«La novedad de los movimientos sociales» en el magisterio de Francisco

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“Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad» (FRANCISCO, I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 2014).

El magisterio de Francisco inserta como novedad de la opción por los pobres la necesidad de vivir la misión eclesial desde los nuevos procesos históricos de cambios sociales que favorezcan las luchas de las grandes mayorías pobres. No estamos hablando de la acción pastoral regular de la Iglesia, sino del acompañamiento y la promoción de los movimientos sociales, cristianos o no, que trabajan en cada país por el bien común. Como explica el Papa Francisco: «ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal (…), nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares. Son ellos un signo real de la “incorporación de los excluidos en la construcción del destino común”» (FRANCISCO, I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 2014).
Estos movimientos revelan que «los pobres no solo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella» y el deber de la Iglesia, en fidelidad con el Reino de Dios, está en «acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación» (EG 199). La conversión pastoral nos exige pasar de una Iglesia que se ha acostumbrado a dictar las pautas, a otro modelo de Iglesia —pueblo de Dios— que reconoce lo que ya existe en la historia secular para asumirlo y fortalecerlo. Y es que, como explica Francisco, «la Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso de anuncio del Evangelio» porque la «colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio» (FRANCISCO, II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 2015).

Estos movimientos nos enseñan que la Iglesia debe estar al servicio de todos, y no sólo de sus miembros, pues si quiere favorecer realmente una cultura del encuentro no puede limitarse a reunir a los que ya forman parte de su estructura. Son grupos que trabajan en las periferias y que se unen por el bien común. Así lo explica Francisco: «sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad» (FRANCISCO, I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 2014).

Esta visión supone que la Iglesia tenga que superar la tentación del exclusivismo salvífico. Ella no puede seguir proponiendo una pastoral autorreferencial que tenga como fin integrar a las personas de la sociedad en variados grupos religiosos o parroquiales. El reto de hoy está en asumir el mundo secular en cuanto mundo y vivirse —siguiendo el espíritu del Vaticano II— como Pueblo de Dios en medio de los pueblos de este mundo. Una Iglesia en salida.

El principio soteriológico de una Iglesia en salida está en entender que «entra en comunión con Dios el que entra en comunión con los hombres» (GUTIÉRREZ G., Líneas pastorales de la Iglesia en América Latina). Por ello, se sale para generar nuevos procesos históricos: «la opción es por generar procesos y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por vivir bien» (FRANCISCO, II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 2015).

A la base de esta visión se encuentra también Lucio Gera con su Teología de los procesos históricos, que busca identificar los acontecimientos de una época, esos que marcan su dirección histórica, y discernirlos como signos de los tiempos que revelan el sentido salvífico, orientándolos hacia la fraternidad universal como horizonte de la actuación del Espíritu en la historia. Estos nuevos procesos son hoy llevados con gran autenticidad por los movimientos sociales y populares que luchan por la «participación protagónica de las grandes mayorías».

Así como para Juan XXIII, en Pacem in Terris, estos procesos fueron la promoción de los trabajadores y de la mujer, la descolonización y la paz entre los pueblos, para Francisco son todos aquellos que denuncian la exclusión y la inequidad, a la vez que proponen un mundo más humano que supere al actual sistema. Este es el papel mediador, sociopolítico, de los movimientos populares.

A partir de un modelo de Iglesia pobre y para los pobres, Francisco nos recuerda que no hay salvación sin nuestras acciones concretas para quitar el pecado que padecen los económicamente pobres y los socioculturalmente excluidos porque la vocación cristiana se arraiga en el llamado que nos hiciera Pablo a «no olvidar nunca a los pobres» (Gal 2,10).

Rafael Luciani (teólogo venezolano y profesor de la escuela de Teología y Ministerio en Boston College)