Mandamiento del amor (Guillermo Rovirosa)

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Todos los mortales de la especie humana poseemos una experiencia personal suficiente para poder estar seguros de que en los asuntos de amor no hay quien mande. Es inútil que el padre, el maestro y todas las personas influyentes le manden al chaval que ame la Geografía, si al chico «no le sale de dentro». O que a Juanito se le mande que ame a Pepita, «que es lo que le conviene».

Cuando del silencio se pasa a la palabra, el mal se agrava, pues aparece la mentira como instrumento de relaciones socialesNi siquiera el amor a las «perras»(dinero) puede imponerse al que le ha dado por amar el Arte.

Esto no es cosa de filosofía o de metafísica; esto es una evidencia que la propia vida impone descaradamente a cada paso.

Siendo esto así, ¿qué eficacia práctica podía tener el mandamiento de la antigua Ley de amar al prójimo como a sí mismo? Desde luego, por el testimonio de las páginas del Antiguo Testamento, los resultados no fueron muy brillantes…

Si uno ama al prójimo como a sí mismo, porque le «sale de dentro», ya no hacía falta la Ley. Y si uno no lo ama, ¿qué conseguirá la Ley? El creyente de buena voluntad, que se halla en este último caso, podrá esforzarse en prodigar todos los signos externos del amor, pero: ¿es acaso lo mismo amar que aparentar amar? 

* * *

Nadie puede amar lo que no conoce. El «conocer» es anterior al amor o al odio.

Cuando se conoce algo amable…, sin darse uno demasiada cuenta, lo ama. Y lo detestable, se detesta. Lo indiferente nos deja tan tranquilos. Cada cual, según su temperamento.

Lo único amable es el Amor. Pero el Amor, en este mundo, no es «algo», sino Alguien. Es Cristo.

Todo lo que provoca «buen amor» es que contiene algún reflejo de Cristo; de lo contrario, es «mal amor».

Por eso Cristo nos dejó Su Mandamiento de Amor, en el que lo primero que nos exige no es amar, sino conocer: saber cómo me ha amado Cristo.

Aquien sabe esto (bien sabido) ya no es menester que se le mande amar a Cristo. No hay quien resista.

Pero es indispensable conocer a Cristo, y a Cristo crucificado, como conocimiento básico. Las aproximaciones, los arreglos, las componendas, los «ersatz» de Cristo, no sirven. 

El amante de Cristo le busca. ¿Y dónde le encuentra? En los hermanos, en los hombres: «Lo que hagáis a uno de éstos, a Mí lo hacéis».

Si conozco a Cristo y sé que recibe mi amor en el que pongo en los hermanos, los hombres, ya no necesito que me manden amarlos. La maravilla de amor me ha enamorado.

* * *

El cristianismo se ha extendido donde los cristianos han amado a los hombres como Cristo. El cristianismo se encoge cuando los cristianos (o así) nos limitamos a mandar a los otros que amen al prójimo como a sí mismos.

(Boletín,n.° 105)

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