Esto lo podemos ver reflejado a través de las diferentes aportaciones que ha hecho y hace la Doctrina Social de la Iglesia:
RN (Rerum Novarum) nº32 considera el trabajo como:
– personal (el hombre, al trabajar, deja una huella de su persona), y
– necesario (para el sustento).
A lo largo de toda la encíclica, enumera los derechos que se derivan de la dignidad del trabajo y del trabajador, que es la base de la que parte: derecho a asociarse, al salario y condiciones justas de trabajo, al descanso y a cumplir con sus deberes religiosos.
QA (Quadragesimo Anno)supone lo anterior. Y, al señalar (52) que el trabajo es título de propiedad (idea aludida ya en RN 8), abre un camino fecundo: el contrato de sociedad, una forma nueva de concebir la aportación del trabajo a la producción y de entender la empresa, como veremos a continuación.
MM (Mater et Magistra) nº 82 enseña que el hombre, en su actividad, debe ser responsable y debe perfeccionarse en el trabajo. Por otra parte, al hablar de las estructuras económicas (82-103) supone la dignidad del trabajador como criterio y, desde ahí, exige dos cosas:
– que no se le reduzca a mero ejecutor silencioso de órdenes, y
– que no se le excluya de los ámbitos donde se toman decisiones que le afectan: debe estar representado en ellos.
GS (Gaudium et Spes) nº67 añade a las características del trabajo señaladas por RN que es:
– superior a los restantes elementos de producción;
– colaboración con Dios Creador;
– asociación a la obra redentora de Jesucristo;
– cauce de unión a los hermanos para servirles;
– pero también señala el peligro de despersonalización: puede hacer a los hombres esclavos de su trabajo.
PP (Populorum Progressio) y OA (Octogesima Adveniens) suponen lo anterior al tratar del sindicato. PP 27 destaca los valores del trabajo:
– es querido por Dios, aunque puede llegarse a una mística exagerada del trabajo;
– el trabajador, creado a imagen de Dios, imprime un sello en lo producido y, a la vez, se perfecciona;
– el trabajo une a los hombres entre sí;
– por el trabajo el hombre colabora con Dios a la creación de un mundo sobrenatural (28).
Aunque no ignora sus posibles ambivalencias (PP 28):
– promete dinero, alegría y poder; invita a unos al egoísmo y a otros a la revolución;
– desarrolla la conciencia profesional, el sentido del deber y el amor al prójimo, pero puede deshumanizar al hombre.
LE (Laborem Exercens) es toda ella una reflexión monográfica sobre el trabajo:
– Trabajo es toda actividad humana (manual, intelectual, doméstica, etc.) (1).
– Es clave de la cuestión social, desde el punto de vista del bien del hombre (3).
– Destaca lo humano y subjetivo en todo trabajo, además de lo objetivo: la técnica (4-10).
– Esboza una espiritualidad del trabajo (24-27) prolongando la reflexión de RN y GS. Además de lo dicho allí, añade:
o es colaboración con Dios Creador: Dominad la tierra;
o es identificación con Cristo:
– él mismo fue trabajador los primeros años de su vida;
– su muerte: es fruto de la injusticia (=trabajo), y
– su resurrección abre a un mundo y a una vida nueva (=trabajo).
– Es medio de personalización.
De todo ello deduce algunas consecuencias:
– El paro es problema económico, humano y tiene trascendencia religiosa (18).
– El trabajo de la madre (19).
– El trabajo de minusválidos, emigrantes, etc. (22-23).
SRS (Sollicitudo Rei Socialis) denuncia que el subempleo y el desempleo son indicadores de una concepción falsa del desarrollo (18).
CA (Centesimus Annus): Prosigue en varios pasajes la reflexión sobre el trabajo iniciada en LE:
– tiene la dignidad de libre actividad del hombre. El desempleo es una amenaza y un mal (15);
– es la raíz de la propiedad privada (coincide con QA 52: el trabajo, título de propiedad) (31);
– desde siempre el trabajo y la tierra han sido los elementos básicos de la economía y de la vida de la sociedad. Hoy es cada vez más importante el papel del trabajo (31);
– hoy más que nunca trabajar es trabajar con otros y para otros, es social. Cada vez es más determinante la capacidad de iniciativa y el espíritu emprendedor y el hombre es el factor decisivo de la producción, como antes lo fueron la tierra y el capital (31-32);
– mediante el trabajo, el hombre se compromete en favor suyo y de los demás (43);
– el trabajo es un derecho, que permite acceder a los bienes de la tierra para uno mismo y su familia (47).
A la vez denuncia que muchos hombres —quizá la mayoría— no pueden entrar en el sistema de empresa, ni adquirir saberes básicos, ni entrar en la red de conocimientos e intercomunicaciones. Son los marginados sociales, a los que no se les reconoce su dignidad y a veces se quiere suprimir. Otros, aunque no marginados, viven explotados, en una semi-esclavitud (33).
Analiza también con detenimiento el concepto marxista de alienación (41). Aunque no acepta el análisis y la filosofía marxista que rodean este concepto, reconoce que la alienación es un hecho en las sociedades occidentales, tanto en el consumo como en una concepción del trabajo que no se ocupa de que el trabajador se realice como persona y sea considerado como fin y no como medio. Desde una concepción cristiana, se aliena el hombre que se encierra en sí mismo, no se abre a Dios y a los demás, se preocupa sólo o prevalentemente de tener o gozar y no somete sus instintos a la verdad, que nos hace libres.