…todos los que pretendemos llevar a los demás los frutos de la redención por medio de cualquier apostolado hemos de participar de alguna manera de las aspiraciones, de las ideas, de los sentimientos y de la vida de los pobres…

 

* D. Tomás Malagón (extracto del libro “Encuesta y formación de militantes” (1969)

 

 

 

…. no significa que todos nos hemos de dedicar a visitar los suburbios de nuestras ciudades y las míseras viviendas de nuestros poblados campesinos. Más aún, puede uno hacer todo esto, recorrer la distancia física que le separa de los pobres, y estar sin embargo muy lejos de ellos. Al que sufre, al humillado, al menesteroso, no se va con los pies; se va con el corazón y con el alma. Y la distancia entre las almas no se mide por metros, sino por sentimientos e ideas. Y ésta es la distancia que hay que recorrer.

No queremos decir tampoco que todos hayan de hacer apostolado obrero y apostolado rural, ya que todos los apostolados son enormemente necesarios.

Lo que hemos querido indicar es que todos los que pretendemos llevar a los demás los frutos de la redención por medio de cualquier apostolado hemos de participar de alguna manera de las aspiraciones, de las ideas, de los sentimientos y de la vida de los pobres. Y no nos referimos aquí a las aspiraciones y sentimientos de éste o de aquel individuo en concreto (cada uno tan interesado y egoísta como nosotros y como la mayor parte de los hombres), sino que nos referimos al modo de ver la realidad, a las privaciones y al legítimo deseo de una mayor comunión, en cuanto notas características de la mentalidad y de la vida de los pobres como conjunto humano.

Encarnarse en los pobres es eso precisamente: asumir tales sentimientos privaciones, participando de ellas. Cristo asumió nuestra naturaleza, y nosotros para transmitir su mensaje sin traicionarlo, debemos de asumir de algún modo la vida de los pobres.

Pero en esta encarnación hay diversos grados:

El primero, obligatorio para todos, pero insuficiente para el apóstol, consiste en reconocer y aceptar la razón, la justicia y el derecho que tantas veces asiste a los pobres, sin juzgar, como muchos hacen, que las aspiraciones de aquellos en orden a su promoción colectiva son efecto del envenenamiento comunista.

El segundo grado de encarnación, indispensable para que uno pueda ser aceptado por las masas populares, consiste en que, además de vivir con verdadera y evidente austeridad, nos identifiquemos con la mentalidad y hagamos nuestras las aspiraciones colectivas de aquellos sectores que pueden ser considerados como representativos del pensamiento y de la actitud del pueblo.

Tercer grado de encarnación, necesario para poder penetrar en el corazón de los pobres y demostrar que la Iglesia los ama verdaderamente, es participar, según las propias posibilidades, en la acción que el pueblo y la clase obrera realiza en los distintos campos temporales en que se decide la promoción colectiva e integral de los pobres.

Por último, el cuarto grado de encarnación, necesario también para un testimonio evangélico, consiste en participar cuanto más mejor, según sea posible, de las privaciones y sufrimientos de los oprimidos, de los pobres, de los humillados.

 

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