“La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”

Francisco, Evangelii gaudium 205

“¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”

Francisco, Evangelii gaudium 205

 

“La caridad ilumina a los cristianos sobre el significado más profundo de la convivencia política: el objetivo que los cristianos deben buscar, promover y proponer es la realización de relaciones comunitarias entre las personas, porque eso es lo que realmente nos humaniza….
La justicia requiere que cada uno pueda gozar de sus propios bienes, de sus propios derechos, y puede ser considerada como la medida mínima del amor. La convivencia es tanto más humana cuanto más está caracterizada por el esfuerzo hacia una conciencia más madura del ideal al que ella debe tender, que es la «civilización del amor» (…) La persona humana, en efecto, aun cuando participa activamente en la tarea de satisfacer las necesidades en el seno de la sociedad familiar, civil y política, no encuentra su plena realización mientras no supera la lógica de la necesidad para proyectarse en la de la gratuidad y el don, que responde con mayor plenitud a su esencia y vocación comunitarias»

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 391-392)

 

«El hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás»

(Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 12).

 

«Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos (…) El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»

Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 24.

 

«La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionadas. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación»

Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 25

 

«Un orden social justo ofrece al hombre una ayuda insustituible para la realización de su libre personalidad. Por el contrario, un orden social injusto es una amenaza y un obstáculo que pueden comprometer su destino»

Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis constientia, 32

 

«La naturaleza del hombre se manifiesta, en efecto, como naturaleza de un ser que responde a sus propias necesidades sobre la base de una subjetividad relacional, es decir, como (…) un ser libre y responsable, que reconoce la necesidad de integrarse y de colaborar con sus semejantes y que es capaz de comunión (…) Es necesario, por tanto,destacar que la vida comunitaria es una característica natural que distingue al hombre del resto de las criaturas terrenas. La actuación social comporta de suyo un signo particular del hombre y de la humanidad, el de una persona que obra en una comunidad de personas: este signo determina su cualificación interior y constituye, en cierto sentido, su misma naturaleza»

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 149

 

«El precepto evangélico de la caridad ilumina a los cristianos sobre el significado más profundo de la convivencia política (…) El objetivo que los creyentes deben proponerse es la realización de relaciones comunitarias entre las personas. La visión cristiana de la sociedad política otorga la máxima importancia al valor de la comunidad, ya sea como modelo organizativo de la convivencia, ya sea como estilo de vida cotidiana»

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 392

 

«Para animar cristianamente el orden temporal —en el sentido indicado de servir a la persona y a la sociedad— los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política; es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común (…) todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política (…) Una política para la persona y para la sociedad encuentra su criterio básico en la consecución del bien común, como bien de todos los hombres y de todo el hombre (…) Además, una política para la persona y para la sociedad encuentra su rumbo constante de camino en la defensa y promoción de la justicia (…)

Al mismo tiempo (…) los fieles laicos han de testificar aquellos valores humanos y evangélicos, que están íntimamente relacionados con la misma actividad política; como son la libertad y la justicia, la solidaridad, la dedicación leal y desinteresada el bien de todos, el sencillo estilo de vida, el amor preferencial por los pobres y los últimos»

S. Juan Pablo II, Christifideles laici 42

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La misión de los laicos: la caridad política