A los cristianos, como a todas las personas de buena voluntad, les corresponde la tarea de vivir y actuar en este momento histórico, aquí y ahora, comprendiendo que no se puede estar en este mundo cerrando los ojos o tapándose la nariz

A los cristianos, como a todas las personas de buena voluntad, les corresponde la tarea de vivir y actuar en este momento histórico, aquí y ahora, comprendiendo que no se puede estar en este mundo cerrando los ojos o tapándose la nariz; la realidad es dura, y se debe afrontar para resolver sus problemas mirando a Jesús, que nunca se rindió, ni siquiera en la cruz.

 

Papa Francisco, Mensaje en el Encuentro de Movimientos Populares,Modesto (California), 16/19-2-2017

Sabemos que ninguno de los males que afligen al mundo de la economía comenzó ayer.

Desde hace tiempo la humanidad está afrontando la crisis de un sistema económico que causa enormes sufrimientos a la familia humana y que ataca al mismo tiempo la dignidad de las personas y nuestra casa común, para sostener la tiranía invisible del dinero, que solo garantiza los privilegios de unos pocos.

«La humanidad vive un giro histórico» (EG 52), está escrito en la Evangelii gaudiumY es verdad. A los cristianos, como a todas las personas de buena voluntad, les corresponde la tarea de vivir y actuar en este momento histórico, aquí y ahora, comprendiendo que no se puede estar en este mundo cerrando los ojos o tapándose la nariz; la realidad es dura, y se debe afrontar para resolver sus problemas mirando a Jesús, que nunca se rindió, ni siquiera en la cruz; el mismo Jesús que sin embargo tenía la conciencia de ser «el camino, la verdad y la vida» (Jn14, 6).

Se trata de una responsabilidad grave, ya que algunas deformaciones del presente, si no se enderezaran en breve tiempo con soluciones buenas y compartidas, podrían provocar procesos de deshumanización de los que luego sería difícil volver atrás (EG 51).

Para salir de la crisis de nuestra vida personal y de la vida de toda la humanidad, se pueden captar los «signos de los tiempos» que indican los caminos del Espíritu, como invitaban a hacer el Concilio Vaticano II y Juan XXIII: «En los acontecimientos, en las peticiones y en las aspiraciones, en las que toma parte junto con los demás hombres de nuestro tiempo», el Pueblo de Dios «trata de discernir […] cuáles son los verdaderos signos de la presencia o del designio de Dios» (GS 11).

Se ha perdido un tiempo precioso sin prestarles suficiente atención, sin combatir y derrotar esas realidades destructoras de humanidad.

Son signos a veces poco visibles, que hay que encontrar y evaluar como si fueran señales indicativas a lo largo de la carretera que nos lleva a nuestro destino.

Cuando los procesos de deshumanización experimentan una grave aceleración, la dirección que tome la historia y la solución de la crisis epocal que atravesamos depende de la participación de los pueblos del mundo entero, protagonistas finalmente de soluciones compartidas.

No hay que dejarse paralizar por el miedo, como tampoco hay que caer en la trampa de conflictos estériles.

Sí hay que reconocer los peligros, pero también las oportunidades que toda crisis ofrece para avanzar hacia una síntesis nueva, mejor que la anterior.

En la lengua china, que expresa la sabiduría ancestral de ese gran pueblo, la palabra crisis está formada por dos ideogramas: Weique representa el peligro, y , que representa la oportunidad. Sin duda, una buena enseñanza.