No solo debemos cuidar que las mujeres de los sectores más desfavorecidos tengan a sus hijos, sino luchar para que estos tengan igualdad de oportunidades
Por: Monseñor Jorge Lozano . Arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social del episcopado argentino. 11 de junio de 2018
Estamos en los últimos días que anteceden el debate acerca del aborto en la Cámara de Diputados de la Nación. Una cuestión que afecta directamente la vida y que llamativamente no formó parte de las campañas políticas legislativas ni presidenciales. Me pregunto cuáles hubieran sido los resultados en ambos comicios y si los resultados del ballottage presidencial, con diferencias tan exiguas, hubieran sido los mismos. Como dijo un expresidente: “Si hubiera dicho lo que pensaba hacer, no me votaban”.
Ciertamente que hay presiones internacionales (de organismos políticos y económicos de crédito) que obligan a reducir la pobreza limitando los nacimientos de los pobres. Esto no es nuevo, y debemos explicitarlo, mal que nos duela. Y no seremos el primer país al que se le ponen este tipo de condiciones autoritarias.
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Una de las consignas que se utilizan es el reclamo de “aborto libre, seguro y gratuito”, supuestamente para proteger a las mujeres más pobres. Varios se han expresado a favor de los pobres en las exposiciones de estas semanas en las audiencias públicas. Mujeres de los barrios sumergidos en la miseria, curas villeros, profesionales de la salud. Muchos han coincidido en que a los pobres se los cuida en sus derechos de otros modos hoy ausentes en la sociedad.
Todavía resuenan en mis oídos las fuertes expresiones de una madre que vive en la villa 31 de la ciudad de Buenos Aires que dijo en el ámbito de los predebates que organizaron las comisiones que trabajan el tema en la Cámara de Diputados: “Estoy cansada de que se cuelguen de nosotros, los ‘pobres’, como nos dicen, ‘pobres’, los humildes. […] Nosotras somos personas que vivimos en una villa y todas pensamos que el aborto es matar. […] Yo creo que nadie, ni de fuera ni de dentro de la villa, nos tiene que decir que abortemos porque ahora va a ser legal. Quiero que vayan a la villa y les pregunten a las mujeres si están de acuerdo con el aborto, no que les laven la cabeza, que les pregunten, y vamos a ver cuántas están a favor. […] Yo estoy en contra del aborto, hay que dar vida, no muerte”.
¿Qué pasa que no estamos escuchando a estas mujeres y algunos dicen representarlas cuando en realidad no es así?
Ellos, los pobres, necesitan una vida libre, segura y gratuita, de la cual hoy carecen. O tal vez sea imperioso/imprescindible/apropiado ser más preciso: vida libre, segura y gratuita de la que se los ha despojado. Necesita la mujer embarazada acceso a una alimentación libre, segura y gratuita, para ella y su bebé en gestación. Muchas comen salteado, tan de vez en cuando como los demás miembros de su familia, y de esta manera no se logra el equilibrio nutricional suficiente. Necesita acceso a la salud libre, segura y gratuita. Hoy esa mujer embarazada transcurre varias horas de espera en los hospitales de diversos lugares del país, y muchas llegan al parto sin siquiera una ecografía. Necesitan que sea cierto que hay igualdad de oportunidades.
Ayer en la Argentina nacieron -según proyecciones estadísticas- cerca de 2000 niños. La mala noticia es que más de la mitad de ellos lo hicieron en lugares pobres. ¿Se equivocó la cigüeña? ¿O es que fallamos los argentinos en la organización social y la equidad socioeconómica? ¿Se soluciona la injusticia social con el aborto libre, seguro y gratuito? ¿O se consolida la brecha entre pobres y ricos?
Algunas de las madres adolescentes concibieron a su hijo o hija como resultado del abuso o violación en su propia casa. ¿Necesitan aborto para callar el delito? ¿No será más urgente denunciar al violador de sus derechos a la integridad sexual? ¿No debería haber juicio a los violadores? ¿Es la impunidad del delincuente y la condena del inocente el camino más civilizado?
Necesitan los niños acceso a la educación libre, segura y gratuita que los ayude a desplegar sus cualidades, a crecer como personas, a integrarse para la alegría. Necesitan que en sus barrios no mande el narcotráfico, que hace estragos entre los adolescentes más vulnerables. Hace falta garantizarles el acceso a un proyecto de vida que afiance sus sueños y les potencie su lugar solidario en la sociedad.
Libertad, seguridad y gratuidad son tres valores muy importantes que deberían estar del lado de la vida. Para los pobres hay que ampliar las garantías para el ejercicio de sus derechos, postergados y cercenados de generación en generación. No solo debemos cuidar que nazcan sus hijos, sino que tengan igualdad real de oportunidades. Alguna vez se habló de la igualdad desde la cuna.
Los artistas también exaltan las viditas que están llegando. Así lo decía Sui Generis hace casi 40 años: “Para quién canto yo entonces […] / Si el que yo quiero / todavía está dentro de tu vientre”. Todavía. Mención de tiempo y vida en el vientre de la mamá. Cuánta belleza para expresar esa espera real y concreta del niño en gestación.
No puede dejar de sorprenderme que se negocie -para lograr mayor aceptación de alguno de los proyectos- con introducir la posibilidad de la “objeción de conciencia”, cuando con tanta claridad después de intensos debates se derogó la llamada “ley de obediencia debida”, justamente porque nadie puede ser obligado a cumplir una orden que va en contra de sus principios.
La ley no busca convalidar conductas sin cuestionarlas y sin discutir con la sociedad que las promueve. Así como se practica clandestinamente el aborto, también se conduce habiendo consumido alcohol y drogas, crece el abandono escolar y no por eso se legaliza. Además, ¿por qué en la semana 11 sí lo que en la 12 no? ¿Quién decide cuándo comienza una vida? Como si se permitiera la violencia en las canchas de fútbol los primeros veinte minutos del partido y después no.
Escuché a alguien decir en un reportaje “que la Iglesia no se meta”. Los mismos que nos agradecieron estar del lado de las comunidades originarias para solicitar la prórroga del Relevamiento Territorial Indígena o apoyaron tanto en la denuncia de la tala ilegal de bosques como en los abusos de la pesca. Se nos alienta cuando señalamos que es necesario exigir “una tierra para todos” y se nos cuestiona por defender la vida de punta a punta. “La Iglesia, a la Sacristía” me suena parecido a “la mujer, a la cocina” o cuando en otros tiempos algunos les decían groseramente a los científicos “a lavar los platos”.
Es parte de nuestra misión estar del lado de la vida en cada momento. Y nuestra voz no pretende exigir a la sociedad que legisle de acuerdo con opciones religiosas. Que el ADN propio es dado desde el momento de la concepción no figura en los catecismos, sino en la ciencia. Que el grupo sanguíneo del bebé es independiente del de la mamá o el papá no es una afirmación a partir del dogma.
Hoy por hoy, da escalofríos que personas que votan, que pasaron por claustros universitarios, que dialogan con distintas áreas del conocimiento actual no quieran ver el desarrollo del ser humano desde sus inicios y entender que la vida empieza en un punto y esto no queda en la libre interpretación de nadie. Escuchemos a la ciencia.
Yo no vivo entre pobres, pero los escucho seguido y abro mi corazón a sus angustias, anhelos, decepciones, sufrimientos. Debemos escuchar su clamor por tierra, techo y trabajo. Y, para todo esto, primero la vida.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/2142687-eliminar-vidas-no-es-un-metodo-para-combatir-la-pobreza