“El amor —caritas’— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz” (Caritas in veritate, 1)

El amor, la caridad, es la base de toda la Doctrina Social de la Iglesia.

La principal función que tiene la DSI es colaborar en la construcción del reinado de Dios en la tierra y cómo esto supone una sociedad que favorezca de una manera clara el amor y la misericordia.

La caridad se sitúa como pilar fundamental de toda la DSI y, al mismo tiempo, como objetivo principal de sus criterios de actuación. Tanto el bien común como la justicia son concreciones de esta caridad, son maneras de que ella reine realmente en una sociedad y que sean los motores que la mueven y la sustentan. La caridad es uno de los valores esenciales de la DSI junto con la libertad  y la justicia.

Concretar la caridad

La caridad es la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda ley” (Caritas in veritate, 2)

La caridad solamente se hace realidad a través de los hechos, de las acciones humanas. Obras son amores y no buenas razones, afirma el refrán castellano y, realmente, el amor no tiene sentido si no se concreta en obras. Para ello, hay que tener en cuenta que las personas nos relacionamos de manera interpersonal (desde una para la otra) pero también de manera social. La relación es con los otros y en los grupos de los que todos formamos parte.

Cuando se habla de caridad, podemos hacerla realidad en lo que son las relaciones personales y a un nivel más cercano (familia, amigos, trabajo, estudios, pequeños grupos con los que me relaciono en mi día a día), pero también podemos concretar ese amor en las relaciones en las que se involucran muchas más personas, que con frecuencia no conozco directamente (relaciones políticas, económicas, sociales, culturales, etc.). La caridad precisa de obras en estos dos ámbitos. No puede limitarse a lo personal olvidando lo social, pero tampoco debe centrarse con exclusividad en el ámbito social, olvidando hacerla realidad en lo personal.

De hecho, esta caridad puede concretarse de tres maneras.

En primer lugar, tenemos la caridad individual, es decir, el amor que una persona imprime en todas sus actitudes y en todo su ser. Se trata de una manera de obrar personal que está impregnada de amor, tanto en sus dimensiones interpersonales como en las sociales.

En segundo lugar, existe una caridad colectiva, que es ese amor que un determinado grupo de personas tienen por los demás y que lo demuestran a través de una acción colectiva. Sus obras ya no son individuales, sino grupales, hechas entre varios e inspiradas por el amor a los demás.

Por último, existe una caridad estructural (política, económica, cultural,..), que se construye a partir de estructuras que facilitan a aquellos que trabajan en su seno el comportamiento caritativo. Son lo contrario a las estructuras de pecado (podríamos denominarlas estructuras virtuosas o de gracia) y ayudan e impulsan a que aquellos que se dejan llevar por ellas acaben viviendo en sus carnes la caridad individual.

Algunos aspectos de la caridad desarrollados en el magisterio de la Iglesia:

Quadragesimo Anno  presenta la justicia social y la caridad social como configuradoras del principio rector de toda la vida social. La primera mira a las obligaciones; la segunda es como el alma que informa el orden social y jurídico (88). La caridad nunca puede encubrir una violación de la justicia (4), ni ser un sucedáneo de la misma (137), puesto que la supone, la motiva y la trasciende (137).

Pacem in Terris coloca la justicia (como medida) y la caridad (como fuerza impulsora) entre los principios que deben regular las relaciones entre los hombres y entre los pueblos.

Para Gaudium et Spes, la caridad es la ley fundamental de la transformación del mundo (38).

Populorum Progressio impone el deber de caridad universal por la promoción de un mundo más humano para todos (44, 47, 66-80). Instaurar la «civilización del amor».

Para Octogesima Adveniens, la caridad es la auténtica medida de la justicia:

— la fraternidad universal es la base indispensable de una justicia auténtica (17);

—  sin amor al prójimo, la igualdad ante la ley puede servir de coartada a discriminaciones flagrantes (23);

—   «el amor del hombre, primer valor del orden terreno», afirmaba Pablo VI en la Jomada de la Paz de 1971.

Sollicitudo Rei Socialis engarza la solidaridad con la justicia, que se vive como caridad; se llega así a la comunión, a un modo de unidad del género humano (40), a la entrega al prójimo por amor (38).

“La caridad va más allá de la justicia… Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos… Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón” (Caritas in veritate, 6). Cambiar nuestros sistemas de producción, la manera en la que organizamos las empresas, el modo en el que dirigimos los equipos humanos, también son caminos para hacer realidad la caridad. Lo mismo que modificar nuestros ámbitos de consumo y darnos cuenta de que “comprar es siempre un acto moral” (Caritas in Veritate, 66).

En este último sentido, hay que tener en cuenta que la caridad también se realiza cambiando estilos de vida, modelos de producción, modelos de consumo o estructuras. La encíclica “Laudato si” abunda en el primer aspecto insistiendo en la necesidad del cambio de estilos de vida. Tener caridad con los demás y con la creación en su conjunto se realiza también viviendo de otra manera que nos permita ser más ecológicos, tomar consciencia de todo aquello que nos rodea, de las consecuencias de nuestros actos…

 

Otros artículos relacionados: 

La caridad política: misión de los laicos

Justicia y caridad

La Doctrina Social de la Iglesia, «brújula» de la caridad política

Suscripción al boletín semanal