Son muchos los jóvenes que salen huyendo de la violencia en Centroamérica, algunos porque la han sufrido y otros porque la ejercen y desean escapar de esa situación

Son muchos los jóvenes que salen huyendo de la violencia en Centroamérica, algunos porque la han sufrido y otros porque la ejercen y desean escapar de esa situación

Dentro de la última caravana migrante: ir a EEUU para no tener que matar.

Varias hormigas recorren el cuerpo de un niño de año y medio tumbado sobre piedras y bajo un intenso sol. Partió el pasado 10 de abril junto a su madre, su hermano gemelo y su hermana de 16 años desde la ciudad hondureña de El Progreso en la denominada ‘Caravana Madre’. El escarpado lugar, sin apenas sombras, está situado a las afueras de la localidad mexicana de Huixtla, donde más de un millar de personas que conforman la nueva Caravana Migrante pasarán la noche en un improvisado albergue.

Son tantos los migrantes que no caben en un minúsculo campo de baloncestoal aire libre con apenas un techo. Muchos vecinos los quieren fuera al culparles del incremento de la delincuencia a la llegada de caravanas con miles de migrantes que se dirigen a EEUU, un fenómeno que comenzó el pasado 13 de octubre de 2018 en San Pedro Sula (Honduras) y que no ha parado de crecer.

La última caravana partió de esa ciudad hondureña el 10 de abril y ha vuelto a colapsar la deficiente infraestructura mexicana de atención al migrante. A diferencia de la primera Caravana, esta se ha dividido y, según la Secretaría de Gobernación de México y el Instituto Nacional de Migración, en la localidad de Mapastepec (Chiapas) se atiende en un campamento a 1.632 migrantes, mientras que otras 3.200 personas se movilizan rumbo a ese municipio desde Huixtla y Tapachula.

Las constantes amenazas del presidente  de EEUU, Donald Trump, de recortar los 450 millones de dólares de ayuda económicaque destina anualmente a los países de Centroamérica, no han frenado la miseria, la violencia y el hambre que acucian a la región. Este escenario desesperanzador obliga a miles de familias, muchas de ellas conformadas por mujeres con sus hijos e hijas, a huir de Honduras, Guatemala y El Salvador en busca de un futuro mejor.

Carla Bodine viaja con sus dos gemelos de año y medio y su hija de 16 años en busca del ‘sueño americano’. En dos días, según cuenta a El Confidencial, ha recorrido a pie 66 kilómetros con el hándicap de que ella tiene que llevara hombros a uno de sus gemelos, mientras que su hija adolescente se encarga de cargar al otro. Huyó de Honduras “por la delincuencia” después de que fuera asaltada y reconociera el rostro de uno de los ladrones que tras amenazarla, días después disparó hacia su vivienda. “Iba a perder mi vida si me quedaba ahí. Claro que no es fácil venir aquí y aguantar hambre y sed, porque esta caravana no es apoyada como las primeras a las que daban alimentos, abrigo y alimentos”, lamenta Bodine.

Cambio de estrategia de Obrador

Además, el Gobierno de Manuel López Obrador ha cambiado completamente de estrategia, después de que Donald Trump acusara a México de no hacer absolutamente nada para parar la migración y le amenazara con cerrar la frontera. Así, en un principio, el nuevo Presidente mexicano decidió otorgar una visa humanitaria a más de 12.000 migrantes que se sumaron a la primera caravana del año, con el fin de que pudieran residir y trabajar en México. Poco después, López Obrador puso fin a esta iniciativa el 28 de enero dejando a las puertas de la frontera entre México y Guatemala a cientos de migrantes que se vieron obligados a cruzar ilegalmente por el Río Suchiate.

“Tememos ser deportados”, reconoce Carla Bodine, quien pasará la noche junto a sus tres hijos en un campamento a escasos metros de una carretera que carece de los servicios básicos como baños, duchas, tiendas de campaña o atención médica. Por ello, las personas migrantes se ven obligadas a bajar a un río para ducharse y hacer sus necesidades básicas. “Nos sentimos abandonados”, zanja Bodine, quien pese a estas condiciones infrahumanas en las que los niños llegan a sufrir deshidratación, asegura que “vamos a seguir adelante luchando con la mente puesta en entrar en EEUU y llegar a Nueva York”.

Huir del impuesto de la guerra

A su lado, se encuentra Esther Bonilla, también de El Progreso (Honduras), quien viaja con dos hijos, de tres y seis años. Quieren llegar a Los Ángeles. Esta joven de 24 años salió también huyendo de su país, después de que integrantes de una pandilla acudieran a su tienda para exigirle “el impuesto de guerra” de 700 lempiras semanales(25 euros). “Me dijeron que si no les pagaba, me iban a matar”, explica. “No quiero volver a mi país, porque temo que les maten. Por eso ando aquí arriesgando su vida”. Así, augura que a este paso,“con tanta pobreza que hay, algún día se va a vaciar Honduras”.

A pesar de que quienes emigran consideran que es mucho más seguro hacerlo en caravana para evitar asaltos o secuestros de los grupos criminales, esto no evita que estén exentos de peligro. Precisamente, este jueves falleció un migrante hondureño de 19 años, atacado a balazos el 11 de abril junto a otros tres compatriotas cuando se disponían a coger un autobús en Ciudad de Guatemala. Tras varios días hospitalizado después de recibir dos disparos en la cabeza, finalmente murió, mientras que otros dos migrantes permanecen aún ingresados. De momento, nadie ha sido detenido por este ataque.

Son muchos los jóvenes que salen huyendo de la violencia en Centroamérica, algunos porque la han sufrido y otros porque la ejercen y desean escapar de esa situación. Un migrante hondureño de 21 años, que omitió dar su identidad, confiesa a El Confidencial que en Honduras “no hay trabajo y, por eso, uno se dedica a matar y mejor me vine a la caravana, porque no quiero seguir en lo mismo”. Preguntado sobre qué hacía en Honduras, responde que “muchas cosas que son ilícitas”. Tras insistirle si ha llegado a matar a alguien, respondió: “dejémoslo ahí”. Respecto a si formaba parte de una pandilla, el joven responde con “cero comentarios”. “No quiero volver a Honduras, donde hay mucha miseria, por lo que espero llegar a EEUU para trabajar y ayudar a mi madre, que se quedó llorando cuando me fui”, confiesa este joven migrante que se dirige a Houston y que en Honduras también dejó a su pareja y a dos hijos de cinco meses y dos años.

“En Honduras no hay trabajo y, por eso, uno se dedica a matar y mejor me vine a la caravana, porque no quiero seguir en lo mismo”

Con él viaja José Melgar, de 24 años y procedente de La Ceiba (Honduras). Melgar asegura que para aguantar hambre en Honduras, prefiere hacerlo en la caravana con las miras puestas en llegar a EEUU donde encontrar un empleo. “Haremos cualquier cosa menos robar, como trabajar de barrendero o lavando platos”, recalca Melgar. Desea que “nos ayude Donald Trump y se le agrande el corazón”.

Al igual que sucedió con las otras caravanas, a esta también se han sumado migrantes de otros países, como Olga Lidia García, quien viaja junto a su hija de 15 años desde la localidad guatemalteca de San José Pinula. “En Guatemala no hay trabajo y uno es pobre, a lo que se suma la delincuencia”, critica, al tiempo que revela que ella decidió escapar de su país después de que su expareja la amenazara de muerte tras exigirle ella judicialmente una pensión vitalicia para su hija adolescente y para otros tres hijos de 2, 11 y 13 años. “Decidí desaparecerme del lugar por miedo”, asegura, al tiempo que reconoce que ya no le queda dinero para el viaje hasta los EEUU a donde espera llegar con la ayuda de otros migrantes.

La pequeña Habana

Otra situación diferente viven más de 3.000 migrantes de Cuba que se encuentran desde hace más de un mes varados en la ciudad mexicana de Tapachula, donde el Gobierno de México les ha cerrado las puertas. El Ejecutivo de López Obrador justifica esta medida, que también afecta a las personas que emigran desde Haití, porque considera que era utilizada para el tráfico de personas por parte deabogados sin escrúpulos que les cobraban por realizar un trámite migratorio.

De esta manera, están expuestos a que en cualquier momento sean detenidos y deportados a su país, donde podrían ir directamente a prisión. El pasado lunes, fueron trasladados en avión a Cuba un total de 148 migrantes que, según el Instituto Nacional de Migración, “tenían una condición de estancia irregular en México”.

Tapachula cuenta ya con su ‘pequeña Habana’, tal como sucede en Miami, dada la cantidad de migrantes de Cuba que rebosan los hostales del centro de la ciudad, donde es imposible no escuchar en cualquier esquina el acento característico de las personas originarias de ese país. El centro neurálgico de la comunidad cubana está en el Hotel Palafox, donde incluso se vende comida criolla cubana a solo 40 pesos mexicanos (2 euros). Sin embargo, son pocos los que se atreven a hablar. Tras insistir, solo uno de ellos, Junior Reyes Cudina, cuenta a El Confidencial que “la policía y la migración nos está cayendo encima para deportarnos a Cuba sin saber las necesidades que tenemos en ese país”.

Reyes Cudina, de 29 años, asegura que lleva un mes de travesía para llegar a Miami y teme ser arrestado en cualquier momento y enviado a Cuba, donde tras pasar un sistema de investigación, en caso de tener alguna deuda con el Estado, “vas directo a la prisión del Combinado”. Además, añade que quienes son deportados, son “mal mirados, no te dan trabajo y te hacen un juicio en Cuba como que traicionaste a la patria”. Tras volar a Trinidad y Tobago desde La Habana, se dirigió a Venezuela, “uno de los países más peligrosos donde los mismos militares nos quitaban las cosas”. Posteriormente, viajó a Colombia y Panamá. Allí atravesó la selva mediante el pago a ‘coyotes’, quienes “mataban cubanos y haitianos”. “Por lo menos, en la caravana que yo fui vi cinco muertos (tres niños y dos adultos) que se quedaron en la selva sin que nadie los reclamara”, asegura.

Según revela, algunos cubanos llegan a pagar hasta 7.000 u 8.000 dólares a los ‘coyotes’, que son las personas que trafican con personas para pasar de un país a otro. “Ni nos respetan los derechos humanos”, añade otro cubano que no quiere dar su identidad. Así, agrega que en Cuba “solo se quedan los viejos y los jefes del Estado que están bien posicionados”.

“El cubano en México es un perro”

México es el país que peor nos ha tratado, porque no nos quieren dar el salvoconducto”, denuncia Reyes Cudina, quien considera que el cubano en este país “es un perro”, porque “no te dan derecho ni a defenderte”, sino que te deportan directamente en cuanto te detienen en la calle. Mientras que a los hondureños “les dan un permiso de tránsito, a los cubanos nos tienen denegados todos los derechos, por lo que muchos de nosotros tenemos que exponer la vida con coyotes y narcotraficantes para que nos crucen a EEUU”, censura.

Por su parte, otro cubano varado en Tapachula señala que desde la muerte de Fidel Castro, “no ha habido ningún cambio, porque el pueblo de Cuba les pertenece a los Castro. Eso lo sabe todo el mundo, porque ellos hacen lo que quieren y tú no puedes hacer nada”.

Mientras, la televisión cubana aprovecha las deportaciones para mostrar en sus informativos testimonios de quienes han regresado a la fuerza al país y se ‘arrepienten’ de haber abandonado la isla. “Era una prisión. Allí dormíamos sin colchas ni colchones y si te desmayabas, te daban dos galletas”, denuncia una joven nada más llegar a La Havana en un avión desde México, donde estuvo en un centro de detención. “Le recomiendo a las personas que lo piensen bien, porque están expensas a morirse fuera de su país”, avisa otro migrante deportado.

Cae la sofocante noche en Tapachula y en la puerta del Hotel Palafox las personas de Cuba se arremolinan entorno a un móvil donde se emite un vídeodel último enfrentamiento entre cubanos y la Policía Federal de México. Otra cubana se aleja del grupo para informar a un familiar por teléfono que en la madrugada, un taxi “seguro” vendrá a buscarla a ella y otros migrantes para trasladarles a la ciudad de Arriaga y continuar el viaje hacia su ‘sueño americano’, con el fin de evitar una deportación más.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/mundo/2019-04-24/habana-mexico-ultima-caravana-migrante-eeuu_1955410/