La economía tiene que estar al servicio de la justicia social beneficiando, sobre todo, a los que más lo necesitan. Y sus responsables han de ponerla al servicio del bien común.
“La economía no puede pretender sólo aumentar la rentabilidad, reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos. Debe seguir el camino de los empresarios, políticos, pensadores y actores sociales que ponen en primer lugar a la persona humana y hacen todo lo posible para asegurarse de que haya oportunidades de trabajo digno.
Alcemos la voz juntos para que los responsables del pensamiento y de la gestión de la economía tengan el coraje de refutar una economía de exclusión y sepan abrir nuevos caminos.”