Pidamos también nosotros al Señor que, mirando a los mártires de ayer y de hoy, aprendamos a vivir una vida plena, acogiendo el martirio de la fidelidad cotidiana al Evangelio y de la conformación a Cristo.”
Papa Francisco, Audiencia General, 25 de septiembre de 2019.
El ejemplo del Padre Vincet Machozi
Alrededor de la medianoche del domingo 30 de marzo de 2016 , una docena de hombres armados vestidos con uniformes del ejército de la República Democrática del Congo entraron violentamente en un centro social llamado “Mi hermoso pueblo,” que se encuentra en la región de Kivu del Norte región fronteriza con Ruanda y Uganda, donde una reunión por la paz en la que intervenían jefes tribales tradicionales estaba en marcha.
Su objetivo era un sacerdote católico llamado Vincent Machozi, un miembro de una orden religiosa conocida como los Agustinos de la Asunción, que dirigía Beni Lubero un influyente sitio web que documenta las atrocidades cometidas contra su pueblo Nande.
Machozi utilizaba la web para denunciar lo que vio como la colusión entre las élites políticas, las facciones armadas, y los intereses comerciales en lo que él denomina la “balcanización” de la región con el fin de explotar sus recursos naturales, en especial sus ricos yacimientos de coltán.
Investigaba matanzas relacionadas con el comercio del coltan, las sustancias minerales que se usan en telefonía móvil y nuevas tecnologías. Poco antes del homicidio, había publicado un artículo denunciando a los presidentes de Ruanda y el Congo por estar presuntamente involucrados en varias masacres de civiles inocentes.
Dana Robert, otra profesora que seguía su trabajo, dijo que “cada vez que ha habido un genocidio, ha habido también un sacerdote católico que lo ha denunciado. Los sacerdotes son voz de los que no tienen voz”.
Ya había sobrevivido a 7 intentos de asesinato en sus 51 años de edad.
Machozi murió la madrugada del lunes en medio de una lluvia de balas.
De acuerdo con el Rev. Emmanuel Kahindo, el vicario general de la orden asuncionista con sede en Roma y un compañero congoleño, Machozi sabía que su final era probable y les dijo unos meses antes: “Mis días están contados. Voy a ser asesinado, lo siento … pero al igual que Cristo, por el bien de nuestro pueblo, no voy a estar en silencio. ”