Nicolás Jouve de la Barreda
Dr. En Biología, Catedrático de Genética,
Universidad de Alcalá
Tras más 25 años desde el nacimiento de la primera niña producida por fecundación in vitro y transferencia de embriones (FIVET), en los países desarrollados han nacido más de un millón de niños mediante esta técnica. La FIVET, tuvo su primer éxito y se dio a conocer mundialmente en 1978, con el nacimiento de la niña Louise Joy Brown en el Reino Unido. En 1985 nacieron los dos primeros gemelos-probeta españoles, Gemma y Sergio.
Sin embargo, y aunque la investigación en el campo de la reproducción humana ha avanzado notablemente y se ha investigado con el propósito de hacer más «eficaces» las técnicas de FIVET, la realidad es que no se ha logrado un incremento sustancial en el rendimiento de la tasa de niños nacidos por ciclo de tratamiento, que se cifra en torno al 20-30%. Es de significar además que la FIVET requiere la producción de un número alto de embriones para conseguir un embarazo, lo que ha promovido nuevos problemas, como lo supone el hecho de los embriones que se olvidan en congelación, se destruyen tras la implantación por medio de la llamada «reducción embrionaria», ó se manipulan de diferentes maneras. En España, desde la Ley 35/1988 se permitía implantar un número ilimitado de embriones. Con el fin de optimizar el porcentaje de éxito en el embarazo, los centros de FIVET aconsejan la utilización de tres o más embriones, siempre que fuese posible. Algunas clínicas tienen por norma la implantación de un máximo de cuatro embriones por ciclo, pero en otras el número es superior. En el supuesto de que se disponga de más embriones que los que se van a implantar, se procede, previo consentimiento de la pareja, a la congelación de los «sobrantes» o «supernumerarios» que no se transfieran, en previsión de que ante un eventual fracaso del embarazo puedan ser utilizados con posterioridad. Este es el origen de la acumulación de miles de embriones desde que se implantó la Ley 35/1988, sobre técnicas de reproducción asistida. Aunque no se ha llevado a cabo un registro de los embriones congelados, a pesar de tratarse de una obligación establecida en la misma Ley, se estima que desde la autorización de estas técnicas se han acumulado más de 200.000 embriones en las clínicas de FIV en España. El proceso de la congelación es traumático para los embriones, con un riesgo de muerte de los embriones así manipulados en torno al 30%.
Según datos de la HFEA (Human Fertilisation and Embryology Authority), que es un órgano no gubernamental que regula e inspecciona las clínicas británicas dedicadas a la FIVET, el éxito de está técnica se estima en un 22 %, cuando se utilizan ovocitos frescos y desciende a un 14 % sí han sido previamente congelados. En su último informe anual este organismo señala que la probabilidad de conseguir un embarazo por parte de una mujer infértil mediante FIVET disminuye con la edad, de modo que, cuando se utilizan embriones no congelados, la probabilidad es del 27,6% para mujeres de menos de 35 años, desciende a un 18,3 % en mujeres de 38 a 39 años y a un 10 %, entre 40 y 42 años de edad.
Antes de entrar en otras consideraciones sobre las derivaciones de la FIVET en otros campos, como la clonación, la investigación biomédica, etc., tenemos que hacer referencia a una de las más negativas consecuencias del uso directo de esta tecnología, la «reducción embrionaria». En efecto, un problema no resuelto satisfactoriamente en la FIVET, es el de las gestaciones múltiples, consecuencia de la implantación habitual de dos o más embriones. Los embarazos múltiples ocurren de forma natural en aproximadamente 1–2 % de las gestaciones. Sin embargo, el recurso de la FIVET conduce a un aumento considerable de este fenómeno, como consecuencia del uso de las hormonas para la estimulación ovárica, como las gonadotropinas. La gran mayoría de estos embarazos son gemelos, pero también pueden presentarse casos de trillizos, cuatrillizos y aun de mayor número. La gestación múltiple conlleva riesgos para el feto que pueden traducirse en abortos, defectos al nacer, partos prematuros y problemas de desarrollo físico y/o psíquico, que pueden desencadenar un parto prematuro. La edad gestacional promedio para los embarazos simples es de 39 semanas, mientras que para los gemelos baja a 35 semanas, para embarazos triples a 33 semanas y para los cuádruples a 29 semanas, todo lo cual repercute en el desarrollo físico de los bebés al nacer. En general, los riesgos de complicaciones atribuibles a un parto prematuro son mayores en los embarazos de menos de 32-34 semanas.
Pues bien, para evitar estos riesgos y facilitar el desarrollo del embarazo, en las clínicas de reproducción asistida se recurre a la llamada “reducción embrionaria”, una técnica cuyo objetivo es disminuir el número de fetos, con el fin de incrementar la probabilidad de que continúe el embarazo de al menos un feto. Se lleva a cabo mediante la introducción de una aguja por via vaginal o abdominal guiada por ecografia que inyecta cloruro de potasio directamente dentro del feto, lo que produce su destrucción inmediata. Esto tiene lugar entre la 9º y 12º semana de la gestación, pero puede efectuarse en forma tardía hasta las 24 semanas de gestación. El procedimiento es dramáticamente más eficaz cuando se realiza en embarazos tempranos. La incidencia de abortos asociados a este procedimiento es del 4-5%. Además la reducción embrionaria conlleva un aumento de hasta un 75 % del riesgo de un parto prematuro.
Cuestiones básicas sobre la vida humana naciente
Antes de valorar las diferentes situaciones que agraden a la vida, parece necesario aclarar una serie de cuestiones fundamentales: ¿qué es la vida?, ¿cómo es la vida?, ¿qué es un embrión?, ¿cuándo empieza la vida?, ¿cuándo debemos considerarnos personas?, ¿qué significado tiene la vida humana?, ¿qué objetivo tiene la vida?, ó ¿cuando y qué derechos le otorgamos a la vida humana?.
Naturalmente todas estas cuestiones tienen respuesta desde distintas perspectivas: filosófica, científica, teológica y jurídica. Solo me voy a referir a las que atañen a la ciencia, y en particular a las referentes a los embriones y al comienzo de la vida humana.
Señala Francesco d’Agostino, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Roma «Tor vergata», Presidente del Comité Nacional de Bioética de Italia y Miembro de la Academia Pontificia para la Vida, que «Corresponde a la ciencia indicar cuando nos encontramos en presencia de un nuevo individuo viviente y perteneciente a la especie humana».
Del mismo modo la «Academia Pontificia para la Vida» en la Declaración Final de su XII Asamblea, celebrada en marzo de 2006, en relación con el embrión humano puntualizó la conveniencia de tomar en consideración los fundamentos científico-médicos más que los teológicos, y de este modo se pronunció en marzo de 2006: «Según una correcta metodología bioética, es necesario ante todo dirigir la mirada a los datos que pone a nuestra disposición la Ciencia más actualizada, permitiéndonos conocer con gran detalle los diversos procesos a través de los cuales un nuevo ser humano inicia su existencia».
Con frecuencia se dice que el embrión humano es la cenicienta de la Bioética, y es verdad que lo parece, dada la falta de protección jurídica y la carencia de rigor científico en sobre el significado del embrión, especialmente desde la implantación de las técnicas de reproducción asistida y más acentuadamente desde que surgió el interés por las células madre. Sin embargo, la realidad es que para la ciencia no ofrece ninguna duda la auténtica naturaleza de los embriones. Es curioso constatar como en los textos legales se trata de imponer la idea infundada e inusual en biología de que el embrión humano –no así el de otras especies- no es más que un conglomerado de células, mero material biológico. Por ello, vamos a plantearnos ¿qué es un embrión para la Biología?.
Las respuestas a un concepto biológico claro e inmutable, parecen ser interpretados de forma distinta en campos alejados de la biología en los últimos años. Veamos por ejemplo estas definiciones del término embrión:
- Respuesta reciente, contaminada por intereses de carácter utilitario de una conocida enciclopedia «on-line», ciencia-net, http://www.ciencia.net/enciclo_alfa.jsp. En el 2004, se «colgó» en la red la siguiente definición del embrión: «la agrupación de células con iniciativa genética propia. En la reproducción humana, ésto sucede a partir del cuarto día de la fecundación:
- Definiciones biológicas de tratados de Biología de hace más de 10 años y por tanto no contaminados. En el texto The World of Biology de William Davis y Eldra Pearl Solomon, de 1979, se definía al embrión de forma tan sencilla como «un organismo en las etapas tempranas de su desarrollo», y en la edición del 1985 del tratado de Biología, de Eldra Pearl Solomon y otros autores se precisaba aun más al definir al embrión como «el animal en proceso de desarrollo a partir del huevo fecundado», ó «el organismo multicelular en la fase inicial de la vida, antes de que salga del huevo, semilla o cuerpo materno», definición que aplicada a la especie humana «…se extiende hasta el término del segundo mes del desarrollo, después de lo cual se denomina feto».
Abunda en lo mismo, Rigomar Rieger y otros autores en el «Glosario de Genética y Citogenética», en cuya 4ª edición, de 1976, se definía a los embriones de los animales como «los organismos jóvenes a partir de la fertilización del ovocito».
Del mismo modo, Abercrombie, Hickman y Johnson, definían al embrión en su «Diccionario de Biología» como «el animal en proceso de desarrollo a partir del huevo fecundado».
A la vista de estas definiciones de biólogos, no comprometidos con la utilización de los embriones, es claro que al referirnos a un embrión humano, nos estamos refiriendo a una vida naciente, que se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo, y no a un mero conglomerado de células del que de forma injustificada e indefinida en el tiempo se pospone la formación del embrión.
¿Cuándo se constituye el embrión?
La biología es igualmente clara respecto a cuándo se constituye el embrión. Hemos visto que en varias de las definiciones anteriores de textos de Biología se hacía énfasis en que el embrión se forma «a partir del huevo fecundado». Es decir, en el momento en que existe un ente biológico con capacidad genética propia y suficiente para iniciar su desarrollo ontológico autónomo. Es decir, en el momento en que tenemos la primera manifestación corporal humana. Ese momento coincide con el de la fecundación, que se cuando se forma el cigoto y por lo tanto el cigoto es ya un embrión. Es un embrión unicelular.
Partiendo de esta definición, que se ciñe estrictamente al aspecto natural de los embriones, hay que precisar que pasa con los embriones producidos in vitro (FIV). Parece evidente, que la definición de embrión que acabamos de ver, es tan válida para los embriones concebidos de forma natural como para los procedentes de la fecundación in vitro, dado que la artificialidad de la producción no altera ni la naturaleza biológica ni la condición de seres humanos en estado embrionario. Todo cigoto, y aun más allá, cualquier célula capaz de desarrollar un ser humano, es decir con totipotencialidad equivalente al cigoto, proceda de fecundación natural, reproducción in vitro, transferencia nuclear en ovocitos enucleados, etc., pero sobre todo que posea la misma capacidad de desarrollo hacia un ser adulto, debe considerarse un embrión.
Si queremos precisar más sobre las pruebas científicas de que la vida empieza en el momento de la concepción nos tendríamos que preguntar ¿qué ramas de la Biología tratan sobre el inicio de la vida y qué nos dicen al respecto?. Pues bien, hay tres áreas de conocimiento de la biología que, a través de la experimentación, y por enfrentarse directamente con las propiedades y el desarrollo de los seres vivos, han aportado pruebas suficientes sobre lo que hemos señalado. Estas áreas son la Genética, la Biología Celular y la Embriología. A ellas se añade una reciente especialidad de la genética, la Genética del Desarrollo, que concilia las tres perspectivas anteriores al explicar en términos de expresión programada de genes cada paso del desarrollo. Además, tras el conocimiento aportado por el Proyecto Genoma Humano, en sus vertientes estructural y sobre todo funcional, hoy podemos comprender mejor que nunca el trascendente papel de la información genética como determinante de las características de cada ser humano individual. Veamos someramente, qué pruebas han aportado cada una de estas disciplinas:
La Genética: el papel de la información genética
Desde la perspectiva de la ciencia, la mejor aproximación al fenómeno de la vida la aporta la Genética, que centra su estudio en las moléculas de ADN, definidas a veces como las moléculas de la vida, por su existencia en todos los seres vivos y por ser responsables de la transmisión de la información de célula a célula, de padres a hijos, de unas poblaciones a otras y de unas especies a otras a lo largo de las generaciones.
Para entender el papel de la información genética como el factor más determinante de la biología de una persona comenzaremos por definir el genoma como: «el conjunto global de la información genética que existe en el núcleo del cigoto, formado tras la fecundación, y que se conserva de forma invariable en todas y cada una de las células de un individuo». Cada persona es un ser genéticamente distinto y singular, debido a las diferentes versiones de los genes, o a las variaciones (mutaciones) heredadas en el ADN que se estableció en el momento de la concepción. Cada individuo humano posee un genoma individual propio y distinto al de todos los demás. ¿Por qué decimos que el genoma individual, es lo que determina las características personales?. A los efectos de entender la singularidad de cada genoma individual y de donde viene la variación genética que la sostiene, es necesario tener presente lo que ocurre durante la meiosis (mecanismo de división celular generadora de los gametos). Cada gameto recibe en los n cromosomas (23) un juego completo de genes, producto del barajeo entre los 25.000 pares entre los paternos y maternos que poseía el organismo de que procede. En el cigoto se constituye el genoma individual propio, tras la fusión de los dos núcleos (2n=46) que configura una singularidad y una identidad genética propia, irrepetible y diferente a la del genoma del padre y la madre de que proviene. El Dr. Angelo Serra opina que: «el cigoto es el punto exacto en el espacio y en el tiempo en que un ‘individuo humano’ inicia su propio ciclo vital».
Se puede afirmar que en el cigoto se constituye el genoma individual propio, que configura una singularidad y una identidad genética propia, irrepetible y diferente a la del genoma del padre y la madre de que proviene. El genoma individual constituido en el cigoto es el centro coordinador y organizador a partir del que se sucederán de forma armónica las sucesivas fases del desarrollo (programa genético).
El cigoto, es un embrión de una célula, por la combinación nueva de los genes que recibe de sus padres, que no va a cambiar a lo largo de la vida hasta la muerte (el genoma individual es inmutable a lo largo de la vida salvo alguna mutación somática localizada). La identidad genética es la propiedad más importante de cada ser humano singular,
Desde el mismo instante de la concepción todo se desarrollará de forma dinámica sin solución de continuidad. El genoma individual es el patrimonio biológico inseparable de cada individuo. Todo está determinado en la combinación de genes y cromosomas del cigoto, mujer u hombre, blanco o de color, alto o bajo, rubio o moreno, el grupo sanguíneo, etc.
La Biología Celular: el papel de las células
Toda célula proviene de otra célula tras la replicación exacta del genoma. Todas las células de cada persona tienen en su núcleo los mismos genes que se reunieron en la fecundación. Además, desde la Biología Celular hay descubrimientos recientes que no dejan lugar a dudas sobre el despliegue de la vida humana a partir del cigoto. Desde la fecundación queda marcado el plano de desarrollo del individuo, que sin interrupción se desencadenará desde ese instante a partir de la primera división celular. La Dra. Zernicka-Goetz concluyó que «en la primera división celular ya existe una memoria de nuestra vida».
La Embriología: desarrollo sin solución de continuidad
Esta rama de la Biología nos describe el proceso de cambios morfogenéticos por los que se va constituyendo el nuevo ser. Las distintas formas del embrión, desde el cigoto, pasando por el estado de una bola de unas pocas células, la mórula, el blastocisto que anida en el útero (4º-9º día después de la fecundación), o la gástrula, que sobreviene después, no son sino etapas sucesivas, que a pesar del cambio de apariencia no representan un cambio cualitativo en el embrión que se está desarrollando, sino morfológico y cuantitativo, en lo que al tamaño se refiere. De este modo se destaca que el proceso de desarrollo es dinámico tras la constitución del cigoto y no deja lugar a dudas sobre la unidad ontológica del individuo durante el desarrollo.
Tras la formación del cigoto se sucede el desarrollo embrionario, sin solución de continuidad:
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La Genética del Desarrollo, síntesis de conocimientos sobre la vida naciente
Cada paso que se da desde el momento de la fecundación, cada decisión que se adopta para dar lugar a un grupo de células diferenciadas, una línea celular destinada a crear un órgano, etc., obedece a la activación de unos genes determinados del conjunto del genoma, solo en esas células. Se sigue así un programa de actividades genéticas perfectamente establecido en el momento de la fecundación.
El desarrollo morfogenético del ser humano es solo cuestión de tiempo y espacio, ya que habrá que esperar al momento y el lugar en que haya de expresarse cada carácter a lo largo del desarrollo. Este conlleva 3 aspectos:
- crecimiento corporal (aumento del número de células por mitosis),
- diferenciación de las células (actividad de genes estructurales por genes reguladores)
- manifestación de los caracteres, que definen las sucesivas etapas diferenciales morfológicas desde el instante de la concepción (se debe a la síntesis de proteínas específicas de cada tipo de células, tejidos y órganos por la actividad de los genes estructurales)
En el interior del blastocisto, pegado a uno de los extremos del blastocele hay una masa de células, la llamada masa interna que constituye el embrioblasto. Se trata de un conjunto de células madre, de las que se derivarán todos los tejidos y órganos del nuevo ser, pero que aun no se han diferenciado. Sí un grupo de células del embrioblasto se separarse, serían capaces de reorganizar por sí mismas un embrión, que es lo que ocurre en un 2 por mil de los casos, produciéndose los gemelos monocigóticos. Este es el fundamento de su pretendida utilización en investigaciones biomédicas (obtener líneas celulares totipotentes para restaurar tejidos degradados). Sin embargo, no dan resultado. Son mejores las células madre adultas y de cordón umbilical.
Tras la anidación, cada célula del embrioblasto se va a dividir y entre sus descendientes van a surgir todos los tejidos y órganos del feto. Unas células se empiezan a diferenciar a partir de otras. Al principio todas las células son idénticas, pero a medida que avanza el desarrollo van surgiendo sus papeles diferentes y este proceso de diferenciación celular implica activación ó desactivación de genes distintos en cada célula, tejido u órgano. Se produce la expresión de genes diferentes cuando se requiere su participación de acuerdo con los papeles específicos de cada linaje celular en el organismo. Aunque todas las células tienen la misma información que quedó constituida en el momento de la fecundación, no en todas las células, ni en todo momento, se expresan todos los genes. Estos se activan cuando toca hacerlo de acuerdo con un programa perfectamente establecido y dinámico desde la primera división celular.
El conocimiento de la forma en que se despliega el programa genético de desarrollo de los seres vivos pluricelulares ha adquirido un gran impulso gracias a los estudios realizados en organismos modelo, como la mosca de la fruta Drosophila melanogaster, y el ratón Mus musculus.
Cada día se van acumulando evidencias de genes que intervienen en los distintos momentos de la cascada de actividades necesarias para la organogénesis, que nos enseñan en qué lugar y en qué momento del desarrollo del embrión se han de sintetizar las proteínas de que depende cada etapa. Al papel primario del genoma embrionario se sobreañade una serie de «modificaciones epigenéticas», que se producen sin un cambio en las secuencias del ADN, pero sí en la actividad de aquellos genes que dejan de ser necesarios, que sin cambiar su mensaje, sufran modificaciones incluso irreversibles, de modo que queda permanentemente anulada su actividad en la célula y en el linaje celular derivado. En cualquier caso, las modificaciones epigenéticas, no suponen modificaciones en el programa de desarrollo genético, simplemente completan el camino a seguir.
Polémica social de la manipulación de la vida humana
Aunque la intención de la FIVET en principio fuese positiva, la de remediar la esterilidad, la consecuencia final es la de potenciar la experimentación con los productos «sobrantes» derivados de esta tecnología, es decir los embriones, que no debe olvidársenos son vidas humanas en sus primeras etapas de desarrollo.
Los argumentos a favor de la utilización de los embriones, por quienes ven en ellos la solución a las enfermedades degenerativas, ha trasladado gran parte de la discusión a si los embriones preimplantatorios, mal llamados «preembriones», deben considerarse personas, con los mismos derechos que los nacidos vivos. Quienes piensan que no, se aferran al falso concepto de preembrión. Un término que se introdujo inadecuadamente en la Ley española 35/1988 de Reproducción Asistida y se mantuvo en sus sucesivas modificaciones hasta la Ley 14/2007 de Investigación Biomédica, publicado en el BOE el 7 de julio de 2007[v], en cuyo texto se llega a utilizar el término preembrión en mas de una treintena de veces. Se trata de una palabra que no cuenta con el respaldo de la comunidad científica, ni fue utilizada en el dictamen de la Comisión de la Comunidad Europea sobre Investigación con Células Troncales Embrionarias Humanas, de abril de 2003, ni en el Informe sobre Investigación con Células Troncales del Comité Asesor de Ética en la Investigación Científica y Tecnológica, del Ministerio de Ciencia y Tecnología, de febrero de 2003. En estos informes, al embrión humano de pocos días siempre se le denominó embrión temprano o preimplantatorio, pero nunca preembrión.
La defensa de las investigaciones con embriones no solo enfrenta a sectores de la comunidad científica, sino también de la sociedad, afectando de forma evidente a la toma de decisiones de sus órganos de representación. En España, debemos recordar que la sentencia 116/99 del Tribunal Constitucional es tajante: «no se puede atentar contra la vida de un embrión humano de menos de 14 días ni utilizarlo para investigación a menos que esté abortado, ‘muerto’». La posibilidad de investigar con embriones humanos congelados, o de producirlos expresamente para investigación vulnera, asimismo, el artículo 161.1 del Código Penal español, que prohíbe la fecundación de óvulos humanos con fines distintos a la procreación humana, disposición que está en plena consonancia con nuestra jurisprudencia constitucional.
Además, la utilización de los embriones en investigación rompe con lo acordado en el Convenio de Derechos Humanos y Biomedicina del Consejo de Europa (Convenio de Oviedo), emitido en 1997, al desaparecer las medidas protectoras que hasta este momento se habían contemplado: la responsabilidad de los padres por sus embriones; el respeto al embrión exigiendo que no serían producidos embriones con otro fin que el reproductivo; el respeto por la vida embrionaria con la prohibición de la congelación, de la reducción embrionaria y de la investigación sobre embriones vivos.
Tampoco se ha atendido en las reformas legislativas españolas al pronunciamiento de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su Sesión Plenaria del 8 de marzo de 2005, que ratificó de manera solemne la recomendación de su comité legislativo, de prohibir «todas las modalidades de clonación humana», con un resultado de 90 votos a favor de la prohibición y 34 en contra.
El «Diagnóstico Genético Preimplantatorio», la «eugenesia», los «bebé medicamento» y los bancos de Sangre de Cordón Umbilical
Mediante la Ley 14/2006, se ignora el carácter de vida humana de los embriones, y se regula el llamado Diagnóstico Genético Preimplantatorio, la producción de embriones para investigación con las células madre embrionarias, por medio de la mal llamada «clonación terapéutica» o para su uso con fines terapéuticos para terceros, por medio de los llamados «bebé medicamento», al tiempo que se deja una puerta abierta a la selección eugenésica.
El diagnóstico genético preimplantatorio, facilitado por la FIVET, se lleva a cabo con el fin de seleccionar un descendiente, conforme a unas características genéticas deseadas, lo que en la práctica se convierte en un acto de eugenesia. En rigor no se trataría de la eugenesia tradicional, social o darwiniana, sino de eugenesia liberal, sutilmente limitada al individuo, basada en la capacidad de analizar la presencia de genes no deseados desde mucho antes de su manifestación e incluso desde los primeros instantes de la vida humana. Conviene recordar, que con técnicas como ésta personajes tan importantes como como Mozart, que sufría la enfermedad de Gilles de la Tourette o Einstein, que poseía una hipertrofia cerebral izquierda, hubieran sido considerados «no aptos para vivir».
Sobre el «diagnóstico genético preimplantatorio» Didier Sicard, presidente del Comité Consultivo Nacional de Ética de Francia, ha declarado recientemente que «…reduce a la persona a una sola característica. ¿Cómo defender el derecho a la inexistencia?», y en una entrevista en el diario Le Monde, Sicard señalaba que «el diagnóstico preimplantatorio no está orientado a tratar, sino a eliminar», y que en su opinión, la obsesión por el diagnóstico prenatal «está relacionada por una ideología rendida a la técnica». El mismo Didier Sicard señala que «Es estremecedor que en el siglo XXI el nacimiento de niños hemofílicos sea considerado inaceptable en aras del progreso científico».
Por cierto que, la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva publicó en 2001 un informe sobre el diagnóstico genético preimplantatorio[vi], acompañado de una recomendación en los siguientes términos: «Es necesario indicar a los pacientes que sean conscientes de los posibles errores potenciales en el diagnóstico y la posibilidad de efectos negativos a largo plazo, actualmente desconocidos, sobre el feto como consecuencia del procedimiento de la biopsia practicada en el embrión. El diagnóstico genético preimplantatorio debería ser considerado como una técnica establecida con usos específicos en la práctica clínica estándar».
Lo que parece claro es que en el contexto de la FIVET, los embriones producidos siguen siendo embriones, seres humanos en sus primeras etapas de desarrollo, aunque su origen haya sido asistido de forma no natural. Lo que ha producido un cambio en la forma de proceder es que la posibilidad de obtenerlo por medios no naturales ha contribuido a «cosificar» los embriones humanos, ya que como consecuencia de su producción bajo control, una vez obtenidos quedan a disposición de terceros.
Entre las utilidades de mayor interés está la producción de los “bebé medicamento”, o “bebés de diseño”, denominación que alude a la idea de producir embriones con un perfil genético predeterminado del niño que se desea traer al mundo, La idea es que tras la implantación y el desarrollo embrionario normal, el bebé nacido pueda ser utilizado como donante de material celular, para la realización de un trasplante de las células madre hematopoyéticas de su cordón umbilical o la médula ósea, para remediar alguna enfermedad congénita de un hermano nacido con anterioridad, afectado con una enfermedad de la sangre (anemia de Fanconi u otras). Una objeción al uso del PGD para producir un “bebé medicamento” es que este niño es concebido para beneficio de un hermano, pero no es deseado por sí mismo ni de él es prioritario el valor de su propia vida.
El método entra dentro de los límites de lo técnicamente posible, hasta donde lo permiten las pruebas diagnósticas en el ADN de una o dos células de un embrión, pero no está exento de una serie de riesgos que alcanzan a todos los actores y tocan todos los elementos del procedimiento. De hecho, si se tiene en cuenta que cada embrión producido es una vida humana cabe formular una serie de preguntas que afectan al niño enfermo potencial receptor del trasplante, a los padres, al propio “bebé medicamento”, a la metodología y al resultado del análisis: ¿cuántos embriones hay que producir?, ¿cuál es el precio en vidas humanas que se ha de pagar para el fin que se persigue?, ¿tiene realmente sentido tan importante esfuerzo por parte de la madre?, ¿es realmente necesario el largo proceso de producción, selección e implantación de embriones, no siempre lograda en primera instancia?, ¿está justificada la angustiosa espera a un diagnóstico fiable tras la implantación?, ¿la selección de un embrión garantiza que el niño que nazca obedezca realmente al perfil genético deseado?, ¿pueden descartarse en él otros caracteres desfavorables?, ¿es ético el sacrificio de los embriones “sobrantes”?, ¿qué viabilidad o qué consecuencias tendrá a la larga para la vida de los seres procedentes de embriones en los que se ha practicado una biopsia?, ¿cómo afectará a la psicología de una persona el conocimiento de su origen por razones de utilidad clínica?, etc.
En 1999, Eliane Gluckman y sus colaboradores del Hospital San Luis de París, demostraron que el cordón umbilical contiene unas células madre sanguíneas que dan resultados satisfactorios para el tratamiento de la leucemia y linfomas infantiles, frente al recurso del transplante de médula ósea, que ha sido el procedimiento más utilizado para solucionar tan graves enfermedades en los niños. ó la producción de los “bebés medicamento”. De hecho, la sangre del cordón umbilical, que es lo que se utiliza del “bebé medicamento”, es rica en células madre hematopoyéticas (CD+34), que ofrecen resultados superiores en términos de mejor pronóstico de supervivencia frente a la enfermedad del “injerto contra huésped”, que plantea el trasplante de médula ósea para las mismas enfermedades. Frente a los problemas éticos, las dificultades técnicas, el tiempo requerido y las incertidumbres diagnósticas de los “bebés medicamento” cabe el recurso del uso directo de muestras de sangre de cordón umbilical para realizar trasplantes alogénicos. De ahí la importancia de conservar la sangre de cordón umbilical (SCU) en congelación, recogida en el momento del parto y convenientemente procesada y caracterizada desde el punto de vista inmunológico (HLA) y genético. Los Bancos de SCU, tras la caracterización inmunológica de las muestras, son la garantía de futuro para el propio niño que nace (trasplante autólogo) o para sus hermanos u otros miembros de la familia (trasplante alogénico emparentado), y para personas no emparentadas (trasplante alogénico no emparentado).
La «investigación con células madre embrionarias», la «transferencia nuclear» y otras alternativas con embriones
La clonación no reproductiva, impropiamente llamada terapéutica, tiene por objeto el aislamiento de células embrionarias, con el fin de utilizarlas para producir líneas celulares diferenciadas, por cultivo in vitro, para su uso en el tratamiento de enfermedades debidas a una degeneración tisular (tejido nervioso deteriorado en enfermos de Parkinson o Alzheimer, islotes de Langerhans del páncreas malogrados en diabéticos, tejido muscular cardiaco alterado en pacientes de infarto de miocardio, etc).
En todo lo anterior subyace una polémica evidente sobre la utilización de los embriones, que en cierto modo divide a los investigadores y a la sociedad, entre los que defienden la vida humana desde la concepción y los que se plantean la investigación con embriones humanos con fines terapéuticos para terceros, al margen del sacrificio de embriones humanos. Se trata de dos enfoques distintos, desde el punto de vista ético y ambos cargados de razones, una visión bioética personalista frente a una postura evidentemente utilitarista.
Las células madre embrionarias empezaron a ser investigadas en 1998 y desde entonces, además de las cuestiones bioéticas que plantean, han tropezado con una serie de inconvenientes como son, la falta de coincidencia del sistema de compatibilidad entre las células procedentes de los embriones y el receptor, lo que provoca el rechazo o la necesidad de utilizar inmunodepresores; la formación de teratomas o tumores, por el descontrol de la proliferación de las células madre embrionarias, las dificultades de orientar la diferenciación de estas células hacia el tejido a restaurar, etc.
Por ello, algunos investigadores sin renunciar al uso de embriones han desarrollado técnicas alternativas, de las que citaremos las tres más importantes:
- La transferencia nuclear
- La biopsia de embriones
- La creación de embriones defectuosos, genéticamente manipulados
- Transferencia nuclear.- Es fácil imaginar lo que supondría para un paciente con un proceso de degeneración de un tejido, contar con células que tuviesen su misma identidad genética, evitando el problema del rechazo inmunológico y los costosos tratamientos a base de inmunosupresores para impedirlo. Este es el fin que se persigue con la tecnología de la transferencia nuclear, o transplante nuclear. La Ley de Investigación Biomédica autoriza la «transferencia nuclear terapéutica», al tiempo que establece la prohibición de la práctica de la clonación reproductiva. Sin embargo, el transplante nuclear no debe considerarse como algo distinto a la clonación reproductiva. De hecho, la Ley de Investigación Biomédica da la espalda a esta realidad, y partiendo de la tecnología de la FIVET, consiente en la producción de embriones por el procedimiento de extraer el núcleo de una célula adulta y transferirlo a un óvulo enucleado. El trasplante nuclear es la tecnología que permitió clonar ranas y más tarde mamíferos, que tuvieron su dato más significativo en el origen de la oveja Dolly. No cabe disimular este hecho diciendo que lo producido no es un ser vivo, pues Dolly vivió siete años, y por el mismo procedimiento han nacido después muchos otros animales clónicos. No cabe considerar el «transplante nuclear» como algo distinto a un acto de clonación, ni llamar al embrión producido «clonote», «nuclóvulo», «embrión somático» o de cualquier otro modo, con tal de disimular su auténtica realidad.
Se abre de paso un nuevo y arriesgado campo como lo supone la manipulación y el posible comercio de los ovocitos que se obtienen mediante una estimulación ovárica hormonal. El objetivo es obtener embriones (ocultos tras la falsa denominación de preembriones) con el fin de utilizar las células madre que contienen en el estado de blastocisto, estirparlas (destruyendo por tanto el embrión) para reprogramar su crecimiento celular y tratar de orientarlo hacia la creación de líneas celulares, órganos o tejidos, que finalmente puedan ser reimplantados al donante para combatir determinadas enfermedades degenerativas.
- La biopsia de embriones.- En Agosto de 2006, el Dr. Robert Lanza y su equipo de investigadores de la empresa californiana ACT, informaban sobre la posibilidad de extirpar células madre de embriones en sus primeros estadios de desarrollo, sin afectar al resto del embrión, de forma semejante a como se lleva a cabo el diagnóstico genético preimplantatorio. Sin embargo, la técnica es poco fiable y los pobres resultados dejan a las claras las dificultades del mantenimiento de la viabilidad de los embriones manipulados.
- Los embriones manipulados genéticamente.- Markus Grompe, un investigador del Centro de Células Madre de la Universidad de Oregón, en Portland, trató de buscar una vía para continuar trabajando con embriones, sin violar los principios morales, al eludir la necesaria destrucción de unos embriones que interrumpían de forma natural su desarrollo. Para ello, sugirió producir embriones con modificaciones genéticas, de tal manera, que no les permitieran sobrevivir, más allá del tiempo necesario para recoger sus preciadas células madre. En palabras de este mismo investigador, “la vida humana es un continuum que comienza en el momento de la fecundación, por lo que un embrión humano, a pesar de su debilidad y pequeñez es una vida humana, por lo que es inaceptable su destrucción para extraer las células madre. El fin no justifica los medios”. La idea atrajo a otros científicos como a los Doctores Daley del Harvard Medical School y Rudolf Jaenisch y Alexander Meissner, del Massachussets Institute of Technology, que se preguntaban si se podrían obtener células madre embrionarias por otro camino. La idea que se les ocurrió fue la de crear embriones, mediante trasplante nuclear, con una disfunción genética tal que el desarrollo quedara bloqueado al alcanzar el estado de blastocisto. Debido a esto, el nuevo método se denominó ANT (=Altered Nuclear Transfer) y fue ensayado inicialmente en ratón. De esta forma, en lugar de embriones se producían “artefactos biológicos” sin capacidad de desarrollo. La idea no resiste la crítica de quienes planteamos las objeciones éticas a la utilización de los embriones. En primer lugar porque si bien estos embriones no son viables por su naturaleza genética alterada, no por ello dejan de ser seres humanos en fase embrionaria, a los que se ha manipulado de forma no natural. Además, el hecho de producir un embrión sin capacidad de sobrevivir, no es otra cosa que crear vidas humanas defectuosas.
Investigación con «células madre no embrionarias ó adultas» y con «células somáticas diferenciadas»
Lo cierto, es que en el año 2000, al comenzar la experimentación con las células madre embrionarias, se planteó la siguiente cuestión ¿es preciso destruir los embriones para obtener células madre o podemos obtener células con la misma capacidad de producir líneas para trasplantes a partir de tejidos no embrionarios?. Desde 1992 se había venido publicando, en revistas tan prestigiosas como los Proceedings of the National Academy of Sciences, Science o Cell, las primeras experiencias demostrativas de que en tejidos somáticos post-embrionarios, fetales y post-natales, hay células madre con una capacidad de desdiferenciación y reprogramación hacia el mismo o diferente tejido celular, resultando pluripotentes en lo que a la capacidad de diferenciación se refiere.
Es evidente, que si lo que se desea es continuar por la vía de la producción de líneas celulares para atajar los problemas de la Medicina regenerativa, es mejor solución la no utilización de las células madre embrionarias y la búsqueda de otras alternativas. Estas existen y las ofrecen las células madre procedentes de tejidos postembrionarios, de sangre de cordón umbilical, de líquido amniótico, fetales o de tejidos adultos. Además, en los últimos años ha surgido la posibilidad de utilizar células diferenciadas, que podrían ser reprogramadas hasta convertirlas en células con similares capacidades que las células madre embrionarias. En esta línea de investigaciones se han hecho avances muy prometedores.
De este modo, los Dres. Melton y Eggan, del Departamento de Biología Celular y Molecular de la Universidad de Harvard, han dirigido su atención a la reprogramación de las células adultas para convertirlas en células madre, con el mismo comportamiento que las células madre embrionarias, conservando una dotación genética intacta y completa, como la de cualquier célula adulta. No obstante, esta metodología es compleja, dado el hecho de que primero se han de soslayar las modificaciones epigenéticas (variaciones por metilación del ADN y de las proteínas histonas de la cromatina durante la diferenciación), lo cual, según las estimaciones de estos investigadores tardará aun varios años.
En junio de 2006, en la revista Nature, los Dres. Austin Smith, Ian Chambers y sus colegas de la Universidad de Edimburgo, publicaron un trabajo sobre el gen nanog. Este gen es responsable del mantenimiento de la actividad proliferativa de las células embrionarias y lo que estos autores han demostrado es que si se reactiva o induce artificialmente la expresión de este gen en células somáticas adultas de ratón, en las que está inactivo, las células somáticas se hacen multipotentes y cobran capacidad de regeneración y transformación en casi cualquier tipo de célula. Se trata de un trabajo de gran importancia experimental y bioética.
Mediante otra serie de experimentos se ha podido demostrar que las células diferenciadas pueden ser reprogramadas de nuevo a un estado embrionario, por fusión de células somáticas adultas con células madre embrionarias. De este modo, los investigadores japoneses Kazutoshi Takahashi and Shinya Yamanaka, del Departamento de Células Madre de la Universidad de Kyoto, han demostrado satisfactoriamente en ratón, la posibilidad de inducir hacia células madre pluripotentes de fibroblastos embrionarios o de adulto, por modificación de cuatro factores genéticos: Oct3/4, Sox2, c-Myc y Klf4, en las condiciones de los cultivos de las células madre embrionarias. Estas células, que se denominaron iPS (=induced pluripotent stem), presentan la morfología y las propiedades de crecimiento de las células madre embrionarias y también expresan proteínas propias de dichas células. Sin embargo, el trasplante subcutáneo de células iPS en ratones causa tumores, que afectan a una variedad de tejidos de las tres capas germinales, ectodermo, mesodermo y endodermo. Por otra parte, la inyección de las células iPS en blastocistos de ratón, generan el desarrollo embrionario, lo cual demuestra que se pueden producir células madre pluripotentes directamente a partir de cultivos de fibroblastos, a los que se ha estimulado la actividad de unos pocos genes bien definidos. El dato importante es la posibilidad de conseguir la reprogramación genética de células adultas diferenciadas hasta convertirlas en células madre, equivalentes a las embrionarias a partir, en este caso, de fibroblastos. Sin embargo, esta tecnología no adelantaría en los aspectos técnicos ni éticos, sí los sistemas celulares proliferantes obtenidos devienen en tumores ó si para el logro de dicho objetivo es preciso utilizar blastocistos. El reto a partir de esta trabajo es lograr la desdiferenciación de las células adultas sin necesidad de utilizar los embriones, es decir en medios de cultivo in vitro. Una vez se hubiera logrado dicho objetivo habrá que solucionar el problema de la proliferación in vivo no neoplásica de las líneas celulares que se obtuvieran.
El hecho es que hoy hay más de 700 protocolos de ensayos clínicos en marcha con células madre no embrionarias, frente a ninguno con las embrionarias (www.clinicaltrials.com). Hoy hay más de 65 enfermedades degenerativas, entre neoplásicas y no neoplásicas (www.cloning.org.uk), que están en vías de solución mediante la tecnología de la utilización de las células madre procedentes de tejidos adultos: enfermedades autoinmunes, inmunodeficiencias, enfermedades del sistema nervioso (Alzheimer, Parkinson, etc.), enfermedades de la sangre, cicatrización de heridas y fístulas complejas, como las ligadas a la enfermedad de Crohn, etc. y enfermedades metabólicas. Son notables los éxitos logrados en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares en numerosos centros clínicos y hospitales mediante la repoblación con células procedentes de médula ósea, músculo no cardíaco u otras fuentes de tejidos somáticos que de forma autóloga se obtienen del propio paciente, lo que soluciona el problema del rechazo inmunológico con el que se tiene que enfrentar la ingeniería tisular embrionaria. Esta tecnología de regeneración de miocardio tras infarto, se practica ya en diversa clínicas en España. De modo parecido están muy desarrollados los ensayos para el Tratamiento de Alzheimer y Parkinson, por ej. en la Universidad de Sevilla, utilizando células madre del cuerpo carotídeo, así como la recuperación de la córnea, en la Clínica Universitaria de Navarra, la reparación de fístulas en el Hospital La Paz de Madrid, utilizando células madre del tejido graso, etc.
Investigación con células embrionarias ¿cuestión de ideología?
Hace un par de semanas me preguntaban en un medio de comunicación las razones que podían haber impulsado al Presidente de Gobierno, D. José Luis Rodríguez Zapatero, a nombrar Ministro de Sanidad al Dr. Bernt Soria, y mi contestación fue que esta elección esta más relacionada con sus antecedentes ideológicos, que con los científicos, aunque lo que trataban de hacer creer a la opinión pública era la calidad investigadora del Dr. Soria.. Al menos, por lo que ha saltado desde hace varios años a las medios de comunicación y las columnas d los diarios, los argumentos efectivos de su trabajo se ven más en su intensa campaña en pro de la investigación con embriones que por sus publicaciones en la línea de la búsqueda de remedios a las enfermedades degenerativas, o los propios resultados de éstas.
Desde la aparición en la escena de la biomedicina de la investigación con las células madre, la curación de la diabetes ha sido uno de los objetivos perseguidos, mediante la creación ex vivo de líneas celulares capaces de especializarse como células productoras de insulina. Pues bien, el doctor Bernat Soria y su grupo de la Universidad Miguel Henández de Elche (Diabetes, 49: 157. 2000), e independientemente la Dra. Nadya Lumelsky en EE.UU. (Science, 292: 1389. 2001), y otros grupos de investigación, obtuvieron aglomerados celulares semejantes a islotes de Langerhans, capaces de secretar insulina y otras hormonas endocrinas pancreáticas, a partir de células madre de ratón. Las investigaciones del grupo de Dr. Soria, si bien eran esperanzadoras, encentraron su principal escollo en el ajuste fino de la respuesta de producción de insulina de acuerdo con la concentración de glucosa en la sangre. Las células trasplantadas eran capaces de vascularizarse y de mantener la forma de islotes en el páncreas, pero eran menos capaces de responder a los cambios de concentración de glucosa en sangre que las estructuras de Langerhans completas.
Con posterioridad el equipo del Dr. Soria, junto con la colaboración de investigadores de las universidades de Alicante, Málaga, y Kiel (Alemania), se pusieron a buscar otras vías alternativas, con células madre adultas, a partir de monocitos -un subgrupo de leucocitos sanguíneos-. Los resultados con estas células madre no embrionarias fueron inicialmente satisfactorios en ratones, lo que indujo a manifestar al propio Bernard Soria, en la reunión anual del Registro de Colaboración de Trasplantes de Islotes (CITR): «…Recientemente estamos viendo que hay células madre, no embrionarias, con capacidad para regenerar tejidos distintos a aquellos en los que están comprometidas, como ciertas células de la medula ósea susceptibles de regenerar tejido músculo-esquelético y cardiaco».
Hoy, casi tres años después, es curioso recordar que en el XXVII Congreso de Medicina Interna celebrado en Granada, en Septiembre de 2004, reconocía el Dr. Soria que su equipo, en colaboración con la Universidad de Kiel, había obtenido células hepáticas y pancreáticas, a partir de células madre de médula ósea (no embrionarias), señalando: «Hemos resuelto la diabetes en animales de experimentación.» Al tiempo que declaraba: «También es necesario recordar que determinados grupos religiosos y la misma Conferencia Episcopal y la COPE, la emisora propiedad de los obispos, nos dedicaron algunos calificativos graves. Ahora, en cambio, no dicen nada respecto a la investigación con células troncales que ha anunciado el gobierno valenciano». En resumen, el Dr. Soria defendía la utilización de las células madre de embriones, aun sin haber obtenido resultados positivos, al tiempo que utilizaba las células madre adultas, que en sus manifestaciones perdían el apellido y se quedaban en célula madre, a secas, que por supuesto daban los mejores y más esperanzadores resultados. Lejos de asumir que sus proyectos de investigación con embriones resultaban infructuosos, se limitaba a acusar a los defensores de la vida, como si éstos no desearan la curación de la diabetes, el Parkinson el Elzheimer, etc., no al menos a costa de otras vidas humanas.
El Dr. Soria desarrolló su particular campaña en pro de la legalización de la investigación con embriones, e hizo gala de un particular concepto del comienzo de la vida humana, interesadamente situado con posterioridad a la etapa en la que los embriones dejan de ofrecer las células multipotentes útiles en su línea de experimentación (tras la anidación del blastocisto en el útero materno).
Creo sinceramente que el mayor reproche que se le puede hacer al Dr. Soria es su erróneo concepto sobre el comienzo de la vida humana. Salvado esto, que no es poco, lo que hace o lo que dice es coherente con una forma de pensar, más próximo a una concepción ideológica que a una mentalidad científica. Lo que está claro es que en sus mensajes a los medios de comunicación se fue fraguando una argumentación que conectaba perfectamente con los intereses de partidos políticos de ideología progresista, del que se hicieron eco otros grupos de investigación tan interesados como el propio Soria en este tipo de investigaciones. Esto habría de favorecerles en su propio trabajo, aun a sabiendas de que los mejores resultados en la vertiente terapéutica, los están dando las células madre no embrionarias (de cordón umbilical, células amnióticas, fetales y de tejidos adultos).
El Dr. Soria en definitiva ha sabido compaginar su labor investigadora con su habilidad para promocionar su trabajo en la cómoda estela de lo «políticamente correcto», con el fin de inducir una corriente de opinión favorable a su propia línea de investigación. Su habilidad en este sentido queda fuera de toda duda y muy por encima del éxito de sus investigaciones: el cambio legislativo que permitiría liberar la investigación con embriones, el premio de una copiosa financiación, la creación de infraestructuras muy costosas en Sevilla, que por cierto no ha llegado a disfrutar, y finalmente el logro de una cartera ministerial.
En definitiva, bajo el pretexto de que todo se realiza en beneficio de la salud, de la ciencia y de la investigación, los embriones se han convertido en un objeto de manipulación para atender la demanda de un sector de la comunidad científica sin tener en cuenta su naturaleza humana. No escapa a este asunto la manipulación de la opinión pública, en contra de quienes defienden la vida desde la concepción, exponiendo razones más de carácter ideológico ó político que científico y ocultando la realidad de las dificultades de su utilización por razones técnicas, olvidando un principio básico de la Bioética, como es el del respeto a la verdad.
Sin duda es necesario sintonizar el desarrollo legislativo con los avances científicos y tecnológicos, pero de toda la ciencia, y respetando escrupulosamente la verdad, lo que es un deber ético insoslayable. En este sentido, creo que está pendiente un acuerdo entre investigadores (independientes y respetuosos con la vida humana), ciudadanos (bien informados) y políticos (no condicionados por ideologías utilitaristas).
Conclusiones (un decálogo a favor de la vida humana naciente)
- La vida comienza en el momento de la concepción.
- El embrión tiene una identidad genética propia y distinta a la de la madre, del mismo modo que todas las células de la madre gestante comparten una identidad genética propia y distinta a la del embrión.
- El embrión en el claustro materno no forma parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre. No es indispensable para la vida de la madre, que era y sigue siendo la misma antes, durante y después de la concepción y de la gestación.
- El desarrollo está previsto en el genoma individual que ya existe en el cigoto y no variará a lo largo de la vida.
- El desarrollo morfogenético obedece a un programa de actividades genéticas secuenciales, en espacio y tiempo, que quedó establecido en el momento de la fecundación.
- No hay saltos cualitativos desde la fecundación hasta la muerte.
- El embrión merece la calificación de ser humano y el ser humano es inmutable en su identidad genética a lo largo de su vida, y por tanto en su condición de persona.
- No hay argumentos para discutir la condición de la vida humana con la misma intensidad en todas y cada una de sus etapas.
- No se puede esgrimir el gemelismo monocigótico como argumento para retrasar el inicio de la vida al momento de la unicidad (implantación del blastocisto). La individualidad no es incompatible con la divisibilidad. Los embriones resultantes de la disgregación de un embrión único individual antes de la anidación, siguen teniendo la misma identidad genética y recrean su individualidad a partir de la separación. El gemelismo no demuestra que lo que había antes no fuese una vida humana, sino que a partir de dicho instante hay más de una vida humana.
- La utilización del término preembrión se restringe a los textos legales. Es absurdo desde el punto de vista biológico y una manipulación del lenguaje. Es un término prefabricado con la intención de establecer etapas en lo que no es sino un proceso continuo y dinámico. Sí de un embrión puede surgir más de un ser humano la trascendencia moral de su destrucción no solo no es menor sino que se agrava.
NOTAS AL PIE
[i] Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre Técnicas De Reproducción Asistida.
[ii] Ley 45/2003, de 21 de noviembre, por la que se modifica la Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre Técnicas de Reproducción Asistida.
[iii] Ley 14/2006, de reproducción humana asistida y de investigación con embriones humanos con fines terapéuticos para terceros BOE 27-05-2006
[iv] Ley 14/2007, de 3 de julio, de Investigación biomédica, BOE 7 de julio de 2007
[v] Ley 14/2007 de Investigación biomédica. BOE 7 de julio de 2007.
[vi] American Society for Reproductive Medicine. A Practice Committee Report. Preimplantation Genetic Diagnosis. June 2001 [www.asrm.org/Media/Practice/practice.html)