La autora de este artículo, economista, teóloga y misionera del MCC en Venezuela desde hace 20 años, nos presenta la figura de Julián desde una perspectiva privilegiada, la de los empobrecidos de la tierra, pues la encarnación entre los pobres fue una de las claves para entender a Julián y lo es para comprender su vigencia en nuestro mundo de hoy. 

Rosario Torres

Nuestro querido Julián fue promotor de militantes cristianos en España y aquí en Venezuela. Toda una vida dedicada al apostolado militante, es decir, a la formación de militantes cristianos pobres. Una propuesta, que se evidencia históricamente y en la sencillez de la vida ordinaria, cada vez más necesaria. Es la verdadera respuesta a los empobrecidos de la tierra y a toda persona que en verdad quiera. Propuesta-respuesta que no se ha quedado obsoleta, ni mucho menos, sino que es admirablemente nueva, con la frescura de lo que señala al futuro, a los tiempos nuevos. Son suyas las palabras que nos decía: «merece la vida entera el ir a cualquier lugar del mundo por un solo militante». Y lo demostró con su vida, recorriendo miles de kilómetros, por tierra y aire, con salud y enfermedad, separándose por largas temporadas de su amada esposa Trinuca, en ofrenda agradable a Dios.

Pero esta propuesta no fue propia, sino de su querido amigo y maestro Guillermo Rovirosa. Julián fue el discípulo fiel, consciente de que su misión era llevar a las próximas generaciones, a la Iglesia del siglo XXI el gran legado de Rovirosa, en proceso de canonización.

Julián llevó a los pobres, a los que tanto amó, a Rovirosa, a quién tanto amó. En los últimos días de su vida decía: ¡Solo puedo dar gracias a Dios por haberme permitido conocer a Rovirosa!

El gran patrimonio para los pobres es la experiencia evangelizadora con los pobres de España, el apostolado obrero, y la aportación que al mismo hizo Guillermo Rovirosa: un cristianismo de conversión, una espiritualidad de encarnación fundamentada en la conversión a Cristo y a nada más, amor a la Iglesia sin condiciones y su entrega a los pobres.

Y como un marco previo a todo ello, sin el cual no puede darse todo lo demás, la primera advertencia de nuestros amigos Rovirosa y Julián: Ser cristiano es lo más importante de la vida. El cristianismo no es «las sobras» como diría Rovirosa, sino lo que nos configura entera e integralmente. Es un tema fundamental: vivir una vida de fidelidad a Cristo en todas sus dimensiones, sin que nada quede al margen o el vivir una «doble vida» poniéndole unas veces una vela a Dios y otra al diablo.

Toda la vida es un camino de Conversión

El proceso de conversión es un proceso de formación que irá transformando nuestra mentalidad individualista en mentalidad de comunión-solidaridad. Y eso es como si nos arrancaran la piel, porque el individualismo feroz lo tenemos arraigado en las entrañas. Todos, nadie se libra.

Y como Julián repetidamente nos recordaba: Todo problema humano es religioso. Todo pasa por el proceso de conversión, hasta las cosas más pequeñas.

La conversión es crecimiento hacia abajo, como el de Nuestro Señor Jesucristo que siendo rico se hizo pobre, es el camino de la pobreza evangélica, que a Julián le había transmitido Rovirosa. Algún día descubriremos que la pobreza es un sacramento, porque si sacramento es el lugar donde Dios se manifiesta al hombre y el hombre se encuentra con Dios, en la pobreza nos encontramos siempre con El. Y este camino de la pobreza evangélica, el camino de los bienaventurados a los que pertenece el Reino de Dios, conlleva un proceso de amor, de amistad con los pobres que supone todo un itinerario espiritual: conocerlos, comprender su vida, vivir su vida y compartir sus luchas.

Julián siempre perteneció al mundo de los pobres. Los pobres de Venezuela, donde finalmente se pudo llevar a cabo el proyecto del Movimiento Cultural Cristiano hace ahora 25 años, reconocían en él un hermano mayor, a un amigo. Era uno de ellos, como ellos, entre ellos.

Y Julián, en su amor apasionado por la Verdad, siempre estaba en guardia en los cursos, no permitiendo bajo ningún concepto que se rebajara la Conversión con excusas y razonamientos fabricados a nuestra medida y «muy bien» planteados. Cómo olvidar sus palabras y ese tono tan enérgico, gritando herido. ¿Cómo íbamos a molestarnos si nuestros corazones ardían? ¿Cómo enfadarse si éramos amados?

Promoción frente al asistencialismo

Si algo no soportaba Julián era el asistencialismo que es la elevación a la categoría de sistema, de la ayuda a los pobres, generando la dependencia permanente y sin plantear jamás su promoción personal, integral y solidaria. El asistencialismo aplasta la dignidad del hombre. Bien lo saben los empobrecidos en carne propia, con la ONU y sus agencias, y miles de ONGs repartiendo kits y ayudas a cambio de imponer sus ideologías mortíferas, las esterilizaciones masivas, y de dividir a los pobres entre los que reciben o no reciben estas migajas.

Frente a ello la promoción, que es la puesta en ejercicio de todas las cualidades dadas por el Creador al hombre de forma personal, integral y solidaria. Promoción integral, es decir, de todas las dimensiones del ser humano, materiales y espirituales; y solidaria, no individualista, entendiendo la solidaridad no como dar de lo que nos sobra, sino compartir hasta lo necesario para vivir. Julián nos insistía: Lo único que el sistema no puede asimilar es el amor y entrega a fondo perdido, es decir, la solidaridad.

Y promoción desde abajo, desde los empobrecidos y más débiles de la sociedad. La evangelización de los empobrecidos debe ser obra de los propios empobrecidos y eso solo será posible mediante la promoción de militantes cristianos pobres.

Cuantas veces Julián nos repetía y hacía la misma pregunta, que ya nos sabíamos de memoria: ¿Qué es más importante para la liberación de los empobrecidos, poner un puesto de libros y revistas solidarias o dar un millón de pesetas a los pobres? Como Rovirosa, era consciente que lo primero y más importante que tenía que tener una organización de pobres, una organización apostólica, es un órgano de expresión propio. Pensar con cabeza propia y no con la cabeza de los de arriba.

Por eso, aprendió y eligió el largo y sacrificado pero fecundo, camino de la cultura y la vida solidaria, frente al atajo fácil e inmediato del asistencialismo, que castra la promoción de los pobres. Nos enseñó Julián que el primero fomenta hombres libres, capaces de generar esperanza y liberación a los oprimidos. El segundo crea personas dependientes, y por tanto, esclavas. La ayuda del pan para hoy y hambre para mañana perpetúa la miseria de los pobres, satisfaciendo únicamente las conciencias atormentadas de los enriquecidos. Por eso, crear opinión pública solidaria con los empobrecidos es, también hoy, lo más importante. Sigue siendo plenamente actual el lema del movimiento obrero de mitad del siglo XIX: Frente a la ignorancia libros, frente a la miseria asociación. ¡Asociación o muerte!

Por eso, las ediciones Voz de los sin Voz del Movimiento Cultural Cristiano, que sigue siendo una novedad revolucionaria en el panorama editorial, con el servicio a la verdad, independencia, medios de producción pobres, trabajo gratuito, distribución militante, precios a un 500% por debajo de los precios de mercado. Unos libros que pueden pagar especialmente los pobres. Aquí en nuestros barrios venezolanos, somos testigos de cómo los pobres los adquieren, cómo se forman y hacen grupos o talleres de lectura en torno a ellos. Algunos aprenden a leer tras unos comienzos titubeantes por la vergüenza del que dirán los demás, otros se animan a expresar sus ideas, a compartir lo que han leído y van surgiendo grupos de lectura social donde leemos y dialogamos juntos. El libro sigue siendo una herramienta de liberación, y frente a las nuevas tecnologías que atontan, el libro es una herramienta revolucionaria en su formato de papel. Se puede tocar, se puede subrayar, se puede cerrar para reflexionar, se puede volver a la hoja anterior a releer… El libro palpita en nuestras manos.

Formación de militantes cristianos primeramente, luego vendrán las obras que ellos lleven a cabo bajo su responsabilidad. Un matrimonio amigo recuerda en los primeros viajes de Julián a San Félix, como en una ocasión le manifestaron su deseo junto con otros matrimonios y educadores jóvenes de poner en marcha un colegio. Su respuesta contundente fue: «Les recomiendo que primero comiencen con una casa de cultura y después ya vendrá el colegio, y vendrá lo que ustedes quieran, pero primero hay que formarse».

Amor incondicional a la Iglesia

Como es un artículo, hemos de ir terminando. Pero no podemos hacerlo sin mencionar un tema clave:

El amor a la Iglesia de Rovirosa y que Julián nos trasmitió a todos nosotros: No hay derecho a que un cristiano critique a la Iglesia, si no lo hace echando lágrimas de sangre. El hijo que critica a su madre la Iglesia, sin rompérsele el alma es un irresponsable porque a nadie le debe más en el mundo. ¡A nadie se le debe más en el mundo, y nadie es nadie!

Nos compartía que no había conocido un amor más claro, nítido y cristiano a nuestra Santa Madre, la Iglesia, que el de Rovirosa. Y contándonos tantas anécdotas e historias de su vida, afirmaba con rotundidad: «Si de todo lo dicho tuviera que dejar una sola cosa, sería ésta: Jamás un hijo se defiende de su madre. Esta es la gran lección de Rovirosa para nuestro tiempo».

También fue así en la vida de Julián. Él mismo lo afirmó diciendo que lo que más debo en el mundo es la Iglesia Católica. Y el día más importante de su vida fue el de su Bautismo a los 18 años de edad. Y al morir un deseo: que le enterrasen con la partida de su Bautismo en sus manos. Así se hizo.

Amor incondicional a la Iglesia. Estamos en el apostolado militante por razones y exigencia de nuestra fe. Nada tiene sentido al margen de la fe. Y cuando nos formamos, es para ir alcanzando una visión de fe de la realidad. Que nuestro ver, juzgar y actuar sea el ver, juzgar y actuar del propio Cristo.

Gracias a Julián no nos queda la menor duda de que un buen plan de formación debe descansar en la convicción de que no hay nada más importante para los hombres y mujeres cristianos que el intento de que veamos, juzguemos y actuemos desde la fe. Los militantes estamos hechos para la acción en el mundo, pero acción desde la fe.

La permanencia en la fidelidad al Ideal es la gran piedra de toque del militante. Militancia cristiana de por vida. Gracias Julián. Tu testimonio, de palabra y obra, es fuente de entusiasmo entre los empobrecidos que se han embarcado en la formación militante. Saben que es un tesoro que llevan en frágiles vasijas de barro, pero que es un TESORO. ¡Hasta Mañana en el Altar!

Fuente : revista id y evangelizad n 140