mediante la explicación de contenidos del depósito evangélico, sino también desde una lectura propia y opinable de la realidad histórico-social aunque no sea necesaria­mente compartida y asumible por todos, pues es la autoridad misma del Evan­gelio la que ya justifica suficientemente la adhesión a ese cambio de vida, sir­viendo esa lectura interpretativa solo de eventual ulterior estímulo. Me parece que algo así es lo que está haciendo aquí el papa Francisco. En este sentido, Fratelli tutti puede representar una novedad y, como tal, debería abordarse. A la hora de sumar las afirmaciones de una encíclica social al depósito de la doctrina social de la Iglesia, se impone siempre el deber de hacer un apropiado discerni­miento, dado que cada encíclica social está inserta en un contexto particular y contingente que le da ocasión y significación y, consecuentemente, la relativiza. Recordemos en definitiva que: «El peso doctrinal de las diversas enseñanzas [del Magisterio social] y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocadas» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 80).

SU estilo

Fratelli tutti es un documento singular no solo por sus contenidos, sino tam­bién y sobre todo por su estilo. No es una encíclica de corte académico teológico como a las que nos tenían acostumbrados los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. La forma de expresión de Francisco no corresponde a la de sus inmediatos predecesores. El estilo de Fratelli tutti es de género exhortativo y más propio de la expresión oral que de la escrita. Antonio Spadaro dice del papa Francisco que «su lenguaje es radicalmente oral porque es radicalmente pastoral. Incluso la reflexión escrita es la formalización de un texto que se ha diseñado en un diálogo»1. Esta encíclica debe leerse como si se estuviera escuchando una larga homilía. Su estilo es el de la predicación. Exhortativo y oral, este estilo es específicamente evocativo y poético, coloquial y divulgativo, rotundo e impera­tivo; recurre a expresiones de cuidada belleza y de gran fuerza expresiva, a modo de eslóganes, pero faltas del rigor conceptual de la teología y de las otras disci­plinas2. Por esto, «la prosa de Bergoglio necesita de un análisis poético y lingüís­tico» más que gramatical y académico3.

En esto imita al santo de Asís, de quien se ha dicho: «Ninguno de sus escritos, ni el conjunto de ellos, tienen la pretensión de ser un sistema doctrinal. Y no solo porque casi todos ellos son escritos de ocasión, sino porque Francisco [de Asís] no era un intelectual, sino un profeta. Y se le nota: clarividencia en los núcleos, pedagogía espiritual que va directamente al corazón del oyente, cohe­rencia entre expresión y convicción»4.

Con este estilo, el lenguaje de la encíclica es pues, fundamentalmente profético y performativo, con palabras que pretenden mover a cambios, iniciar pro­cesos, engendrar nuevas realidades. Estamos ante un texto principalmente ins­pirador, orientador y motivador. Su carácter profético es lo que explica el amplio espacio que da a la denuncia, el tono de reproche que con frecuencia adquiere, junto con el apremio al cambio y la atmósfera de esperanza que lo envuelve. En él, encontramos reunidos: el anuncio revolucionario de alegría evangélica; la de­nuncia desencarnada del mal que nos rodea y de nuestras omisiones cómplices; la defensa ardiente de los vulnerables y de la paz; la llamada a la conversión personal, comunitaria, ecológica y estructural; la experiencia de misericordia, perdón, encuentro, solidaridad y gratuidad; la visión y esperanza de un mundo distinto y mejor.

Al mismo tiempo, considero que el texto no está hilvanado de forma acertada. El que el autor se cite a sí mismo casi en continuación a lo largo de todo el documento, yuxtaponiendo citas literales de intervenciones suyas de una impor­tancia menor, me parece poco feliz, a la luz del resultado, para la comprensión integral de la encíclica. La diversidad de los auditorios originarios y la concate­nación de los textos reproducidos hacen que el lector no siempre acierte a en­tender la perspectiva e intención desde la que el autor habla o escribe ni a captar la idea principal dentro de la multiplicidad de temas mencionados en un mismo número. Los contenidos aparecen hasta cierto punto fragmentados y dispersos a lo largo de la encíclica y se abordan a veces con perspectivas variadas, a modo de rápidos vistazos; lo cual dificulta la comprensión de pasajes particulares[1]. No parece que todo lo escrito esté dirigido a cada lector, sino que este ha de reinterpretar la encíclica para sí mismo mediante un acto sucesivo de reflexión y ade­cuación; y, si bien este ejercicio es siempre necesario de cara a un examen de conciencia, hay aquí un riesgo considerable de desenfocar y malinterpretar algu­nas ideas. Parece que hubiera sido preferible, para la comunicación con el lector, que el autor se hubiera esforzado por hacer una redacción nueva de las ideas de sus intervenciones precedentes, en lugar de reproducirlas literalmente; así como también, una mejor reordenación de algunos temas.

Por otro lado, hay que reconocer que este estilo quizá impreciso y coloquial del papa Francisco paradójicamente facilita al lector la comprensión de lo sus­tancial de su comunicación, sin necesidad de que este tenga una formación ele­vada, pues presenta clarividencia en los núcleos y fuerza en la expresión. Como hace ver González-Carvajal, el papa, siguiendo la propuesta de Jürgen Habermas para los creyentes, se esfuerza «por traducir sus aportaciones a un lenguaje secu­lar comprensible por todos», «porque si yo digo algo y no me entienden, en reali­dad no he dicho nada»[2].

«El lenguaje del papa es muy simple, sencillo, comprensible para cualquier persona»[3] en lo más nuclear; a diferencia del de sus predecesores, cuyos docu­mentos no eran fácilmente accesibles a quien no tuviera una formación acadé­mica elevada. Asimismo, este estilo también puede estar dotando al texto de una notable universalidad y, con ella, de un gran potencial evangelizador, pues saldría del marco conceptual de la Europa occidental cristiana, en el que tradicionalmente el papado ha venido expresándose, para dirigirse a un mundo más variado, donde las mentalidades culturales y las experiencias políticas y económicas no son las nuestras. No cabe duda de que Francisco quiere ser leído o escuchado directamente por la gente, por todas las personas del mundo, a las cuales se dirige sin precondiciones; aun a sabiendas de que pocas leerán un documento tan ex­tenso, si bien muchas leerán alguna parte de él. Esto no evita, sino que también posibilita, que el lenguaje de Francisco «obviamente puede ser malentendido, ya que no procede de las estrictas argumentaciones lógico-formales. No pretende

[…] dar lecciones; él quiere abrir un diálogo», moviéndose en un «terreno existencial y empírico»[4].

El cambio de perspectiva

En definitiva, esta encíclica, fácilmente comprensible en las actitudes de vida altruista que su autor quiere suscitar (caridad, solidaridad, generosidad), o sea, en lo sustancial o nuclear de su mensaje, no lo es tanto en algunas ideas particulares que presenta, sobre todo si se pretenden interpretar al pie de la letra. Y, al mismo tiempo, habiendo muchos párrafos que tomados en sí mismos resultan clarivi­dentes, el conjunto del documento puede suscitar dudas acerca de su correcta interpretación.

Todo esto requiere un enfoque apropiado a la hora de estudiar esta encíclica, que nos ofrece fundamentalmente consideraciones para reflexionar, dialogar y comprometernos a practicar el amor social. Nos exige interpretar al papa desde un cambio de perspectiva.

Interesante es, a esta luz, la observación de una exministra y exembajadora:

Quien solo se ocupa a nivel teórico con el arte de la política en un mundo global, no sacará quizá mucho de Fratelli tutti: idealista en exceso, muy prolija, de­masiado poco rigurosa. En cambio, quien ha hecho por sí mismo política, lee el texto de otra manera y descubre en él visión y profecía, que, como es manifiesto, son componentes irrenunciables de los grandes proyectos políticos[5].

Aun en su novedad, el estilo propio del papa Bergoglio responde bien a la evolución de fondo que ha venido viviendo la doctrina social de la Iglesia ya desde antes de su llegada al solio pontificio y que nos facilita adaptar ahora nues­tra perspectiva. Es una evolución que va de la apertura del «discurso social» de la Iglesia con León XIII, a la propuesta de «nueva cristiandad» de Pío XI y Pío XII, al «diálogo» de Juan XXIII y Pablo VI y a la «profecía» de Juan Pablo II y Benedicto XVI, según Bartolomeo Sorge, sj (1929-2020)10. Para este estudioso, la encíclica Caritas in veritate (2009) habría supuesto «una especie de brújula» «para afrontar el problema de fondo del siglo XXI: el de la elaboración de un nuevo modelo de desarrollo mundial, basado en un humanismo nuevo que lleve a los pueblos de la tierra a vivir unidos en el respeto de la diversidad»11. Pablo VI había indicado que la fraternidad es necesaria para que ese desarrollo sea verdadera­mente humano (cf. Populorum progressio 4412 y 6613); por lo que, desde el punto de vista práctico, Benedicto XVI añadía que será necesario comprometerse por dar un alma solidaria a la globalización, haciendo crecer la fraternidad (cf. Caritas in veritate 1914). Para Sorge, la orientación práctica de la doctrina social de la Iglesia exige que el discurso social de esta se transforme en propuesta social. «Estamos muy lejos de ese ideal humanista» hoy día y -según Walter Kasper y George Augustin— se requiere «recapacitar a fondo sobre nuestro estilo de vida personal y co­munitario, cambiando de mentalidad e invirtiendo el sentido de nuestra marcha, con el fin de dejar a las generaciones venideras un mundo mejor y más hu­mano»15.

Desde esta perspectiva, considero que Fratelli tutti presenta sugestivas y pro­metedoras intuiciones para alimentar este humanismo, que es ya nuevo por la misma novedad evangélica de la fraternidad y que será nuevo en cuanto que dote de contenido a ese sueño compartido al que la encíclica convoca. No debe que­darse en un sueño volátil, sino ilusión de algo bueno que abra paso a la esperanza. En efecto, por su apertura universal, «solo el amor puede construir un mundo nuevo» y, por la perfectibilidad del orden temporal, «el proceso de transforma­ción introducido por el evangelio tiene que proseguir» avanzando en medio de contradicciones y esperanzas hasta el final de la historia; contamos con «la espe­ranza de que el amor nunca acabará», sino que «subsiste siempre», pues es pre­sencia de Dios16.

Hacia un estudio de y desde la Fratelli tutti

Desde ciertas perplejidades

Han tardado bastante en salir libros amplios de comentarios a esta encíclica. Esto ha podido ser indicativo de cierta sorpresa, desconcierto y dificultades para asimilarla. En italiano, pese a la atención que por razones obvias dan en Italia a los documentos de la Santa Sede, solo a mediados de 2021 comenzaron a apa­recer algunos pocos libros de comentarios de varios autores17, excepción hecha del temprano y sabroso diálogo entre Cristiano y D’Ambrosio18 y al margen de las diversas introducciones a modo de guías para la lectura publicadas en las ediciones de la encíclica19. En español, después del temprano ensayo del italiano Lorenzo Infantino, crítico con la encíclica y con la doctrina social católica20, te­nemos como primer libro de comentarios el coordinado por el Card. Walter Kasper y el P. George Augustin, publicado originariamente en alemán y tradu­cido a nuestra lengua21. El libro de Francisco Javier Vitoria Cormenzana sobre la fraternidad incorpora algunas referencias de esta encíclica, si bien fue sustancialmente redactado con anterioridad a ella22. También es destacable la mono­grafía de José Ramón Pascual García, que apunta cuáles son las fuentes y oríge­nes de la encíclica, así como las reacciones de muy diverso signo que ha susci­tado23. Interesante la edición de Herminio Otero, que incorpora, además de sus guías de trabajo, unas claves y propuestas de diversos autores, en su mayor parte aparecidas antes en la revista «Vida Nueva»24. El CELAM publicó pronto unas meditaciones y algo después un libro de reflexiones25. Posteriormente, los comentarios a la encíclica en italiano y en español se han multiplicado, pero sin llegar a ser muchísimos.

Por supuesto, se desarrollaron pronto diversos encuentros y simposios sobre ella tanto en ámbitos académicos como fuera de ellos. Me tocó participar ya el 20 de noviembre de 2020, como invitado, en un encuentro juvenil online donde comentaban la encíclica cuatro jóvenes que han terminado recientemente sus estudios universitarios y están recién incorporados al mundo laboral[6]. Vi con satisfacción y con admiración cómo estos jóvenes católicos, inteligentes y com­prometidos, se dejaban cuestionar personalmente por el mensaje de la Fratelli tutti y sacaban consecuencias mirando el mundo con ojos críticos y constructi­vos. Esta experiencia me facilitó enormemente un acercamiento empático hacia la encíclica, pues pude constatar cuánto bien estaba haciendo y está llamada a hacer entre los jóvenes y las personas que la leen desde la intención con que está escrita por el papa, que no es sino la de alimentar un mundo más fraterno y solidario.

La estructura de la encíclica

La estructura de Fratelli tutti responde a los tres pasos clásicos de la revisión de vida como método de discernimiento apostólico.

El primer capítulo responde al ver. mira la situación actual del mundo para evidenciar las necesidades de fraternidad que tiene a la luz de lo que Dios quiere para él; un querer de Dios del cual es eco esa aspiración presente en lo más íntimo del ser humano, ese «anhelo de plenitud, de vida lograda», ese «querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor» (FT 55), y por el que el hombre conserva la esperanza a través de esas «tendencias» históricas «que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal» (FT9).

En el segundo capítulo encontramos el juagar, así, intentando «buscar una luz en medio de lo que estamos viviendo, y antes de plantear algunas líneas de ac­ción» (FT 56), la parábola del buen samaritano nos revela lo que Dios quiere de nosotros en este tiempo para que contribuyamos a dicha fraternidad con un compromiso de amistad social abierta a todos; representa pues el juicio de Dios sobre nuestra colocación ante esta coyuntura.

El resto de los capítulos, del tercero al octavo, desglosan el actuar, si bien, el tercero ha de leerse como un puente entre el juagar y el actuar, pudiendo también considerarse parte del juagar, ya que insiste en criterios antropológicos funda­mentales como la dignidad de la persona, la apertura intrínseca del amor y el destino universal de los bienes creados. En efecto, el dinamismo de los tres pasos de la revisión de vida supone que cada uno va madurando en el siguiente, sin que deban entenderse como tres momentos aislados.

En respuesta coherente y creativa a lo que Dios espera de nosotros, el papa nos propone comenzar el actuar haciendo el esfuerzo de «entrar en esa lógica» del amor, que permite pensar las relaciones de modo verdaderamente humano, generando la posibilidad de un mundo abierto (capítulo tercero). Después, desa­fía a nuestro corazón incomodándonos con la presentación del problema de los migrantes y de la relación obligada y fecunda entre lo local y lo universal, tema central de la encíclica (capítulo cuarto). La necesidad de repensar y practicar la política desde el amor comprometido por el bien común universal es otra línea del actuar (capítulo quinto, que tiene una primera mitad donde en cierta forma se vuelve al verde la situación actual, nn. 154-175, y una segunda donde se plantea constructivamente un camino de mejora, nn. 176-197). Se propone además el diálogo desde la verdad y animado por la amistad social como el medio para generar una cultura del encuentro (capítulo sexto). Sobre estas bases, se exponen caminos para la paz, que, fecundados por la amistad social, pasan por la integra­ción de todos comenzando desde los últimos, por el perdón consciente y autén­tico, por la renuncia a la guerra y por la abolición de la pena de muerte (capítulo séptimo). Finalmente, se detiene sobre el papel de las religiones en general, y del cristianismo en particular, en la promoción de la fraternidad y sobre la necesidad de asegurar la libertad religiosa (octavo capítulo).

La encíclica se cierra con la propuesta de dos oraciones: una para todos los creyentes y otra para los cristianos.

Nuestra oportunidad

Los estudiosos de la doctrina social de la Iglesia no podemos dejar pasar sin más esta encíclica, que apunta al corazón mismo de la misión del Evangelio como fermento en la sociedad: la levadura social de la fraternidad. Sería una omisión con la que renunciaríamos a participar en un debate que, en la coyuntura presente de crisis general, sabemos que puede ser decisivo para la sociedad ve­nidera. Ya san Pablo VI, en Populorum progressio 85, pedía a los intelectuales que ayudaran a ampliar los horizontes y contribuir precisamente «a una vida más fraternal en una comunidad humana verdaderamente universal».

Pienso que hemos de estudiar la Fratelli tutti para enriquecernos de lo que el Espíritu Santo quiera suscitarnos a través de ella; para espolearnos con los cuestionamientos y provocaciones del papa en la reflexión que propone; para apro­ximarnos, desde algunas claves asumidas a partir del diálogo con este texto y superando su literalidad, a un estudio global y esencial de la compleja realidad de cambio de época en que nos encontramos, y finalmente para orientar con la caridad cristiana una agenda social compartida con los más posibles.

Debemos leer la encíclica como una invitación a la reflexión en clave de examen de conciencia personal y comunitario y con una hermenéutica de continuidad respecto del magisterio pontificio precedente, como debe hacerse con todos los documentos pontificios. Pero, además, en un paso ulterior, tenemos que leer la coyuntura actual del mundo y sus necesidades de fraternidad y amistad social desde la reflexión y con el diálogo a los que nos anima la misma encíclica.

Teología de la fraternidad universal. Volviendo a las raíces

Recuperando raíces de Francisco

Si bien Fratelli tutti recoge muchas de las intervenciones anteriores de Fran­cisco sobre la fraternidad y la amistad social (cf. FT5), no ha incluido la encíclica Fumen fidei, donde el pontífice nos ofreció una necesaria base teológica para la fraternidad, ni tampoco la encíclica Faudato si’228, donde menciona la fraternidad universal con extensión a todas las criaturas.

En efecto, los números 54 y 55 de la primera encíclica del papa actual expre­san el papel de la fe en la edificación de la sociedad, con lo que aportan mucha luz para interpretar el contenido de esta tercera encíclica; precisamente es la fe la que hace posible el descubrimiento de la fraternidad y de la dignidad de todas las personas. Nos dice allí Francisco:

  1. […], la fe ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la pa­ternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino fraterno. En la «modernidad» se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fra­ternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir. Es nece­sario volver a la verdadera raíz de la fraternidad. Desde su mismo origen, la historia de la fe es una historia de fraternidad, si bien no exenta de conflictos. Dios llama a Abrahán a salir de su tierra y le promete hacer de él una sola gran nación, un gran pueblo, sobre el que desciende la bendición de Dios (cf. Gn 12,1-3). A lo largo de la historia de la salvación, el hombre descubre que Dios quiere hacer partícipes a todos, como her­manos, de la única bendición, que encuentra su plenitud en Jesús, para que todos sean uno. El amor inagotable del Padre se nos comunica en Jesús, también mediante la presencia del hermano. La fe nos enseña que cada hombre es una bendición para mí, que la luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro del hermano.

¡Cuántos beneficios ha aportado la mirada de la fe a la ciudad de los hombres para contribuir a su vida común! Gracias a la fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona, que no era tan evidente en el mundo antiguo. […]. En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraca a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Este pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser arbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites.

  1. La fe, además, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la natura­leza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla; nos invita a buscar modelos de desarrollo que no se basen sólo en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don del que todos somos deudores; nos enseña a identificar formas de gobierno justas, reconociendo que la autoridad viene de Dios para estar al servido del bien común. La fe afirma también la posibilidad del perdón, que muchas veces necesita tiempo, esfuerzo, paciencia y compromiso; perdón posible cuando se descubre que el bien es siempre más originario y más fuerte que el mal, que la palabra con la que Dios afirma nuestra vida es más profunda que todas nuestras negaciones. Por lo demás, incluso desde un punto de vista simplemente antropo­lógico, la unidad es superior al conflicto; hemos de contar también con el conflicto, pero experimentarlo debe llevamos a resolverlo, a superarlo, transformándolo en un eslabón de una cadena, en un paso más hacia la unidad.

Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella, como advertía el poeta T. S. Eliot: […]. Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida. La Carta a los Hebreos afirma: «Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad» (Hb 11,16). La expresión «no tiene reparo» hace refe­rencia a un reconocimiento público. Indica que Dios, con su intervención con­creta, con su presencia entre nosotros, confiesa públicamente su deseo de dar con­sistencia a las relaciones humanas. ¿Seremos en cambio nosotros los que tendre­mos reparo en llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace posible? La fe ilumina la vida en sociedad; poniendo todos los acontecimientos en relación con el origen y el destino de todo en el Padre que nos ama, los ilumina con una luz creativa en cada nuevo momento de la historia27.

El origen divino de la fraternidad universal fue también recogido en Laudato si’:

  1. […] Jesús nos recordó que tenemos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos hace hermanos. El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos que haga. Por eso es posible amar a los enemigos. Esta misma gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal.

Aunque en este número la fraternidad se extiende a todas las criaturas, por lo que va más allá del objetivo de la Fratelli tutti, vale la pena recordarlo para una mejor colocación de esta última encíclica. Reafirma Francisco que somos her­manos por tener a Dios por Padre común y que esta fraternidad nos reclama gratuidad en nuestras relaciones sociales; de hecho, este número sobre la frater­nidad universal encabeza un apartado dedicado precisamente al «amor civil y político» en Laudato si’ (nn. 228-232), por lo que no debe ser ahora olvidado28.

Cada uno es bendición

En coherencia con el fundamento sobrenatural de la fraternidad universal -y de la consecuente amistad social- evocado en Lumen fidei 54 y recordado en Lau­dato si’ 228, el papa reclama en Fratelli tutti una vuelta a las raíces de la fraternidad y de la amistad social en Dios y en Cristo29. A este respecto, véase FT 85, 91, 120, 140, 144, 195, 214, 254 y 271-287, más las dos oraciones finales. No obs­tante, ha preferido poner el punto de arranque de su reflexión en la expresión del documento firmado juntamente con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb30 (cf. FT 5), posiblemente por considerarla más apta para la destinación universal de esta encíclica, aun cuando la primera frase nos revela su objetivo de proponer a todos, como san Francisco de Asís, «una forma de vida con sabor a Evangelio» (FT1).

Con Fratelli tutti, Francisco busca que saquemos todas las consecuencias teó­ricas y prácticas de la verdad de fe de que cada hombre es una bendición de Dios para mi (cf. Lumen fidei 54). Es la verdad profunda de cada ser humano: cada uno viene de Dios a este mundo con una misión divina (cf. Gaudete et exsultate 19-24) y, en cuanto enviado de Dios por amor, es ya objetivamente bendición y no sólo po­sibilidad de bendición, aun cuando oscurezca tal bendición e incluso actúe por negarla mediante sus malas acciones, pues nada de lo que haga podrá borrar el amor de Dios de que ha sido objeto y que testimonia incluso con su sola exis­tencia. Sin negar el bien y el mal, se nos invita a una mirada más profunda, que nos permita ver ese bien divino imborrable que hace de cada persona una mani­festación del Dios amor antes y más allá incluso de su comportamiento, el cual será siempre de correspondencia o no a un don que le primerea y es fiel: el amor de Dios. Pero además Jesucristo permanece inseparable de cualquier persona humana, haciendo posible que donde abundó el pecado sobreabunde la gracia, y esto hasta el punto de poder afirmar que, a fin de cuentas, con la eventual conversión, «la santidad de uno beneficia a los otros mucho más que el daño que su pecado les haya podido causar» anteriormente31. «La unidad del género hu­mano, la comunión fraterna más allá de toda división, nace de la palabra de Dios-Amor que nos convoca»32.

Construir la vida personal y social desde esta verdad de fe de que cada persona es una bendición de Dios para los demás es algo muy comprometedor. La cul­tura del encuentro y del diálogo que tanto promueve Fratelli tutti enraíza en ella. «Sin un amor fiable, [el cual solo se encuentra en Dios,] nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres»33, por eso la amistad social solo encuen­tra su base sólida en la fe en el amor de Dios hacia todos. La fraternidad es un don recibido, un dato que descubrimos, y la amistad social es entonces una acti­tud de donación que hemos de cultivar en correspondencia a ese don recibido. En este contexto, para fray Enzo Fortunato, OFMConv., la encíclica nos señala el camino práctico de imitación de Cristo, sobre todo en la bondad y en la com­pasión, pues los hermanos deben sostenerse, cuidarse unos a otros34. Como Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia «es la comunidad de hermanos y hermanas en Cristo» y «está fundamentalmente abierta a todos los seres humanos; su vo­cación es unir a todos en la comunión con Dios, dando así una cualidad nueva a la comunidad humana», una cualidad fraterna que habrá de manifestarse cabalmente en los tiempos escatológicos. La Iglesia, en cuanto familia de Dios, pro­moverá una fraternidad global en salida apostólica y solidaria hacia las periferias35.

Desde la teología

Un estudio del fundamento sobrenatural y significado teológico de la frater­nidad y de la amistad propuestas en la Fratelli tutti sería, por lo tanto, muy perti­nente. Evidenciar, profundizar y exponer esta dimensión sobrenatural que subyace a las propuestas de la encíclica, recuperando las enseñanzas magisteriales y teológicas al respecto, es una tarea fecunda. Walter Kasper, Bruno Forte, George Augustin y Luis González-Carvajal han hecho unos primeros intentos, que par­tiendo de una visión teológica se abren también desde luego a la filosofía36. El camino está pues abierto y es prometedor.

La presencia de las virtudes teologales en la encíclica Fratelli tutti abre también temáticas interesantes para el teólogo. La fe y su papel social, como ya arriba mencionábamos, se traduce aquí en una reivindicación del derecho personal y comunitario a la libertad religiosa y hace oportuno un acercamiento a la natura­leza del acto de fe que despeje prejuicios sobre la vinculación de la fe con la intolerancia y la violencia. El lugar social de la fe, tema muy presente en el ma­gisterio de los últimos papas, merece ser revisitado por la teología a la luz de esta encíclica. Por supuesto, la esperanza, que guarda una relación fundamental con la justicia, es siempre tema de las encíclicas sociales. La presente puede parecer un canto de esperanza en el ser humano; sin embargo, sabemos que no cabe una lectura ingenua. La esperanza teologal en el amor salvífico de Dios abre el hori­zonte escatológico al camino histórico del hombre en medio de los retos que aquí se nos plantean. La caridad, el amor, finalmente, permea todo el docu­mento37. No es esta la primera vez que se habla de caridad social y política y el teólogo sabrá presentar el tema desde el rico bagaje del magisterio y la reflexión teológica. Sin duda, el concepto de prójimo que el pasaje del buen samaritano nos ofrece tiene mucho que decirnos sobre la virtud de la caridad teologal.

Fraternidad y amistad. Para un acercamiento filosófico

Desde la antropología

Los conceptos de fraternidad y de amistad pudieran parecer incomunicables desde la experiencia de la vida humana. La fraternidad, por ser un dato de hecho, un vínculo natural que precede a la libre inclinación de nuestra voluntad, sería del todo diversa de la amistad, la cual es un vínculo voluntario producto de nues­tras decisiones libres. Al mismo tiempo, no obstante, sabemos que los hermanos pueden llegar a quererse mediante un amor fraterno gratuito hasta el punto de que además este amor entre hermanos llega a considerarse como el máximo ideal al que puede aspirar la amistad humana. Sin duda la filosofía puede iluminar estos conceptos y la relación entre ellos38.

Temas para el filósofo

A partir de aquí, la encíclica abre multitud de otros campos para la reflexión filosófica. Por ejemplo, son temas presentes y necesarios de profundización, en­tre otros:

–  Unidad y diversidad

–  La relación entre lo universal y lo particular

–  La relación entre individuo y comunidad: génesis, posibilidad y alcance de los proyectos colectivos

–  La amistad social en cuanto compromiso con el bien común motivado por el amor hacia los demás

– El altruismo como amor universal extendido a todas las personas reunidas en el concepto de la humanidad

  • La sociabilidad humana
  • La relación entre la libertad y la fraternidad
  • La relación entre la igualdad y la fraternidad
  • La justicia y su dimensión social
  • La categoría del encuentro interpersonal
  • La verdad y la memoria histórica. Historia, verdad, conciencia y memoria
  • La verdad, el consenso y el relativismo filosófico

–  El fundamento del diálogo en la verdad y/o en el amor

–  El rol del diálogo en la generación de cultura y construcción de la sociedad; ya dijo san Pablo VI que «entre las civilizaciones, como entre las personas, un diálogo sincero es, en efecto, creador de fraternidad»39

  • La experiencia y posibilidad humana del perdón
  • La experiencia religiosa del ser humano
  • La cultura popular La dignidad humana
  • La utopía, la ilusión, el sueño, el proyecto y la esperanza

Los principios y valores de la doctrina social cristiana en fratelli tutti

Principios

Estudiar la presencia de los principios de la doctrina social de la Iglesia en la Fratellí tutti representa un desafío epistemológico y hermenéutico de gran calado. En ella, los principios de la doctrina social de la Iglesia no son expuestos ni profundizados en su significado propio, no son estudiados en sí mismos, sino que se encuentran puestos en juego a lo largo de todo el texto de la encíclica. En este sentido, están muy presentes; me atrevo a decir que permean todos los pá­rrafos. Para el estudioso de la Doctrina Social de la Iglesia, resultará fascinante escoger uno de los principios de esta doctrina y leer el entero documento desde ese principio, tomándolo como clave de interpretación. Probablemente quedará admirado de la virtualidad, ductilidad y fecundidad que tiene ese principio a la hora de sacar de él consecuencias prácticas. El análisis exigirá distinguir con atención las distintas acepciones que hace la encíclica de un mismo término. Sin pretender hacer una presentación teórica de los principios, como podemos en­contrar en otras, esta encíclica hace un uso dúctil de cada uno de ellos que, ana­lizándolo, enriquecerá nuestro conocimiento de ellos.

El principio de la dignidad de las personas humanas es con diferencia el más invocado en esta encíclica y el que se encuentra a la base de todo su discurso. Su estudio debe partir de percatarse de los distintos usos que hace Francisco de los términos “dignidad” y “digno/a”, pues no siempre los emplea para referirse al principio de la dignidad imborrable de la persona, sino que con frecuencia los usa de una manera coloquial para referirse a determinadas situaciones más o menos circunstanciales. Esta ambigüedad puede servir para subrayar más la per­manente e indestructible dignidad de la persona, a pesar de los atentados cons­cientes o inconscientes que recibe mediante el sometimiento de las personas a formas de vida incompatibles con su dignidad, y dar así fuerza mayor a la de­nuncia de estos mismos atentados. La dignidad es punto de partida irrenunciable, pero también ideal que ha de animar permanentemente el esfuerzo por humani­zar la vida social, siendo preciso cultivar la fraternidad para que la igualdad en dignidad sea de verdad fuente de humanitarismo. Se habla generalmente de la dignidad de la persona humana; no obstante, yo prefiero referirme, y más a la luz de Fratelli tutti, a la dignidad de las personas humanas en plural, es decir, a la de cada persona singular, con nombre y apellido; pues corremos el riesgo de hacer una abstracción tal que, a veces, mientras nos batimos por la dignidad humana, no somos capaces de preocuparnos por quienes sufren condiciones indignas a nuestro lado. El papa reacciona frente a la indiferencia con la que hacemos invisibles a aquellos a los que no estamos dispuestos a ayudar.

El concepto del bien común se encuentra en el corazón mismo de la encíclica y muy frecuentemente mencionado, hasta treinta y tres veces. Un mundo mejor para todos no se alcanzará por la «mera suma de intereses individuales» (FT105), sino venciendo el individualismo egoísta y poniéndonos «al servicio del verda­dero bien común» (FT 154). Su estudio es también fundamental para la com­prensión del texto, en el que sobre todo se invita a articular una relación armó­nica y constructiva entre la dimensión local y la dimensión universal, que solo es posible establecer desde el principio de bien común. El bien común universal debe tener la precedencia para poder ordenar con justicia las relaciones sociales y custodiar armónicamente los legítimos bienes comunes de las diversas realida­des sociales (cf. FT 257). La relación entre el principio del destino universal de los bienes y la propiedad privada es destacada en esta encíclica, que se detiene por varios números a reivindicar la función social de la propiedad, estrechamente relacionada con el principio de bien común*’ y que aquí se enraíza además en la dignidad de las personas (cf. FT118-127).

La solidaridad aparece invocada como un valor al referirse a la tarea educativa de la familia y demás responsables de la educación social (cf. FT 114-117); pero no es un tema tratado con detenimiento ni profundidad en la encíclica. De he­cho, este concepto en la doctrina social guarda relación estrecha con la justicia, más que con la caridad. Sin embargo, la palabra se emplea catorce veces en otras partes del documento y su vínculo con el principio del bien común es, como sabemos, muy estrecho. Por lo tanto, un estudio de la solidaridad y su relación con la fraternidad y el amor social por el bien común sería muy provechoso.

La subsidiaridad es todavía menos mencionada, solo en tres ocasiones a lo largo de este extenso documento. Es la cenicienta entre los principios de doctrina so­cial de esta encíclica, la cual curiosamente versa mucho sobre la vida política, para la que este principio es fundamental. No obstante, la subsidiaridad aparece aquí tratada de una manera original e interesante: se invoca de abajo hacia arriba, inversamente a cómo generalmente se hace; y esto merece un estudio en pro­fundidad (cf. FT 142, 175 y 187). Se refiere a ella en relación fundamental con la participación social (cf. FT 175), en línea con lo recogido por el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia41.

La gratuidad, que Caritas in veritate incluyó entre los principios de la doctrina social de la Iglesia relacionándola expresamente con la fraternidad42, es mencio­nada expresamente en Fratelli tutti cuatro veces, contando con un epígrafe propio (FT 139-141 y 152). Pero, además, toda la propuesta de la encíclica, brotando de la parábola del buen samaritano, constituye una llamada a poner en práctica este principio de gratuidad. Vivir como hermanos es aplicar sobre todo la gratuidad en nuestras relaciones mutuas. La encíclica lo evidencia en numerosos pasajes, incluso recurriendo al adjetivo «gratuito». Para Francisco, el amor —y por tanto el amor social— que es verdadero contiene la gratuidad: «La atención afectiva que se presta al otro, provoca una orientación a buscar su bien gratuitamente. Todo esto parte de un aprecio, de una valoración, que en definitiva es lo que está detrás de la palabra ‘caridad’: el ser amado es ‘caro’ para mí, es decir, “es estimado como de alto valor”. Y “del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis”» (FT 93, citando a santo Tomás de Aquino). No cabe duda de que el principio de gratuidad aportado por Caritas in veritate se manifiesta es­pecialmente fecundo para interpretar la Fratelli tutti.

Además, al poner en juego tales principios, el papa manifiesta de forma elo­cuente la intrínseca relación que guardan entre ellos. Esta relación merecería ser también ulteriormente profundizada. Por ejemplo: «Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creati­vidad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples ini­ciativas en favor del bien común» (FT22); por lo que hay que «colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común» (FT 232). De aquí, el sentido evangélico y verdaderamente universal de la opción por los pobres: «Todas las medidas eco­nómicas y políticas deben ser evaluadas por sus efectos sobre los pobres»[7]. La propuesta de Francisco va en línea de «que la sociedad se encamine a la prose­cución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano. […] [Porque] la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás [principio de solidaridad]: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro» (FT66); así, es necesario «un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos […][;] ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; […] verificar constantemente que las actuales formas de comunicación nos orien­ten efectivamente al encuentro generoso, a la búsqueda sincera de la verdad ín­tegra, al servicio, a la cercanía con los últimos, a la tarea de construir el bien común» (FT205, subrayados míos; cf. FT282). La armonía entre lo global y lo local, que por tal camino se alcanza, es lo que posibilita «poner en marcha mecanismos de subsidiaridad» (FT 142); y el compromiso de la sociedad civil como expresión del «principio de subsidiariedad, inseparable del principio de solidaridad», da vida a «es­fuerzos admirables pensando en el bien común» (FT 187 y 175). La estima del valor del otro, en definitiva, de su dignidad, y el sabernos «familia humana» que com­parte solidariamente un bien común es lo que estimula la gratuidad (cf. FT93, 141 y 152).

Valores

Asimismo, los valores de la doctrina social de la Iglesia aparecen en Fratelli tutti también puestos en juego y en su dinamicidad, ofreciéndosenos por tanto pistas interesantes para su profundización. La verdad, aparece como valor social irrenunciable que hace posible el diálogo constructivo y el perdón, en contrapo­sición con el relativismo filosófico. La libertad ha sido un espejismo en muchos momentos de nuestra historia contemporánea y aparece aquí despojada de sus disfraces para, puesta al desnudo y reconducida a la fraternidad, recuperarla en cuanto valor social; de hecho, sin amor no hay libertad44. Ya alertaba san Juan Pablo II contra «un concepto de libertad que exalta de modo absoluto al individuo, y no lo dispone a la solidaridad, a la plena acogida y al servicio del otro», pues «manifiesta una visión de la libertad muy individualista, que acaba por ser la li­bertad de los “más fuertes” contra los débiles destinados a sucumbir»45. La ne­cesidad que la libertad y la igualdad tienen de la fraternidad para superar un ho­rizonte individualista-egoísta que deforma tales ideales es puesta de relieve por Francisco sin referencia alguna a la triada de la Revolución francesa, razonando a partir de la raíz natural y evangélica de los mismos (cf. FT103-105). La justicia ha de ser un norte permanente para el perfeccionamiento continuo de la socie­dad y es, para el papa, inseparable de la verdad y de la misericordia. El amor es el valor central de esta encíclica, particularmente en su versión social y política, presentado por supuesto como principio, camino y meta de la fraternidad.

Una espiritualidad para la fraternidad universal.

El franciscanísimo de esta encíclica

Tarea pendiente

A diferencia de Laudato si’, que, aun siendo encíclica social, sí dedica unos números a apuntar una espiritualidad ecológica, Fratelli tutti carece de una parte dedicada a proponer una espiritualidad para la fraternidad universal. Siendo una encíclica social, no tiene por qué incluirla; además, de que toda la espiritualidad cristiana es por supuesto espiritualidad fraterna. De hecho, Francisco urge a atender «la dimensión fraterna de la espiritualidad» (n. 86). Será muy útil si no­sotros hacemos algún desarrollo en este sentido, profundizando y dotando de alimento espiritual al camino de esfuerzo y vivencia de esta fraternidad. Para el estudio y formulación de esta espiritualidad, el papa nos remite a la inspiración de dos testigos eminentes de fraternidad universal, concretamente a san Fran­cisco de Asís (1182-1226) y a san Carlos de Foucauld (1858-1916) (cf. FT 1-4 y 286-287), y nos ilumina con el texto de dos oraciones conclusivas, a Dios Crea­dor y Trino. A partir del ejemplo y las palabras de estos testigos y de estas ora­ciones, bien podemos hallar y proponer una espiritualidad para la fraternidad universal.

Franciscanismo poco afinado

La inspiración de esta encíclica en san Francisco de Asís es expresa. Sus con­tenidos encuentran en él un referente sólido de espiritualidad en que fundarse y alimentarse. San Francisco no es un santo cualquiera; sino que representa un parteaguas en la historia de la espiritualidad cristiana de Occidente. Precisamente cuando, después de siglos de una continua superación exitosa de problemas, en pleno pontificado de Inocencio III (1198-1216), la Iglesia aparecía a los ojos humanos más sólida, san Francisco recibía del Crucifijo de san Damián la profética llamada a repararla, pues a los ojos del Señor amenazaría ruina (1206). El carisma franciscano propuso entonces vivir un Evangelio sin glosa, en humildad, pobreza, simplicidad. Efectivamente los decenios sucesivos a la muerte del santo mostrarán pronto la inconsistencia interna de aquella poderosa Iglesia, pues, al declinar del mismo siglo XIII, se sorprenderá a sí misma inmersa en una pro­funda crisis, del todo ya evidente en el siglo XIV. En respuesta, se generalizará entre los católicos durante el siglo XV un ansia de reforma, que, avivada por un sucesivo cúmulo de fracasos, se prolongará creciente hasta nuestros días. Al es­coger su nombre, el Santo Padre identificó a san Francisco como santo de los pobres, de la paz y de la custodia de la creación46; pero podemos añadir, a la luz de la historia, que el nombre asumido por el papa expresa también en cierta forma el deseo vivo de la comunidad católica de una conversión profunda a lo más esencial del Evangelio para alcanzar una verdadera reforma eclesial.

Está fuera de dudas que el santo de Asís es modelo excelente de fraternidad universal. Una lectura de la encíclica desde la espiritualidad franciscana permitiría ahondar en la dimensión santificadora de las directrices sociales del pontífice. Por ejemplo, la llamada Carta a los fieles de san Francisco (en su segunda redac­ción), que está dirigida también a todos los habitantes del mundo47, representa una joya del amor apostólico fraterno y universal que lo animaba y «ha de ser valorada como la “carta magna” de la predicación universal del “hermano siervo de todos”»48; su experiencia con los leprosos fue decisiva en su biografía para abrazar a la humanidad desde los últimos, desde los excluidos49; el legendario episodio del lobo de Gubbio evoca la conciencia que tenían quienes conocieron al santo de su capacidad para vencer el mal con el bien, la amenaza del mal social con el compromiso por el bien común como bien de todos sin exclusión, y sem­brar paz50, y, por último, la referencia al perdón introducida en el Cántico de las criaturas sella la potencia reparadora, constructiva, pacificadora del perdón en su espiritualidad.

La encíclica curiosamente no menciona ninguno de estos cuatro hitos51; pero quiere invitarnos a recoger la herencia espiritual de san Francisco, tomando su título con discutible acierto de un vocativo de sus admoniciones —«omnes fratres»-traducido al italiano52 y reinterpretado en una clave universalista que, si bien es acorde con la espiritualidad del santo, no lo es con la fuente de la que se toma, ya que esas admoniciones fueron dirigidas específicamente a sus frailes53. El tí­tulo de la encíclica procede por tanto de los escritos de este santo, de su Admo­nición VI, 1: «sittendamus, omnes fratres, bonum pastorem, qui pro ovibus suis salvandis crucis sustinuitpassionem»54; en español: “Miremos con atención, hermanos todos, al buen pastor, que para salvar a sus ovejas sostuvo la pasión de la cruz”55. El omnes fratres de la frase original se refiere a todos aquellos que se consideran her­manos del santo en su vocación religiosa, y resulta forzado interpretarlo como una expresión de fraternidad universal: no pretende indicar que todos seamos hermanos, sino que todos aquellos que son hermanos, que se consideran herma­nos, hagan tal cosa56.

Sí recuerda esta encíclica el encuentro del santo de Asís con el sultán de Egipto Malek al-Kamel en 1219 en Damieta, dentro del contexto de la quinta cruzada. Un episodio que aquí se interpreta como ejemplo de puesta en práctica del consejo franciscano de la mansedumbre, de sometimiento sin entablar dis­cusiones, con que habrían de comportarse los frailes entre los infieles, conforme a la indicación del capítulo 16 de la Regla no bulada51. Poco sabemos del contenido de la conversación que mantuvieron el santo y el sultán; a la luz de lo que narran su biógrafo Tomás de Celano y san Buenaventura, parece que san Francisco iba con intención de proponerle la paz y de predicarle la fe cristiana. Ya antes de ir a Egipto, había intentado sin éxito ir a Siria y a Marruecos para predicar la fe a los musulmanes.

En definitiva, estudiar a fondo la fraternidad universal en la espiritualidad franciscana sería algo muy enriquecedor de cara a dotar de alma y sentido pro­fundo la llamada a una amistad social sin fronteras.

Otras fuentes

En este mismo sentido, sería también muy iluminadora una lectura de la en­cíclica desde la espiritualidad de san Carlos de Foucauld58, como el mismo papa concluye invitándonos a hacer. Mucho más cercano a nosotros en el tiempo, él supo reconocerse hermano universal de todos y vivir y morir llevando una vida eremítica en el desierto argelino para colocarse caritativa y fraternalmente como fermento de paz y comunión junto a los últimos, en el último lugar de este mundo. Supo unir contemplación y disponibilidad para ver a todos como her­manos y servirlos con amor desde lo cotidiano. Su espiritualidad tiene un claro paralelismo con la del santo de Asís, si bien su inspiración está en la vida oculta de Jesús en Nazaret y sus fuentes son, sobre todo, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san Juan Crisóstomo y los Padres del desierto.

Por último, no olvidemos que el papa ha encontrado también motivación en algunos no católicos e incluso no cristianos, como el bautista Martin Luther King, el anglicano Desmond Tutu, el hinduista Mahatma Mohandas Gandhi «y muchos más» (FT186). Sería interesante estudiar de qué manera el testimonio o el pensamiento de estas personas pueden alentar una espiritualidad cristiana de la fraternidad universal.

Construirlo global y lo local desde el valor de la persona.

Por un mundo fraterno

Punto de partida

Hacer del mundo un hogar digno para los hijos de Dios es sin duda un modo preciso de indicar el fin de la doctrina social de la Iglesia. La evangelización de la sociedad consiste precisamente en informar con el Evangelio todas las rela­ciones sociales. La fe, esperanza y caridad impulsan al cristiano a ello. En esta línea, Francisco presenta en Fratelli tutti una idea fundamental y una serie de te­mas que podemos considerar nucleares en torno a esta idea. Todos estos temas -de los que yo mencionaré solo nueve— pueden ser estudiados y analizados a partir de las exhortaciones que hace la encíclica.

 

Peligro del individualismo egoísta

Desde la refutación con el breve Quod aliquantum (10 de marzo de 1791) de los fundamentos individualistas voluntaristas de la Revolución francesa, que en última instancia renegaban de la sociabilidad natural del ser humano59, el magis­terio pontificio ha venido insistiendo en la confutación del individualismo filo­sófico, en cuanto que este interpreta la sociedad como una construcción artificial de las voluntades personales sin reconocerla como derivada necesariamente de la naturaleza del hombre y del que, además, proceden los colectivismos, y en la impugnación del consecuente individualismo moral egoísta60. «El individua­lismo, llevado a sus extremas consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana», afirmaría san Juan Pablo II61. Y el Concilio Vati­cano II pidió superar la ética individualista62. A este respecto, la continuidad de fondo del magisterio de Francisco respecto de sus predecesores es manifiesta.

 

Idea principal de la encíclica

La idea principal de la encíclica Fratelli tutti es que, siendo consecuentes con la verdad de que todos somos hermanos, debemos cultivar una amistad social que tienda a alcanzar a todos, comenzando por atender las necesidades del más excluido de nuestro entorno para progresivamente extenderse lo más posible. A la real fraternidad universal, se debe responder con el cultivo de la amistad social como preocupación por todos, empezando por quien descubro más necesitado cerca de mí. Es decir, la igual dignidad de cada persona humana nos impele a comprometernos con el bien común, el cual, puesto que integra a todos, se cons­truye precisamente desde el más pobre, débil o excluido. Se trata de sacar las consecuencias en la situación actual de que, como viene enseñando el magisterio de los últimos papas, «no puede tener bases sólidas, una sociedad que —mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz— se contradice radicalmente aceptando y tolerando las más variadas formas de menosprecio y violación de la vida humana, sobre todo si es débil y marginada»63. Fray Enzo Fortunato, glosará así el significado de esta tercera encíclica del papa actual: «Paz, respeto de la creación, hermandad que se hace solidaridad con los más pobres, para que ninguno quede rezagado, para que ninguno se quede solo»64. Se trata de vivir el amor social desde la preocupación por la persona pobre o excluida en con­creto, porque, como escribió Rafael Gómez, «la insistencia en el “uno” contri­buye a que nadie sea “ninguno”»65.

Para el papa Francisco, la fraternidad es universal y se piensa desde una uni­versalidad que sabe dar la primacía al bien común universal para abrazar real­mente a todos, mientras que la amistad social ha de partir de lo más cercano, concreto y local hasta abrazar la universalidad de la entera familia humana: así, «la fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales» (FT142, subrayado mío). Afirma Massimo Faggioli que «Francisco expone una visión típicamente católica del mundo, abierta a lo internacional, lo global, lo universal. Al mismo tiempo, deja claro que el catoli­cismo es siempre concreto, no una superficial abstracción»66. De aquí, que Fratelli tutti aborde toda la problemática social del mundo de nuestro tiempo desde la búsqueda de soluciones para armonizar el interés por la globalidad con la preo­cupación por lo local desde el primado de la persona humana. Si bien esto apa­rece más explícitamente abordado en el capítulo cuarto (verdaderamente cen­tral), es línea conductora de la entera encíclica. La dialéctica entre lo universal y lo particular, lo lejano y lo cercano, lo global y lo local, requiere en nuestra época de visiones clarividentes, a un tiempo amplias y perspicaces, que sean capaces de armonizarla. En nuestros días, se hace recurso con cierta frecuencia al término globalización, invitando a pensar globalmente y actuar localmente; lo cual no me parece solución para una correcta integración de lo global y lo local, pues en realidad hay que pensar y actuar de ambas maneras. De cualquier forma, esto manifiesta la necesidad que tenemos de lograr una armonía todavía pendiente. La persona humana debe colocarse en el centro de toda realidad social, sea local, nacional o internacional. Por esto, la parábola del buen samaritano sobre quién es el prójimo resulta altamente significativa para nuestro tiempo. Hoy no podemos re­nunciar a pensar globalmente y al mismo tiempo localmente para construir un mundo justo, fraterno, digno del hombre.

Unos temas centrales para el estudio. Primer círculo temático

De aquí se desprenden una serie de temas centrales en la encíclica, cuyo de­nominador común es precisamente la búsqueda de una relación armónica entre lo universal y lo particular, lo global y lo local. Algunos de estos temas, conceptos o categorías nucleares en este documento son:

  • Fraternidad universal

– Amistad social

– Caridad política. Por una nueva y mejor política

– Mundo

-Pueblo

– Exclusión e integración social

– Globalización y localismo

– Diálogo intercultural Individualismo egoísta

 

Convendría abordar el estudio de estos temas desde análisis de campos se­mánticos, que permitan entender los variados usos que pueda hacer la encíclica de estas categorías, las diversas acepciones de estos conceptos, para así esclarecer la propuesta social pontificia en favor de la armonía entre lo global y lo local.

El “mundo “en FRATELLI TUTTI. A modo de ejemplo

El concepto de mundo me ha interesado especialmente en este sentido.

Enlazando con su anterior encíclica, el Santo Padre Francisco, en Fratelli tutti, repara en que «necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común», en una familia humana que comparte casa: el planeta, «el mundo que nos rodea y contiene» (FT 17). Si en Laudato si’ atendió a la casa común, ahora se trata de atender a los habitantes de ella, generando ese “nosotros” desde el reconocimiento de nuestra fraternidad y mediante el cultivo de la amistad social. Solo si una familia lo habita, el mundo será un hogar. Esta tarea nos exige abrir­nos al mundo, entendido como abrirnos con amor «al vecino», al prójimo, «en una familia de naciones» en pro de «una sana integración universal» (FT 151). Este es pues el ideal de mundo que presenta el pontífice: «un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas» (FT 155).

Frente a este ideal de mundo integrado como familia de naciones o pueblos, la encíclica nos pone en guardia frente a dos falsos ideales de integración mun­dial, dos tentaciones a superar. Una es la de uniformizar el mundo, que impulsa a unir a las personas bajo los intereses particulares de algunos (pocos o muchos), masificándolas sin respetar sus distinciones culturales e identitarias específicas, o sea, despersonalizándolas; lo cual lleva a imponer un modelo cultural único y a convertir el mundo en una especie de gran mercado de consumidores del estilo de vida que impone quien más puede, en un mundo monocromático (cf. FT 12, 148 y 105). Otra es la de encerrarse en un propio mundo, como si no existiera lo que se deja fuera de él, fragmentando en realidad el mundo en muchos submundos autorreferenciales e incomunicados; al no saber integrar lo diferente, simple­mente se prescinde de ello; el mundo se llena así de muros que lo dividen en submundos cerrados, queda fragmentado en incontables mundillos amurallados (cf. FT 27, 146, 104 y 89). Estos dos falsos ideales nacen de la renuncia a la auténtica integración que necesitamos y conducen solo hacia espejismos frus­trantes.

El papa nos conduce al Génesis para recordarnos que las personas humanas estamos llamadas a vivir en relación, a cuidarnos unas a otras, que somos todos hermanos, por lo que la indiferencia hacia el prójimo es injustificable dentro del plan de Dios (cf. FT57: Gen 4, 9). Nacidos con la misma dignidad —porque «Dios ama a cada ser humano con un amor infinito» que «le confiere una dignidad infinita» (FT 85)—, compartimos un único mundo que existe para todos nosotros, que nos pertenece a todos por igual y que debe ofrecernos a todos sin excepción las oportunidades para nuestro desarrollo personal integral (cf. FT118), dado el destino universal de los bienes creados (cf. FT 119-120). Este es el fundamento firme, de base teológica y antropológica, que nos capacita para pensamos «como familia humana» (FT 141) y nos permite aspirar y trabajar sin desánimo por el ideal de un mundo integrado como familia universal de naciones”67 o pueblos, convirtiéndonos en buenos samaritanos (cf. FT85).

Desde este fundamento en el plan de Dios para el hombre, Francisco nos invita a recorrer un camino hacia la construcción de la auténtica familia humana. En el contenido de la encíclica, distingo yo siete pasos o escalones ascendentes en este camino, que es todo él un camino de amor fraterno. El primero es el reconocimiento de la dignidad o valor de cada persona, pues este es el principio elemental de la vida social, la base necesaria para sostener la amistad social, la gratuidad hacia los últimos, la apertura del corazón a un horizonte universal (cf. FT 106,125, 141 y 142). Este reconocimiento de la igual dignidad de todos nos impulsa a dar el paso de la reparación[8] de la dignidad en las personas donde la encontramos más dañada, pues debemos hacernos cargo valiente y generosa­mente de la realidad sufriente de nuestros hermanos que desdice de su dignidad, debemos reparar el mal y sus consecuencias con nuestra solidaridad sufriente para reconciliar a las personas con Dios y entre sí. Esto nos exige vencer el miedo a nosotros mismos y a los demás que tantas veces nos paraliza, para comenzar a sanar desde abajo y de uno en uno, desde el último rincón del propio entorno, desde las concretas periferias existenciales, desde la persona más excluida, y de uno en uno porque «nadie, ningún individuo, ha de quedar “fuera”, “margi­nado”»[9], ampliando siempre más el propio círculo hasta alcanzar el mundo en­tero en esta reconciliación reparadora (cf. FT 78, 97 y 193). El tercer paso es precisamente, bajo este dinamismo, el avance de nuestro amor en círculos cada vez más amplios, pues el verdadero amor es siempre cosa de tres o más, porque es fecundo, difusivo, y no se queda contenido en una relación hermética entre solo dos, ni enfrascado dentro de grupos autorreferenciales (cf. FT89). Se trata de un dinamismo progresivo que nos mueve a salir cada vez más de nosotros mismos, a modo de círculos concéntricos, para llegar a acoger a todos. Por este camino de ampliación tendencialmente universal del amor, se alcanza la gratui­dad, que es nuestro cuarto escalón, es decir, ese desinterés en la donación que es propio de la fraternidad[10] y que caracteriza las relaciones verdaderamente abier­tas, en contraste con el individualismo interesado o egoísta que todo lo más al­canza a generar relaciones de socios que coinciden en un mismo interés, pero no de hermanos (cf. FT 104). La gratuidad permite encontrarse de verdad con el otro, en lo que es un quinto paso, porque conduce a aproximarse a él con autén­tico pleno respeto de su persona, a acogerlo como es y a entablar un diálogo sincero, paciente, enriquecedor y constructivo, en el que se comunican recípro­camente tantas riquezas personales y culturales (cf. FT 134, 198 y 199). El res­peto y el diálogo dan paso, por tanto, en sexto lugar, al desarrollo y progreso en humanidad de las culturas. El diálogo intercultural mejora todas las culturas, en­riqueciendo la identidad de sus miembros; siendo la cultura el producto del desa­rrollo del hombre en su humanidad y estando siempre abierta a la verdad de la realidad (contrariamente al inmovilismo de las ideologías)71, compartir cultura es el mejor modo de crecer juntos (cf. .FT 148). Desde la cultura accedemos en este camino de amor al séptimo escalón, que es el trabajo. Si la cultura es fruto del trabajo del hombre, también es el espacio que posibilita que el trabajo de cada uno sin exclusión fructifique de manera conforme a la dignidad de la persona, pues resulta acogido por ella y a través de ella produce bien compartido por la comunidad para enriquecimiento de todos. Así, todos contribuyen con su donación personal a la edificación de la familia humana. El trabajo dignifica la exis­tencia, en cuanto que hace que la persona exprese su amor en obras, aporte sus capacidades y su esfuerzo al servicio de los demás; es en definitiva lo verdadera­mente popular (cf. FT 162). Por este camino ascendente, el plan de Dios sobre el ser humano en el mundo encontrará realización en un mundo fraterno inte­grado, en el que la universalidad no diluye las legítimas particularidades (cf. FT 151), que será obra de Dios y de cada persona para Dios y para todas las perso­nas.

Hemos dicho que se trata de un camino de amor. ¿Qué tipo de caridad es ese amor social que es energía para tal camino? La fuente y el motor del camino es la caridad social y política, un amor que se expresa en las relaciones cercanas y en las macro-relaciones de las que hablaba Benedicto XVI72 y que se traduce en la vivencia de la doctrina social de la Iglesia para construir un mundo mejor (Cf. FT 181). Francisco lo califica como un «amor efectivo» (FT 183-185, cf. 195), usando así un adjetivo en mi opinión de lo más acertado para respetar la primacía de la gracia divina sin dejar de llamar al compromiso libre del hombre, evitando los adjetivos “eficaz” y “eficiente”, los cuales pudieran no expresar tan bien el resultado de la operatividad de la caridad por su proximidad semántica al eficientismo meramente humano, respectivamente voluntarista y mundano. La caridad social busca tener un efecto de real mejora del mundo, de real mejora de la vida de los demás, de la vida del hermano, dejando con confianza en Dios el resul­tado, pues Él es el garante de que ningún acto de verdadero amor quede infe­cundo, se pierda. Por esto, se trata de un amor verdadero, que, lejos de todo buenismo subjetivo, comienza por buscar la verdad de las cosas, de las situacio­nes, para imprimir su efecto en la realidad, dialogando con las ciencias y reconduciéndolas al servicio del bien de la humanidad. De esta forma, se hace también amor resolutivo. Este amor efectivo es fecundo en lo sobrenatural y natural, pero no necesariamente exitoso desde el punto de vista meramente humano.

¿Qué papel tiene la Iglesia en este ideal y proyecto de mundo fraterno? El rol de la Iglesia en la esfera pública no se limita a actividades asistenciales y educati­vas, sino que se extiende a la promoción de la persona humana y de la fraternidad universal. Es católica porque todo lo humano le incumbe. La Iglesia, con el Evangelio, ha de ser, sobre todo, bajo inspiración de la figura de la Virgen María, lugar de esperanza y de reconciliación (cf. FT 276). Debe ser hogar de puertas abiertas para sostener la esperanza y tender puentes que permitan la reconcilia­ción. El mundo de hoy tiene una apremiante y sangrante necesidad de esperanza y reconciliación. En el seno maternal de la Iglesia, se ha de gestar el germen del mundo nuevo de justicia y paz, donde todos seamos hermanos y haya lugar para cada una de las personas que hoy son descartadas; se ha de gestar, en definitiva, la nueva humanidad (cf. FT278).

Estas reflexiones nos conducirían a ahondar sobre el significado del facere y el agere en la perspectiva del Reino de Dios, sabiendo que evangelizar es justamente «hacer presente en el mundo el Reino de Dios»73, y en el concepto de Reino como familia de los hijos de Dios, cuyo germen y principio es la Iglesia74.

Iluminando el presente bajo los signos de los tiempos.

Temas secundarios de la encíclica en la situación actual

El sueño de fraternidad de Francisco es una propuesta de fraternidad que, ante la gran y grave desigualdad mundial, necesita del compromiso reconciliador de los cristianos, lejos de todo buenismo conformista. En consecuencia, Fratelli Мй comprende un abanico temático amplísimo, adquiriendo cierto aire de agenda social sin llegar a serlo propiamente, pues sus contenidos están lejos de constituir un programa, siendo más bien una serie de diversas propuestas incompletas para propiciar la reflexión y el compromiso.

Ya desde el primer capítulo, en su mirada a la actualidad de la fraternidad en el mundo, presenta múltiples problemáticas que ameritan, sin duda, estudios de­tenidos y profundos. Asimismo, en los demás capítulos, retoma esos problemas y presenta otros temas importantes para iluminar su solución y hacer crecer y fructificar el amor fraterno en un mundo al mismo tiempo global y local. Todos estos temas, si bien son secundarios en la encíclica, en cuanto dependientes del principal, que es la contribución al bien común universal mediante el compro­miso por integrar al más desfavorecido del propio entorno, tienen una relevancia enorme en nuestro tiempo en cuanto medios u obstáculos para vivir la fraterni­dad entre todos. En efecto, a partir de los principios básicos teológicos y antro­pológicos sobre los que descansa la encíclica, es posible iluminar sus propuestas para orientar nuestro actuar cristiano en el mundo de hoy.

Cualquiera de estos temas encuentra en la encíclica perspectivas interesantes para su estudio crítico. Se podrá no estar de acuerdo con lo afirmado por Fran­cisco respecto de ellos en algunos casos, en cuanto pueda ser una opinión per­sonal; pero esto mismo puede ser un estímulo ulterior para profundizar en el análisis y la reflexión. Convendrá abordar estos temas en su actualidad, si bien con una siempre necesaria perspectiva histórica, y con el auxilio de una o mejor varias ciencias de forma interdisciplinar, comenzando por clarificar los concep­tos en cuestión.

Otros temas para análisis. Segundo círculo temático

Sin pretender ser exhaustivo, sino solo a modo de ejemplo e invitación, se­ñalo como temas posibles los siguientes:

  • Las migraciones y los migrantes: Tema que el papa reconoce como complejo y que invita a abordar en su complejidad y con humanidad, sobre todo en el capítulo cuarto y primero.
  • La guerra y el armamento: Con perspectivas originales sobre la actualidad del triste fenómeno de la guerra, el papa reafirma su condena de una manera bastante absoluta, al negar la validez actual de la aplicación, si no es que también de la conceptualización, de las condiciones para justificar moral-mente una guerra (cf. FT258). Parece que convendría un replanteamiento y estudio a fondo de este tema a la luz del magisterio y su evolución.
  • La pena de muerte: El papa es contundente en condenarla sin excepciones, como <<inadmisible>> (FT263), con atención a la postura de la Iglesia ante ella a lo largo de la historia. El tema es por tanto importante de aclarar en pro­fundidad, sabiendo leer el magisterio contextualizado en su evolución histó­rica.
  • El perdón: Hay aquí, en el capítulo séptimo, pinceladas novedosas sobre este tema tan humano y cristiano. Vale la pena observarlas e integrarlas con las enseñanzas precedentes del magisterio, la teología, la filosofía y la experien­cia.
  • La paz: Es un tema nuclear de la doctrina social de la Iglesia que esta encíclica retoma en sus capítulos séptimo y octavo.
  • La libertad religiosa: De vital importancia y actualidad, resulta un tema im­prescindible para la humanización de la vida social en un contexto interna­cional e interreligioso (cf. JFT130, 274 y 279).
  • Religión y vida pública: No parece que baste garantizar la libertad religiosa para asegurar a la religión el espacio público que le corresponde ocupar de cara a la mejora de las sociedades y del mundo. El capítulo octavo profundiza en esto, con atención al rol de la religión en la promoción de la paz.
  • La actualidad del libre mercado: La economía de mercado es un tema sobre el que vuelve repetidamente el actual pontífice y es importante comprender bien 5. Un estudio del mercado, las finanzas y el sistema económico mundial en todo el magisterio de Francisco, enraizándolo en el de sus predecesores, bajo la crítica de las ciencias económicas y a la luz de la historia, sería muy iluminador. Habría que atender a los capítulos primero, tercero y quinto.
  • Los nacionalismos: En línea con el magisterio de san Juan Pablo II, el nacio­nalismo al que aquí nos referimos es negativo, autorreferencial, excluyente y fragmentador del mundo.
  • El populismo y los populismos: El populismo es una categoría muy presente en la actualidad política, pero no exenta de ambigüedades. Esta es la primera encíclica que se detiene en ella, en el capítulo quinto.
  • El liberalismo: En su versión política. Concepto histórico polisémico que conviene comprender a la hora de observar y analizar el mundo actual. Apa­rece sobre todo en el capítulo quinto, pero también en otros encontramos contenidos relacionados.
  • La actividad política: Hoy existe una necesidad apremiante de nuevas cate­gorías políticas, de renovar el pensamiento político occidental, que básica­mente continúa desenvolviéndose bajo categorías decimonónicas. La se­gunda mitad del capítulo quinto urge y alienta a esta renovación con estímu­los prometedores. Se trata, por supuesto, de poner la política al servicio del bien común, pero para ello necesitamos gobernantes y políticos que se mue­van por amor político. Repensar la política desde el amor imperado por el bien común (cf. FT 186) no es una utopía, sino una necesidad. Me parece muy significativo quejóse Ramón Recuero enseñe que, para hacer justicia, la po­lítica necesite de la fuerza física, de la fuerza de la razón y de la fuerza del amor; solo con las tres sería posible la edificación de una comunidad política de personas libres e iguales76. Mientras que los autores abundan en el papel de la coacción y de la razón, dicen muy poco respecto al papel político del amor. Encuentro que Fratelli tutti nos ofrece por tanto pistas importantes para una hoy tan necesaria profundización en el rol de la amistad política en la edificación de una comunidad política digna del hombre.
  • La autoridad pública internacional: Hay que estudiar la posición de Francisco al respecto en el capítulo quinto a la luz del magisterio pontificio desde san Juan XXIII y de las necesidades actuales de custodia y promoción del bien común universal.
  • La comunicación y la amabilidad. El uso del lenguaje: Este tema resulta no­vedoso y estimulante en los capítulos primero y sexto de esta encíclica. Hoy abundan las palabras. Todos tenemos a la mano nuevos medios para expre­sarlas, como son las redes sociales y demás medios electrónicos. La calidad comunicativa en nuestras sociedades se confunde con la fuerza persuasiva que tiene al servicio del interés de quien oferta las palabras. Debe haber una ecología del lenguaje, como parte de la ecología cultural, que custodie su auténtica calidad de humanidad. La amabilidad en el lenguaje es un desafío para nuestra época. La fraternidad se traiciona o se construye también con palabras, orales o escritas. Todos somos constructores sociales con ellas. Una buena referencia para comprender mejor el valor de este tema la encon­tramos en el trabajo de Gabriel Galdón[11], que, aunque dirigido a periodistas contiene principios válidos para todo comunicador.
  • El relativismo filosófico y moral: La encíclica, en los capítulos sexto y sép­timo, vuelve a poner este tema en el lugar que le corresponde, presentándolo como obstáculo para el diálogo y la fraternidad. Es importante volver sobre él.
  • Los atentados contra la dignidad de las personas hoy: Son múltiples. La en­cíclica denuncia muchos de ellos. Algunos solo los menciona, sin ahondar en ellos, pues han sido tratados en otras ocasiones. Nada obsta para que nosotros profundicemos en el conocimiento y denuncia de los actuales aten­tados a la dignidad humana cuanto consideremos conveniente.
  • Las actuales pobrezas: Las pobrezas son de muchos tipos. Hay que purificar la visión para descubrirlas. El papa identifica en nuestra época muchas veces la pobreza con la exclusión. Las formas de exclusión y sus consecuencias han de ser reveladas, denunciadas y sobre todo solucionadas.
  • El liderazgo popular: Es un tema muy de Francisco y encierra una novedad en el modo de abordar el tema del liderazgo, que en los últimos decenios está siendo repensado. Aquí aparece tratado en los nn. 52, 159, 161, 169 y 284. Hay que completar estas referencias con las de la exhortación Christus vivit (nn. 230, 231 y 245) y con las de los discursos a los movimientos popu­lares y otros.

Para un examen de conciencia personal y comunitario.

Algunas intuiciones, más materia para discernir

Dijimos que Fratelli tutti es una encíclica profética. No cabe duda de que, con muchas expresiones, el pontífice nos interpela y provoca, llamándonos a un exa­men de conciencia que dé su justo valor a esas afirmaciones en la propia vida. Francisco se permite expresarnos algunas intuiciones suyas o de autores anteriores que hace suyas, que ameritan de un discernimiento racional, moral e incluso es­piritual por parte nuestra para sacarles provecho.

Será precioso para tal discernimiento, un estudio que, mediante una correcta traducción y aplicación, las dimensione y contextualice, explique su sentido y haga ver la verdad que encierran o la verdad a la que apuntan. En este estudio, será probablemente necesario recurrir a otras variadas fuentes de la sabiduría cristiana de todos los tiempos, por más que requieran una adecuada contextualización histórica en nuestro presente.

Intuiciones. Tercer círculo temático

Intuiciones de Fratelli tutti que encierran una cierta carga provocativa o ex­hortativa y, a mi juicio, valdría la pena analizar son, por ejemplo:

  • «[…] podríamos decir que, en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido» (FT 70).
  • «La paradoja es que a veces, quienes dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes» (FT 74).
  • «A veces me asombra que, con semejantes motivaciones, a la Iglesia le haya llevado tanto tiempo condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia» (FT 86).
  • «Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia» (FT 97).
  • «Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevale­cer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la exis­tencia» (FT 12).

– «Reaparece “la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas. Y cualquiera que levante un muro, quien cons­truya un muro, terminará siendo un esclavo dentro de los muros que ha construido, sin horizontes. Porque le falta esta alteridad”» (FT 27).

-«[…] la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales» (FT 12). «[…] rehabilitar una sana política que no esté so­metida al dictado de las finanzas» (FT 168).

«Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exa­cerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de mar­keting que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación» (FT 15).

-«Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites» (FT 18).

-«Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que “nacen nuevas pobrezas”[Caritas in veritate 22]. […] La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto» (FT21).

-«[…] la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones» (FT23).

«La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual. […] El funcionamiento de muchas plata­formas a menudo acaba por favorecer el encuentro entre personas que pien­san del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre las diferencias. Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias fal­sas, fomentando prejuicios y odios» (FT 44-45).

  • «La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por internet, ni es una sumatoria de información cuya veracidad no está asegurada» (FT 50).
  • «Destrozar la autoestima de alguien es una manera fácil de dominarlo» (FT 52).
  • «[…] “el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor digni­dad”» (FT 106; EG190).
  • «Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mer­cado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una ex­presión romántica más» (FT109).
  • «Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos» (FT 118).
  • «Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha sido advertida: “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno”[Centesimus Annus 31]» (FT120).
  • «[…] si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando» (FT119).
  • «Solo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro» (FT 141).
  • «La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana» (FT 141).
  • «Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores» (FT 141).
  • «El amor al prójimo es realista y no desperdicia nada que sea necesario para una transformación de la historia que beneficie a los últimos. De otro modo, a veces se tienen ideologías de izquierda o pensamientos sociales, junto con hábitos individualistas y procedimientos ineficaces que sólo llegan a unos pocos» (FT 165)[12].
  • «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. […]. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social» (FT 168).
  • Superar «una política hacia los pobres pero nunca con los pobres» (FT 169).
  • «Es más, parece que las verdaderas estrategias que se desarrollaron poste­riormente [a la crisis financiera de 2007-2008] en el mundo se orientaron a más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre encuentran la manera de salir indemnes» (FT 170).
  • «El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos dere­chos, y —a la vez— grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder» (FT171).
  • «El siglo XXI “es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de carac­terísticas transnacionales, tiende a predominar sobre la política”» (FT 172).
  • «[…] es necesaria una reforma “tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones”» (FT173).
  • «Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política» (FT 178).

Invitación

No cabe duda de que Fratelli tutti abre muchas cuestiones, estimula a su aná­lisis, favorece el diálogo y reclama propuestas inteligentes de solución a los prin­cipales desafíos de nuestra convivencia en el mundo actual. Estamos en un cam­bio de época y debemos contribuir con propuestas humanizadoras inspiradas en el Evangelio. La dimensión práctica de la Doctrina Social de la Iglesia aparece subrayada en este documento pontificio con pocas pretensiones doctrinales y muchas de cambio de actitudes y comportamientos. Estoy seguro de que afron­tar los desafíos contemporáneos desde el pensamiento social cristiano y con los estímulos que nos ofrece este documento permitirá una renovación tanto de nuestras categorías sociales y políticas como de nuestras maneras de convivir.

 

NOTAS

 1 Antonio Spadaro, sj, «Prólogo: ¿Un diccionario de Francisco?», en Francese Torralba, Diccionario Bergoglio. Las palabras clave de un pontificado, San Pablo, Madrid 2019, (pp. 7-11), p. 8.

 2 Evidentemente Francisco, en Fratelli tutti, no ha querido recurrir al lenguaje teológico; aunque haya una teología subyacente en la encíclica, que Bruno Forte identifica como la teología del pueblo argentina: Bruno Forte, «Fratelli tutti: la tercera encíclica del papa Francisco», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), Amistad social: Claves de lectura de Fratelli tutti, Sal Terrae, Maliaño 2021, (pp. 35-51), p. 49.

 3   Antonio Spadaro, sj, op. cit., p. 11.

 4   Julio Herranz, Javier Garrido, José Antonio Guerra (eds.), Francisco y Clara de Asís. Escritos, Edi­ciones Franciscanas Arantzazu, Oñati 22019, pp. 30-31.

5  Dificultad apuntada también por Bruno Forte, op. cit., p. 45.

6 Luis González-Carvajal Santabárbara, «Dos conceptos centrales en la encíclica: fraternidad uni­versal y amistad social», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. «’/., (pp. 70-91), p. 90.

7 Antonio Spadaro, sj, op. dt., p. 9.

8 Antonio Spadaro, sj, op. cit., p. 9.

9 Annette Schavan, «Atreverse a más comunidad internacional. Comentario a Fratelli tutti desde la perspectiva política», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. cit., (pp. 223-232), pp. 230-231.

10 Bartolomé Sorge, Introducción a la doctrina social de la Iglesia, Sal Terrae, Camargo 2017 [eBook]. Véase, además: Marcelo Sánchez Sorondo, Globalizacióny solidaridad, (Extra Series 15), Pontificia Aca­demia de las Ciencias, Ciudad del Vaticano 2002, p. 40: «La caridad sigue siendo un surplus, un recurso agregado, y este surplus de caridad, de compasión y de afecto respetuoso, puede darle a la globalización un alma más profundamente solidaria, colmada de profundas motivaciones, de audacia y de nuevo empuje».

11 Bartolomé Sorge, op. cit.

12 «Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones tienen sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural y se presentan bajo un triple aspecto: deber de solidaridad, en la ayuda que las naciones ricas deben aportar a los países en vías de desarrollo; deber de justicia social, enderezando las relaciones comerciales defectuosas entre los pueblos fuerte y débiles; deber de caridad universal, por la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan que dar y recibir   , sin que el progreso de los unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros. La cuestión es grave, ya que el porvenir de la civilización mundial depende de ello». No es diverso lo que afirma en sustancia Fratelli tutti.

13 «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la esterilización de los recursos y en su acapa­ramiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos».

14 Citado en Fratelli tutti 12 y 272.

15 Walter Kasper y George Augustin, «Prólogo», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. rít., (pp. 7-9), p. 8.

16 Walter Kasper, «Fratelli tutti: Introducción y encuadre», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. cit., (pp. 13-34), pp. 31, 26 y 34.

17 Son: Giacomo Canobbio, Giuseppina De Simone, Giovanni Grandi y Giuseppe Notarstefano (coords.), Costruire un mondo nuovo. In dialogo con l’enciclica “Fratelli tutti”, (Quaderni di dialoghi), Fonda­zione Apostolicam Actuositatem, 2021 (abril); Antoine Courban, Luciano Floridi, Roberto Repole y Rosanna Virgili, Il mosaico della fraternità. Pensieri sull’enciclica ‘Fratelli tutti”, Edizioni Qiqajon-Comunità di Bose, Turin 2021 (mayo); Maria Cristina Bartolomei y Rosanna Virgili (eds.), Discanto. Voci di donne sull’enciclica ‘Fratelli tutti”, Paoline, Milán 2021 (junio). Mas a finales de año, se añadieron: Corrado Caiano y Nicoletta Ulivi (coords.), Fratelli tutti. Davvero. Uomini e donne in dialogo con il cardinale Matteo Maria Zuppi, Effatà, Cantalupa (Turin) 2021; Michael Card. Czerny y Cristian Barone, Fraternità segno attempi. Il magistero sociale di papa Francesco, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2021; Lucio Romano, Vannino Chiti y Paolo Corsini (coords.), Un mondo aperto per una buona politica. Sulla Lettera enciclica Frateili tutti, Cantagalli, Siena noviembre de 2021.

18 Riccardo Cristiano y Rocco D’Ambrosio, “Siamo tutti della stessa carne”. Dialogo su ‘Fratelli tutti” tra un cattolico e un agnostico, Lit Edizioni (Castelvecchi), Roma diciembre de 2020. D’Ambrosio es sa­cerdote católico y Cristiano es periodista agnòstico.

19 Las guías de lectura de autores como, por ejemplo, Bruno Forte (al que se sumaron con breves comentarios Pietro Stefani, Massimo Giuliani, Massimo Campanini, Roberto Rusconi, Chiara Fru­goni, Fulvio De Giorgi, Salvatore Natoli, Mauro Ceruti, Pier Cesare Rivoltella y Arnoldo Mosca Mon­dadori), Alessandra Smerilli, Enzo Fortunato y Pietro Maranesi.

20 Lorenzo Infantino, El papa Francisco, la sociedad abierta y la doctrina social de la Iglesia. Fratelli tutti

21 Walter Kasper y George Augustin (eds.), Amistad sodai. Claves de lectura de Fratelli tutti, Sal Terrae, Maliaño 2021, 239 pp. Consta de cuatro partes, en las que se organizan los trabajos de trece autores de diversas nacionalidades: Introducción, Teología de la fraternidad universal, Orientaciones para la ética social y Diálogo global., 2021.

22 Francisco Javier Vitoria Cormenzana, Soñar despiertos la fraternidad en tiempos de incertidumbre, PPC, Boadilla del Monte 2021.

23 José Ramón Pascual García, Hermandad global. “Fratelli tutti”, un nuevo orden mundial desde la compasión samaritana, PPC, Boadilla del Monte 2021.

24  Herminio Otero (editor), Todos hermanos, La fraternidad y la amistad social. Texto completo de la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco con claves de lectura,propuestas para trabajar y guía para “aprojimarse”, PPC, 2021.

25 Consejo Episcopal Latinoamericano, Fratelli tutti. Meditaciones desde América Latina y El Caribe, CELAM, Bogotá diciembre de 2021; e Idem, Fratelli tutti. Reflexiones desde y para América Latina y El Caribe, CELAM, Bogotá diciembre 2021. Ambos con un trabajo sobre cada capítulo de la encíclica.

26 Cf:https://regnumchristi.es/los-jovenes-del-regnum-christi-espana-organizan-un-encuentro-para-hablar-de-fratelli-tutti/.

27 Francisco, Encíclica Lumen fidei (29 de junio de 2013), 54-55. (Subrayados en cursiva míos).

28 Bien pudo haberse citado LS 228 como referencia para la penúltima frase de ft2.

29No está de más recordar que toda paternidad en Dios remite a Cristo, el único en el que somos hijos de Dios. En este sentido, la correcta distinción entre una fraternidad en Adán (por razón de la creación) y otra fraternidad en Cristo (por razón del bautismo) y entre el orden natural y el sobrenatural no debe hacernos olvidar que también la fraternidad en Adán es fraternidad en Cristo en cuanto Jn1,3, siendo la fraternidad en el bautismo plenitud de aquella. El fundamento cristológico de la fraternidad universal ha sido recordado recientemente, a la luz de la encíclica, en Card. Raniero Cantalamessa, ofmcap, Homilía de Viernes Santo (Basílica Vaticana, 2 de abril de 2021).

30 Dios «ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos»: Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común (Abu Dabi, 4 febrero 2019).

31 San Juan Pablo II, Bula Incarnationis mysterium (29 de noviembre de 1998), 10.

32 Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate (29 de junio de 2009), 34.

33 Francisco, Lumen fidei 51.

  34  Enzo Fortunato, «Introduzione», en Papa Francesco, Fratelli tutti. Enáclica, Messaggero di Sant’Antonio, Padua 2020, (pp. 9-19), pp. 12-13.

  35  George Augustin, «Paternidad de Dios y filiación divina del ser humano», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. cit., (pp. 55-69), pp. 63-65.

36 Trabajos publicados en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. cit.: Walter Kasper, «Fratelli tutti: Introducción y encuadre» (pp. 13-34); Bruno Forte, «Fratelli tutti: la tercera encíclica del papa Francisco» (pp. 35-51); George Augustin, «Paternidad de Dios y filiación divina del ser humano» (pp. 55-69), y Luis González-Carvajal Santabárbara, «Dos conceptos centrale^ en la encíclica: fraternidad universal y amistad social» (pp. 70-91).

37 Segundo Tejado Muñoz, “Caritas” en Fratelli tutti: «En la Encíclica Fratelli tutti, cuando el papa Francisco insiste en el concepto de “caridad”, parte del aspecto más íntimo y profundo del amor, en el corazón de la Iglesia misma. […] La caridad es el corazón de la identidad de la Iglesia, y tiene la clave para el desarrollo humano integral», www.humandevelopment.va/content/dam/sviluppou-mano/special-fratelU-tutti/riflessioni/ESP-Caritas_in_Fratelli_tutti_MonsSegundoTejado.pdf.

38    Mátyás Szalay, Prerequisites for Social Friendship. Contemplation and Fundamental Attitude as Foundational Aspects of Political Community (enero de 2021): las intuiciones fundamentales de la Etica nicomaquea corroborarían que la fraternidad y la amistad son dos polos inseparables y necesarios para la vida social, como sostiene Francisco.

39 San Pablo VI, Encíclica Populorumprogressio (26 de marzo de 1967), 73.

40 Cf. Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Librería Editrice
Vaticana, 2004,171.

41  Cf ibidemm.

  42 Benedicto XVI, Caritas in veritate 34: «[…] hemos de precisar, por un lado, que la lógica del don no excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento y, por otro, que el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad». Cf. ibidem 36.

43 George Augustin, «El buen hacer en economía: una perspectiva cristiana», en Walter Kasper y George Augustin (eds.), op. di., (pp. 123-147), p. 139.

44 Cf. Juan José Pérez-Soba Diez del Corral, Vivir en Cristo, la fe que actúa por el amor. Manual de Moral fundamental, BAC, Madrid 2018.

45 San Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae (25 de marzo de 1995), 19.

46 Francisco, Discurso a los representantes de los medios de comunicación (16 de marzo de 2013): «Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación».

47 Cf. Fonti Francescane, 179. La recuerda, enfatizando su llamada a la conversión, Fray Pietro Ma­rañes!, ofm.Cap, en su «Posfazione» en Papa Francesco, Fratelli tutti. Enciclica, Messaggero di Sant An­tonio, Padua 2020, (pp. 209-219), p. 211. Comienza indicando sus destinatarios así: «Universis chris-tianis religiosis, clericis et laicis, masculis et feminis, omnibus qui habitant in universo mundo, frater Franciscus, eorum servus et subditus, obsequium cum reverenda, pacem veram de caelo et sinceram in Domino caritatem»: http://www.franciscanos.org/esfa/epfid2.html. Traducción española de la Carta a los fieles (segunda redacción) en Julio Herranz, Javier Garrido, José Antonio Guerra (eds.), ibidem, pp. 90-102: «A todos los cristianos, religiosos, clérigos y laicos, a todos los hombres y mujeres que habitan en el mundo entero (cf. Me 14, 9; Rom 1, 8), el hermano Francisco, su siervo y súbdito: mis respetos con reverencia, paz verdadera del cielo y caridad sincera en el Señor» (p. 90). Otra tra­ducción posible y más literal es: «A todos los cristianos religiosos, clérigos y laicos, hombres y mujeres, a todos los que habitan en el mundo entero, fray Francisco, su siervo y súbdito: sumisión con reve­rencia, paz verdadera del cielo y sincera caridad en el Señor»: https://www.vatican.va/spirit/docu-ments/spirit_20020120_lettera-francesco_sp.html. Una traducción italiana: «A tutti i cristiani reli­giosi, chierici e laici uomini e donne, a tutti gli abitanti del mondo intero, frate Francesco, loro servo e suddito, ossequio rispettoso, pace dal cielo e sincera carità nel Signore»: https://ofssabbion-cello.it/lettera-ai-fedeli-san-francesco/.

48 Julio Herranz, Javier Garrido, José Antonio Guerra (eds.), op. cit., p. 82.

49Cf. Testamento: Fonti Francescane, 110. Comentada en Pietro Maranesi, «Postazione» en op. cit., p.214. También, mencionada en Alessandra Smerilli, fma, «Guida alla lettura», en Francesco, Fratelli tutti. Enciclica sulla fraternità e l’amicizia sociale, San Paolo, 2020, (pp. 5-25), pp. 5-6.

50 Cf. Fonti Francescane, 1852. Recordado en Pietro Maranesi, «Posfazione» en op. cit., pp. 215-216. Interesante como glosa este episodio Fray Enzo Fortunato, ofm.Conv: el lobo «nos recuerda a las personas agresivas. Francisco logra entender su rabia: el animal asustaba a la gente porque no tenía
que comer. Así que le da alimento y se gana su confianza» (Enzo Fortunato, op. cit., p.18; traducción nuestra), y hará que en adelante él deje su violencia y los habitantes se comprometan a alimentarlo. Un mensaje semejante se encuentra en el episodio de la invitación a los ladrones una comida por parte de este samo también referido por Enzo Fortunato (cf. ibidem).

51   Las referencias genéricas a caminar cerca de los enfermos y a escuchar la voz del enfermo de Fratelli lutti 2 y 48 podrían evocar el encuentro con el leproso.

52 Las Admoniciones fueron escritas en latín, mientras que el Cántico de las criaturas lo fue en italiano.

53 En algunos ambientes feministas, probablemente influidos por la ideología de género, han la­mentado el “fratelli” masculino, considerándolo excluyente de las mujeres. A esto responde: Alessan­dra Smerilli, fma, op. cit, pp. 24-25.

54   San Francisco de Asís, Admoniciones, VI, 1 {Fonti Francescane, 155): http://www. franciscanos.org/esfa/omfra.html#adm. En italiano: «Guardiamo con attenzione, fratelli tutti, il buon pastore, :he per salvare le sue pecore sostenne la passione della croce» (traducido al italiano en Enzo Fortunato, op. cit., p.12).

55   «Miremos atentamente todos los hermanos al buen pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz (cf. Jn 10,11)», según la traducción de Julio Herranz, Javier Garrido y José Antonio Guerra (eds.), op. cit., p. 137.

56   No me convence la explicación del capuchino Niklaus Kuster, ‘Fratres omnes” – fratelli e sorelle tutti (artículo del 22 de septiembre de 2020), en  https://www.vaticannews.va/it/vaticano/news/2020-09/papa-francesco-enciclica-san-francesco-osservatore-romano.html. Sostiene que el vocativo “omnes fratres”, en la completa estructura de la composición final y completa del conjunto de las admoniciones, ampliaría su significado más allá de los destinarios primeros de la admonición, que eran los frailes, ya que serían unas exhortaciones de utilidad para todos, aduciendo como prueba que esta colección incluye la Admonición I, 14 con el vocativo “hijos de los hombres”; sin embargo, tal vocativo no es sino parte de la cita textual del Salmo 4, 3 dentro de un texto sobre la fe en la Eucaristía y de ninguna manera una indicación de los destinatarios de la colección de admoniciones. El mismo Kuster, en su intento de universalización del significado de este omnes franciscano, no lograría extenderlo más allá de los fieles cristianos.

57    Regla no bulada, Cap. XVI, 5-7: «Y los hermanos que van, pueden conducirse espiritualmente entre ellos de dos modos. Un modo consiste en que no entablen litigios ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios (/ Pe 2,13) y confiesen que son cristianos. El otro modo consiste en que, cuando vean que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios, para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Hijo, redentor y salvador, y para que se bauticen y hagan cristianos»: https://www.franciscanos.org/esfa/rnblr.html. Fratelli tutti cita solo el primer modo, pero parece que san Francisco en esta visita al sultán iba con
intención de usar el segundo.

58 Charles de Foucauld ha sido canonizado el 15 de mayo de 2022. Fue beatificado el 13 de noviembre de 2005.

59 Cf. Emilio Martínez Albesa, «Libertad religiosa y autoridad política a la luz de la encíclica Caritas in veritate de Benedicto XVI», en Rafael Rubio de Urquía y Juan J. Pérez-Soba (eds.), La Doctrina Social de ¡a Iglesia. Estudios a la luz de la encíclica Caritas in veritate, BAC-AEDOS, Madrid 2014 (pp. 1005-1111). Por ejemplo, preguntaba Pío VI en aquel breve: «¿quién no sabe que los hombres han sido creados no simplemente para vivir cada uno como individuo, sino para vivir también para utilidad y provecho de los demás?».

60     Entre otros muchos documentos, véanse los siguientes, los cuales sin utilizar algunos de ellos el término “individualismo” se refieren a la pretensión de construir la sociedad sobre intereses, desconociendo la naturaleza social del hombre: Dhiturnum illud, Ubi arcano Dei Consilio, Mit Brennender Sorge, Divini Redemptoris, Summi pontificatus, Mater et Magistra, Populorum progressio (la encíclica que comienza a utilizar el término «individualismo»), Laborem exercens, Familiaris consortio, Centesimus annus, Veritatis splendor, Evangelium vitae, Spe salvi, Caritas in veritate, Evangeliigaudium, Laudato si’y Fratelli tutti.

61  San Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor (6 de agosto de 1993), 32.

62  Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Gaudium et spes (7 de diciembre de 1965), 30.

63  Evangelium vitae 101 y Caritas in ventate 15.

64  Enzo Fortunato, op. cit., p. 11 (traducción nuestra).

65    Rafael Gómez Pérez, Enseñanzas de la caridad. El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo en el Nuevo Testamento y en la doctrina social de la Iglesia, Ideas y Libros Ediciones, Madrid 2020,
p. 250.

66 Massimo Faggioli, «La enciclica Fratelli tutti y la nueva època de los muros», en Walter Kasper George Augustin (eds.), op. cit., (pp. 203-222), p. 220.

67 Nación, aquí, en el sentido de comunidad histórica de personas que comparten un origen, una cultura y un proyecto en común; no en un sentido jurídico-político.

68 La reparación es una categoría cristiana fundamental que estamos llamados a redescubrir. No olvidemos que Jesús es el redentor, reconciliador, víctima expiatoria. El cristiano prolonga en el mundo su misión redentora y debe por tanto aportar su caridad sufriente para reparar y reconciliar.

69 Rafael Gómez Pérez, Enseñanzas de la caridad, p. 249.

70 Francisco, Encíclica Laudato si’ (24 de mayo de 2015), 228: «El amor fraterno sólo puede ser gratuito».

71 Para el concepto de cultura, es fundamental referirse a Gaudium et spes 53.

72 Cf. Caritas in veritate 642, citado aquí por Francisco: FT 181.

73 Francisco, Exhortación apostólica Evangeli gaudium (24 de noviembre de 2013), 176.

74 Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Lumen gentium (21 de noviembre de 1964), 5.

75 Cf. Jürgen B. Donges, La economía de mercado ¿en crisis por Covid-19?, Documentos a Debate 107, IDOE-Universidad de Alcalá, enero de 2021.

76 José Ramón Recuero Astray, Respuestas breves a inmensas cuestiones. Dios, el mundo y yo; mi libertad con ley moral; el poder político, las leyes y la justicia, Editorial Y, Madrid 2019, pp. 271-272.

77 Gabriel Galdón López, Infoética. El periodismo liberado de lo políticamente correcto, Ediciones CEU, Madrid 2019.