ALGO GRANDE

Guillermo Rovirosa

El pecado original nos ha metido a todos los hombres, desde Adán para acá, el afán de ser como dioses. A la vista del Universo infinito que nos rodea, también queremos hacer cosas grandes, enormes, ser como dioses.

Una oportuna Encuesta, sin embargo, nos hará ver fácilmente que Dios no ha hecho nada grande en la Creación, sino que se ha limitado a juntar entre sí elementos tan pequeños que se pierden de vista. Antes se consideraba que lo más pequeño era el átomo; ahora ya no nos atrevemos ni a vaticinar cuál pueda ser la forma más elemental de la Creación.

Así Dios construye el Universo Mundo: así surge la materia como una suma de elementos minúsculos. Lo mismo ocurre con los seres vivos, cuya vida empieza siempre en gérmenes tan minúsculos… que no se ven.

Nosotros, en cambio, quisiéramos construir algo tan grande empezando por lo grande; quisiéramos construir movimientos vitales que empezaran la vida descomunalmente. Y todo lo que podemos conseguir es pura escenografía.

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Hemos desechado la humildad, confundiéndola con la humillación. Todos, todos sin excepción nos hemos puesto de acuerdo en llamar gente humilde a la gente humillada; clases humildes a las clases humilladas.

Siendo ello así, ¿quién apreciará la humildad? ¿quién elevará la humillación al plano sobrenatural si la humillación es la manifestación más patente del anti-Mandamiento Nuevo de Cristo?

¿Quién admira hoy lo pequeño, como explicación de lo grande, ni quien valoriza la reunión de los pequeños como composición de lo grande?

Únicamente Cristo, que siendo Dios se hizo el más pequeño de los hijos de los hombres, nos enseña permanentemente la lección de valorizar lo pequeño. Los pequeños amándose entre sí (y nosotros) formularán lo más grande de la Obra Creadora de Dios: el Cuerpo Místico de Cristo.

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Aspiramos muchos a fórmulas sociales maravillosas (más o menos mágicas) para transformar el mundo de la economía y de la política. Y, sobre todo, rápidas; porque tenemos mucha prisa.

Si la recta razón no nos dijera que esto es absurdo, y la fe no nos señalara con precisión que no se manifiesta así el plan de Dios, debería bastar la experiencia de los dos últimos siglos de la historia de la humanidad para que nos percatáramos de que se ha errado el camino. Y de que no se trata simplemente de desviarlo más o menos, sino de hacer marcha atrás.

A base de “los grandes” de este mundo, ni la naturaleza ni la sobrenaturaleza pueden construir nada. El príncipe de este mundo sí: construye toda clase de injusticias, dolores, guerras, lágrimas, luchas fratricidas, canibalismo…

A base de los pequeños la naturaleza construye el universo, y la sobrenaturaleza el Cuerpo Místico de Cristo.