“América Latina necesita ayuda solidaria… Sin embargo, es importante que todas estas ayudas superen las fáciles tentaciones voluntaristas y pelagianas…”

“Lo verdaderamente original de nuestra ayuda es la caridad de Jesucristo que nos apremia, es ese amor que nos precede y nos invita a confesar a Dios Padre, principio de todo bien”

Mensaje del Santo Padre Francisco

a los participantes del Encuentro con instituciones y

organismos de ayuda a la iglesia de América Latina

Ciudad del Vaticano, 22-23 de junio de 2023

Querido Mons. Robert Prevost,
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), queridos responsables de instituciones y organismos de ayuda
a la Iglesia de América Latina:

Agradezco su presencia y el que hayan decidido reunirse en la Santa Sede por invitación de esta Pontificia Comisión.

La reciente promulgación de la Const. ap. Praedicate Evangelium implica un proceso de conversión misionera y sinodal de todos los que trabajamos en el gobierno de la Iglesia universal. Sin conversión de corazón, las reformas se quedan en un ámbito meramente administrativo o procedimental. Todos necesitamos un cambio de vida para que la Iglesia pueda mostrar nítidamente el rostro genuino de Jesucristo. Precisamente por ello, la reforma de la Curia Romana busca «armonizar mejor el ejercicio del actual servicio de la Curia con el camino de evangelización que la Iglesia, especialmente en este tiempo, está experimentando» (Const. ap. Praedicate Evangelium, 3).

Es en este contexto que, luego de escuchar diversas opiniones, discerní y decidí que la intuición pastoral y visionaria del Papa Pío XII al momento de crear la CAL en el año 1958, debería mantenerse y madurar en el contexto general de renovación de la Curia y de la Iglesia en general. Poco a poco, su misión se ha ido afinando, añadiendo a cada paso algunos matices y acentos (cf. San Juan Pablo II, Carta ap. M.p. Decessores nostri; Const. ap. Pastor Bonus). En la actualidad, la CAL «tiene por misión ocuparse del estudio de las cuestiones que se refieren a la vida y al desarrollo de sus Iglesias particulares, estando a disposición de los dicasterios interesados en razón de su competencia, y de aconsejarlas y ayudarlas con recursos económicos […]. También le corresponde favorecer las relaciones entre las instituciones eclesiásticas internacionales y nacionales, que trabajan para las regiones de América Latina, y las instituciones curiales» (Const. ap. Praedicate Evangelium, 111). De esta manera, la CAL está llamada a ser un servicio, una “diakonía”, que muestre el afecto y atención del Papa, que inspire a la Iglesia en la región y que además promueva la sinergia interdicasterial de la Curia Romana en materia de asuntos latinoamericanos (cf. Videomensaje con motivo de la Asamblea Plenaria de la CAL, 24-27 mayo 2022).

Una de las facultades que la CAL posee es la de apoyar económicamente algunos proyectos evangelizadores, atender situaciones de emergencia y promover algunas actividades que resulten significativas para la Iglesia en el área de su competencia. En ocasiones, la CAL ha contado con la colaboración de algunas instituciones de ayuda para atender desafíos particulares, especialmente urgentes. Agradezco esta voluntad de cooperación. Sin embargo, me atrevo a soñar con una “nueva imaginación de la caridad”, como dijo san Juan Pablo II, más amplia e incisiva (cf. Carta ap. Novo millennio ineunte, 50).

Permítanme detenerme en este punto. Cada una de sus instituciones posee su propia naturaleza y misión. Sin embargo, todas participan de una identidad católica que debe hacer de su trabajo algo distinto a cualquier organización de ayuda puramente secular. Dicho de otro modo, tenemos que redescubrir cada día, con asombro y gratitud, que la fe cristiana es la certeza de la amistad de un Dios que nos “primerea”, que nos educa y que de manera cercana nos acompaña constantemente. Por ello, lo más específico de todas las instituciones de ayuda de la Iglesia no es la eficiencia administrativa de su operación —que esperamos sea muy buena—, menos aún el simple esfuerzo humanitario que brota de un corazón generoso. Lo verdaderamente original de nuestra ayuda es la caridad de Jesucristo que nos apremia, es ese amor que nos precede y nos invita a confesar a Dios Padre, principio de todo bien; a Jesucristo, nuestro Hermano, que nos ha redimido; al Espíritu Santo que guía a la Iglesia, crea comunión y orienta a la humanidad hacia su plenitud (cf. 2 Co 5,13-20).

Si lo “esencial cristiano” lo damos por supuesto, tarde o temprano se vuelve un mero recurso retórico y finalmente se olvida (cf. R. Guardini, La esencia del cristianismo). Si lo “esencial cristiano” no está presente, sólo queda el frío pragmatismo que termina asfixiando a las instituciones eclesiales y a sus miembros. San Pablo, por ejemplo, se sabía un hombre erudito, competente y eficiente. Sin embargo, fue «alcanzado por Cristo» (Flp 3,12) y de la contemplación de Aquel que “le amó y se entregó por Él” (cf. Ga 2,20) cobra todo su verdadero sentido la expresión «el amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14). El Apóstol descubre con asombro que su vida ya no puede seguir siendo la misma. Luego del encuentro personal que ha tenido en el camino a Damasco, todo se torna una prolongada respuesta al amor de Cristo, que se vuelve en él energía, valentía y heroísmo. Verdaderamente el Apóstol de los gentiles se siente urgido por ese Amor, llegando a decir: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9,16).

América Latina necesita ayuda solidaria. Ayuda para evangelizar las periferias geográficas y existenciales. Ayuda para atender las necesidades de los más pobres y excluidos. Sin embargo, es importante que todas estas ayudas superen las fáciles tentaciones voluntaristas y pelagianas (cf. Cong. para la Doctrina de la Fe, Carta Placuit Deo, 1 marzo 2018). Si así sucede, confío en que habrá un fruto sobreabundante: la cooperación fraterna y sinérgica entre todas las instituciones y agencias católicas de ayuda, que sabiéndose enviadas y vitalizadas por la misma fuente, encontrarán caminos de complementariedad y colaboración de todos con todos.

Que la Santísima Virgen de Guadalupe, Emperatriz de todos los pueblos del continente americano, interceda por ustedes y los anime a soñar con nuevas formas de presencia, servicio y acción caritativa en auténtica clave cristiana.

Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.

Fraternalmente,

Roma, San Juan de Letrán, 21 de junio de 2023

FRANCISCO