LOS POBRES Y EL CONCILIO VATICANO II

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(Selección de textos)

Frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal como es y desea ser: la Iglesia de todos y, particularmente, la iglesia de los pobres“.

Juan XXIII. Mensaje al mundo antes de la apertura del Concilio. 11.9.1962.

“No daremos satisfacción a las exigencias más auténticas y profundas de nuestra época, no responderemos a la esperanza de una unidad compartida por todos los cristianos, si hacemos del tema de la evangelización de los pobres uno de los muy numerosos temas del Concilio. No se trata efectivamente de un tema cualquiera; se trata, por decirlo así, “del” tema de nuestro Concilio. Si, tal como se ha dicho aquí mismo varias veces, es exacto afirmar que la finalidad del Concilio estriba en hacer a la Iglesia más conforme con la verdad del Evangelio y más apta para responder a los problemas de nuestra época, podemos decir que el tema central de este Concilio es la Iglesia, precisamente en cuanto es la Iglesia de los pobres”.

Cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia. 3.3.63.

“La Iglesia debe volver a encontrar un aspecto que los siglos han esfumado un poco: el semblante de la pobreza. Recordando que los apóstoles eran tan sólo modestos pescadores de Galilea y que el mismo Señor quiso vivir en la pobreza”.

Cardenal Lienart, Obispo de Lille.12-13.5.63

” Es indispensable desprender a la Iglesia, que no quiere ser rica, de las apariencias de riqueza. Es necesario que la Iglesia se muestre tal cual es: la Madre de los pobres, preocupada por dar ante todo el pan corporal y el pan espiritual a sus hijos, como lo afirmaba Juan XXIII el 11.9.62: “La Iglesia es y quiere ser la Iglesia de todos y particularmente la Iglesia de los pobres”. Debe orientar a aquellos que disponen de lo necesario a preocuparse por proporcionarlo a quienes todavía no lo tienen. Obispos, debemos hacer de manera que el problema de la evangelización de los pobres, del apostolado en el ambiente obrero se sitúe en el centro de nuestras preocupaciones conciliares. El actual Concilio debe ser la ocasión de afirmarlo”.

Cardenal Gerlier, arzobispo de Lyon. Abril. 1962.

“La Iglesia y los pobres: por todas partes hay algo que hacer para que la Iglesia sea de verdad la Iglesia de todos, y, particularmente, la Iglesia de los pobres… La pobreza es una cuestión de vida o de muerte para la Iglesia: sin ella, perderá el mundo obrero. Ya que lo más grave es que la población obrera, sobre todo en determinadas regiones de Europa occidental, se evade de la Iglesia. No se trata tanto de ricos y pobres sino de los obreros, que son la fuente viva del mundo actual. De todo corazón estoy al lado de quienes buscan en esta dirección. Si algo se decide, seré el primero en hacerlo, en sacrificar lo poco que tengo. Se trata de renovar el Espíritu, no de la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, sino de los eclesiásticos… que no todos son santos. Pido a Dios gracias y bendiciones para el bien de la Iglesia y de su pueblo.

Mgr. Máximos, Patriarca griego ortodoxo de Antioquía. Abril. 1962

“Cuan difícil se nos hace a nosotros, pobres Obispos de la Iglesia de Cristo del siglo XX, lograr introducir este mensaje que, debido a su origen, está calado en la pobreza de la Encarnación y de la Cruz, predicado por un obrero que vivía sin disponer tan siquiera de una madriguera como los zorros, que lavaba los pies desnudos a aquellos a quienes llamaba sus “amigos”, que se expresaba en el lenguaje familiar   de   la   dracma   extraviada;   mensaje destinado hoy día a hombres de una austeridad proletaria, cuyo sesenta y cinco por ciento pasa hambre,   muchos   de   los   cuales   viven   en chabolas, barracas, bidones-hogar; que entre ellos   se   llaman   “camaradas”     y    están acostumbrados al lenguaje incisivo y directo de sus leaders, igual que a la sobriedad de las líneas de sus rascacielos, de sus “jets” y del “schort” que visten sus jefes militares para pasar revista; mientras nosotros, hemos de explicarles este mensaje desde lo alto de los mármoles de nuestros   altares   y   de   nuestros   “palacios” episcopales, en el incomprensible barroco de nuestras misas de pontifical, con sus extraños bailes de mitras, con las más raras perífrasis de nuestro lenguaje eclesiástico y que, por otra parte, nos presentamos ante el pueblo revestidos de púrpura, en un coche último modelo o un vagón de primera clase y que este pueblo viene a  recibirnos     llamándonos       “Excelencia reverendísima” y doblando la rodilla para besar la piedra de nuestro anillo!. ¡Liberarse de todas estas toneladas de historia y costumbres no es fácil!”

Wigr.   Juan   José   Iriarte, obispo de Reconquista. Argentina. 1. Junio. 1963

“Los diversos signos exteriores y las ceremonias que realzan la persona del Obispo particularmente, sólo aparecieron en el transcurso de la historia de la Iglesia, especialmente en los tiempos del emperador Constantino, cuando se especificaron los honores externos a que tendrían derecho los altos funcionarios del Imperio romano y al hacerse extensivos a los Obispos estos honores. Donde arrecia la persecución no hay más remedio que renunciar a ellos y ello no daña la vida interior”.

Cardenal Frings, arzobispo de Colonia. Cuaresma 1963.