El legado sobre el trabajo que nos ha dejado san Juan Pablo II incluye numerosas enseñanzas que fueron precedidas de una amplia experiencia de trabajo, acompañada de una profunda reflexión sobre el hombre y su acción y, por ende, del trabajo como actividad de la persona. Salvando las distancias, se podría decir también de él lo que se afirmó de Jesús: “empezó a hacer y a enseñar'”. Primero hacer.

 

Doménec Melé  (Profesor Ordinario de Ética Empresarial)

 

Si aceptamos una concepción amplia del concepto de trabajo, como sugiere el propio Pontífice en la introducción a su encíclica Laboren Exercens’, podemos afirmar que el trabajo, y un trabajo intenso, impregnó la vida de Karol Wojtyla, también siendo Papa con el nombre de Juan Pablo II.

Tras los años de educación básica, en los que su trabajo fue el estudio, obtuvo un empleo como obrero, desarrollando un duro e intenso trabajo manual. Más tarde trabajó como sacerdote, profesor universitario, obispo, cardenal y, finalmente, como Papa. Tuvo, en definitiva, una intensa experiencia del trabajo en actividades manuales, intelectuales, ministeriales y de gobierno de la Iglesia. Para entender mejor el legado de Juan Pablo II, puede ser ilustrativo realizar un breve recorrido por su experiencia de trabajo”.

DE ESTUDIANTE A TRABAJADOR MANUAL

Su trabajo como estudiante transcurrió primero en el Gimnasium (enseñanza primaria) y después en el Liceo (enseñanza secundaria). Fue en Wadowice, una ciudad de nueve mil habitantes situada cerca de Cracovia, donde había nacido el 18 de mayo de 1920. A los dieciocho años, Karol Wojtyla superó el examen de madurez que le permitiría ingresar en la Universidad, obteniendo calificación de honor: nueve sobresalientes y dos notables.

En contra de lo que pudieran hacer pensar sus notas brillantes, su juventud no transcurrió exclusivamente sumergida entre los libros. El joven Karol Wojtyla era también un buen deportista: guardameta decidido, entusiasta nadador en el río Skawa y esquiador en las montañas próximas a Wadowice.

Su trabajo como estudiante universitario se inició en 1938, al matricularse en el primer curso de literatura polaca en la Universidad Jagellonica de Cracrovia, el cual se vio coronado con excelentes calificaciones. Durante el verano de 1939, Karol realizó los campamentos de la Legión Académica (Servicio militar universitario).

Antes de iniciar el segundo año, Polonia fue ocupada por los nazis quienes cerraron las universidades, aunque algunas de ellas continuaron funcionando clandestinamente. El futuro Papa, pudo comenzar así su segundo año de filología. Con la ocupación nazi se inició la persecución judía. Ante esta situación, la actividad de Karol Wojtyla tomó otro cariz. Iba por las ciudades ocupadas sacando a las familias judías de sus ghetos, dándoles nombres falsos y encontrándoles refugios. En aquella época de horror nazi se unió a un grupo de resistencia cultural que representaba obras patrióticas a la sombra del “Teatro rapsódico”, que él mismo creó junto a varios compañeros, y en el que acabó convirtiéndose en primer autor. Sieniewcz explica que durante la guerra Karol había sido un combatiente por la libertad y la justicia; miembro activo de la Resistencia Polaca contra la invasión y la ocupación nazi, en las filas de la organización UNIA (la rama ideológico-formativa del movimiento de resistencia de inspiración socialcristiana). Había conducido su lucha en el sector más importante: “el de la conservación de las tradiciones y de la cultura polaca que el invasor extranjero pretendía destruir’[i]. Sin embargo, su forma de lucha no era violenta: se dedicaba al teatro, del que ya poseía alguna experiencia adquirida en Wadowice. En el “Teatro Rapsódico” trataba de recitar con la mayor perfección posible versos y prosa poética, procurando transmitir todo su contenido axiológico, a fin de permitir a todos el revivir de las antiguas tradiciones polacas. Siendo ya Papa, con ocasión de un encuentro con jóvenes, Juan Pablo II evocaba sus convicciones a favor de la justicia en esta época juvenil: “las proclamé, siendo joven estudiante, con la voz de la literatura y la voz del arte. Dios quiso que se acrisolaran en el fuego de una guerra cuya atrocidad no respetó mi hogar. Vi conculcadas muchas formas de estas convicciones. Temía por ellas viéndolas expuestas a la tempestad. Un día decidí confrontadas con Jesucristo; pensé que era en el único que revelaba su verdadero contenido y valor y las protegía contra no sé qué inevitables desgastes’[ii].

Karol, al tiempo que realizaba estas actividades, se vio obligado a trabajar para mantener a su padre, suboficial del ejército, de quien debía ocuparse tras el fallecimiento de su madre y de sus dos hermanos[iii]. Este trabajo le evitaría, además, su deportación a campos de trabajos forzados. Karol encontró un empleo físicamente muy exigente en unas canteras de caliza. Empezó a trabajar allí el 1 de noviembre de 1940, cuando contaba veinte años.

Estas canteras estaban situadas en Zakrzówek, en Cracovia. Proporcionaban la caliza necesaria para una cercana fábrica de la empresa Solvay Borek Falecki, productora de carbonato sódico (sosa), un producto utilizado para industrias de vidrio, papel y jabón. Se trataba de un trabajo duro, bajo fríos con frecuencia muy intensos y con permanente riesgo de accidentes. Más tarde, ya sacerdote, reflejaría este trabajo en uno de sus poemas, cuyo título es precisamente “La Cantera”. En él se vislumbra ya lo que sería un punto central de sus enseñanzas, su aprecio por la persona humana, más allá de su producción[iv].

Fue un tiempo de vivencias solidarias con sus compañeros, en los que hubo momentos de gran dramatismo, como, por ejemplo, aquel que debió quedar profundamente grabado en el alma del Karol: la muerte de un compañero de la cantera, de la que se hace eco en otro de sus poemas[v].

Muchos años después, siendo ya Papa, evocaría aquel trabajo en un encuentro con obreros de las famosas canteras de mármol de Carrara, en Italia. Sus palabras demuestran un profundo conocimiento del trabajo manual y de las competencias requeridas.

Además de eso -les decía- “están los imprevistos y los accidentes, que en pocos segundos pueden transformar el ambiente de trabajo en escenario de tragedia; también de esto tuve experiencia, y son sucesos que quedan grabados en el alma para toda la vida”[vi].

En octubre de 1941, fue destinado a trabajar en el interior de la fábrica de Solvay Borek Falecki, como ayudante de calderas. Este mismo año fallecía su padre. En su trabajo, relacionado con el acondicionamiento del agua para calderas, Karol habría tenido que acarrear cubetas llenas de cal y, después de vaciadas, remover en una tinaja de agua con ayuda de un balancín de madera. A comienzos de 1942 pasó a otra sección de la fábrica, al llamado “sesky carbonat”, dónde estuvo hasta agosto de 1944.

La tecnología utilizada en aquel entonces distaba mucho de los modernos procesos automáticos de que disponía la industria química cuarenta años después, cuando, en 1982, visitó la fábrica Solvay en Livorno, Italia. Este encuentro le recordaría su trabajo en la empresa Solvay de su tierra natal. Admiró el desarrollo tecnológico llevado a cabo desde que él dejo la fábrica, pero -de nuevo la atención a las personas- alabó también “las mejoras en las condiciones de vida de quienes contribuyen a estos procesos con la prestación de su trabajo”[vii].

La experiencia obrera de casi cuatro años debió ser muy enriquecedora para Karol Wojtyla. En alguna ocasión comentó que le había valido más esta experiencia que sus dos doctorados[viii]En Monterrey, en su primer encuentro multitudinario con trabajadores como Papa, les habló de su experiencia laboral, afirmando que no solo le había proporcionado experiencia acerca de la dependencia, pesadez y monotonía de muchos trabajos manuales,

sino también conocimiento vivo de las necesidades y exigencias de justicia inherentes al trabajo: “… he compartido las necesidades de los trabajadores -les decía-, sus justas exigencias y sus legítimas aspiraciones; conozco muy bien la necesidad de que el trabajo no enajene ni frustre, sino que corresponda a la dignidad superior del hombre”[ix].

Juan Pablo II consideraba “como una gracia del Señor el haber sido obrero”[x]: más aún, lo veía como “una gracia especial”[xi]. Esto le había dado la posibilidad de conocer de cerca el trabajo industrial y al hombre del trabajo, junto a la realidad concreta de su vida: “una existencia impregnada de profunda humanidad, aunque no exenta de debilidades, una vida sencilla, dura, difícil, digna de todo respeto”[xii].

La realidad humana del trabajo y la centralidad de las personas en el proceso productivo pudo madurar en aquellos años de trabajo obrero. Así lo hace pensar una confesión de Juan Pablo II en un coloquio improvisado con un grupo de trabajadores: “Conocí esta vida (laboral), conocí al hombre, y en aquella experiencia compartida con otros obreros de profesión =mi situación era particular- aprendí a tener una actitud especial para con estas personas y para con el mundo del trabajo, y a considerar este mundo como realidad constituida precisamente por personas”[xiii].

En las canteras de Zakrzowek, en plena actividad laboral, Karol conoció a un hombre que había de influir poderosamente en su vida. Se trata de Jan Tiranowski, un trabajador de la piedra como Karol en aquella época de guerra mundial, aunque era sastre de profesión. Era un hombre sencillo y humilde, profundamente cristiano y de exigente vida interior, alimentada con las obras de San Juan de la Cruz. Más tarde, el propio Karol describiría la personalidad y la vida espiritual de ese sastre en un artículo aparecido en Tygodnik Powszechny con el título El Apóstol[xiv]. Jan y Karol tuvieron largas y profundas conversaciones. Jan dio a conocer a Karol Wojtyla los escritos de San Juan de la Cruz, que más tarde serían tema de su tesis doctoral en Teología.

Este antiguo sastre probablemente influyó bastante en la vocación sacerdotal de Karol Wojtyla. De hecho, fue en los primeros años de su actividad laboral como obrero cuando Karol tomó la decisión de hacerse sacerdote. El cardenal Sapieha, que a la sazón se hallaba al frente de la archidiócesis de Cracovia, había organizado un seminario clandestino al que Karol se inscribió, sin dejar de trabajar en Solvay. A finales de 1942, se matriculó en el departamento de Teología de la Universidad de Jagiellonia de Cracovia.

Hasta 1944, año en que Karol Wojtyla dejó la fábrica para dedicarse enteramente al estudio, su trabajo debió de ser muy intenso, al alternar los estudios filosóficos y teológicos con el trabajo en la fábrica, aparte de sus actividades teatrales.

Dejó la fábrica para seguir su vocación al sacerdocio, pero, como él mismo decía, “me llevé conmigo la experiencia insustituible de ese mundo y la profunda carga de amistad humana y de vibrante solidaridad de mis compañeros de trabajo, conservándolas en mi espíritu como una cosa preciosa”[xv].

EL MAGISTERIO SOBRE EL TRABAJO DE JUAN PABLO II

Las enseñanzas magisteriales de san Juan Pablo II sobre el trabajo son abundantes y frecuentes. Habló del trabajo, sobre todo, en sus encuentros con trabajadores industriales y de servicios, campesinos, profesionales, directivos de empresa y empresarios, así como en sus visitas a diversas fábricas y centros de trabajo. Estos encuentros, en cierto modo, fueron como una prolongación a escala universal de su actividad pastoral con el mundo del trabajo en Cracovia.

Juan Pablo no se limitó a hablar del trabajo en estos encuentros. El trabajo fue también tratado en audiencias catequéticas y en las celebraciones de san José obrero. Directa o indirectamente, se refiere al trabajo con ocasión de las visitas ad limina de varios obispos, y en diversos mensajes y discursos a grupos de personas o a organismos internacionales. Así ocurrió en su primera intervención ante la Asamblea General de la ONU dónde, el Papa pronunció un sustancioso discurso dedicado a los derechos humanos en el que -entre otros temas- el Romano Pontífice aludió al derecho al trabajo, a condiciones equitativas de trabajo y a un salario justo; y al derecho de reunión y de asociación[xvi]'”. También aludió a la primacía de los valores del espíritu”. Igualmente, cabe recordar aquí el discurso pronunciado en Ginebra en 1982 ante la 68ª Asamblea de la Organización Internacional del Trabajo[xvii]. En esta memorable ocasión su importante discurso estuvo dedicado a la solidaridad en el trabajo, abriendo nuevos horizontes para hacer del trabajo una realidad cada vez más humana; el discurso ante la FAO, en 1979, donde el Papa abogó por estructurar la economía al servicio del hombre[xviii], y el discurso ante la UNESCO, en 1980, donde proclamó la verdad íntegra sobre el hombre y su relación con la cultura[xix].

Sin minusvalorar los anteriores materiales recogidos en las actas pontificias (hoy también en la web del Vaticano), hay un documento dedicado monotemáticamente al trabajo que destaca con luz propia: la encíclica Laborem Exercens. Ello, sin olvidar que San Juan Pablo II publicó otras dos encíclicas sociales después de la LE en las que se refiere al trabajo en algunos de sus pasajes: la Sollicitudo rei socialis, publicada en 1987, sobre el desarrollo de los pueblos, y la Centesimus Annus, publicada en 1991 con motivo del centenario de la Rerum novarum, que trata sobre aspectos morales de diversas cuestiones socioeconómicas.  Muy relevantes son también los discursos y homilías pronunciadas por el Papa en los mencionados encuentros con trabajadores, empresarios y ejecutivos de empresa[xx]que añaden interesantes matices y desarrollos a la doctrina presentada en la LE.

LA ENCÍCLICA ‘LABOREM EXERCENS’.

La Laborem Exercens[xxi] es un documento mayor del pontificado de san Juan Pablo Il, con todo el valor de Magisterio ordinario de que gozan las encíclicas en su contenido doctrinal[xxii]. Tuvo un gran eco en todo el mundo[xxiii], tanto en los medios de comunicación como en estudios sobre este documento, especialmente en la década de los años 80[xxiv]. Posteriormente se han publicado unos pocos estudios sobre el trabajo en Juan Pablo II [xxv]

El estilo literario de la encíclica LE difiere notablemente de las encíclicas sociales publicadas por los Pontífices anteriores a Juan Pablo II. Se trata de una encíclica escrita en un tono marcadamente pastoral. No es una encíclica esquemática o cartesiana, sino que gira en torno a unas pocas ideas madres sobre las que vuelve una y otra vez.

Las vivencias obreras del Papa Wojtyla y sus coloquios con el mundo del trabajo que, de uno u otro modo, no dejó de mantener a lo largo de su actividad pastoral quedan reflejadas en la encíclica. El propio Papa lo advertía en cierta ocasión:

La Laborem Exercens está en plena continuidad con este constante coloquio referido al mundo obrero. En ella he volcado también la experiencia directa de este mundo que me ha tocado vivir, que es el vuestro y que también fue el mío[xxvi].

La LE hay que enmarcarla dentro de una línea fundamental en el programa pastoral de san Juan Pablo II, enunciado en su primera encíclica Redemptor hominis, al afirmar que el hombre “es el camino primero y fundamental de la Iglesia”[xxvii], y ello -añade en la LE- “precisamente a causa del insondable misterio de la Redención de Cristo; entonces hay que volver sin cesar a este camino y perseguirlo siempre nuevamente en sus varios aspectos en los que se revela toda la riqueza y a la vez toda la fatiga de la existencia humana en la tierra”[xxviii]. Es significativo también, que san Juan Pablo II indique al principio de la LE “deseo dedicar este documento precisamente al trabajo humano, y más aún deseo dedicarlo al hombre en el vasto contexto de esa realidad que es el trabajo”[xxix]

La LE está estructurada en cinco capítulos. El primero es de carácter introductorio. En él se pone de relieve la continuidad orgánica de las enseñanzas sociales de la Iglesia, también sobre el trabajo, aludiendo a la encíclica Rerum novarumdel Papa León XIII publicada 90 años antes. Juan Pablo II considera la realidad del trabajo, como un aspecto social clave y de permanente actualidad. El segundo capítulo, titulado “El hombre y el trabajo”, como éste indica, gira en torno a la relación hombre-trabajo a partir de la consideración de ciertos presupuestos antropológicos y éticos. El tercero reconsidera un tema tradicional en la doctrina social de la Iglesia, como lo es también en estudios sociológicos y políticos: la relación trabajo-capital, que aborda “en la presente fase histórica”, como reza el título, y desde un enfoque coherente con el capítulo anterior. El capítulo cuarto presenta la posición de la Iglesia, con algunos matices innovadores, respecto a otro tema muy conocido: los derechos laborales. De nuevo la perspectiva antropológica está presente incluso en el título de este capítulo, que es, justamente, “Derechos de los hombres del trabajo”. El quinto y último capítulo está centrado en la espiritualidad del trabajo. En él, San Juan Pablo II parece trazar líneas maestras de la común espiritualidad cristiana sobre el trabajo, más que tratar el tema con toda su profundidad.

Las enseñanzas y acciones de san Juan Pablo II, no solo en relación con el trabajo, se realizan en vísperas del tercer milenio y la fase histórica que se anuncia está marcada por interrogantes e incertidumbres, y a menudo también por impotencias. Y esto afecta al trabajo, que en el pasado estuvo en el centro de muchas ideologías, como la marxista, pero también la liberal, cuando reducía el trabajo a puro factor económico o incluso a mercancía

que se intercambiaba por un salario. En un simposio internacional celebrado en Roma un año después de la publicación de la LE, san Juan Pablo hacía notar que las “ideologías” salvadoras estaban caducando y que la humanidad tenía deseos de un orden más estable en las relaciones entre los hombres[xxx]Un mensaje que sigue siendo actual.

Juan Pablo II no habla en abstracto, sin conexión alguna con la problemática real. Por el contrario, en la encíclica Dives in misericordia, escrita poco antes de la LE, presenta un fino análisis de las consecuencias futuras de la tecnología y del actual orden económico, intuyendo problemas que, en muchos casos, aún no han llegado a plantearse con toda su crudeza[xxxi]. Este pensamiento está latente a lo largo de toda la LE, la cual, como el propio Papa afirma, está escrita “en vísperas de nuevos adelantos en las condiciones tecnológicas, económicas y políticas que, según muchos expertos influirán en el mundo del trabajo y de la producción no menos de cuanto lo hizo la revolución industrial del siglo pasado”[xxxii].

En la LE y en otros documentos del pontificado de San Juan Pablo se advierte una concepción del trabajo centrada en el hombre que, arrancando de la fe, descubre y amplía los significados que la razón humana es capaz de alcanzar superando posibles incertidumbres y errores.

 

Para más información:

Libro: La fuerza humanizado del trabajo (Grupo trabajo y descarte). Editorial Voz de los sin Voz. (www.solidaridad.net)

 


 

[i]Cf. K. SIENIEW1CZ en Popolo, 19.X.78. Transcrito en L’Osseruatore Romano, 21.X.78, p. 4.

[ii]Homilía a Los jóvenes en Belo Horizonte, Brasil (l.V1I.80), 4.

[iii]Su madre había fallecido en 1929, cuando él tenía nueve años, y su hermana Oiga había muerto ames de que él naciera. Su hermano mayor Edmund con quien Karol estaba muy unido, era médico y había fallecido en 1932 tras contraer la escarlatina de uno de sus pacientes.

[iv]”De río penetrante que corra hasta las piedras, /Y entenderás conmigo que toda la grandeza / Del trabajo bien hecho es grandeza del hombre. / La mano encallecida, de viejas cicatrices / Su voluntad tozuda prolonga en el marrillo / Mientras el pensamiento encuentra soluciones / En la piedra que salta, en la piedra que cede. / o hay poder en la piedra si la privas del hombre” (K. WOJTYLA, Poesías, Madrid: BAC, 4″ ed., 1993, p. 47). Original: ‘Karnienio10m’ (La Camera), publicado en Znak A.9 n. 6 (1975) p. 559s, con el seudónimo de Anohrej Jawién.       

[v]”No estaba solo. Todos contemplaban sus músculos / levantando el martillo con enérgico pulso, / firme el suelo a sus pies, firme y sólido todo. / Una piedra saltó y golpeó la sien. / Y reventó el ventrículo de un corazón humano. / Levantaron su cuerpo, en silencio avanzaban. / Abatidos, sentían en todos el agravio. / Traían blusas grises y botas embarradas. / Hacían lo que lo que hacen cuando uno de ellos cae ( … ) / Vagonetas con flores. Y otra vez al trabajo. /Otra vez  la corriente hace saltar las piedras. / Ese hombre lIevóse la estructura del mundo. / Siempre el amor superó el fuego de la ira.” (Poesías, cit., p. 51 s. Original:” Pomieci towarzysza pracy” (en memoria de un compañero de trabajo), publicado en Zank A.9 n.6 p. 563 bajo seudónimo de Andrej Jawién)

[vi]Disc. a los trabajadores de Las canteras de mármol de Carrara (15. IIL 80) 2.

[vii]Disc. a los obreros de RosignanoSolvay en Livorno, Italia (19.III.82) (en italiano) 3 ..

[viii]Coloquio informal en el encuentro con los obreros de la ciudad industrial de Pomezia, Italia (l4.IX.1979).

[ix]Disc. a los trabajadores en Monterrey (31.1. 79) 2.

[x]Disc. en Livoro, cit., 3.

[xi]Palabras improvisadas del san Juan Pablo II en la reunión extraordinaria del consejo de empresa, del Complejo Siderúrgico de Terni (l9.III.1981).

[xii]Disc. en Livoro, cit., 3.

[xiii]Palabras en Terni, cit.

[xiv]Cf. GALAS, P. ‘Bibliografía de Karol Wojtyla y traducciones al castellano’. Scripta TheoLogica, 36, 2 (2004), 597-635. Ver p. 598.

[xv]Disc. en Livoro, cit. n. 3.

[xvi]Disc. a la XXXIV Asamblea General de la ONU (2.x.79),  44.                      Ibidem 7.

[xvii]Disc. a la 68a sesión de la Conferencia Internacional del Trabajo – OIT (l5.VI.1982).

[xviii]Disc. a la Asamblea General de la FAO (12.XI.79).

[xix]Disc. ame la UNESCO (2.VI.80).

[xx]La mayoría de homilías y discursos anteriores a 1991 pueden verse en D. MELÉ, Economía y empresa al servicio del hombre. Mensajes de Juan Pablo II a los empresarios y directivos económicos (Pamplona: Eunsa, 1992).

[xxi]Traducción: Sobre el trabajo humano,

[xxii]Como señalara el Papa Pío XlI respecto a las encíclicas (cf. Enc. Humani generis, Dz 2313 (3884)).

[xxiii]  Vid. un resumen de los comentarios de la prensa internacional en L’Homme Noveau4.X.81 p.18 ss

[xxiv]Entre ellos R. BUTTIGLIONE, L’uomo e il lavoro. Riflessioni sull’enciclica “Laborem excercens” (Bologna CSEO, 1984); FERNֱNDEZ, F. (ed.), Estudios sobre la ‘Laborem exercens’ (Madrid: BAC, 1987).

[xxv]COLOM, E. Y F WURMSER, F, El Trabajo en Juan Pablo II (Madrid: Unión Editorial, 1995); P. R. GARZA, El trabajo del hombre. La visión  de San Juan Pablo II (México: Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia, 2016). Se ha publicado, además, una colección de lecturas sobre el trabajo tomadas de las enseñanzas de Juan Pablo II: R. G. KENNEDY, Dignity ofWork: John Paul11 Speaks to Managers and Workers (Lanham, MD: Universiry Press of America, 1994) y W. DROEL, Pope John Paul Il’ Gospel of Work (New London, Cl: Twenty Third Publications, 2008). También cabe mencionar A. LUClANI, A., La spiritualidà del lavoro. Dalla dottrina sociale una sfida per il futuro (Milano: Paoline, 2012), aunque centrado en la espiritualidad del trabajo y considerando a otros autores, aparte de Jua Pablo II y sus enseñanzas en la LE.

[xxvi]Disc. en Livorno, cit. 3

[xxvii]RH 14.

[xxviii]LE 1,1

[xxix]Ibídem.

[xxx]Disc. en la Sesi6n inaugural del Simposio internacional “De la ‘Rerum novarum’ a la ‘Laborem exercens’hacia el año 2000″ (3.IV 1982) 2.

[xxxi].DMlO-12. 

[xxxii]LE 1,3.