COOPIN – COOPERATISMO INTEGRAL

(CAPÍTULO TERCERO).

Guillermo Rovirosa

 

1.- Toda ley, cualquier ley, siempre es la ley del más fuerte. Nunca se ha visto, ni puede imaginarse, que los más débiles (o los vencidos) impongan la ley a los más fuertes.

 

2.- Esto es verdad para cualquiera de las formas que suele adoptar la fuerza, empezando por la fuerza física, continuando por la fuerza económica y fuerza política, y terminando con la fuerza de la inteligencia.

 

3.- Estas fuerzas (como lo muestra la historia) pueden luchar entre sí con todas las combinaciones posibles. En la remota antigüedad parece que las luchas eran puramente de carácter físico, en las que el vencedor se apoderaba no solamente de los bienes de los vencidos, sino también de la vida de los vencidos, a los que se reducía a la condición de esclavos.

 

4.- Modernamente, por ejemplo, los acorazados ingleses representaban la fuerza física puesta al servicio de la lucha económica (siglo XIX). Lo que se exigía a los que temblaban delante de los acorazados era que compraran mercancías inglesas.

 

5.- Las fuerzas de la inteligencia no dan vencedores ni vencidos mientras no salen del terreno intelectual. Los sistemas políticos, filosóficos y religiosos son, por su esencia, fuerzas pacíficas. Pero es muy raro que no se salgan de su propio terreno y no se alíen con fuerzas materiales (sintetizadas en las armas y el dinero) para acelerar el avance lento de la razón con el avance rápido (a veces fulminante) de la fuerza física.

 

6.- Hay casos, como el mahometismo, en el que el fundador de la religión ya establece el uso de la fuerza física (guerra santa) como principal argumento de “convicción”.

 

7.- Carlos Marx, en su “Dialéctica de la Historia” profetiza (!) la evolución del capitalismo, y dice que su etapa final, que será la más abyecta y abominable, se caracterizará por el hecho de que todo el poder económico, todo el poder militar y político, y todo el poder ideológico, estarán concentrados en una sola persona, o en un grupo muy reducido y compacto; y esto exigirá la “liberación” mediante el comunismo. Nadie sabe lo que nos reserva el futuro, pero lo que sí sabemos seguro es que lo que Marx preveía como etapa final del capitalismo ha sido, exactamente, la etapa inicial del comunismo. De manera que el comunismo ha sido el implantador de aquello de lo que Marx quería que fuese el libertador: todos los poderes concentrados en una sola mano. Un solo vencedor absoluto, y la multitud inmensa sometida a él en lo económico, lo político y lo ideológico.

 

8.- Claro está que la condición de vencedor y de vencido no se da nunca en una forma que podríamos denominar “químicamente pura”, ya que todos somos simultáneamente vencedores y vencidos, en unos aspectos o en otros. Unas naciones poderosas, como Francia e Inglaterra, son vencedores por las armas en Suez, y poco después tienen que evacuar lo conquistado vencidas por “la sombra” de los Estados Unidos de América. Esta misma “victoria” de los EE.UU. es su derrota en aquel Oriente Medio.

9.- En el aspecto individual todos estamos bajo la dependencia de otros, y todos tenemos a otros bajo nuestra propia dependencia. Hasta el más infeliz mendigo aplicará la ley del más fuerte sobre su propia mujer, o sobre los perros y gatos que encuentre en su camino.

 

10.-A todos nos gusta muchísimo imponer nuestra ley, y si no lo hacemos es porque no somos bastante fuertes para ello, sin que dejemos de aprovechar todas las ocasiones que se presentan, por minúsculas que sean. Y entonces nos magnificamos ante nuestros propios ojos; estas son las “grandezas” que solemos contarnos los hombres los unos a los otros.

 

Todo esto es elemental y archisabido.

 

11.- Vamos ahora a fijarnos por un momento en la misma Ley. La Ley no es otra cosa que la expresión de la voluntad del más fuerte, aunque las definiciones que de ella se dan lo disfracen de mil maneras diferentes.

 

12.- En los pueblos antiguos no había leyes escritas, y en cada momento la voluntad del “mandamás” dictaba la Ley, de acuerdo con la cantidad de bilis de su estómago. Esto, necesariamente exigía el atentado personal para librarse del “tirano”. Si éste era “injusto” los que le asesinaban eran los “buenos” con la conciencia perfectamente tranquila; y si era “bueno” entonces eran los “malos” los que le quitaban de en medio porque no les dejaba prosperar en sus negocios. Pero como, de hecho, ninguno era bueno ni malo del todo, es el caso que el “mandamás” siempre los tenía a todos frente a él: a los “buenos” por lo que tenía de malo, y a los “malos” por lo que tenía de bueno.

 

13.- Esta situación, que debió durar mucho tiempo, y de la que no sabemos nada, o casi nada, precisamente porque no había leyes escritas (sino únicamente órdenes verbales) por su misma precariedad y fluidez, hizo necesaria la aparición de leyes escritas estables que obligasen, incluso, a los “mandamases”. Y aparecieron las “Instituciones” de gobierno, y entonces el “mandamás” ya no reivindicaba solamente su poder para imponerse a los otros, sino que pretendía ser el “representante del pueblo”. No hay duda de que esto fue un gran avance. Al menos en el sentido de eliminar el asesinato coma sistema normal de sucesión en el poder. Cuando el “mandamás” alegaba su poder como suprema razón de dominar a los demás, es muy natural que si otro lo mataba, por este solo hecho ya demostraba con creces que era más poderoso que el difunto, y poseía el título óptimo para ocupar su puesto. Y así sucesivamente.

 

14.- En cambio, cuando aparecieron leyes, sistemas y constituciones, ya dejó de ser corriente el asesinato del “jefazo” como medio normal de escalar el poder. Entonces aparecieron las “conjuras”, que eran obra de un número relativamente pequeño, y las “revoluciones” que eran obra de un número relativamente grande.

 

15.- El caso es que se invirtieron los términos, ya que al principio los tiranos alegaban su fuerza como fundamento de su ley, mientras que después se alegó la ley como fundamento de la fuerza. Y fue un gran avance el pasar de la ley de la fuerza a la fuerza de la ley en las agrupaciones humanas.

 

16.- Queda, sin embargo, un “detalle” de la máxima importancia, ya que por el hecho de ser “ley” no puede asegurarse que es una buena ley. Porque si la fuerza (que siempre es más o menos brutal) se pone al servicio de leyes abominables…

 

17.- Se pretendió establecer una ley universal que se denominó Ley Natural, a la que las demás leyes no podían vulnerar (que actualmente ha quedado reducida a lo que se llama Derechos del Hombre) y que se pretendía que representara un mínimo al que habrían de adherirse las sociedades humanas que aspiraran a entrar en la categoría de civilizadas.

 

18.- Esto se aceptaba (y se acepta) fácilmente en teoría, pero en la práctica ya es otro cantar. En la práctica el resultado no ha sido brillante. Y me parece que esto no puede extrañar a nadie que piense un poco sobre ello.

 

19.- En primer lugar, las leyes no las hacen unos seres angélicos, con criterios perfectos de lo bueno y de lo malo, con premios y castigos justos, sin otro objetivo que el bienestar de todos, con una atención especial a los más desheredados, sino que las hacen hombres de carne y hueso, con todas las limitaciones propias de la naturaleza humana, con sus pasiones, sus intereses, sus egoísmos y su espíritu partidista.

 

20.- Los que hacen las leyes (mírese como se mire) son siempre los más fuertes y poderosos, que, además, se califican a ellos mismos como “los buenos”. Como es natural, los “buenos” no necesitan ley, pues les basta y sobra con su bondad para hacerlo todo bien; los que necesitan de las leyes son los “malos” (los que no son de los “nuestros”) para prevenir y corregir sus maldades, y hacerlos buenos por fuerza.

 

21.- Ya sé que esto es una caricatura, que solamente contiene unos cuantos rasgos, y habría que precisar muchos detalles, pero no puede negarse que se parece bastante a la realidad. No he querido perderme en el detalle laberíntico ni en la casuística, que en otra parte estaría bien, y podría ser muy interesante, sino referirme a ello para llegar a las conclusiones siguientes:

 

22.- 1a- La Ley es la expresión de los criterios morales de los que las hacen, que son los que dominan (en nombre de lo que sea).

2a- La Ley sirve, en primer lugar, los intereses de los que dominan, tendiendo a estabilizarlos en su dominio (a esto se le llama: defender la legalidad; promover el bien común, etc. El nombre no hace la cosa) al mismo tiempo que se aplica en mantener sujetos a los “sujetos”, ¡Naturalmente!

3a- El rigor de la Ley es inversamente proporcional a la “solvencia” de los individuos a los que se aplica. Hace más de tres siglos que un gran español, Luís Vives, decía que la justicia de los hombres es semejante a una telaraña, que captura y aprisiona las moscas, los mosquitos, y toda clase de pequeños insectos, mientras que los perros, caballos, elefantes,… andan por donde quieren y ni siquiera se enteran de que hay telarañas.

4a- El orden que impone la ley es siempre un orden parcial, tendente a que los que mandan encuentren los menores obstáculos en su camino. Cualquiera que sea la ideología de los que mandan, que son los que hacen las leyes.

5a- Un “camelo” que no deja de utilizarse es el de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Pero esto no puede exigirse en la práctica, ya que cuando “los buenos” delinquen es por debilidad, mientras que “los malos” delinquen por malvada maldad, y no se les puede aplicar el mismo tratamiento…

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23.- Sería un error interpretar lo que acaba de indicarse en el sentido de que el que lo ha escrito es un anarquista; nada de esto. Soy partidario de la ley justa. De lo que soy contrario es de la ley del más fuerte.

 

24.- Se me dirá que estoy en un círculo vicioso, ya que las leyes justas que “fabriquen” los que no tienen fuerza para imponerlas, no pasarán de lucubraciones inoperantes; y donde existe una ley es porque ha habido unos hombres que la han impuesto (como sea), y necesariamente tiene que ser la ley del más fuerte.

 

25.- Lo que pasa es que se considera como fuerza únicamente lo material, que se suele expresar con números: dinero, votos, soldados, armas,… y se hace poco caso de otra fuerza muy superior y mucho más fuerte, que es la fuerza moral. Las inmoralidades que necesariamente provocan las fuerzas materiales, determinan reacciones constantes en un sentido de auténtica moralidad, y éste es uno de los factores que han conducido a la humanidad a la situación actual, caracterizada por una desconfianza general hacia todos los sistemas conocidos, deseando todo el mundo algo nuevo e impreciso, pero que en el fondo es un deseo de que imperen leyes justas y morales, y no simplemente la ley del más fuerte. Parece que a lo largo de la historia esta ley del más fuerte ha ido tomando todas las formas y todos los pretextos posibles, y todos se han hundido (o se están hundiendo) en el descrédito.

 

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26.-Todo lo dicho hasta aquí ha sido en términos excesivamente amplios y generales. Ahora quisiera fijarme, aunque ligeramente, en dos países concretos: la Inglaterra moderna y el Israel antiguo.

 

27.- En Inglaterra, como en todas partes, lo que mandan hacen “sus” leyes. Y cuando los más fuertes han sido los laboristas las leyes que han promulgado han sido bastante diferentes de cuando los más fuertes son los conservadores.

 

28.- Pero tanto los unos como los otros hacen muy pocas leyes, al revés de lo que ocurre en casi todos los demás países, donde los “mandamases” legislan a diestro y a siniestro, sin dejar una parcela de la vida humana en la que no quieran meter baza.

 

29.- Y es que en Inglaterra, desde hace siglos, existe una ley no escrita, que ellos llaman “Common Law”, y que es un conjunto de usos y costumbres acreditados como válidos a lo largo del tiempo, que todo el mundo conoce (ya que son la base de la vida nacional), que todos estiman buenos y justos y que nadie se atreve a vulnerar. Puede decirse que son leyes que han nacido de la misma entraña de la vida nacional, por generación espontánea, como expresión de un común sentir, y en las que todos se encuentran bien. (Algo semejante ocurrió en la Cataluña medieval con sus famosos “Usatges”, en la época de su mayor esplendor cultural, económico, político y militar).

30.- Es curioso observar que las leyes no escritas son mucho más sólidas que las leyes escritas, tanto por parte de los que mandan como por parte de los que obedecen. Una ley escrita se deroga y sustituye fácilmente por otra ley escrita, mientras que es muy difícil legislar modificando algo que todos hacen por acuerdo tácito, y que todos consideran como consubstancial con su propio vivir. Por parte de los súbditos también es fácil encontrar subterfugios y excusas ante las leyes escritas, que en su misma redacción muchas veces ofrecen ocasión para ello; pero cuesta mucho más justificarse cuando se va contra corriente de todo el mundo.

 

31.- Esta clase de leyes no escritas existen en todas partes. Por ejemplo, para dar el pésame a un conocido que acaba de perder un ser querido, todos empleamos la misma fórmula, sin que ninguna ley escrita nos la imponga.

 

32.- La moraleja que me parece que se puede sacar de todo esto es que existen dos clases de leyes: unas que van de abajo a arriba, que las impone la vida real, por el juego espontáneo de las relaciones humanas, consolidándose aquellas en las que casi todos se encuentran a gusto, y desapareciendo las que son consecuencia de una “moda” o de un estado emocional pasajero; y otras que van de arriba a abajo, y que imponen la vida teórica que los gobernantes quieren imponer al pueblo.

 

33.- Un caso extremo de la primera clase de leyes me parece que nos lo presentan las maneras peculiares de vestirse la gente, propias de cada tiempo y lugar. Cada cual se somete tranquilamente al gusto de “todo el mundo”, pero se resiste espontánea y enérgicamente a cualquier imposición de la autoridad en este terreno. En la historia de España hay un ejemplo típico: Esquilache halló sumisión mientras sus leyes afectaban a cosas “importantes” que molestaban a muchos. Pero en un momento dado quiso legislar sobre la forma y las medidas de las capas, y esto no pudo tolerarse y fue la causa del famoso motín. En nuestros tiempos todos podemos constatar la ineficacia de las órdenes de la autoridad eclesiástica en lo referente a los vestidos femeninos.

 

34.- En el otro extremo vemos la experiencia soviética, imponiendo la ley de los que mandan en todos los ámbitos de la vida, sin descuidar los que parecen más insignificantes. Es demasiado prematuro querer sacar conclusiones definitivas, pero una cosa es cierta, y es que la etapa llamada de Dictadura del Proletariado tenía que ser muy corta, según la mente de Marx y demás teorizantes, mientras que en la realidad ya se acerca al medio siglo, y según palabras del viejo Stalin tendrá que durar dos o tres siglos más para cubrir sus objetivos y poderse pensar en la implantación del comunismo. Esto permite reflexiones interesantes a los que tengan costumbre de reflexionar.

 

35.- En el antiguo pueblo de Israel tenemos un caso típico y único de imperio de la Ley. Y no de una ley cualquiera de cualquier vencedor, sino de la Ley de Dios, impuesta por el mismo Dios.

 

36.- Se trataba de un pueblo que se formó en la esclavitud durante siglos, y sin posibilidad de mezclarse con los que los oprimían. Lo cual determinó dos notas distintivas interesantísimas:

1a.- Un racismo perfecto, ya que todos eran de la sangre de Jacob, sin mezcla alguna.

2a.- Ausencia de toda «tradición», ni de usos ni costumbres propios y específicos. Su condición de esclavos no permitía nada de esto.

 

37.- En el momento oportuno Yahve inicia la manifestación de su Poder, haciéndolos salir de Egipto contra la voluntad del Faraón y contra la voluntad de los propios israelitas. Los prodigios que manifestaban el poder de Yahve se sucedían sin interrupción, de tal manera que no se necesitaba ninguna forma de fe para creer en ello: era evidente y patente. La aventura de aquellos cuarenta años en el desierto es maravillosa. Y uno de los aspectos que me parecen más interesantes es el de la dificultad que representa el hacer pasar un pueblo del estado de esclavitud a un estado de legalidad. El mismo Iahve renunció a ello, y no les dio la tierra prometida hasta que hubieron muerto todos los adultos que salieron de Egipto; quiso hacer “fuego nuevo” con una generación que no tenía otra experiencia vital que la de su dependencia total de Iahve, viviendo en la aridez de las piedras de un desierto espantoso. Hoy diríamos que fue un “lavado de cerebro” perfecto.

 

38.- Entonces Yahve, a través de Moisés, les dio la Ley. Que no fue solamente la ley del más fuerte, sino la Ley del Fuerte por antonomasia. Los resultados fueron como para desconcertar a cualquier persona de mentalidad totalitaria, ya sea comunista o de otro tipo.

 

39.- Stalin decía que se necesitaban trescientos años para “formar” un pueblo fiel al comunismo, y Yahve necesitó mil quinientos años para formar a aquel pueblo escogido, en una lucha constante, y los resultados no fueron brillantes. La “Fuerza Total” de Yahve consiguió un pueblo que le obedecía solamente en las exterioridades, pero cuyo corazón estaba muy lejos de Él, con palabras del mismo Jesús, que sabía bien lo que decía.

 

40.- La principal lección que Yahve quiso enseñar a “su pueblo” (más con hechos que con palabras) era que Él, Yahve, era el Omnipotente, y nada escapaba a su poder. Y cuando se presentó la manifestación máxima del poder de Dios, que fue el que Dios se hiciera hombre, le negaron a Dios poder para hacer esto, y lo crucificaron, alegando que Dios había blasfemado.

 

41.- Los pueblos (y grupos humanos) ordenándose por la ley del más fuerte constituyen una constante histórica de todos los tiempos, y en Israel esto se llevó a la perfección, tanto en cuanto a las leyes, cuya moralidad era perfecta, cuanto a la fortaleza del legislador, que era el Todopoderoso, (¡nada menos!).

 

42.- A mi entender, esto constituye una demostración práctica y evidente de la precariedad de la ley y del poder. La naturaleza humana no puede dar más que esto, aún en el caso de que intervenga el mismo Dios desde fuera con su Ley y con su Poder.

 

43.- Y así aparece toda la grandiosidad y toda la novedad del Mensaje y del Hecho cristiano. Pero en esto fijaremos un poco la atención en el Capítulo siguiente.

 

44.- Como resumen de lo indicado en este Capítulo solamente quisiera destacar las consideraciones siguientes:

1a.- Las leyes son necesarias en las sociedades humanas que luchan por la existencia.

2a.- Es inútil esperar que las leyes puedan suprimir la lucha por la existencia, aunque no lo crean los comunistas y demás totalitarios.

3a.- La historia nos pone de manifiesto un gran catálogo de sistemas y de leyes que han pretendido normalizar la lucha por la existencia, todos los cuales han fracasado, o están en camino de fracasar.

45.- Por consiguiente, es inútil discurrir sobre sistemas nuevos que se basen en la imposición de ciertas leyes, que sin duda alguna, seguirían el camino del fracaso que han conocido los sistemas y las leyes anteriores.

 

Hay que lanzarse por otro camino.

 

 

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